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En respuesta a Pedro Carlos González Cuevas

De la izquierda «chiflada» a la derecha dura, descortés, insultona y un pelín desinformada (II)

Fuentes: Rebelión

Seguimos comentando el texto de González Cuevas. Prosigue hablando de Manuel Sacristán: Políticamente, se sintió identificado con las figuras de la terrorista alemana Ulrike Meinhoff y con el indio Gerónimo. Rechazó el eurocomunismo como el último repliegue de un movimiento comunista en decadencia. Y sometió a una crítica inmisericorde el proceso de transición a la […]

Seguimos comentando el texto de González Cuevas. Prosigue hablando de Manuel Sacristán:

Políticamente, se sintió identificado con las figuras de la terrorista alemana Ulrike Meinhoff y con el indio Gerónimo. Rechazó el eurocomunismo como el último repliegue de un movimiento comunista en decadencia. Y sometió a una crítica inmisericorde el proceso de transición a la democracia liberal. Marxista y leninista, se mostró contrario al capitalismo y la democracia liberal, pero no fue capaz de elaborar una alternativa ni al uno y ni al otro. Eso sí, acaudilló una caterva de discípulos, cuyo miembro más carismático fue Francisco Fernández Buey, que, al final, se convirtió en un mero vulgarizador y apologista de Savonarola y del Che Guevara. 

Muchas afirmaciones-acusaciones en apenas ocho líneas.

Sacristán no se sintió identificado con la trayectoria política de Ulrike Meinhof a quien conoció personalmente a mediados de los años cincuenta, durante su estancia en el Instituto de Lógica Matemática y Fundamentos de la Ciencia de Münster (Westfalia). Para comprobarlo conviene leer sus dos textos sobre la que fuera miembro de Fracción Ejército Rojo [20]. O estas palabras de su conversación de mediados de los setenta con Antoni Munné y Jordi Guiu [21]:

Estaba esta motivación [su germanofilia]. Pero sobre todo la otra, la presente, la consciente, era una motivación crítica. Intentaba entender la locura política del grupo Baader-Meinhof.

Remarco: intentaba entender la locura política de la organización, aproximándose al mismo tiempo a la trágica vida de la periodista de Konkret, asunto que, ciertamente, no vivió desde la lejanía ni desde la comodidad de una mesa de estudio.

En cuanto a Gerónimo, su presentación y notas a la biografía de S.M. Barrett, está probablemente entre lo mejor de su poliédrica (y en este caso, inesperada) obra [22]. Algunos reputados antropólogos, Oriol Romaní entre ellos, lo han manifestado explícitamente. Su identificación política con Gerónimo, si se quiere formular así, tiene como eje esencial la resistencia del líder indio rebelde, su lucha contra los colonizadores y la exterminación de su pueblo, sin perder de vista la pasión del estudiante de náhualt por las culturas amerindias desde joven, además de su estudio (en la época de su determinante giro ecosocialista) de la agricultura en el ámbito amerindio. Por debajo de ello, la pregunta esencial de Bartolomé de Las Casas que él formuló en los siguientes términos:

la pregunta por la justicia, la cual no cambia porque el indio sea el trágico Cuauthémoc en su melancólica elegancia o un apache de manos sucias y rebosando licor tisuín en las orejas [23]

Rechazó Sacristán ciertamente el eurocomunismo y lo hizo en una conferencia de julio de 1977, posteriormente un artículo (uno de sus escritos más influyentes en aquella época y en años posteriores). Una de sus reflexiones:

Lo científico es asegurarse de la posibilidad de un ideal, no el empeño irracional de demostrar su existencia futura. Y lo revolucionario es moverse en todo momento, incluso en situaciones de mera defensa de lo más elemental, del simple pan (como en la presente crisis económica), teniendo siempre consciencia de la meta y de su radical alteridad respecto de esta sociedad, en vez de meterse en una ilusión de transición gradual que conduce a la aceptación de esta sociedad [24]

Esa posición política, la por él defendida en aquellas circunstancias, tenía dos criterios: no engañarse y no desnaturalizarse. Y también no engañar a los otros, podríamos añadir, con cuentos de la lechera.

