EN torno al proyecto del Guggenheim Urdaibai, además de las reflexiones apuntadas en el artículo publicado ayer en estas mismas páginas, y junto la planificación y gobernanza, y ya implicando a toda la Comunidad Autónoma, el otro debate a hacer, y el más importante para una decisión cultural, es qué equipamientos culturales nos faltan y […]
EN torno al proyecto del Guggenheim Urdaibai, además de las reflexiones apuntadas en el artículo publicado ayer en estas mismas páginas, y junto la planificación y gobernanza, y ya implicando a toda la Comunidad Autónoma, el otro debate a hacer, y el más importante para una decisión cultural, es qué equipamientos culturales nos faltan y son prioritarios como país o nación que somos; y, hecha la prelación, ver si alguno de ellos debería ubicarse en Urdaibai.
Un país que se precie, una nación que se valore, debe tener todas las instituciones culturales centrales y adaptadas a los tiempos que corren. Tenemos muchas que me ahorro enumerar. Y están en proceso de implementación algunas ineludibles: un Archivo Nacional o de Euskadi que se construye en Bilbao; una Biblioteca digital de Euskadi que se ubicará en Donostia; una institución de representación cultural exterior como el Instituto Etxepare; una Escuela de Artes Escénicas; Tabakalera…
¿Nos falta alguna? Para Euskadi, al menos tres museos importantes ¡Consejera Urgell! Y para Bizkaia un gran centro creativo.
a) No tenemos un Museo Nacional (o de Euskadi) de la Historia y de la sociedad para el que hay un preborrador desde hace cinco años -Euskal Hiria Zentroa-, que tenía dotación (no ejecutada) para 2009 (13 millones) y estaba aprobado en el Consejo Vasco de Cultura de febrero de 2009 porque figuraba en el 2º Plan Vasco de Cultura.
También en la Ponencia de Cultura Vasca y Política Cultural de EAJ-PNV (aprobada en su Asamblea General de 1/2-12-2007) se dice como 6º Eje de actuación en política cultural: «Asimismo, teniendo en cuenta las fuertes inversiones que se han realizado en infraestructura museística, convendría aprovechar este escaparate para acercarlo a la estrategia vasca y promocionar a la valiosa nueva generación de nuestros artistas y las ofertas museísticas y culturales vascas de calidad. No olvidemos que tenemos pendiente un Museo de la Historia y de la Sociedad Vasca con un relato compartido por la mayoría y que fije la memoria colectiva independientemente de las ideologías de cada cual, como ya existen en Catalunya o Quebec». O sea, se sugería vasquizar el Guggenheim -el Guggenheim 2 no se menciona- y, en efecto, sigue «pendiente» (y postergado) el Museo de la Historia.
b) Un Museo de la Industria y de la Innovación que, como espacio de reflexión y comunicación, es lo mínimo que se puede pedir a un país que tiene tanto que agradecer a su sufrida historia industrial y que quiere apostar en la era postindustrial por el I+D+i. Hay un preborrador muy interesante (abaratable, ampliable y mejorable) de la Asociación Vasca de Patrimonio Industrial. La Ría es el lugar idóneo para ello.
c) Un desarrollo cualitativo del magnífico Museo de Bellas Artes de Bilbao, convirtiéndolo en Museo Nacional (o de Euskadi) de Bellas Artes, y que podría así completar colecciones y funciones, ganando en espacio y, sobre todo, en altura, ya que sus vecinos de Iberdrola han subido las cotas… bastante.
d) Dejando aparte los museos, se requiere un centro de producción y de creación cultural de cabecera. Bizkaia como tal necesita un proyecto que concentre artistas, procesos creativos, diálogos interculturales… en un mix de los modelos de Arteleku y Bilboarte, asumiendo funciones del tipo de Montehermoso y Krea de Gasteiz, y recogiendo la experiencia de los espacios creativos albergados en viejas fábricas, típicas en Francia, Quebec o Catalunya. Por su parte, aunque es un proyecto teóricamente nacional, Donostia-Gipuzkoa va construyendo para 2013 un interesante proyecto centrado en la creación audiovisual (Tabakalera) con una apuesta dura de restauración arquitectónica (42,3 millones) que, aunque a pagar a tres, ya se verá si deja o no fondos y funciones para utilizar bien sus 26.000 metros cuadrados.
Esta cuatrilogía la puede entender un nacionalista (la nación y la cultura), uno de izquierdas (la clase y su historia) y, por los dos motivos, un abertzale de izquierda. Es posible un acuerdo.
Los equipamientos culturales pueden ser una especialidad comarcal idónea siempre que responda a necesidades culturales reales colectivas. Quienes rechazamos una función instrumental de la cultura para otros fines y la ponemos en el puesto de mando (de lo cultural), defendemos aquellos proyectos culturales útiles por sí mismos y viables y sólo de forma añadida la vinculamos por sinergias a otras finalidades sociales o económicas: desarrollo local, economía regional… Lo que sigue son propuestas combinables.
a) El potente Museo de la Historia y la Sociedad bien podría erigirse en casi cualquier lugar (primero se pensó en Donostia, luego en Zorrotzaurre) pero una Gernika bien comunicada podría ser un lugar idóneo. ¡Estúdiese! Se podría aprovechar el edificio Astra (la cultura desarmada del siglo XXI) y el solar municipal aledaño, en el que también cabrían la EFP y el espacio socio-cultural previstos. Se reforzaría lo que significa Gernika en la memoria vasca: la Casa de Juntas como depósito de la memoria y ese Museo como interpretación renovada de lo que fuimos, de lo que somos y de lo que queremos ser los que estamos. Sería una bienvenida para el 75 aniversario del Bombardeo (2012) y se le dejaría un hueco al Gernika de Picasso ¿no?
