Esta es la jugada desde los poderes fácticos. Créanme. Nada de lo que pasa es casual. Cada vez parece más claro que se está destapando toda la podredumbre del PP para acelerar la llegada de Ciudadanos. Hace tres años estos poderes económicos, judiciales, mediáticos y la misma Corona, llegaron a la conclusión de que la […]
Esta es la jugada desde los poderes fácticos. Créanme. Nada de lo que pasa es casual. Cada vez parece más claro que se está destapando toda la podredumbre del PP para acelerar la llegada de Ciudadanos. Hace tres años estos poderes económicos, judiciales, mediáticos y la misma Corona, llegaron a la conclusión de que la corrupción estaba quemando al PP a pasos agigantados. De ahí el lanzamiento del partido de Rivera a nivel estatal, para reagrupar el voto de la derecha y asegurarse el control de la situación. Esta operación está diseñada para que nada cambie y esa es la función asignada a la formación naranja. Y si alguien tiene dudas del calado de la maniobra, que observe cómo se deshacen en piropos hacia Ciudadanos desde Aznar a Alfonso Guerra. Por ello, el Partido Popular, tiene las horas contadas y aunque intente refundar una marca abrasada, todo apunta a que más pronto que tarde se irán por el sumidero de la historia.
Para preparar el relevo, en una semana se han producido dos acontecimientos que han acelerado el curso político. El 22 de mayo, el PP ha batido su mejor marca en un solo día con la detención del exministro Eduardo Zaplana, del exdirector de Policía, Juan Cotino y su sobrino Vicente Cotino, y la imputación del actual Secretario de Estado de Hacienda, Fernández de Moya y anterior alcalde del PP de Jaén.
Sin ningún respiro, el PP ha tenido su «jueves negro» con la sentencia de Gürtel que demuestra que no había límites en la corrupción del PP. La sentencia declara probado una trama institucional de financiación ilegal del partido desde hace 30 años, demuestra que ha habido caja B y que se ha lucrado con ella, y que Rajoy no dijo la verdad ante el tribunal. La sentencia fija duras condenas para un número importante de acusados. Curiosamente, la sentencia se conoce medio día después de la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado (PGE), gracias al retraso del voto particular del magistrado de la Audiencia que era partidario de la absolución del PP.
En medio, ha estado la aprobación de los PGE con al apoyo de Ciudadanos y PNV. Unos presupuestos de marcado carácter antisocial, a pesar de la puntual corrección de la subida de pensiones, sometida en su eficacia a las incertidumbres de la subida del petróleo y del IPC. Como bien explica Martín Seco, la totalidad del gasto en las Administraciones Públicas en relación al PIB es solo de un 40,5%, frente al 47,6% en la Eurozona, lo que pone en peligro el futuro del Estado social.
La situación recuerda mucho la historia reciente de Italia. Los partidos tradicionales que venían gobernando desde el final de la Segunda Guerra Mundial desaparecieron en la primera mitad de los años 90. Y lo hicieron por la corrupción. Era un sistema generalizado de sobornos (tangente, en italiano) conocido como «tangentópolis», calcado al creado por el Partido Popular con las diferentes tramas en las que está implicado. Se disolvieron los grandes partidos como la Democracia Cristiana y el Partido Socialista, cuyo secretario general, Bettino Craxi, acabó fugado de la justicia en Túnez. Pero la izquierda no fue capaz de aprovechar la situación y Berlusconi se alzó con el poder en 1994 tras el breve interregno de un jefe de Gobierno técnico (Carlo A. Ciampi) que había sido Gobernador del Banco de Italia. La combinación de fiel defensa de los intereses de las élites económicas, el aprovechamiento del hueco que dejaba la derecha clásica y el populismo, le llevaron a Berlusconi a convertirse en el heredero de la Democracia Cristiana, integrando a sectores de ésta.
