«De Norte a Sur de Este a Oeste la lucha sigue cueste lo que cueste» cantaba la marcha norte del 15 M al aproximarse al punto de encuentro con la Asamblea del barrio del Pilar. Arriba del parque, la gente del barrio estaba nerviosa, llevaban una hora esperando, traían comida, unas mesas, agua, paracetamol, pastillas […]
«De Norte a Sur de Este a Oeste la lucha sigue cueste lo que cueste» cantaba la marcha norte del 15 M al aproximarse al punto de encuentro con la Asamblea del barrio del Pilar. Arriba del parque, la gente del barrio estaba nerviosa, llevaban una hora esperando, traían comida, unas mesas, agua, paracetamol, pastillas para el estreñimiento, crema para los pies… todo lo que los miembros de la columna norte habían pedido por teléfono. Llevaban días hablándose, presentándose por el twiter, contándose los sucesos del camino, los pueblos por los que pasaban, los recibimientos, los deseos de llegar a Madrid, el cansancio… y la ilusión.
De Norte a Sur de Este a Oste… replicaban los vecinos desde la loma del Parque Norte. A lo lejos se divisaba un grupo que aceleraba el paso, nadie pudo esperar, empezaron todos a correr, se seguía cantando como quien intercambia besos en la distancia. Todos se abrazaron y se lloró de alegría. Por fin, los mensajes se hacían cuerpo.
Al poco fueron subiendo la loma más vecinos. Algunos con mochilas, otros con bolsas de plástico del super. Mari y su marido subían una nevera. Los de la comisión de infraestructuras dijeron en la Asamblea pasada que los compañeros de las marchas estaban cansados de bocadillos así que una vecina había preparado croquetas caseras, otra una olla con macarrones. Gerardo cuenta que en el super llenaron un carro con más de 100 cervezas y que la cajera les miró raro pero que decidió no contarlas. Gerardo se ríe y dice «eran más de cien pero seguro no le pagan por contarlas». Gerardo anda y se mueve con dificultad porque tiene una discapacidad pero no se pierde una.
Nidia, Israel, Samuel, vienen de la Rioja. Nidia está en paro. Es profesora y ha caminado con su hermano Israel parte del trayecto. Sabe que en la Rioja les espera lo mismo que ya tenemos en Madrid: recortes, despidos, elevación del ratio alumno-profesor, desaparición de las tutorías, de los profesores de refuerzo, precarización laboral, aumento de la contratación privada en los servicios, aumento de los concertados, más fondos públicos para la privada y menos para la pública. – «Mis padres están desesperados con sus dos hijos en el 15 M, y ahora de marcha, pero ¿qué mejor cosa voy a hacer que luchar por cambiar la situación en la que vivo?» «¡que busque trabajo, imagínate, si llevo un año en paro buscando! Yo les digo que tengo mucha suerte, que todo esto me ha pillado en paro y he podido venir a la marcha, a luchar por cambiar este sistema que jamás me dará un trabajo digno». Samuel, otro riojano bromea cuando le pregunto de donde viene: – «De la ciudad que rima con vagina» -¿cómo?- «De ¡Logroño hombre!, era por si me hacías el chiste». Los compañeros bromean con él y le llaman «Sr. Empresario». – ¿Eres empresario de veras? – «No, que va. Es que el periódico Público me entrevistó de camino, por lo de mis ampollas -ríe-, les dije que era autónomo en paro y han escrito que soy empresario.
Me cuentan la historia de Aldelatif -una especie de encuentro cósmico o de confluencia inexplicable-. Está harto de entrevistas pero cuando le dicen que soy del barrio me abraza: – «Qué quieres que te cuente?». – Me han dicho que eres argelino, un hombre del campo, que llevas 7 años en la Rioja y que te has hecho todo el camino andando con la columna norte del movimiento;- «sí, soy argelino de origen pero he vivido 25 años en Túnez y después me marché al norte de este país». -¿Cómo es que dejaste Túnez? ¿y cómo ves lo que ha pasado allí? -«Me marché porque allí no pasaba nada y no parecía que fuera a pasar. Yo sabía que en algún lugar tenía que ocurrir algo. He tenido la suerte de estar en este país. En realidad el movimiento se unió a mi porque yo ya estaba caminando hacía tiempo».