Sometió a crítica, en absoluto inmisericorde (el realismo y la prudencia fueron dos de sus características políticas más centrales), el proceso de transición política española, especialmente en lo relativo a algunos pactos y acuerdos de la izquierda de aquellos años. Por ejemplo, los denominados Pactos de la Moncloa, comentando y denunciando las inexactitudes, falsedades o exageraciones que se dijeron y publicitaron para justificarlos ante la ciudadanía trabajadora española. Nunca fue ese un camino que él transitara.

Fue marxista sin ismos y leninista no cegado (basta leer su conferencia sobre el filosofar de Lenin de 1970 que abre señalando críticamente las urgencias filosóficas del revolucionario ruso y su falta de matices, matiz es concepto solía decir [25]) y se mostró contrario al capitalismo como modo de producción y civilización (y también de destrucción [26]) y no, en cambio, a la democracia liberal (ni a los procesos democráticos reales) sino a la versión demediada y limitada que se iba imponiendo de ese sistema político, en España y en otros muchos lugares del mundo. Lo apunto así en los compases finales del artículo citado sobre el eurocomunismo:

En general, la posición política comunista que se ha apuntado tiene, sobre todo, campos que explorar. He aquí una breve relación de los principales: la acentuación de la destructividad de las fuerzas productivas en el capitalismo, señalada enérgicamente por Marx en el Manifiesto Comunista, los Grundrisse, en El capital, etc., pero escasamente atendida en la tradición del movimiento; la crisis de la cultura, de civilización en los países capitalistas adelantados, con una vulnerabilidad que ayer se puso bien de manifiesto en el segundo apagón de Nueva York, y con la natural tendencia del poder a una involución de la vida social; los persistentes problemas del imperialismo y el Tercer Mundo; y, por terminar en algún punto, la espectacular degeneración del parlamentarismo en los países capitalistas más adelantados, augurio también (esperemos que falible) de una nueva involución de esas sociedades hacia forma de tiranía [27] [la cursiva es mía]

Lo de que no fue capaz de elaborar una alternativa ni al capitalismo ni a la democracia liberal realmente existente es asunto discutible. O matizable. Depende que entendemos por alternativa. Si es entiende como algo listo para cerrar y embalar, no fue capaz por supuesto. De hecho, no es esta una tarea de un par de minutos (o de un par de años) ni de un pensador solo y aislado que desde su cabeza genere una «alternativa para la salvación del mundo». Es más bien asunto de todos, de búsqueda, de discusión, de práctica política y social en construcción ininterrumpida.

En todo caso, de ahí no se infiere que sus reflexiones, ideas o sugerencias sobre estas temáticas esenciales fueran «las de siempre», pobres, tópicas, sin gancho, asignificativas, repetición de lo sabido o carentes de interés. Conviene leer o repasar muchos de los trabajos contenidos en Pacifismo, ecologismo y política alternativa, aparte de otros libros suyos como Escritos sobre El Capital (y textos afines), Sobre dialéctica, Seis conferencias y Barbarie y resistencias [28]. Mucho del buen pensamiento alternativo ecosocialista vigente en nuestro país (y en muchos otros países europeos y latinoamericanos) tiene en él un clásico, un referente, un maestro del que mucho podemos seguir aprendiendo. Ya a principios de los años setenta acuñó un término, sociofísica, para referirse a estas temáticas al sugerir a Ediciones Grijalbo una nueva colección de divulgación científica que no llegó finalmente a editarse. El proyecto de «Naturaleza y sociedad» constaba de 200 volúmenes, distribuidos del modo siguiente: 20 volúmenes de Ciencias Formales, 60 de Ciencias de la Naturaleza (10 de física-química, 5 de astronomía, 10 de geología y geografía física y 35 de biología), 10 de Sociofísica, 80 de Ciencias de la Sociedad y 30 de Crítica e Interpretación (10 de filosofía y 20 de historia). Sacristán había previsto también la distribución de cada apartado. En el de ciencias formales, por ejemplo, un volumen sería de lógica formal, diez de matemáticas, dos de teoría general de sistemas, cuatro de semiótica general y cuatro más de lingüística. En el apartado III de proposiciones varias, comentaba la novedad del término «sociofísica»:

El concepto de sociofísica es propio del director de la colección. No se ha utilizado nunca. Significa los temas en que la intervención de la sociedad (principalmente de la sociedad industrial capitalista) interfiere con la naturaleza (urbanismo, contaminación, etc).

