El futuro de África está de nuevo en la agenda mundial. Las Metas de Desarrollo del Milenio (MDM), establecidas por las Naciones Unidas, son una de las iniciativas con las que se está enfrentando el drama africano. Sin embargo, el papel esencial del ambiente es todavía marginal en las discusiones sobre la pobreza. Mientras continuamos […]
El futuro de África está de nuevo en la agenda mundial. Las Metas de Desarrollo del Milenio (MDM), establecidas por las Naciones Unidas, son una de las iniciativas con las que se está enfrentando el drama africano.
Sin embargo, el papel esencial del ambiente es todavía marginal en las discusiones sobre la pobreza. Mientras continuamos discutiendo esas iniciativas, la degradación ambiental, incluyendo la pérdida de biodiversidad y de la capa de humus, se está acelerando, lo que motiva que desfallezcan los esfuerzos en favor del desarrollo.
Sin una mejor administración de los recursos naturales, las MDM, sobre todo la eliminación de la pobreza, podrían quedar sólo en un sueño.
Mi propio país, Kenia, es un buen ejemplo de ello. Las selvas del Monte Kenia, en la línea ecuatorial y en la cordillera Aberdare, son la fuente de cientos de corrientes de agua que confluyen en el río Tana, el mayor del país, que proporciona agua potable a millones de keniatas.
Las selvas hacen las veces de depósitos que almacenan agua de lluvia en reservorios subterráneos. Muchos sectores, incluyendo el industrial, el agrícola, el turístico, el ganadero y el energético, dependen de estos depósitos de agua.
Hace unos 60 años, las montañas fueron desbrozadas y las variadas especies selváticas reemplazadas por el monocultivo de pinos y eucaliptos utilizados con fines comerciales. Para manejar a bajo costo esas plantaciones la administración introdujo el sistema shamba, según el cual a los campesinos se les permite cultivar plantas de uso alimentario entre los árboles en crecimiento.
Los campesinos, al mismo tiempo que cuidan sus cosechas, cuidan los pinos y eucaliptos, lo que significa una reducción de los costos de la plantación.
Pero este sistema destruye la capacidad de los bosques de suministrar elementos decisivos para su propia supervivencia y para sus habitantes, tales como reponer los niveles de agua subterránea, sostener el volumen de agua de los ríos, crear el hábitat de una extensa serie de seres vivientes y regular la caída de lluvias.
Lamentablemente, estos problemas provocados por el sistema shamba no siempre son bien comprendidos.
Después de muchos años de maltrato de las selvas desaparece la biodiversidad, se secan los ríos, las inundaciones se hacen frecuentes, aumenta la erosión del suelo, se degrada la tierra, se intensifica la desertificación, se reducen las lluvias y disminuye la producción de los cultivos.
Los granjeros en pequeña escala deben trabajar en tierras degradadas. Para ellos el hambre es un fenómeno corriente. Esas condiciones socavan las perspectivas de erradicar la extrema pobreza y el hambre y de reducir la mortalidad infantil, también todas metas de desarrollo del milenio.
Bajo tales inquietantes condiciones, las comunidades muestran cuadros típicos de la desesperación. Todo ello puede evitarse si se aprovechan los recursos forestales de modo más sustentable.
Este año en Kenia las lluvias prolongadas han sido tardías y ligeras, lo que impidió que muchos campesinos sembraran sus campos.
Tres millones de personas, casi 10 por ciento de la población, dependen ahora de la ayuda alimentaria del gobierno. Cerca del 60 por ciento de la población de Kenia es rural y la mayoría todavía se gana la vida con la agricultura.
Desaparecidas las selvas nada queda para impedir la erosión del suelo y la pérdida masiva del humus. Esto, combinado con los bajos niveles de los cursos de agua y la gran cantidad de tierra acumulada en los diques a lo largo del río Tana, ha desafiado la capacidad del gobierno para generar suficiente energía proveniente de las represas hidroeléctricas.
Kenia ha tenido que comprar energía eléctrica a países vecinos para expandir la electrificación rural y el desarrollo industrial. Ha debido sacrificar otras prioridades vinculadas al desarrollo tales como el combate contra el VIH/SIDA y otras enfermedades y el mejoramiento de la salud materna…
La escasez de electricidad también motiva que la gente pobre utilice carbón vegetal para procurarse energía, lo que provoca una ulterior deforestación y limita las perspectivas de alcanzar la meta número siete del milenio, que busca asegurar la sustentabilidad ambiental.
Finalmente, la destrucción de los bosques de Kenia también perjudica al turismo, una importante fuente de ingreso de divisas. Al afectarse el hábitat de los animales salvajes éstos buscan comida y agua en otras áreas y a menudo mueren a manos de cazadores furtivos o de gente que se defiende a sí misma o protege sus medios de sustento.
La organización fundada por mí, Green Belt Movement, (Movimiento Cinturón Verde), ha lanzado un proyecto piloto en sociedad con el gobierno de Kenia para restaurar bosques degradados y proteger tierras con vegetación y árboles nativos.
Las mujeres locales están haciendo almácigos de árboles indígenas y plantándolos en las forestas de Aberdare. Por cada planta cada mujer gana alrededor de 35 centavos de dólar. Este dinero puede ser usado para uniformes escolares, alimentos nutritivos y cuidado sanitario para ellas y sus hijos.
África está rezagada con respecto a otras regiones en cuanto a los progresos para concretar las Metas de Desarrollo del Milenio. Si no reconocemos que el cuidado del ambiente es fundamental para un desarrollo sustentable y para terminar con la pobreza corremos el riesgo de no lograr ninguna de esas metas y de degradar ulteriormente el recurso básico del cual depende el desarrollo futuro.
* La autora fue galardonada con el Premio Nóbel de la Paz 2004, es viceministra para el Ambiente de Kenia y parlamentaria – Publicado en Tierramérica