Traducido para Rebelión por Caty R.
«Estoy un poco deprimido con respecto a Cancún. El problema no se aleja, más bien tiende a agravarse».
(Al Gore, ex vicepresidente estadounidense y Premio Nobel de la Paz)
El lunes 29 de noviembre se inauguró la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Clima, donde todo el mundo va a remolque del rápido movimiento inicial, caracterizado por la ingenuidad, en un insano ambiente de renuncia con respecto a la naturaleza humana en cuanto a encontrar una solución para conjurar el peligro real de los cambios climáticos que ya están padeciendo en grandes proporciones los países pobres.
Recordemos brevemente la epopeya del combate perdido contra el calentamiento climático. Todo empezó en 1990 en Nueva York cuando el GIEC publicó, bajo los auspicios de las Naciones Unidas, un primer informe: existe un peligro real de que las actividades humanas, y especialmente el consumo de energías fósiles (carbón, gas natural, petróleo), puedan modificar el clima. ¡Está claro! Y hay que decir que en 2010 todavía existen escépticos climáticos al estilo de Claude Allègre. La Academia Francesa de las Ciencias, después de un polémico debate que comprometió a más de un centenar de científicos, en un informe publicado el 29 de octubre, señaló claramente la contaminación de origen antropológico. En 1992 se celebró la Cumbre de la Tierra en Río; la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente adoptó un plan de acción para el siglo XXI denominado «Action 21» que tiene en cuenta las problemáticas relacionadas con la salud, la vivienda, la contaminación del aire, la administración de los mares y bosques, de las montañas, la desertificación, la gestión de los recursos acuáticos y agrícolas. En 1995 se celebró en Berlín la Primera Conferencia de las Partes (COP1), que establecía un plan de análisis y evaluación de dos años.
La Conferencia de Kioto de 1997, que fue un éxito, sumó por primera vez los esfuerzos de todos. El resultado fue el Protocolo de Kioto. El acuerdo histórico dirigido a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GES). El Protocolo fija los límites, vinculantes para 37 países industrializados. En marzo de 2001 el advenimiento de George Bush a Estados Unidos puso todo patas arriba. El Protocolo podría penalizar a la industria estadounidense. Sobre la marcha Canadá se negó a firmarlo. En 2002, de mayo a diciembre, la Unión Europea, Japón, China y… Canadá ratificaron el tratado. En octubre de 2001 Rusia ratificó el Protocolo permitiendo que entrase en vigor. En conjunto los 183 países que lo ratificaron fueron responsables de menos del 55% de las emisiones de CO2 de 1990. En febrero de 2005 el protocolo entró en vigor. La Conferencia de Bali en 2007 no dio grandes resultados. La de Accra, en 2008, tuvo en cuenta la deforestación con respecto a los GES. La reunión de Poznan en el mismo año (COP14) elaboró las grandes líneas del acuerdo que debía firmarse en Copenhague. En diciembre de 2009 la Cumbre COP15, que debía dar una continuación a Kioto, que expirará en 2012, acabó en agua de borrajas. Vimos a los dos grandes, Estados Unidos y China plantados en sus posiciones ante los demás países desempeñando el papel de espectadores. Algunas declaraciones de intenciones y algún acuerdo sin precisiones vinculantes sobre los medios para limitar el calentamiento. Del 29 de noviembre al 10 de diciembre de 2010: aquí estamos. Escepticismo absoluto. Incluso las Naciones unidas consideran poco probable que lleguemos a algún sitio.
El estado de las zonas del planeta
Según la AIE, el fracaso de la Cumbre climática de Copenhague costará al mundo un billón de dólares en inversiones suplementarias a realizar de aquí a 2030 para modificar las políticas energéticas, es decir, 11,6 billones en total, según el informe anual de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) sobre las perspectivas energéticas mundiales. En su informe publicado hace un año, justo antes de la cumbre del cambio climático, la Agencia estimaba que serían necesarias inversiones suplementarias por importe de 10,5 billones de dólares hasta 2030 para modificar las políticas energéticas y evitar «daños irreparables» en el clima. Según ese informe, el planeta consumirá en veinticinco años un 36% más de energía con respecto a 2008, un aumento que sin embargo enmascara importantes disparidades. En 2035 el gigante chino representará el 22% de la demanda global frente al 17% actual: las energías fósiles (petróleo, carbón, gas natural) seguirán siendo en 2035 las fuentes dominantes. Por lo tanto la demanda mundial de petróleo crecería, un 18% entre 2009 y 2035, a 99 millones de barriles diarios. Así, la Agencia prevé una subida de los precios del crudo, el barril podría llegar a 113 dólares en 2035 frente a los 87 dólares actuales. Sin embargo la parte correspondiente al petróleo en la demanda global debería retroceder, en 25 años, del 33 al 28% en beneficio de la energía nuclear (que pasaría del 6 al 8%) y de las energías renovables (hidráulica, eólica, solar, etc.) que se duplicarían del 7 al 14% (1).
