El Primer Encuentro de la Red Discográfica del ALBA, este diciembre en La Habana, se nos antoja bajo el signo de una imagen no por recurrente gastada: la del motor pequeño que puede echar a andar uno más grande. Pudiera parecer un empeño quijotesco a estas alturas la creación de una plataforma fonográfica que implique, […]
El Primer Encuentro de la Red Discográfica del ALBA, este diciembre en La Habana, se nos antoja bajo el signo de una imagen no por recurrente gastada: la del motor pequeño que puede echar a andar uno más grande.
Pudiera parecer un empeño quijotesco a estas alturas la creación de una plataforma fonográfica que implique, en primera instancia, a los países que forman parte de la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América (ALBA), pero que ningún modo sería exclusiva de los estados signatarios de ese mecanismo de integración.
Los participantes en el cónclave no ignoran realidades que pesan como una lápida sobre sus aspiraciones: la cada vez más creciente concentración de capital transnacional en la industria del espectáculo y el entretenimiento, el control hegemónico en pocas manos de los mecanismos de distribución, la merma de las ventas de discos compactos (audio y DVD) ante las posibilidades de la circulación de la música por Internet, el dominio global de los productos audiovisuales relacionados con la música en canales satelitales de vasto alcance como MTV en todas sus variantes regionales, los estrechos márgenes que dejan las transnacionales para las operaciones de publicidad y mercadotecnia en los medios; y el dictado de pautas estéticas que tienden a la uniformidad del consumo bajo las reglas de juego del mercado global.
Pero más que dificultades, los asociados en la red toman nota de estos desafíos para revertirlos a su favor. La riqueza de las identidades musicales de los países de la región y el despegue de políticas culturales consecuentes con esas identidades se presentan como premisas estimulantes para avanzar en las perspectivas de la integración.
A la vista (o mejor dicho, al oído) están ciertos antecedentes ya logrados. Entre Cuba y Venezuela hicieron nacer en los últimos meses un proyecto puntual que puede dar la medida de lo que se puede cuando se quiere. La agrupación venezolana Cuatro x Cuatro, la que obviamente rescata y desarrolla el instrumento cordófono emblemático de la cultura de ese país, se combinó con El Cabildo del Son, banda liderada por Pancho Amat, para facturar un disco en el que los sonidos del tres cubano y el cuatro venezolano dialogaran. Repentistas de Cuba y Puerto Rico grabaron no hace mucho un álbum en el que el verso improvisado de ambas naciones confrontaran sus modos de realización y virtuosismo. En ambos casos, el rescate patrimonial se dio la mano con los desarrollos contemporáneos de las tradiciones.
Vale decir entonces cómo una de las líneas de trabajo de la red debe estar orientada a las producciones conjuntas. Pero esto sería incompleto si no se tienen en cuenta otros dos aspectos del problema: el fomento de un mercado común y las estrategias de inserción en el mercado global.
Si no se garantizan circuitos de distribución en el interior de los países comprometidos, debidamente promovidos y jerarquizados, se corre el riesgo de que las grabaciones no cumplan su función social. Cuando hablo de grabaciones, no me refiero únicamente al disco, sino también a la producción audiovisual asociada. En La Habana, se identificaron socios estratégicos en esa proyección: TeleSur, RadioSur, las empresas cubanas de comercialización, las distribuidoras que trabajan con los llamados sellos independientes de la región. Mas no sería ocioso pensar en que la red discográfica contara, más temprano que tarde, con un circuito propio de circulación.
El otro punto estará en la capacidad de concertación de los integrantes de la red para acceder, con un compromiso común, a los mercados internacionales. Alguna vez se habló de la presencia de la red en el MIDEM de Cannes y otros espacios feriales y promocionales de Europa, Asia y la propia América Latina. Cubadisco cuenta con una experiencia de integración de los sellos cubanos en esos eventos, que pese a tropezar con numerosos obstáculos subjetivos, dio determinados resultados.
En todo caso, la filosofía de la naciente red tendría que rebasar la idea de considerarse una alternativa para fraguar una alianza efectiva.