Esta es la misma receta que se está preparando en España. Aquí pasará con el PP lo que le sucedió a UCD: una fuga masiva de gente hacia C´s. El populismo es la descarada argamasa para captar votos para una opción contraria a los intereses de la mayoría social. Un ejemplo evidente es el «Solo veo españoles» de Rivera. Por no hablar del burdo electoralismo que hace que conocida la sentencia sobre Gürtel el 24 de mayo, Ciudadanos no pida la dimisión de Rajoy y convoque su ejecutiva, diecinueve días después (11 de junio), porque la agonía del PP (y del país) son votos para ellos.
Pero las fuerzas progresistas tienen sus bazas para impedirlo. La principal es la unidad, aunque el PSOE debe despegarse de los condicionantes que le mantienen en un neoliberalismo trufado de apoyo a la monarquía. La moción de censura presentada por el PSOE para evitar la impunidad política, puede romper el saque a la operación y retratar a C´s. Era algo obligado y lo mejor que se podía hacer después de la sentencia de la Gürtel. No se hubiera entendido que Gabilondo presentase una moción a Cifuentes por su máster regalado y no lo hiciera Pedro Sánchez a Rajoy por la corrupción institucionalizada.
La moción va a tener dificultades, pero también posibilidades y habrá que jugar la partida. El PP la ha convocado a la carrera (31 de mayo) para que el PSOE no tenga tiempo para negociar apoyos y el PNV se preocupe con la no aprobación de los PGE en el Senado. Ciudadanos, por su oportunismo electoral, va a votar en contra de ella y será responsable de la continuidad de Rajoy si fracasa la moción. Y ha llegado a proponer tres cosas distintas en tres días: que convoque elecciones Rajoy (no puede con la moción presentada), retirada de la moción del PSOE y convocatoria de elecciones por Rajoy (no quiere hacerlo), y algo de dudosa constitucionalidad: una moción instrumental para convocar elecciones. Palabrería. Solo le interesa su protagonismo y el resultado final: Rivera cree que no se modificará la relación de fuerzas entre los dos bloques y su estrategia es gobernar él con el apoyo del PP para hacer la misma (o peor) política. Tenemos una memoria para el miedo y para los sentimientos, pero nos falta memoria para el fraude político. Que los ciudadanos no sepan distinguir, esa es la verdadera desgracia, el auténtico peligro político; o que lo vayan comprendiendo muy poco a poco, cuando sea ya demasiado tarde y el destrozo esté hecho.
Los partidos independentistas y nacionalistas no van a poner fácil su apoyo. Por el lado opuesto, saldrán las viejas glorias del PSOE entorpeciendo el éxito de la moción. También la patronal y los periódicos del régimen le pondrán la proa. Quien ha demostrado más sentido de la responsabilidad institucional es Unidos Podemos que ha anunciado su voto a favor sin condiciones, porque considera que lo más urgente para la dignidad democrática es echar al PP. Se corre el riesgo de que la moción no se apruebe y no se puedan convocar elecciones generales por falta de votos. Seguiría así Rajoy en su agonía, para mayor gloria de los intereses de Ciudadanos.
El PSOE dice que, de aprobarse su moción de censura, no convocará elecciones de forma inmediata, porque quiere aplicar una «agenda social». Recuperar proposiciones de ley que el Gobierno de Rajoy ha vetado y que afectarían a temas como pensiones, educación, agua, derogación del «impuesto al sol», exhumaciones de la guerra civil por el Estado, apoyo a la igualdad, tasas judiciales… Algo que puede estar muy bien, pero que para no ser acusado de juego electoral, debería de pactarse con la mayoría de progreso en el Parlamento y, sobre todo, atender a una demanda social de la calle. Porque para que se produzca el proceso de regeneración democrática hace falta la intervención de la clase trabajadora y de los movimientos sociales. Sin una movilización social a favor de la decencia política y de una política de progreso, es difícil que haya cambio político o que se produzca con la profundidad necesaria.
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