En el mismo sentido leemos en una contribución de Attac: «Las emisiones de gases de efecto invernadero siguen creciendo en el mundo: tras la disminución del 1,3% entre 2008 y 2009 de las emisiones de CO2 (debido a la crisis y la ralentización de la actividad), las previsiones para 2010 son de un aumento del 3%, según el informe de Global Carbon Project». Recordemos que las emisiones globales deberían disminuir al menos el 50% entre 1990 y 2050 para que la subida de la temperatura no sobrepase 2ºC. Por otra parte, las declaraciones de intenciones de reducción (no vinculantes) formuladas por los diferentes países en Copenhague, hacen presagiar, si se hacen efectivas, un recalentamiento de 3 a 6ºC en 2050, mientras que las recomendaciones del GIEG son de 2ºC como máximo y los nuevos informes recomiendan un máximo de 1,5ºC. Según la Agencia Internacional de la Energía (informe 2010, World Energy Outlook, 2010), el pico del petróleo se alcanzó en 2006 (2).
Para limitar el calentamiento a 2ºC habría que reducir globalmente las emisiones de gas invernadero entre el 25 y el 40% de aquí a 2020 con respecto a 1990, según los científicos. Una última esperanza se basaría entonces en la «geoingeniería», manipulación del clima terrestre para contrarrestar los efectos del calentamiento climático. El «estado» del clima en la actualidad es malo, según los científicos. Habría que llegar al objetivo de 49 gigatoneladas de CO2 en la atmósfera en 2020 para evitar que las temperaturas suban más de 2ºC. En la actualidad, con los objetivos más ambientalistas, se podría llegar a 44 gigatoneladas de CO2 solamente… (3)
Pierre Veya analiza de una forma imparcial la situación:
«El diagnóstico no admite dudas: los gases de efecto invernadero siguen creciendo y en 2009 han alcanzado cotas récord, según las últimas cifras publicadas por la Organización Meteorológica Mundial (OMM): el objetivo de limitar el aumento medio de la temperatura del globo a 2ºC en este siglo no se podrá alcanzar (…) Los mecanismos concebidos en Kioto para estabilizar el clima y garantizar una transición hacia las energías limpias con bajo contenido en carbono, en realidad vuelven a la capitulación. El sistema de las cuotas de emisión puesto en marcha bajo los auspicios de la ONU y asignados bajo el principio de la gratuidad no han permitido dar un verdadero precio al carbono».
«China, que también contribuyó ampliamente al fracaso de Copenhague, prosigue su doble juego. En efecto invierte en energías limpias, pero paralelamente mantiene los objetivos de crecimiento basados en un recurso masivo al carbón. Desde hace dos años importa grandes cantidades de carbón americano y australiano al tiempo que subvenciona de forma indirecta su industria verde utilizando una palanca económica que durante veinte años le garantiza prácticamente el liderazgo en las energías renovables. En Europa, Alemania se pregunta: ¿De qué nos sirve proseguir solos una política voluntarista mientras los demás se alejan?, ¿De qué sirve mantener las tarifas de compra de las energías limpias elevadas si los beneficios industriales sólo benefician a China? España e Italia ya no tienen dinero. Francia con la ‘Grenelle del Medio Ambiente’, una vez más, no cumple sus promesas. Y en realidad sólo sueña con exportar su vacilante industria nuclear» (4).
Veamos, por ejemplo la creación de un «Fondo verde» prometida en Copenhague por los países desarrollados para ayudar a los países pobres que sufren los cambios climáticos. De aquí a 2012 deben reservarse 30.000 millones de dólares, y 100.000 millones al año hasta 2020, para ayudar a esos países a luchar contra los efectos del calentamiento y a desarrollar tecnologías más limpias. En Cancún deberá presentarse una aclaración con respecto a esta financiación para permitir «crear la confianza en el proceso de financiamiento global», según Roberto Orr, secretario general adjunto de la ONU, que se expresaba ante la prensa en Nueva York (…) Según un informe publicado por Oxfam y la Réseau action climat France, las promesas que se hicieron en Copenhague no se han cumplido. «Francia se conforma con reciclar una parte de su ayuda pública al desarrollo para mantener ese compromiso». Según Eva Joly, diputada europea: «Los 420 millones de euros que Francia debería aportar se sacaron de la ayuda al desarrollo, por lo que el objetivo de llegar al 0,51% del PIB tampoco se cumple» (3).
¿Y los países del Sur?
Además de enfrentarse a las calamidades climáticas, los países del Sur también se enfrentan al hambre. El informe de la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (CNUCED) lo dice bien claro:
«El número de países muy pobres se ha duplicado en los últimos cuarenta años. El número de personas que viven bajo el umbral de la pobreza ha seguido la misma evolución en sólo treinta años. (…) Para contrarrestar un modo de crecimiento ‘no sostenible’ y ‘no igualitario’, el compromiso de los países donantes de aportar el 0,7% de su PIB para la ayuda pública al desarrollo todavía no se ha alcanzado, reveló Supachai Panitchpakdi, deplorando una pérdida de 23.000 millones de dólares anuales. Finalmente, esos países (4) necesitarán ayudas para hacer frente al calentamiento climático del cual son las primeras víctimas mientras que no emiten más que el 1% de los gases de efecto invernadero responsables de los cambios. Los fenómenos meteorológicos extremos en los países más pobres (PMA) ya se han multiplicado por cinco entre 2000 y 2010 con respecto a 1970-1979» (5).
