El encuentro, en el que participan los ocho países de la cuenca amazónica, pretende reformar el Tratado de Cooperación Amazónica y conjugar el freno de la deforestación con la actividad económica.
Vídeo: Mar Sala
Sentimientos encontrados en el arranque del encuentro que decide nada menos que el futuro del gran pulmón del planeta Tierra. Este martes ha dado comienzo la Cumbre Amazónica, un foro que, en palabras del anfitrión, el presidente brasileño, Luis Inácio Lula da Silva, es todo un “hito histórico” que tiene una compleja tarea por delante.
La cita, con dos días de duración, se celebra en Belém (Brasil) y tiene como objetivo actualizar el Tratado de Cooperación Amazónica firmado en Brasilia en 1978, un texto pactado por los ocho países de la cuenca del mayor río del mundo —Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela— y que constituye el instrumento jurídico que rige la región y pretende armonizar el desarrollo con la conservación de los ecosistemas y la mejora del nivel de vida de sus habitantes.
Por un lado, soplan vientos nuevos en la cuenca amazónica. Como el propio Lula dijo, “será la primera vez en 45 años que los presidentes de los países amazónicos nos reuniremos con la expectativa de discutir políticas comunes”. Tras el desastre de la era Bolsonaro, la deforestación en el área ha caído a niveles mínimos, según el Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil (INPE). Con los últimos datos difundidos por el organismo, en julio se deforestaron 499,91 kilómetros cuadrados de selva, un 66% menos que los 1.486 que se eliminaron en julio de 2022, mientras que si se observa el dato anual —de julio de 2022 a julio de 2023— la superficie perdida de foresta es la menor en cuatro años, con una importante disminución a partir de la entrada de Lula da Silva en la presidencia.
Tarea pendiente
Si bien el presidente brasileño afirmó en la presentación de estos datos que “es el fin de la expectativa de impunidad”, remarcando que ahora las autoridades están actuando para frenar la quema de cubierta forestal, no es menos cierto que la pérdida de bosques continúa a pesar de su estrategia de “deforestación cero” y que la situación de partida es crítica.
Aunque ha habido algunas victorias, como la aprobación en la UE del Reglamento para frenar la deforestación importada —los 27 son el segundo importador de productos que provocan la destrucción de bosques—, los gobiernos de la cuenca deberán hacer frente a un poderoso sector agroindustrial que está detrás del 90% de la deforestación, tal como afirma la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
“Lo que enfrentamos en Brasil son conflictos a través de canales ilegales, pero también por vía jurídica”, señala a El Salto João Pankararu, joven activista ambiental de la Articulação dos Povos Indígenas do Brasil (APIB), una de las organizaciones que ha participado en los encuentros previos que los movimientos sociales han protagonizado en Brasil para intentar presionar para salvar la Amazonía y proteger a las poblaciones locales. Pankararu habla de “invasiones territoriales y grandes emprendimientos que no respetan la consulta libre, previa e informada a los pueblos indígenas” pero también de “proyectos de ley y proyectos de enmiendas constitucionales que buscan en todo momento invadir nuestros territorios, extraer nuestras riquezas y perturbar la naturaleza sagrada, colocando al ecosistema en una gran cadena de vulnerabilidad que excluye la crisis climática y la gran emergencia que venimos intentando combatir”.
“Por más que el Gobierno Lula haya trabajado mucho para reducir la deforestación todavía existe una barrera muy grande en el Congreso Nacional de Brasil”, continúa Pankararu, quien añade: “Esperamos que después de la Cumbre Amazónica y de otros momentos de discusión, debate y construcción de consensos y reivindicación los pueblos indígenas también sean incluidos”.
El petróleo queda fuera
La idea de las ocho naciones es consensuar un documento conjunto de cara a presentarlo en la próxima Conferencia sobre el Cambio Climático de la ONU (COP28), que arrancará el próximo 30 de noviembre en los Emiratos Árabes Unidos. En él, previsiblemente, establecerán que las naciones amazónicas trabajarán para evitar un “punto de no retorno” que impida al bioma regenerarse. Sin embargo, la limitación de la extracción de petróleo en la zona no está sobre la mesa en la Cumbre, tras no haberse alcanzado un acuerdo inicial en las negociaciones previas al encuentro.
Inicio del encuentro presidencial de las reuniones técnico- científicas del Camino a la Cumbre Amazónica. Foto: minambiente.gov.co
Con países como Brasil o Venezuela, con grandes reservas y explotaciones de hidrocarburos en el Amazonas, y con otros como Guyana y Surinam, con recientes descubrimientos de yacimientos petrolíferos, el uso de esta fuente como motor de desarrollo está ganando la partida a los partidarios de prohibir su extracción y contribuir a un freno real de la crisis climática.
Es más, se da la circunstancia de que tres días antes del comienzo de la Cumbre, en la misma Belém, el propio Lula da Sliva declaró que las autoridades están esperando el criterio “técnico” ante la nueva petición de Petrobrás para explorar un yacimiento en la desembocadura del Amazonas.
A pesar de las carencias con las que parte la Cumbre, el encuentro supone un paso adelante en la protección del Amazonas respecto a la situación actual. Tal como señaló el presidente del país anfitrión, pretende establecer medidas concretas para salvar la Amazonía, un inmenso sumidero de carbono, y contribuir así a frenar la crisis climática.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/deforestacion/cumbre-amazonas-encuentro-evitar-punto-no-retorno