«Para que incluso la desesperación se venda,Solo hace falta encontrar la fórmula» Léo Ferré Mientras los gobiernos de América Latina elaboran argumentos para intentar convencer a sus poblaciones que la crisis alimentaria se debe sólo a coyunturas foráneas en vez de influir la política económica aplicada y soportada por ellos mismos, cada cinco segundos muere […]
«Para que incluso la desesperación se venda,
Solo hace falta encontrar la fórmula»
Léo Ferré
Mientras los gobiernos de América Latina elaboran argumentos para intentar convencer a sus poblaciones que la crisis alimentaria se debe sólo a coyunturas foráneas en vez de influir la política económica aplicada y soportada por ellos mismos, cada cinco segundos muere por inanición un ser humano en el mundo.
Se hace referencia al alza del petróleo, al uso de alimentos como el maíz o la soya en la elaboración de biocombustibles, o simplemente a la mayor capacidad adquisitiva de mayores cantidades de personas, como argumento justificador del alza de los precios de los alimentos y la menor posibilidad a su vez de ser adquirirlos para el consumo cotidiano.
Si bien es cierto que estos factores inciden en el alza de precios de los alimentos, el factor estructural que posibilita el acaparamiento de los grandes almacenes, así como que cada vez más los países sean dependientes alimenticiamente, es gracias al programa de ajustes estructurales (PAE), el cual en base a la aplicación de las ventajas comparativas, se induce- gracias a las presiones ejercidas del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional- a los países que necesitaron de préstamos y que actualmente poseen una cuantiosa deuda externa, a que se dediquen a la producción única de algún alimento específico, en base a la exposición teórica de los beneficios del libre intercambio.
Sin embargo, este libre intercambio, lo que ocasiona realmente es que países como Haití, que hasta hace unos años eran autónomos alimenticiamente hablando, hoy tenga que importar el 80 por ciento de productos para poder supervivir; así mismo esto sólo beneficia a países altamente necesitados de alimentos, los cuales son a su vez totalmente dependientes de los productos importados.
Como hemos hecho mención, Haití es el caso emblema en América de los costos del PAE, y sus ventajas comparativas, haciendo posible que sus habitantes en su mayoría para no morir de hambre, se vean obligados a ingerir una especie de galletas hechas de arcilla con grasas de animales, conocidas como picas.
Por otra parte en países como el Perú, del cual el gobierno manifiesta un espejismo frente a lo real, se argumenta lo externo del factor inflacionario, brindando como mejor receta la creación de nuevos hábitos alimenticios, o simplemente la privación de la ingesta de los productos en alza. Buena manera de sacudirse del problema, sobretodo cuando el gobierno peruano, anhela ser reconocido como obediente y fiel siervo de su patrón norteamericano, siguiendo el mismo camino del capital y la privatización, sin importar costo social alguno.
Esta pequeña introducción, espero sirva para la lectura del cuento Déjalos comer saltamontes, elaborado por James Petras hace algunos años (2004), preparado por arteidea editores, pero que muy bien se ajusta a las problemáticas actuales.
Seymur Summer era parte de la misión del Banco Mundial en Indonesia, que supervisaba la implementación de las reformas económicas que el Banco había demandado a los gobiernos a cambio de un préstamo multibillonario. Sus asesores principales Ariel Dreckman y Luis Costello, lo acompañaron.
-No entiendo cómo Shuharto se escapó con semejantes estafas e increíbles malos manejos-comentó Seymur después del almuerzo en el Hotel Intercontinental que cuesta trescientos dólares al día.
-Sí pues, si lees nuestros reportes anuales de las últimas dos décadas encontrarás que hubo más milagros en Yakarta que en Lourdes-interrumpió Costello.
-Bueno, sus indicadores macroeconómicos fueron impresionantes, sabes-comentó Dreckman un poco irritado ya que estuvo dentro del equipo que compiló los reportes indoneses.