No era nada frecuente la conciencia de estos «nuevos problemas» en aquellos momentos. En nuestro país y en muchos oros países.

González Cuevas prosigue ahora con un latigazo enérgico y descalificador:

Eso sí, acaudilló una caterva de discípulos, cuyo miembro más carismático fue Francisco Fernández Buey, que, al final, se convirtió en un mero vulgarizador y apologista de Savonarola y del Che Guevara.

Sacristán no acaudilló nada, y menos «una caterva» (¿a qué bien esta descalificación?) de discípulos. Francisco Fernández Buey fue uno de sus discípulos ciertamente [29] pero hablar de él, del autor de Por una universidad democrática, como hace el profesor de la UNED, como «un mero vulgarizador de Savonarola y el Che», muestra, cuanto menos, desconocimiento de su obra o, tal vez, mala fe político-intelectual y mucha descortesía. ¿El autor de La gran perturbación, La barbarie, Marx (sin ismos), Leyendo a Gramsci, Poliética, Otro mundo es posible, La ilusión del método, Albert Einstein. Ciencia y consciencia y tantos otros libros y artículos decisivos fue un mero vulgarizador de la obra de dos autores que ciertamente conocía muy bien y sobre los que escribió páginas que es justo no olvidar [30]?

No acaba aquí la «crítica» de González Cuevas. Sigue en los siguientes términos:

En lo que respecta a mi artículo, el señor López Arnal se equivoca o lee mal. La cita de Gil de Biedma se encuentra perfectamente documentada: «Carta de España (todo en Nochevieja en nuestra literatura al comenzar 1965)». Ensayos Completos. Seix Barral. Barcelona, 2017, p. 280. Y mi aserto sobre la homofobia de Sacristán no se basa en los testimonios de Esperanza Aguirre, sino en la biografía que Miguel Dalmau dedicó a Gil de Biedma, que recoge el testimonio del economista Fabián Estapé, quien afirma que el filósofo comunista fundamentó su negativa a la entrada del poeta en el PCE en un texto de Lenin, porque «todos los homosexuales son víctimas de su naturaleza y pueden hacer peligrar la seguridad del Partido». Ni más ni menos. Los alegatos del señor López Arnal en su obra La observación de Goethe son meramente apologéticos y nada convincentes.

De la cita de Gil de Biedma a la que alude, me limité a decir en mi nota que convendría ver el contexto en el que el autor de «Canción del aniversario» había dicho las palabras que González Cuevas ponía en su boca o en su pluma, cita que, además, no referenciaba en su primer artículo. Yo no dije que no pudiera documentarse. Lo hace ahora, perfecto, mejor que bien, gracias. Eso sí recuerdo que el libro del poeta segoviano-barcelonés suele citarse por El pie de la letra y que la cita que usa, completada, sería la siguiente (los corchetes delimitan lo citado por él):

«Veinticinco años de paz», tal ha sido la consigna que desde todas las fachadas, tapias, pantallas y periódicos han fatigado los ojos de los españoles hasta filtrárseles en la conciencia. De la paz habría mucho que hablar. Pero los veinticinco años son irrefutables. [No vale decir, como dicen algunos frívolos, que Franco es simplemente un individuo grotesco, que tiene buena suerte, porque eso no es más que la versión invertida de la imagen de Franco hombre providencial difundida por la propaganda. ¿Puede, en efecto, imaginarse nada más providencial que veinticinco años de buena suerte? Veinticinco años son muchos años. España y los españoles han cambiado, y aunque forzosamente hubieran cambiado también sin Franco, el hecho es que han cambiado con él. De la España que Franco deje han de partir quienes vengan cuando éste acabe, no de ninguna anterior]. Que la cicatriz de la guerra empiece a borrarse, que el país se desarrolle y el nivel de vida se eleve, que las costumbres y actitudes de los españoles cambien, no parece que sean fenómenos especialmente difíciles de observar, ni tampoco de admitir. Son, además, fenómenos positivos que abren la puerta a la esperanza, por más que tal esperanza sea, ay, distinta de aquella con la que muchos se embriagaban.

