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De camaleón a cocodrilo

Fuentes: Rebelión

A estas alturas, después de cinco años de «prusés», es obvio que la supuesta izquierda catalana (representada por los Comunes, lo que queda IC, los nacionalestalinistas de Nuet y, como no, los sindicatos de «clase») está constituyendo un valioso balón de oxígeno para el secesionismo. En esta ímproba labor, sus equivalentes a nivel nacional no […]


A estas alturas, después de cinco años de «prusés», es obvio que la supuesta izquierda catalana (representada por los Comunes, lo que queda IC, los nacionalestalinistas de Nuet y, como no, los sindicatos de «clase») está constituyendo un valioso balón de oxígeno para el secesionismo. En esta ímproba labor, sus equivalentes a nivel nacional no les van a la zaga. Sin su aportación de ambigüedad, cuidadosamente calculada, el secesionismo ya haría tiempo que estaría en el más absoluto de los aislamientos. Un viejo luchador por la democracia y el socialismo, como es Paco Frutos, no hace mucho bordó la definición de toda esa panda con un sustantivo de honda raigambre popular: palanganeros.

A mí la verdad es que el comportamiento de esa «izquierda» me retrotrae a mi infancia, tiempos en que la precariedad en los juguetes nos hacía recurrir con frecuencia a los juegos orales. Juan Marsé ha hablado largo y tendido de las «aventis». Yo voy a referirme a otro. En castellano el título era «¿Qué te trajo el soldadito cuándo vino de la guerra?». En su equivalente catalán, al menos en la versión que yo jugaba (Viquipèdia da otra, que se supone que es la «oficial»), el que traía algo era el «Pare Carbasser». Se trataba de adivinar lo que había traído uno u otro personaje, pensado por uno de los participantes que, en sus respuestas a las inquisitorias de los demás jugadores, había de evitar cuidadosamente cualquiera de las alternativas tales como «sí-no», «blanco-negro», «oro-plata», «frío-caliente»,… Las reglas del juego podían ser muy estrictas, hasta reducir mucho las, digamos, dicotomías semánticas. Se trataba de acorralar al interrogado, hasta obligarle a utilizar alguna de las palabras «prohibidas».

Por su edad no creo que ninguno de los cuadros de esa supuesta izquierda, sea catalana o española, haya jugado a lo citado. Y ahí surge mi duda: ¿cómo habrán adquirido, sin esa experiencia previa, ese dominio de la ambigüedad, que solo se puede calificar de «camaleónico»? Sorprendente.

Bueno, también es cierto que esa ambigüedad se rompe de vez en cuando. Y casi siempre en beneficio del independentismo. Sin el menor sentido de estado, aprovechan cualquier medida coercitiva ejercida por el gobierno central, para rasgarse las vestiduras y hacer de corifeos del gobierno catalán. Y poco importa que se trate de medidas estrictamente legales, cómo es la aplicación del artículo 155 de la Constitución, o poner bajo custodia a los «Jordis», una par de «angelitos» que incitaron a un verdadero motín en la noche del 20-S. Encima, la calificación que se les da de «presos políticos» es un verdadero agravio, un insulto, a los que realmente lo fueron durante «a longa noite de pedra», como escribió Celso Emilio Ferreiro.

Está también en sazón resucitar viejas glorias de lo que fue la «nova cançó» para proporcionar el necesario trampantojo que ayude a reafirmar la teoría que la situación actual no difiere de la del franquismo o de la de Turquía. Llevábamos ya unos años soportando a Lluís Llach y ahora nos «desempolvan» a Maria del Mar Bonet. Supongo que la tentación de volverse a ver rodeada de supuestos oropeles, fue suficiente para no darse cuenta que actualmente la policía no defenestra jóvenes estudiantes como hace 50 años. ¿O no iba de eso la letra de Serrahima que Vd. musicó, Sra. Bonet? Además, doña Maria del Mar es de las que puede tener un testimonio directo de lo que fue el franquismo, dado que su papá fue un notable gerifalte del régimen en la Mallorca de aquellos años.

Ahora bien, hay que reconocer que volviera a cantar (con voz ya algo cascada, todo sea dicho) «¿Què volen aquesta gent que truquen de matinada?» tuvo un efecto mágico. Nada menos que una transmutación entre especies (igualmente reptilianas, todo sea dicho). El «camaleón» Xavier Domènech se convirtió en «cocodrilo». Si no es así, ¿cómo podemos interpretar que se le saltaran las lágrimas? La gran pregunta es si se le saltarían también de haberse interpretado «La Internacional», como se preguntaba un lector de un medio digital por medio de un post-it.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.