-Sabíamos que había corrupción pero parecía ser grasa que mantenía la maquinaria en marcha-agregó Dreckman.
Seymur se fijó en el periódico de habla inglesa que estaba en la silla junto a la suya.
-Bueno los mercaderes chinos están siendo culpados por eso, y no nosotros o la familia de Shuharto. Eso es un alivio.
Costello se iluminó:
-Me encanta. Jalamos la cola de los indoneses y ellos arañan a los chinos. ¿Podemos patentar la fórmula para el resto del mundo? Llegaríamos a nuestras misiones con la ara de ser profesionales de carrera y nos escaparíamos en los vuelos de madrugada.
Seymur levantó una ceja:
-Es terrible lo que las mafias le han hecho a los chinos, a ese único grupo empresarial que podía proveerles de comida.
-Estás en los cierto Seymur-interpuso Costello-. El único problema es que los amigos en las ciudades no tienen dinero para comprar comida desde que el régimen empezó a implementar nuestras recomendaciones, y muchos obreros fueron despedidos.
Ariel se percató del rostro de incomodidad de Seymur y decidió destacar algunos puntos de mérito:
-Sabes tan bien como yo que no hay prosperidad sin dolor-cortó un pedazo grande de su filet mignon y se lo metió en la boca asentándolo con una bocanada de French Bordeaux cosecha 1986.
-Lo sé, lo sé-movió sus manos-.Obtuvimos lo correcto, de otra forma, ¿Qué hacemos en un hotel de cinco estrellas tratando de salvar la economía indonesa de los inversionistas y acreedores extranjeros?
Summer estaba visiblemente incómodo.
-Suenas como uno de esos viejos dinosaurios izquierdistas que no sabe nada acerca de economía y repite todo ese ruido sobre la desigualdad de clases y el imperialismo. Ahora es anticuado utilizar de chivo expiatorio a los hombres de negocios, ellos culpan a las minorías empresariales y a las agencias internacionales de préstamo.
Summer pudo reprimir una ventosidad pero fue incapaz de contener un sonoro eructo. Dreckman se disculpó por él, echándose la culpa. Mientras Costello, sonriendo, decía que «la comida es demasiado rica para este clima tropical».
Seymur estaba enojado con Ariel por hacer notar su sonoro eructo y se ofendió por la sonrisa de Costello.
-Mira, si te interesa tanto el costo social de las Reformas, ¿por qué no investigas su impacto? Algunos de los que manejan la salud mundial dicen que son más o menos 100 millones de personas que enfrentan serias carencias de alimentos.
Después del almuerzo, Costello llamó al ministro y le dijo que le gustaría visitar algunos pueblos para obtener, de primera mano, un punto de vista sobre el problema del hambre. Cogió el periódico Wall Street donde había una historia sobre el hambre en Indonesia y una solución para éste. Entonces leyó:
«No derrotado por su pobreza, el anciano del pueblo está más que feliz de mostrar su menú para el día: raíz de mandioca procesada, quizás algunos granos y saltamontes».
-En realidad éstos son bastante saludables-dice Raciman, mientras un chico muestra un saltamontes frito-. De hecho, ellos venden el insecto en este árido pueblo javanense a 20 centavos la libra. Los indoneses rurales han agregado tradicionalmente los insectos a sus dietas en tiempos de coacción, y con el estrés actual causado por la sequía, las devaluaciones de la moneda y los problemas de distribución de comida, los insectos están suministrando los nutrientes una vez más.
-Los capullos de mariposa pueden también ser comida deliciosa-dice Rakiman.
Costello estaba indignado:
-Hump, Igual que el Journal, deja un lado nuestras reformas y nuestro papel en la estimulación del consumo de estas delicadezas gastronómicas.
Costello pidió al oficial del ministerio llevarlo a los pueblos donde freían saltamontes y los capullos de mariposa.
