Hemos asistido, como si de tragicomedia griega se tratara, a las negociaciones para formar gobierno entre PSOE y Unidas Podemos (UP), con un resultado final que sabe a triunfo para unos y a tragedia para otros. Para quienes entiendan algo de negociaciones, por haber dedicados numerosos años de vida a tan antiguo medio de resolver […]
Hemos asistido, como si de tragicomedia griega se tratara, a las negociaciones para formar gobierno entre PSOE y Unidas Podemos (UP), con un resultado final que sabe a triunfo para unos y a tragedia para otros. Para quienes entiendan algo de negociaciones, por haber dedicados numerosos años de vida a tan antiguo medio de resolver controversias, la forma, fondo y escenificaciones que se dieron en las negociaciones entre PSOE y UP hacían prever, casi a bombo y platillo, su fracaso. Algo normal cuando, una y otra vez, se violan reglas básicas y elementales de la negociación, en el caso, vale aclarar, de que las partes quieran realmente alcanzar un acuerdo, que es la cuestión medular. Si no se desea tal acuerdo -o una no lo desea-, puede hacerse de la negociación un circo mediático y hacer con ella juegos malabares. Veamos las reglas.
1.- Regla Uno: las negociaciones deben ser discretas, y cuanto más importantes, mayores los niveles de discreción. En las de PSOE-UP poco faltó para que usaran carteles circenses. Se anunciaban decisiones en entrevistas televisivas o radiales, en pasillos y mentideros; los líderes apenas hablaban entre ellos; sus delegados decían unos una cosa, otros, otra… ¿Qué era eso? ¿Cómo se puede llevar una negociación seria -repetimos, seria- entre faralaes y micrófonos? A esos burlescos se recurre cuando hay poca voluntad real de negociar y el propósito de la negociación no es tanto llegar a un acuerdo con la otra parte, como impedir que se logre el acuerdo y cargarle el mochuelo del fracaso al otro. Más que negociación, a ratos era un duelo a muerte en el OK corral. Tome el lector de ejemplo de discreción el restablecimiento de relaciones entre China y EEUU. Cuando el gobierno de Richard Nixon decidió -para clavar una daga a la URSS- reconocer a la república popular como única China verdadera, envió una delegación de pingpong, como tapadera del inicio de contactos. Todo el proceso se llevó en el máximo secreto hasta que, firmados los acuerdos, ambos países anunciaron el restablecimiento de relaciones. Tómese, ahora, el ejemplo opuesto: las ‘negociaciones’ entre Donald Trump y Kim Jong Un, para el desarme nuclear de Corea del Norte. Fueron un circo mediático, de principio a fin y, al final del espectáculo, no se acordó nada, nada, nada. Lo había escrito Baltasar Gracián: «Jugar a juego descubierto ni gusta ni es útil».
2.- Regla Dos: Negociar es ceder, intercambiar concesiones. Es un do ut des, un doy para que me des. Un quid pro quo, dar algo a cambio de algo. Entendámonos, no dar cualquier cosa o lo que se nos ocurra, que es negociación, no dádiva ni limosna, ni plato caliente en un comedor de Caritas. Un algo proporcional a lo que uno quiere y el otro pide. En ese sentido, la posición de UP era no sólo razonable, sino, digamos, ‘la reglamentaria’. «Queremos un porcentaje en el gobierno proporcional a la fuerza política que representamos». Ese planteamiento es de manual básico de negociaciones. Equivale a decir «mi moneda vale diez talentos y pido al menos un contravalor equivalente a ocho talentos». Ofrecer menos, peor aún, ofrecer contraprestaciones simbólicas es invitar al otro a que deje la mesa. EEUU tenía un interés inmenso en restablecer relaciones con Beijing; pero Beijing sabía que el interés de EEUU no era tanto China, como golpear a la URSS en su flanco más débil. El precio que exigió China fue inversiones y dinero en abundancia. EEUU lo dio, a chorros (si alguien quiere buscar el origen de la eclosión económica, comercial y científico-técnica de China les dejamos esta pista). Quien quiere algo de verdad está dispuesto a pagar el precio de ese algo, como hizo EEUU con China. Aquí, en la España cañí, se pedía el des y se negaba el do. Pero rompe el punto de equilibrio negociador pedir el todo y ofrecer casi nada. Una negociación encarrilada en esos términos acaba convertida en imposición -«aquí está el plato de lentejas, lo tomas o lo dejas»-, lo que constituye la negación del nudo axial de toda negociación: do ut des.
