… encima de rebote soy la alternativa ecológicareciclando lo que todos tiran, los desechos de la sociedad. Entonces veo a esa gente que tiene de sobra y siempre quiere mascon sus autos se llevan el mundo por delante hablando por celulary que teniendo asegurado el porvenir no paran de robara esos señores les quiero gritar¿Que […]
… encima de rebote soy la alternativa ecológica
reciclando lo que todos tiran, los desechos de la sociedad.
Entonces veo a esa gente que tiene de sobra
y siempre quiere mas
con sus autos se llevan el mundo por delante
hablando por celular
y que teniendo asegurado el porvenir
no paran de robar
a esos señores les quiero gritar
¿Que es lo que esta pasando por acá?
«Cartonero» – Ataque 77
El problema de la basura pasó a ser parte de nuestro paisaje. No la basura, EL PROBLEMA en si.
Como tema, aparece en las agendas de todos los candidatos, en los reclamos de cada asamblea barrial, en la crónica de todos los medios masivos de comunicación. No hay medioambientalista que se precie de serlo, que no tenga algún párrafo dedicado al «problema de la basura».
Cuando se habla de la contaminación por PCBs, el desastre del riachuelo, las pasteras de Gualeguaychu, se habla del «problema de la basura». También cuando se declama sobre el reordenamiento del tránsito, el transporte público, la inseguridad ciudadana y la falta de insumos en los hospitales, se habla del «problema de la basura».
En los barrios, en los comedores comunitarios y las unidades básicas, se reclama sobre la falta de empleo, las parasitosis de los chicos, el paco, el alcoholismo y el «problema de la basura». En el asado familiar del domingo, la sobremesa recorre el clásico futbolero de turno, el asunto aquel de la tía Berta y alguno se suma comentando sobre el «problema de la basura». Es un tema del pavimento y las avenidas, como de las calles de tierra.
Estamos invadidos por el «problema de la basura», como esperando que desde el espacio exterior o algún político con luces suficientes (parece más probable lo primero que lo segundo), vengan y solucionen el «problema de la basura».
El reciclado ¿una alternativa?
Hay algunos atinados que, preocupados por el «problema de la basura», nos invitan a seguirlos: un country que diseña programas de clasificación de basura que, con un evidente espíritu verde, provee a cartoneros más o menos organizados que se regocijan con la conciencia ambientalista de los vecinos bien. Otros vecinos de clase media (no tan bien), muestran iniciativas de clasificación de residuos que, es cierto que con mas espíritu social que ambientalista, también encuentran en organizaciones de cartoneros a quién derivar sus basuras clasificadas. Menos ricas que las primeras, pero basuras al fin.
Pero esto no es lo único: papeles artísticos reciclados, ceniceros artesanales de vidrio reciclado, juegos infantiles y papeleros de plaza de plásticos reciclados. Se reciclan las botellas de Coca-Cola, los palitos de fósforo quemados, se recortan papeles usados como anotador para el teléfono. La maestra enseña a fabricar portarretratos con palitos de helado reciclados, que luego la mamá agradece con una breve sonrisa reciclada. Los piqueteros reciclan neumáticos usados en la protesta social. En fin. Reciclamos.
De alguna manera, en forma intuitiva y por diferentes vías, vamos entendiendo que reciclar viene bien. Y que algo debe tener que ver con «el problema de la basura». Pero no aparece claramente como solución ni alternativa factible a gran escala. Como que nos faltara una pieza en el rompecabezas.
Razones menos evidentes
En la lógica del mercado y en la de los que la viabilizan, la verdad tiene otro nombre. Más aún, ya está en marcha el diseño que va a dar cuenta de grandes modificaciones en la organización de las ciudades que consideran con otros ojos el «problema de la basura». Hay señales notables en este sentido. Y estas modificaciones con rumbo ya establecido, van a ocurrir mientras nadie lo impida.
Para esta lógica, el problema de la basura esta dado no por su calidad como contaminante, sino por su cuantía como fuente, todavía potencial, de materiales con valor económico. En el mismo sentido, siempre se evaluó la depreciación inmobiliaria permanente de los terrenos cercanos a un vertedero como un factor importante.
En la medida que no existió límite aparente para la extracción de materia prima virgen desde sus fuentes naturales, la basura existe en la medida de la inviabilidad económica del reuso de materiales que no se pueden reincorporar a la naturaleza. Así también aparecen los basurales, tal como los entendemos hoy.
Pero las reservas de petróleo son finitas, su precio aumentará invariablemente. La explotación minera tiene limitaciones recurrentes, cada vez más evidentes, de orden natural, social y político. Los territorios destinados a la producción agropecuaria están saturados. Los monocultivos irracionales y la explotación inmediatista, inviabilizan la productividad de la tierra a largo plazo. La búsqueda de nuevos terrenos vírgenes y la destrucción de selvas, humedales y montes, responde a esa lógica. Y no es todo.
En este contexto, no es arriesgada la hipótesis que indica que lo que hoy entendemos como basura, paulatinamente irá encontrando su lugar como una importante fuente de materiales y recursos.