Aldelatif es un peregrino laico, una especie de visionario. Ha hecho una pancarta reivindicando el «factor humano». Dice que algunos de sus compañeros no entienden, que no llevarán su pancarta pero que otros sí. Cuenta que sus compañeros son maravillosos aunque son bastante cabezotas. En realidad, su encuentro con el 15M no es muy diferente del encuentro de mis vecinas amas de casa con los jóvenes caminantes que de Bilbao, Vizcaya, Cantabria, Navarra, Burgos, Soria… han recorrido kilómetros, han visto cosas que nosotros no podíamos imaginar que estuvieran pasando en este país y nos las han contado: en Otxandio, querían construir una desaladora y el pueblo no estaba de acuerdo, desde hace dos años tienen una asamblea vinculante, el pueblo decide y el ayuntamiento acata. En Belorado, un pueblo de Burgos, cuando llegaron había convocado en consejo a todos los vecinos en el teatro del pueblo para consulta y petición de propuestas para tratar un problema municipal urgente, presenciaron un ejercicio de civismo increíble, el alcalde sólo actuaba de moderador. En Soria, en San Leonardo de Yagüe, van a cerrar la empresa emblemática de puertas «Norma», están siendo víctimas del capitalismo. La comarca de Soria está sentenciada. Cuenta otro de nuestros caminantes vascos que ante el desastre de la política en algunos pueblos de menos de 100 vecinos -no está seguro del número- se están recuperando los Consejos, que él no sabía que eso era posible.
Algunos de mis vecinos no comparten la forma de vestir, incluso algunos hábitos de estos caminantes, pero valoran que sean respetuosos, que pregunten, que escuchen. Todos ejercitan la paciencia. Dice un personaje de una novela de B. Copegui: «lo contrario de hablar no es escuchar, es esperar». Esperar obliga a escuchar.
Alrededor de la noche del cálido Madrid, entre los árboles del Parque norte, hace fresco. Nuestros caminantes nos ofrecen sus chaquetas. Un matrimonio de vecinos jubilados se han traído la silla de tijera, ya no tienen el cuerpo para tanto -dicen-. Nosotros abrimos el corro y continuamos la charla. Hay alguna farola pero los árboles difuminan su luz. Estamos en un bosque. Los relatos chisporrotean. Sólo las cuatro torres, igual de soberbias que de impotentes nos recuerdan que en realidad estamos en una entraña de la bestia.
Le pregunto a Nidia si todos han hecho todo el recorrido a pie. Me dice que no, que el recorrido completo de la columna norte han sido entre 40 y 50 personas, no lo tiene muy claro, a nuestro barrio llegaron unos 70. Las personas se les sumaban por tramos, caminaban con ellos, incluso pasaban la noche. Luego marchaban a trabajar. Me cuenta la historia de Ángel. Un chico rubio con el pelo muy rizado, flaco y pensativo, que está en otro corro conversando: -«Él se unió a nosotros cuando al llegar a su pueblo organizamos una asamblea por la tarde. Cada vez que parábamos a hacer noche en algún sitio, organizábamos una Asamblea del 15 M. Quería unirse pero quería que se hicieran asambleas en su pueblo porque no había. Se quedó hasta que dejó todo preparado para que los vecinos se reunieran a debatir todas las semanas, se cogió el coche, nos contactó de nuevo y se unió a nuestra marcha». Me cuenta que hay una chica canadiense que vive en Logroño que también se les ha unido.