3.- Regla Tres: una negociación debe llevarse de buena fe. En la vida, la buena fe lo llena todo. En Derecho es una regla esencial (pacta sunt servanda). Sea en las relaciones internacionales, personales, comerciales o políticas, lo primero que solemos pedir es que haya buena fe. «La buena fe supone la existencia de una relación entre personas y se refiere fundamentalmente a la confianza, seguridad y credibilidad que otorga la palabra dada», ha dicho el Tribunal Constitucional. Como señaló la Corte Internacional de Justicia (CIJ), la buena fe implica «una obligación de confianza recíproca, de cooperación para conseguir el acuerdo». Y, como la CIJ indicó en sentencia de 1998, en una negociación «no cabe ser un frontón que devuelva todas las pelotas que propone la otra parte, sistemática e inmotivadamente». España, patria del frontón, lo vio en abundancia. Desde vetar líderes (¿cómo? ¿vetar al líder de la fuerza política con la que queremos alcanzar un acuerdo?) a un zigzagueo permanente en las ofertas y contraofertas que hicieron de la negociación un frontón que devolvía las pelotas de la otra parte, hasta que se agotó el tiempo. Como decía Baruch Spinoza, sin orden, sin método, sin voluntad, jamás se llega al triunfo, y no se llegó. Terminó como rosario de una aurora desarbolada y amargada.
4.- Regla Cuatro: Sentido común, aunque sea el menos común de los sentidos. Para no enredar las cosas, nos quedamos con la definición que da la Real Academia de la Lengua: modo de pensar y proceder como lo haría la generalidad de las personas. En la cuestión que nos ocupa, el sentido común recomienda determinar quién era -o es- la parte más interesada en un acuerdo. El sentido común indica que los más interesados, al ser los que más ganaban, eran Pedro Sánchez y el PSOE. El primero quiere ser presidente de gobierno; el segundo, convertirse en el partido gobernante. Esta cuestión es esencial, pues la lógica indica que quien más quiere y más gana debe poner más de su parte. El segundo interesado es UP, tanto porque quiere hacer posible el gobierno más social y progresista de la historia de España, como porque aspira -con todo derecho- a ser parte del gobierno del reino. Tocaba, por tanto, a los principales beneficiarios del acuerdo crear las condiciones necesarias para alcanzar un acuerdo satisfactorio para todos, no sólo para ellos. Porque, hablando de sentido común, los números no mienten. Contando con sólo 123 diputados, el PSOE necesitaba el apoyo de UP, no sólo por sus 42 diputados, sino porque del acuerdo con UP dependían los votos de otros partidos que, vía apoyo o vía abstención, permitían a los socialistas alcanzar la mayoría relativa. No hubo acuerdo y no hubo investidura. Quien necesita 53 votos debe esforzarse en ganarlos y, para hacerlo, debe ganar amigos, no repartir garrotazos, pues, como decía Gracián, «hablar y portarse de buen modo resuelve cualquier situación difícil». Alguien perdió, en algún momento, el sentido común y hay ahora la necesidad de recuperarlo (o de llamar a nuevas elecciones, que son como el estrecho de Escila y Caribdis: se podrá pasar por él, pero nadie sabe de previo el peaje que cobrarán los míticos monstruos).
5.- Regla Cinco: Una negociación seria requiere de tiempo, y cuanto más seria, más tiempo será requerido, que «lo que se hace de prisa, de prisa se deshace» (Gracián otra vez). Socialdemócratas y democristianos, en Alemania, pasaron negociando seis meses su gobierno de coalición. En Italia, la Liga Norte y el Movimiento 5 Estrellas negociaron intensamente tres meses. En España, las elecciones municipales fueron el 26 de mayo y las generales el 28 de abril. ¿Por qué razón no se iniciaron las negociaciones entre PSOE y UP cuando menos en junio de 2019 si, como decía el PSOE, UP era el «socio preferente»? No se ha dado ninguna explicación al por qué se dejaron para última hora, sabiendo todos que la negociación no sería fácil. No puede argüirse desconocimiento o inexperiencia. Es bien sabido, cuanto más tiempo hay, más posibilidades existen de alcanzar un acuerdo. Ahora bien, rectificar es de sabios y tiempo queda si ganas hay.
Aquí dejamos el manual básico de negociación, para quien quiera entender un poco lo que ha pasado y lo que podría venir. Cuando se quiere negociar en serio, se siguen estas cinco reglas básicas, que son como el Catecismo de la negociación, cualquiera que sea, entendiendo que, cuando no hay voluntad negociadora, todas las reglas sobran. No decimos más. Cada quien es libre de alcanzar sus conclusiones, aunque no parece que UP haya cometido pecados capitales, salvo el de la ingenuidad, que, en política, equivale a pecado capital. Quedan, ahora, tres caminos, tres: restablecer la negociación PSOE-UP, tirando del manual del buen negociador; organizar un gobierno PSOE-C’s, como piden la CEOE y el Financial Times, o convocar a nuevas elecciones. Sólo la primera opción es de izquierdas. Las otras dos, un tributo a la derecha y al dinero, poderoso caballero.
Augusto Zamora R. es autor de Política y geopolítica para rebeldes, irreverentes y escépticos (Akal, 3ª edición, 2018) y Réquiem polifónico por Occidente (Akal, 2018). Fue negociador en los procesos de paz de Contadora, Esquipulas y Sapoá, en Centroamérica.
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