La proporción de basura que hoy es recuperable, en términos de viabilidad económica, irá aumentando, justamente por una disminución relativa de sus costos, con relación a las fuentes vírgenes de materia prima. Como ejemplo, la recuperación del biogás desprendido de la descomposición de la materia orgánica presente en los basurales, hoy es una alternativa totalmente rentable para uso como fuente de energía.
Este no es un razonamiento que escapa a la planificación estratégica de quienes hoy diseñan política de mercado. Es más, es un razonamiento central a la hora de planificar a corto plazo respecto al «problema de la basura». Sin embargo, la manera en que se van a introducir modificaciones en los sistemas de producción y disposición de los residuos, tendrá su sustento en ciertos factores subjetivos que es preciso reconocer.
El primer factor y quizás el más importante, es la percepción lentamente construida, que el «problema de la basura» implica peligros masivos inminentes. Tal es el éxito que tiene esta percepción, que consignas absurdas del tipo «NO A LA BASURA» son un lugar común en la declamación de muchos grupos ciudadanos. Y, por supuesto, preparan el camino a las recetas de mercado que van a proponer sus soluciones, siempre marcando su vocación ambientalista.
Un segundo factor que aparenta rodar por otros carriles, es la persistente criminalización del cartonero. La calificación como «sector informal» a estas tareas, se nutre de una visión legalista que pretende desplazarlos, sin permitir ningún tipo de inclusión a tareas integradas desde hace muchos años a la vida de las ciudades. Pero no se desconoce que esta actividad genera un circuito económico de supervivencia de grandes grupos sociales en los suburbios más pobres, al mismo tiempo que maximiza la vida útil de los basurales de todas las grandes ciudades.
Esta calificación dual deviene de lo imprevisto del fenómeno de los recuperadores «informales». La evolución del recuperador hacia una actividad masiva, organizada y en expansión, ciertamente incorpora un elemento nuevo.
El papel de la economía social
En la medida que se fortalece la cadena de valor de los materiales reciclables que se obtienen de los residuos urbanos, el «sector informal» va tomando fuerza, se va organizando, va tejiendo redes, se transforma en fuerza colectiva lentamente. De masas de población relegadas a la periferia, pasan a componerse grupos sociales definidos.
Es interesante verificar que en este ámbito, también es fundamental que el valor de los residuos esta dado no por su calidad como contaminante, sino por su cuantía como fuente de materiales con valor económico.
Entonces aparecen legítimas áreas de conflicto. Por ejemplo, no hasta hace mucho los residuos industriales reciclables eran recolectados por recuperadores «informales» que encontraban allí material fácilmente vendible. Hoy son empresas las que ocuparon este nicho de mercado. Nótese que en el ciclo de vida de cualquier producto, los residuos generados en su elaboración son entre cuatro y diez veces los generados durante su uso y consumo.
Es decir, está planteada una carrera contra el tiempo. Por un lado, el valor de los materiales reciclables, en aumento paulatino, va a ser apropiado por intereses que buscarán el lucro máximo. Por otro, se irá consolidando un sector económica y socialmente organizado, al punto que alcance niveles de acción política que le permitan disputar, al menos en igualdad de condiciones, estos nichos económicos.
En verdad, la disputa no está planteada en un solo plano. Es decir, no se trata solamente de quién obtiene los beneficios económicos de los materiales recuperables, sino también de cómo se diseña la estructura de generación y recuperación de residuos, cómo se relaciona esto con la cadena productiva, con los patrones de consumo, cómo será el manejo de los residuos tóxicos y patogénicos como tantas otras cosas.
Es bien sabido que la búsqueda del lucro directo, conoce sólo una manera de aprovechamiento de los recursos, pero la búsqueda del beneficio o bienestar, considerado integralmente, entiende a los recursos de otra manera. Hay un paralelo con lo que significa la búsqueda del lucro directo en contraposición a la búsqueda del bienestar soberano en la actividad agrícola: hay dos maneras de utilizar la tierra y por lo tanto dos maneras de relacionar al hombre con los recursos naturales; una de ellas NECESITA de la sobreexplotación. Lo mismo pasa y pasará con el aprovechamiento de los residuos.
Es cierto que esta problemática involucra muchos otros aspectos que no se relacionan tan directamente con este conflicto contra la economía de mercado. Sin embargo, es muy probable que, tanto en el futuro inmediato como a mediano plazo, las profundas modificaciones que se preparan en torno al problema de los residuos urbanos, estén determinadas por la forma en que este conflicto se desarrolle.
Mirado de esta manera, los reclamos vecinales para con los basurales no son más que conflictos laterales. Y el reciclado «ambientalista», así suelto, tiene solamente una vocación desdibujada por lo didáctico. No más, no menos. Lo que está claro es el aparente desorden en cuanto a las alternativas posibles, sumado a una improvisación permanente en las políticas de estado, en casi todos sus niveles.
En la medida que las organizaciones, las empresas sociales, las cooperativas de recicladores se fortalezcan, crezcan y puedan presentar alternativas contundentes al «problema de la basura», la reacción será mas descarnada, la oposición será más dura y podrá verse mas claro que el problema central no es la contaminación que ella produce. Mientras tanto, la tarea de los diseñadores del mercado será desplazar a los cirujas, criminalizar al cartonero y ningunear su tarea en la gestión de los residuos urbanos.
La carrera ya esta largada.