Franco, por cierto, no aparece en negrita en el original de Gil de Biedma, sí en el texto de González Cuevas. No afirmo que él sea el responsable. Probablemente no lo es.

Su fuente de información sobre el asunto comentado es una la biografía de Gil de Biedma de Miguel Dalmau que, en mi opinión, no está entre los mejores trabajos del biógrafo de Los Goytisolo. Sea como fuere, la fuente, la fuente del autor, de Dalmau, es una reflexión de Fabián Estapé que no pudo conocer de ninguna modo los intríngulis de la decisión del PSUC. Su apelación a Lenin, además, no está entre los mejores momentos del que fuera colaborador de Laureano López Rodó. Estapé nunca fue, según todos los indicios, un atento lector del revolucionario ruso. No tenía que serlo por supuesto. Y es imposible, totalmente imposible, que Sacristán se expresara en los términos que «recuerda» Estapé mucho años después (la moneda no siempre acuña bien nuestras monedas), un compañero suyo en algunos momentos con el que a veces estuvo muy distanciado. Por ejemplo, cuando tradujo la monumental Historia del análisis económico de Schumpeter.

En el asunto que comentamos conviene seguir, críticamente desde luego, lo señalado y argumentado por Luis Goytisolo (directamente implicado) y Gregorio Morán (estudioso del tema con rectificación reciente). Lo resumo en la siguiente y última entrega.

 

Notas

20) «Cuando empieza la vista» y «Nota a la Pequeña Antología de Ulrike Marie Meinhof». En Intervenciones políticas, Editorial Icaria, Barcelona, 1985, pp. 158-177 y 178-185 respectivamente. Manuel Sacristán abría su nota de presentación de la Antología con estas palabras:

Con esta reducida y apresurada antología no se pretende mucho más que facilitar el recuerdo de una víctima en verdad nada típica, pero sí muy característica, de esta sociedad, intentando ayudar a la comprensión de lo que hizo, documentando brevemente el desarrollo de sus motivaciones y de su pensamiento hasta la etapa final de su vida.

21) Véase S. López Arnal y Pere de la Fuente, Acerca de Manuel Sacristán, Barcelona, Destino, 1996, pp. 97-130. También en De la primavera de Praga al marxismo ecologista. Entrevistas a Manuel Sacristán Luzón, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2004, pp. 91-114 (edición de Francisco Fernández Buey y Salvador López Arnal). Llamo la atención sobre la Introducción, obra en exclusiva del autor de La gran perturbación. En mi opinión uno de los grandes textos de Francisco Fernández Buey sobre el que fuera su maestro, amigo y compañero de mil tareas y combates.

22) Manuel Sacristán, Sobre Gerónimo, El Viejo Topo, Mataró, 2013, edición, presentación y notas de S. López Arnal

23) Ibidem, p. 51. Añadía Sacristán: «Los apaches, tan cerrados ellos, obligan al progresista a reconocerse genocida, o a reconocer que a lo mejor tiene sentido político la palabra «justicia»».

24) «A propósito del ‘eurocomunismo». En Intervenciones políticas, op. cit., pp. 196-207. La cita posterior es de la página 205.

