El entramado legal para aceptar refugiados es un terreno muy disputado. Una definición afirma que una persona es refugiada cuando tiene un temor fundado de ser perseguida debido a su pertenencia a una clase o grupo social determinado. El año pasado, una pareja de Bangladesh sentó un precedente global al ganar un recurso ante el […]
El entramado legal para aceptar refugiados es un terreno muy disputado. Una definición afirma que una persona es refugiada cuando tiene un temor fundado de ser perseguida debido a su pertenencia a una clase o grupo social determinado. El año pasado, una pareja de Bangladesh sentó un precedente global al ganar un recurso ante el Tribunal Supremo de Australia. La pareja era homosexual y el tribunal consideró que formaba parte de un grupo social perseguido.
Parece que, de nuevo, Bangladesh está poniendo a prueba los límites de la ley internacional de refugiados. El país se está recuperando una vez más del azote de terribles inundaciones, las peores de los últimos 20 años. Cientos de personas han perecido y muchas más están en grave peligro debido a las epidemias transmitidas por el agua, al desbordarse las aguas residuales por pueblos y ciudades.
A resultas de ello, las ONGs de Bangladesh han renovado sus llamamientos para crear una nueva clase de refugiados: los refugiados medioambientales.
Un llamamiento similar lo hicieron el mes pasado los líderes de las Islas del Pacífico, pidiendo que Australia reconozca a los refugiados medioambientales. El Pacífico será particularmente vulnerable a un aumento aún mayor del nivel del mar. Australia, argumentan, no firmó el Protocolo de Kioto y es el país que más contaminación industrial genera en la región. Por ello, los conservacionistas del Pacífico estiman que Australia tiene la responsabilidad de cargar con el costo humano que el calentamiento global supone para sus vecinos inmediatos.
Tuvalu, una pequeña isla que está ubicada a medio camino entre Hawai y Australia, ya se ha dado por vencida. Sus líderes han decidido abandonar su patria. Nueva Zelanda ha accedido a aceptar a toda su población, 11.000 personas, en el transcurso de la próxima década. Australia se mostró reacia a aceptar ni tan siguiera a uno.
Además, el Gobierno australiano actual ha sido un fiel partidario de los carburantes fósiles. Su último cambio de política medioambiental tenía en apariencia un punto de vista más avanzado. John Howard, el primer ministro australiano, destinó 700 millones de dólares a la investigación del desarrollo de energías alternativas. Pero en la misma comparecencia el propio Howard anunció que los impuestos sobre los carburantes fósiles se reducirían en 1.500 millones de dólares, con lo que en la práctica eliminaba todo incentivo para usar fuentes de energía renovables. Esta política miope tan sólo puede acelerar el proceso de calentamiento global.
Bangladesh es un país en riesgo inmediato por el calentamiento global y la subida resultante del nivel del mar. Hay 17 millones de personas viviendo a menos de un metro por encima de este nivel. El país está ubicado en el delta de tres ríos enormes que desembocan en la Bahía de Bengala. El Banco Mundial ha publicado un mapa que muestra que un aumento de sólo 50 centímetros en el nivel del mar, lo que coincide con las predicciones hechas para el próximo medio siglo, se tragaría dos tercios del país.
Esto amenaza la existencia misma de Bangladesh en décadas futuras.
El país ya tiene una población de 140 millones de personas y es uno de los más densamente poblados del mundo. Como es habitual, serán los enfermos, los ancianos y los campesinos sin tierra los que tendrán que soportar la mayor carga. Estas personas, aunque impotentes y desesperadas, exigirán un lugar adonde ir.
Mientras que el problema les puede parecer bastante distante a los ciudadanos occidentales, la realidad es que, en las próximas décadas, los efectos de los desastres medioambientales serán tan grandes sino mayores que los provocados por los conflictos armados.
El grupo de estudios medioambientales Instituto para la Vigilancia del Mundo (World Watch Institute), estima que hay 10 millones de personas que están en la indigencia debido a los efectos de la deforestación, la erosión del suelo, las inundaciones y los ciclones. Esto significa que constituyen la clase más numerosa de refugiados, mayor en número a la de aquellos que huyen de la guerra.
Pero desgraciadamente, no existe una categoría para los refugiados medioambientales. La ley no reconoce su situación de indigencia.
El ecologista Norman Myers predijo hace una década que nos estábamos acercando lentamente hacia una «crisis oculta». Se refería a los que huyen de los desastres naturales, tanto de los graduales como de los repentinos. Estimó que su número sería de150 millones de personas a lo largo de las tres décadas siguientes. La crisis es oculta porque no existe una categoría para ellos. Son gitanos legales, sin un hogar en la Convención de Ginebra. Cuando cruzan las fronteras, generalmente se les clasifica como inmigrantes económicos o extranjeros ilegales.
Por ejemplo, Nueva Zelanda considera a los ciudadanos que está aceptando de Tuvalu, la isla que se sumerge, como parte de un «programa de migración». El Gobierno está haciendo todo cuanto puede para que el programa sea de la más baja intensidad posible porque le preocupa la posible explotación en beneficio propio por parte de grupos políticos conservadores del ejemplo de Tuvalu.
Dentro de la Organización de las Naciones Unidas se ha estado debatiendo la cuestión. El año pasado mismo se decidió que no se debería cambiar la ley para incluir a aquellos que huyen de los desastres naturales. El argumento principal que se dio fue que los refugiados medioambientales son de tipo cíclico. Los desastres naturales aparecen y desaparecen. De acuerdo con este argumento, los que huyeron tienden a volver o deberían volver, cuando el desastre amaina.
El término refugiado debería limitarse a aquellas personas a las que sus gobiernos les han fallado.
Según este argumento, te puedes escapar de un ciclón pero no obtendrás el estatuto de refugiado. Si bien un ciclón te puede mutilar y destrozar, no te puede perseguir.
El Gobierno australiano cree que esto no es una cuestión importante. Si la ONU no se preocupa, tampoco lo haremos nosotros, viene a ser su razonamiento.
Pero las realidades globales pueden forzar la mano de la ley. Al igual que las fuerzas de la tecnología, la vejada cuestión del cambio climático es muy posible que deje atrás el progreso a paso de tortuga de cualquier ley y reglamento que se vayan adoptando para la regulación de estos fenómenos.
Los problemas globales exigen responsabilidades globales. El cambio climático es una realidad. Es una realidad que cada vez un mayor número de personas huye de desastres naturales. Sin embargo, esto no tiene su reflejo en la ley internacional y las naciones empobrecidas, que son las más afectadas, continuarán sufriendo.
Tanveer Ahmed es médico y periodista. Vive en Sydney, Australia