Estaba cantado. No se atrevieron a enviar a las fuerzas policiales para desalojar las plazas ocupadas. Lo hicieron, eso sí, la madrugada del martes pasado y provocaron la reacción conocida. Peor imposible. No volverán a cometer el mismo error… Por ahora desde luego. Nadie o casi nadie hablaba ayer de las decisiones de la Junta […]
Estaba cantado. No se atrevieron a enviar a las fuerzas policiales para desalojar las plazas ocupadas. Lo hicieron, eso sí, la madrugada del martes pasado y provocaron la reacción conocida. Peor imposible. No volverán a cometer el mismo error… Por ahora desde luego.
Nadie o casi nadie hablaba ayer de las decisiones de la Junta Electoral Central ni de las declaraciones del vicepresidente Rubalcaba o de la vicepresidenta Joana Ortega. ¿A quién le puede importar lo que piensen? El vaciamiento del poder de algunas autoridades es manifiesto.
La exigencia ciudadana de «democracia real ya», la movilización desencadenada, a pesar de los intentos de manipulación, que no cesarán, desde diversas y numerosas instancias (el Círculo de Economía no excluido: Claudio Boada -¡Claudio Boada!- dice entender bien algunas de las reivindicaciones de los acampados), están asentando su suelo de forma muy estable. Gran parte de la ciudadanía simpatiza con lo que está pasando, participa o no directamente en ello. El movimiento ha situado en los márgenes las elecciones municipales que se van a celebrar el próximo 22 de mayo. ¿Importan mucho? En la mayor parte de las ciudades y comunidades, un simple intercambio de cromos parecidos o la prolongación de lo mismo con las mismas o parecidas formas.
No se trata de dar lecciones a nadie pero déjenme tomar pie en reflexiones que no son mías. Armando Fernández Steinko, uno de los portavoces de las mesas de convergencia y acción ciudadanas, ha sugerido algunas ideas para abonar el movimiento con las que no logro estar en desacuerdo ni siquiera en una coma o en un adverbio. Están, claro está, para ser discutidas y valoradas. Resumo sucintamente: ampliar el movimiento de sublevación ciudadana organizando acampadas o acciones en los barrios de la grandes ciudades; elegir vocales en las asambleas de las plazas más importantes que podrían realizar alguna reunión estatal para fijar una estrategia a corto y medio plazo; celebrar concentraciones descentralizadas en las medianas ciudades y en algunos pueblos; intentar vincular a mucha más gente que viven lejos de las plazas centrales, intentar vincular a personas mayores reacias a ir a una plaza distante sin dejar de defender las plazas conquistadas; apoyar el movimiento con todo lo que nos sea posible: comida, asesoramiento legal, actividades artísticas, charlas, ropa; posibilitar la coordinación entre las plazas: ¡es necesario comunicar entre sí las acampadas de las grandes ciudades!
Ayer noche, en la Plaza de Catalunya de Barcelona, se lanzaron consignas que hablaban de revolución. La palabra, el concepto, el lema, no desentonaban, nadie miraba atónito. Se ubica en el programa de la hora. Francisco Fernández Buey, uno de nuestros maestros más imprescindibles, lo señaló clara y hermosamente en la tertulia de Radio Nacional de 24 horas del pasado 18 de marzo [1]: hay que recuperar el verdadero sentido de las palabras en el ámbito de la política; el vacío semántico de las proclamas de la política institucional da vértigo y produce vómitos.
Y, además de todo, hay un aspecto muy revelador, muy importante en mi opinión. Cuando uno se movía ayer noche por la plaza de Catalunya, no era fácil hacerlo, se lo aseguro, respiraba felicidad en las caras de las gentes, cortesía, buen hacer, ganas de estar juntos, de oír e intervenir, de permanecer juntos. Y además, todos nos sentíamos libres, se respiraba en al aire, sin ningún amo sin rostro acechándonos que nos condenara a realizar tareas estúpidas, alienantes e inhumanas. Como en Lisboa, como en la Plaza del Rocío, días después de aquella inolvidable revolución de las claveles.
También ayer noche, mucho asistentes llevaban flores. Era el símbolo de una revolución, de un movimiento ciudadano que quiere ser pacífico y alcanzar cambios sustantivos. No van a bastar palabras mil veces repetidas, vacías de sentido, para disolver un movimiento que merece permanecer, y va a permanecer, en pie de resistencia y combate.
Nota:
[1] Puede (¡debe!) escucharse la intervención completa de Francisco Fernández Buey (¡no se la pierdan!, a partir del minuto 24:45 aproximadamente, unos 12 minutos: ¡de lo mejor de lo mejor!): http://www.rtve.es/alacarta/audios/informativos/24-horas-tertulia-18-05-11/1105253/
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