El sábado por la mañana el campamento se desperezó a la voz de ¡churroooooooos! Los chicos de la comisión de infraestructuras del barrio no querían que a los compañeros les faltara de nada. Se convocó una Asamblea que acabó enredada con los lemas de la pancarta para la llegada a Sol por la tarde. Después de la difícil decisión entre «15 M o barbarie» ó «Somos como el viento del norte, imposible de derrotar», surgió el problema idiomático: habrá que ponerlo en vasco, también en cántabro ¿no? Todos reconocían ser muy cabezotas ¡para eso eran del norte! Al final, quien resolvió el problema fue la hora de comer y las viandas que mis vecinas ya habían extendido en las mesas.
Por la tarde, alrededor de las 5:30 ya se había levantado el campamento. Dice una de mis vecinas que ella se tuvo que quedar con su marido a ayudar a un pobre chico que se quedó encargado de recoger los trastos de los compañeros para meterlos en el coche de apoyo. – «¡cómo se nota que tú eres hijo de obreros! Los demás han salido para Sol, han dejado todo regado (toallas, ropa tendida, mochilas…) y tú aquí recogiendo». En Plaza de Castilla, al lado de los juzgados, más de 200 personas esperaban a la columna. De nuevo se repitió el encuentro, las carreras, los abrazos, los saltos de alegría. Todos comenzamos a bajar la Castellana. En el camino se fueron uniendo vecinos y a los pocos metros los cánticos invitaban a «tomar la castellana». Así se hizo.
Nidia, la profesora riojana, me contaba que no le gusta que la llamen indignada: -«hace dos meses estaba indignada, más bien cabreada, pero ahora estoy ilusionada». En el trayecto, un compañero del barrio me presentó, a unos amigos asturianos que se habían sumado a nuestra columna. Ángel, se había traído a toda la familia desde Oviedo. No había caminado pero era muy activo en las asambleas de su ciudad. Me dijo que era un militante de toda la vida pero que sus hijas eran apáticas y desinteresadas, sin embargo, gracias al movimiento había conseguido implicarlas. Allí estaban, con él, recorriendo la Castellana y coreando «lo llaman democracia y no lo es», o «ahí está la cueva de Alí baba» -cuando pasábamos por las torres de los bancos-. Piensa que se está produciendo un cambio de conciencia, que llevaba mucho tiempo esperándolo. Ángel es aparejador.
Salimos de la Castellana hacia Almagro, luego Alonso Martínez, tomamos Fuencarral, ya éramos varios miles. Al conectar con La Gran Vía hubo una sentada en el edificio de Telefónica. En la mente de todos el ERE (Expediente de regulación de empleo), los 6000 despidos, la precarización de los nuevos contratos y sus grandes beneficios. Los lemas se entremezclan, como las personas del movimiento, y cada vez son más anticapitalistas. Quizá por eso los medios y los sociólogos se afanan afirmando que el movimiento pretende «revisar el sistema», o sólo reformarlo.
Esperamos en la calle Montera hasta que nos comunicaron que las otras marchas ya estaban entrando en Sol. Nuestros caminantes encabezaron la entrada, corriendo y cantando: «el pueblo unido jamás será vencido», «de norte a sur, de este a oeste….»
Nos sentamos en una plaza a rebosar de humanidad, de ganas de estar juntos, o como dice Nidia, de ilusión. En la asamblea se fueron completando los relatos. Apenas fragmentos del puzzle que es este país y para el que no tenemos un foto de referencia. Solo el poder tiene esa imagen completa, forma parte de su fuerza para doblegarnos. Entre todos, desde los barrios, los pueblos y las ciudades estamos recomponiendo esa imagen. La columna Sur nos habló de la devastación del campo, del retorno a los pueblos abandonados, de la lucha por la soberanía alimentaria. También nos hablaron de la implantación de los transgénicos. Del noroeste nos contaron sobre la contaminación de valles y montañas, de los ingentes gastos en infraestructuras que sólo benefician a las constructoras… En Cantabria se han vendido varios valles a una empresa estadounidense para extraer un gas que seguramente contaminará todo.
Voces roncas, pies hinchados, cansancio, pero también nuevas redes, conexiones, encuentros, nuevos compañeros. Las marchas han abierto un camino en la voluntad de todos: seguir caminando.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.