25) Véase M. Sacristán, «El filosofar de Lenin». Sobre Marx y marxismo, op.cit., pp. 133-176. Sus primeras palabras: «La insuficiencia técnica o profesional de los escritos filosóficos de Lenin salta a la vista del lector. Para ignorarla hacen falta la premeditación del demagogo o la oscuridad del devoto…»

26) El mismo acuñó el término de fuerzas productivo-destructivas. En «¿Qué Marx se leerá en el siglo XXI?», Pacifismo, ecologismo y política alternativa, ed cit., p.128, señalaba Sacristán:

Queda la lectura más fiel al sistema de Marx y a su estilo intelectual, la que se orienta por la perspectiva dialéctica articulada por vez primera en el manuscrito de 1857-1858, aunque anticipada en el Manifiesto Comunista: la tensión entre la creación y la destrucción, causadas ambas por el desarrollo capitalista de las fuerzas productivo-destructivas, así como la tensión entre las ideologías correspondientes, no puede resolverse más que con el socialismo. En lo que se refiere a las sociedades conocidas, o en la medida en que se niega, la tesis suena realista y los hechos parecen concordar con ella. Pero no da ni una tenue pista para hacerse una idea de por qué y cómo se van a superar esas tensiones en el socialismo. Se puede sospechar que el logicismo de origen hegeliano, «enderezado» y convertido en confianza en las «leyes de la historia» y en la «racionalidad de lo real», es la causa de esa laguna. (Hasta después de muerto Marx no empezará a sospechar Engels, cuando contesta a preocupaciones de Kautsky, que a lo mejor Malthus tenía un poco de razón y sólo entonces deja de confiar en la dialéctica de las leyes históricas y se pone a investigar y argumentar por qué el problema demográfico, «si se presenta», será más fácil de resolver en el socialismo que en el capitalismo).

En una nota a pie de página de su traducción del primer libro de El Capital -OME-41, p. 262, nota 148- presentaba a siguiente definición «aristotélica» de el capitalismo por género y diferencia:

Según la doctrina tradicional desde Aristóteles, la definición de una especie se forma mediante el producto del género más reducido a que pertenece esa cosa y la diferencia que la separa de los demás grupos de cosas que pertenecen al mismo género. En ese caso, la especie capitalismo se define por el producto del género próximo «producción mercantil» y la diferencia específica «llevada a cabo para valorar capital».

Su razonada pulsión anticapitalista es manifiesta en este paso de un artículo de 1981 -«Intoxicación de masas, masas intoxicadas», Pacifismo, ecologismo y política alternativa, ed cit, pp. 97-103-:

[…] Pero ¿qué diferencia a esos prohombres enriquecidos y ejemplares del aceitero homicida que no supiera que su mezcla era tóxica? No el móvil -el beneficio, la vocación capitalista, por todos legitimada, de «sacar un honrado penique» del ejercicio de su listeza- ni la moralidad: no su sistema de valores, no su cultura. Sencillamente, el empresario honrado ha tenido suerte y el empresario homicida ha tenido desgracia en el desempeño de una misma función: el complicado fondo causal último de la intoxicación española de 1981 es la necesidad capitalista de mantener lo más bajo posible el valor de la fuerza de trabajo. No hay por qué decir eso más suavemente, ni siquiera por consideraciones prácticas: no vale la pena intentar persuadir a los empresarios privados de que es su sistema el que lleva en sí la necesidad indeterminada de esas catástrofes…

27) «A propósito del ‘eurocomunismo». En Intervenciones políticas, op. cit., pp. 196-207, p. 207.

28) El libro, que recoge textos suyos y de Francisco Fernández Buey sobre movimientos sociales y temáticas afines, ha sido publicado por El Viejo Topo en 2019.

29) Entre otros filósofos o científicos como Antoni Domènech, Miguel Candel, Eduard Rodríguez Farré, Juan Ramón Capella, Félix Ovejero, Jordi Guiu, Antonio Izquierdo, Pilar Fibla, Pere de la Fuente, Joaquín Miras, M. Rosa Borràs, Joaquim Sempere, Rafael Grasa o incluso Andreu Mas Colell.

30) Sus aproximaciones a la obra de estos dos autores, imposible caracterizarlas como panfletarias o término próximo, pueden verse (aunque no solo) en los libros que editó, con una antología sucinta de su obra, en la colección que codirigió con Jorge Riechmann titulada «Pensamiento Crítico» (Libros de los catarata).

Primera parte de la respuesta: «Desde la izquierda «chiflada» a la derecha descortés, insultona y un pelín desinformada (I)» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=257060

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