El bloqueo económico, comercial y financiero a Cuba es la violación más masiva, cruel y prolongada de los derechos humanos de un pueblo en la contemporaneidad. Suficiente para colocar al imperialismo de Estados Unidos en el número uno del ranking mundial del terrorismo de Estado. Encima, ha tenido la cara dura de acusar a La […]
El bloqueo económico, comercial y financiero a Cuba es la violación más masiva, cruel y prolongada de los derechos humanos de un pueblo en la contemporaneidad. Suficiente para colocar al imperialismo de Estados Unidos en el número uno del ranking mundial del terrorismo de Estado. Encima, ha tenido la cara dura de acusar a La Habana por supuesto irrespeto a los derechos humanos.
Como si no fuera el genocida de Hiroshima y Nagasaky, de sus propios pueblos originarios, responsable de decenas de guerras de rapiña, el que invariablemente intenta desestabilizar a los gobiernos que no se le someten como la Venezuela chavista. Sin olvidar el campo de tortura de Guantánamo, que a siete años de la clausura prometida por Obama continúa su implacable labor en territorio cubano ilegalmente ocupado en el asalto de 1898.
Es infame la afirmación de que Cuba usa el bloqueo como pretexto para justificar su «fracaso económico» hecha en su espléndidamente financiado turismo político internacional por los mercenarios del imperio: blogueros, Damas de Blanco o «activistas de derechos humanos». Doblemente infame que llamen a Washington a continuarlo. No es gratuito que Espacio Laical , revista de la iglesia Católica cubana, les impute que «insisten en pedirle a importantes centros de poder en el mundo que desestabilicen al gobierno cubano, tomen medidas que pueden dañar fundamentalmente al pueblo de la Isla».
Las revoluciones no son un paseo por un jardín. Además de ripostar a las agresiones de Estados Unidos y a las acciones de la contrarrevolución a él subordinada, la Revolución Cubana ha tenido que batallar por décadas contra la ignorancia y los estereotipos del capitalismo subdesarrollado y dependiente. Contra la misma ignorancia sobre cómo se construye el socialismo apuntada por Fidel Castro en su imprescindible discurso «de la Universidad»(2005). La ignorancia, en general, es una de las fuentes del dogma, que conduce a cometer errores e injusticias.
Pero Cuba, a la vez que vencía esos obstáculos, fue capaz de crear un gran acumulado de cultura -en su más amplia acepción-, sólidamente cimentado en ideas y sentimientos de solidaridad y fraternidad. Ello es lo único que puede explicar la épica proeza de sobrevivir a la magna crisis económica y social ocasionada en los noventas por la desaparición del aliado soviético y el recrudecimiento simultáneo del cerco yanqui. Ningún otro gobierno en el mundo hubiera logrado sostenerse y conservar el consenso social en una situación tan dramática.
Todavía el país resiente efectos de esa crisis, entre ellos una insuficiente productividad del trabajo, que afecta sensiblemente el poder adquisitivo de la población. El ciclo de cambios(actualización) de los últimos años se propone remontarlos y marchar a un socialismo «próspero», como se proclamó este 1º de mayo en La Habana y en todas las ciudades del país. Imposible enumerar lo que se está haciendo para conseguirlo. Sólo cito algunos botones de muestra.
Casi toda la producción agropecuaria descansa ya en cooperativas de distinto tipo o en campesinos individuales. Alrededor de 175 000 cubanos han recibido en usufructo más de un millón 500 mil hectáreas de tierras ociosas desde 2008, ya casi todas en producción. Otros 400 000 han adquirido la condición de trabajadores por cuenta propia. De ellos, un 87 por ciento está sindicalizado y un 67 no tenía vínculo laboral. Todos reciben los beneficios de la seguridad social.
Se les ha otorgado creciente autonomía a las empresas y han surgido las cooperativas urbanas, en un proceso no exento de trabas y contradicciones que transfiere a los colectivos facultades antes reservadas al Estado. Al sector de cooperativas agropecuarias formado por las antiguas granjas estatales se le ha eximido de impuestos por cinco años y condonado las deudas con el fisco. La llamada agricultura urbana, que no existía, da trabajo a alrededor de 300 000 personas y produce sin agroquímicos más de un millón de toneladas de verduras al año, ahora complementada por 600 000 hectáreas de agricultura suburbana. Los bosques cubren más de 27 por ciento del territorio gracias a la política revolucionaria de reforestación. Cuba está entre los 15 países que la FAO homenajeará en junio en Roma como punteros mundiales en la lucha contra el hambre.
Pero la más importante contribución de Cuba a la causa de los derechos humanos es haber sentado las bases culturales de una civilización alternativa, fraterna, socialista.
Twitter: @aguerraguerra