La VIII Asamblea federal de Izquierda Unida ha supuesto además de un espectáculo triste, un escalón más en la imparable espiral de degradación en la que está inmersa. Planteada como una asamblea de clarificación y debate en torno a contenidos se ha desarrollado desde el comienzo del proceso, como más de lo mismo: elusión del […]
La VIII Asamblea federal de Izquierda Unida ha supuesto además de un espectáculo triste, un escalón más en la imparable espiral de degradación en la que está inmersa. Planteada como una asamblea de clarificación y debate en torno a contenidos se ha desarrollado desde el comienzo del proceso, como más de lo mismo: elusión del debate sobre contenidos, programas y praxis política desde la auto-titulada izquierda transformadora. Desde hace meses las energías se ha gastado en el acopio de fuerzas y en el despliegue de ardides para conseguir listas y candidaturas con posibilidad de ganar, incidir o medrar a la sombra del pacto anhelado. No ha sido un tiempo preparatorio para la confrontación de proyectos precisos y explícitos sino apenas un armisticio entre contendientes y aspirantes al desvencijado sillón.
Los «ganadores» han omitido en todo momento desvelar el proyecto que acarician y que velan con un abigarrado manto de ismos y perífrasis. Pretenden culminar lo que Nueva Izquierda dejó a medio hacer antes de buscar acomodo en su lugar natural. Y para ello no han omitido ninguna irregularidad anti-estatutaria ni tampoco golpes de lesa democracia so capa de la soberanía asamblearia. Por una parte han aplicado unos Estatutos que no estaban todavía en vigor y por otra han rizado el rizo de su propia capacidad muñidora. Los Estatutos vigentes durante la Asamblea y los aprobados para el futuro en la misma Asamblea señalaban que el Consejo Político Federal se componía de 150 miembros elegidos por mitades: una en el acto y la otra por las federaciones. Súbitamente la Presidencia planteó a la concurrencia que se eligieran 110 en cada momento (220 en total). La Asamblea dijo sí y nos encontramos con una dirección electa con criterios contrarios a los viejos y nuevos Estatutos. ¿Qué calificativo tiene esto? Sin método, sin rigor y sin respeto a las normas que acaba de votar una asamblea no hay Democracia sino caos, confusión y vacaciones a la legalidad y al Derecho.
Los «perdedores» han dado otro penoso ejemplo. Candidaturas que se hacen in extremis y sin criterios de estructuración política en torno a un proyecto diáfano. Transfuguismo y sinuosidad en los últimos momentos; apaños coyunturales que no resisten ni diez minutos por mor de cálculos fallidos y desconexión con la militancia a la que dicen representar. Miedo escénico en los momentos clave y un confusionismo mayúsculo en torno al proyecto del que se reclaman. Con estos mimbres, estas prácticas y estos contravalores el Consejo Político Federal que debe ratificar o no al Coordinador General será un peldaño más en el descenso hacia la nada. ¿Así abordaremos el Referéndum del 20 de Febrero? ¿así nos enfrentaremos a lo que se avecina sobre los asalariados?¿así tendremos credibilidad?
Espero que el Próximo Congreso del Partido Comunista de España ayude a recobrar la sensatez perdida, el análisis despreciado, la Ética ausente y un mínimo de organicidad propio de personas honestas y militantes de una siglas gloriosas.