«Aunque sabemos que la mayoría de los países pobres están en África, el festejo del encuentro África-Unión Europea acabó en Trípoli sin ningún compromiso concreto con respecto a la lucha contra el cambio climático. Como en la mayoría de los países en vías de desarrollo, la promesa de un financiamiento de 30.000 millones de dólares en tres años (hasta 2012) y de 100.000 millones de dólares de aquí a 2020 es lo que empujó a los países africanos a adherirse al texto de Copenhague (…). Para qué recordar que los Estados todavía no han recibido el total de las entregas prometidas. Otro objetivo de Cancún para los Estados africanos es el cabildeo de la gestión de los financiamientos obtenidos. En la capital danesa se acordó la creación de un organismo de financiación: Copenhaguen Green Climate Fund. A la vista de las sumas que se prevé movilizar, la gestión de esos recursos financieros no está exenta de problemas de liderazgo» (6).
Según Attac, sólo es necesario considerar el problema técnicamente.
«La crisis climática es el resultado de un modo de organización de las sociedades, de elecciones energéticas que deben modificarse rápidamente y que implican opciones políticas y sociales que comprometan, especialmente a los países industriales, en una transición ecológica y social para los objetivos de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y exigen un compromiso de nuevas formas de cooperación Norte-Sur. (…) El fracaso de las negociaciones en Copenhague amenazó el proceso de la ONU en la medida en que el texto propuesto como acuerdo final, redactado con desprecio de las reglas de la ONU, enterraba de hecho el Protocolo de Kioto (…). Tras ese fracaso y los intentos repetidos de desacreditar cualquier proceso que asocie a los países que no son miembros de G20, la Cumbre de los Pueblos de Cochabamba, convocada por el gobierno boliviano en abril de 2010, reunió a más de 30.000 personas: la plataforma que surgió se ha tenido en cuenta en el proceso de negociación gracias a la presión de los movimientos sociales y de algunos gobiernos que la apoyaban. Eso permitió volver a introducir en las discusiones de la ONU los asuntos que se eliminaron en el texto de Copenhague: La necesidad de una nueva fase, después de 2012, del Protocolo de Kioto con un tratado vinculante en términos de emisiones, responsabilidades comunes pero diferenciadas según la situación de los diversos países, reconocimiento de la responsabilidad histórica de los países industriales en los desarreglos climáticos, financiamiento de la lucha contra el cambio climático y sus efectos, rechazo de las falsas soluciones (agrocarburantes, energía nuclear, geoingeniería, mercados del carbono y la biodiversidad, inclusión de las selvas y de la tierra en la financiación del carbono). Esas propuestas que surgieron en Cochabamba, así como la propuesta de crear un tribunal internacional para juzgar los crímenes ecológicos, figuran ahora entre las diferentes opciones posibles presentadas en los textos en discusión en la CCNUCC» (2).
Es cierto que China se halla en una posición muy particular: si se toman sus emisiones de CO2 per cápita estaría clasificada en el rango de los países en desarrollo (1tep. por habitante y año) que deben beneficiarse de ayudas, frente a 8 tep. por habitante y año en Estados Unidos y 4 en Europa. Pero si consideramos las emisiones globales del país, China se ha convertido en el primer consumidor de energía. Pero recuerda que los países del Norte tienen una responsabilidad histórica en el calentamiento climático y espera de ellos el primer paso.
En definitiva, el mundo está muy ocupado con las revelaciones de WikiLeaks. Los medios de comunicación han tratado brevemente el futuro del planeta en beneficio de informaciones coyunturales. En total, veinte años de diálogos de sordos; durante ese tiempo el clima se deteriora y cada vez es más errático. Sin embargo los cambios climáticos son una realidad. ¿Habrá que volver a dejar las decisiones en manos del G20? ¿O de la OMC como se sugiere en Europa? ¿Podemos confiar el destino del planeta al gran capital cuyo «altruismo» conocemos y sobre todo su egoísmo, hasta el punto de que no están dispuestos a repartir nada? «El nivel de vida de los estadounidenses no es negociable», dijo George Bush. Estamos convencidos.
Notas
(1) AIE, el fracaso de Copenhague costará un billón de dólares. Le Monde, AFP 9 de noviembre de 2010.
(2) Análisis de Attac France sobre los desafíos de la COP16 de Cancún, 26 de noviembre de 2010.
(3) Climat: le sommet de Cancun en 10 questions. http://www.maxisciences.com/
(4) Pierre Veya: Les ratés d’un processus desseche Le Temps, Courrier internacional, 26 de noviembre de 2010.
(5) El número de países muy pobres se ha duplicado en 40 años, Le Monde, 26 de noviembre de 2010.
(6) Négociations climatiques de Cancun: les enjeux pour l’Afrique, http://www.lesafriques.com/
Fuente: http://mondialisation.ca/