Un museo así, bien escenografiado con parte de exposición permanente (historia y aportaciones vascas al mundo; economía y tecnología histórica; historia social e historia cultural y de modos de vida, historia lingüística y sociedad; inmigraciones; la paz) y otra parte temporal, renovable y revisitable (personajes, hábitats, la mujer vasca, medio ambiente, vascos y América, Gaia, Babel..) acogería a todo el sistema escolar vasco (como centro de explicación de ciencias sociales), a toda la ciudadanía vasca con exposiciones temporales fuertes y a los visitantes que quieran conocernos. Absorbería a los dos museos ubicados en Gernika: el Euskal Herria (por repetitivo, en ese caso) y al de la Paz (una de las secciones del nuevo Museo).
B) Bermeo es tierra de marinos y artistas (Ercilla, Ispizua, Barrueta, Ucelay, Basterretxea, Etxebarria..) y bien podría albergar la sede del centro de creación-producción de cabecera provincial. Alguna de las fábricas cerradas de conservas, especialmente alguna con firma, cumple todos los requisitos. Bermeo también es un lugar idóneo para maridar arte y tecnologías, sea en la vía del centro de la innovación de Euskadi en el que participa el americano MIT o en la vía de los Parques Tecnológicos Urbanos de tercera generación (Tecnalia-Labein ha investigado el tema en el marco conceptual de los Territorios Inteligentes que aúnan trama urbana, innovación, calidad de vida, cultura y sostenibilidad).
c) Urdaibai-comarca. Cabe también una apuesta por un proyecto de centro generador de land art (arte y Tierra) -con Guggenheim o no, en Sukarrieta o no- sin edificio emblemático pero sí funcional, y que diera acceso a nuevas significaciones del espacio natural, e incluso a respetuosas transformaciones artísticas del propio paisaje de la Reserva (Ibarrola fue pionero) que sería su soporte. Podría complementar una comarca donde se concentra tanta maravilla natural y que requiere un turismo sostenible.
Pero también hay que retomar el Guggenheim tanto por su gran importancia como porque finalizó su Plan Estratégico en 2008 y hay que renegociar o liquidar el contrato para 2014. (Hay que hacer ese debate, incluso desde el principio. Tengo opinión sobre su origen -quién dijo qué y por qué; en qué nos equivocamos y acertamos algunos- y su desarrollo -con sus muy importantes éxitos y algunos fracasos y servidumbres- pero lo dejo para otro momento porque no es el tema aún).
A pesar de su desgaste, no hay que abandonar la marca Guggenheim. Tal y como ha resultado es un activo mejorable en claves de reapropiación social y de desarrollo.
En el plano de la reapropiación, hay que redefinir el contrato a fondo -asumir la capacidad de decisión sobre la obra comprada, a comprar y a mover-, la programación -con sinergias más equilibradas y propias- y una nueva forma y, quizás, equipo de gestión, menos dependiente o implicado en el engranaje neoyorquino.
En el plano del desarrollo, es razonable, complementar el Museo con una sucursal distinta sin arquitectura excepcional pero con programaciones muy especiales y que podría tener varias ubicaciones alternativas. La visita a veces se queda corta en clara desproporción entre el impacto emocional arquitectónico y la experiencia expositiva. O bien el propio Bilbao, si la apuesta fuera de exposiciones especiales, procesos creativos en cultura urbana, tech art, net art, instalaciones, performances… prolongando así las estancias de visitantes (en Zorro-tzaurre hay lugares indicados). O bien en Gernika o Bermeo en los edificios mejorables mencionados si no acogieran los proyectos antedichos. O, incluso, en el propio Sukarrieta redimensionando radicalmente el proyecto para artistas en residencia, exposiciones y procesos creativos, por ejemplo, centrados en intervenciones land art, pero con una inversión infraestructural pequeña. Para ganar espacio, también cabría, por ejemplo, aprovechar de otro modo la gigantesca sala Fish sacando a la ciudad parte de las ocho magníficas esculturas torsionadas de acero oxidado de Serra (no parece que se puedan robar y cabe protegerlas del vandalismo).
Nuestro país -heredero de una Ilustración polarizadamente material y práctica, poco intelectual y de un industrialismo sólido- aún no ha apostado por lo inmaterial, lo mudable, lo cualitativo, el valor añadido inmaterial, el capital humano individual y colectivo o la innovación social. Ni en los presupuestos asignados a Cultura en las Administraciones. En algunos temas no terminamos de entender nuestro tiempo. Seguimos anclados en la era industrial y analógica.
Así como en economía industrial y postindustrial sí valoramos el I+D+i como puerta de futuro, en cultura no valoramos el saber, el genio y la preparación como bases de nuestra cultura y de nuestra economía de futuro. Se privilegian continentes sobre contenidos, difusión de contenidos sobre producción, y producción sobre creación. No creemos en la creatividad cultural y en promover las condiciones para generarla. En la crisis aún la sacrificamos más. En el fondo no creemos en nosotros mismos: la materia gris, los flujos… que son los valores añadidos de nuestro tiempo. Somos más artesanos que artífices de nuestro futuro. ¡Lástima!
En suma, con los 200 millones se podrían hacer todos los proyectos (dos/tres en Urdabai y dos/tres en Bilbao). Un equipo plural podría tener una propuesta global en menos de un año. Confío en que estas ideas sirvan para el reencuentro de partidos y de opinión pública y alimenten un debate constructivo sin argumentos personalizados.
* Co-redactor del Plan Vasco de Cultura (I y II) y urdaibaikoa