-No hay problema. Ésos son los platos nacionales desde el colapso; pero, los capullos son horneados y asados, ¿cuál de los dos prefiere usted observar?
Llegaron a un pueblo y se unieron a uno de los más viejos, un burócrata de la época de Shuharto, quién los dejó en una cocina donde se veía una «parrillada» de maíz, saltamontes fritos, gusanos hervidos y capullos de mariposas horneados como parte del menú. Afuera, algunos niños descalzos daban vueltas esperando comer alas y patas sobrantes de los saltamontes, o conseguir una taza de caldo de los gusanos.
-¿A qué saben?- le preguntó Costello al anciano.
-Los saltamontes fritos a papas fritas sin salsa de soya. Toma prueba uno. Te gustará.
Costello mordió el saltamontes e hizo una ligera mueca.
-No está mal-puso su mejor cara.
Así que esto es lo que está atenuando el hambre; probablemente más nutritivo que el arroz, se dijo a sí mismo.
Costello se volteó hacia el oficial del Ministerio y señaló:
-No está mal. Quizás debamos organizar una conferencia sobre complementos nutricionales de bajo costo en tiempos de reforma económica.
-Buena idea. La podríamos llevar a cabo en Yakarta en el Hotel Intercontinental-, repuso.
Después de detenerse en un par de pueblos más, Costello le dijo al oficial que ya tenía suficientes datos de los «sitios visitados» para preparar un reporte y que su texto podría ser complementado con datos del Ministerio de Salud.
Costello estaba ansioso por regresar al hotel para encontrarse con su concubina indonesa y tener un encuentro sexual antes de elaborar su reporte: La aparición del hambre en la Indonesia rural.
A mitad de camino, Costello sintió que su estomago retumbaba. Dolores punzantes en los intestinos.- ¡Alto!-, gritó y saltó a un lado del camino, se bajó los pantalones e hizo sus necesidades biológicas. Mientras tanto, muchos niños pequeños lo observaban con rostros sonrientes. Uno de ellos se le acercó después de que él se subiera los pantalones.
-Saltamontes cocidos a treinta centavos la onza.
-No, vete-respondió Costello Horrorizado.
-Tómelos, a 25 centavos.
-No, tú cómetelos.- Se apresuró a entrar al carro. Lanzó una moneda al niño y le dijo que repartiera el festín con sus amigos. Cuando llegó al hotel, subió al cuarto, dejó a su amante en la cama y se fue directo al baño.
Fue allí donde preparó la brillante idea de atrapar langostas que infestan los aviones del sur del Sahara y llevarlas a Indonesia. Despidió a su concubina y se sentó en su computadora escribiéndolo todo con muchos detalles, interrumpido sólo por las idas al baño.
Al día siguiente se encontró con Seymur y Ariel, y les dijo:
-En la próxima economía global, tenemos que ver cómo los problemas de una región se pueden convertir en soluciones para otras.
-Corta ese balbuceo global político económico. No estás dando una entrevista al New York Times-lo interrumpió secamente Seymur.
-Hay billones de langostas, gordos saltamontes devastando Etiopía que podrían alimentar a los hambrientos Indoneses. Trayendo las langostas desde Etiopía, la producción de granos podría crecer y alimentar a su gente, dando nuevos empleos a los cazadores de saltamontes, proveyendo comida nutritiva a los indoneses que atraviesan reformas económicas. Piensen en las posibilidades de empleo: cientos de vendedores de saltamontes fritos; porque yo he observado que bajo circunstancias difíciles, las posibilidades microempresariales ya están ahí.
Dreckman puntualizó:
-Podríamos financiar el proyecto como parte de nuestro programa de asistencia a la pobreza para complementar las reformas económicas.
-Seymur aclaró:
-Podríamos llamar a Cargill y ver si el sector privado estaría interesado en incursionar en la exportación de granos. ¿Ven?, necesitamos introducir al sector privado en esto, de otra forma puede haber un problema de suministros.
-También hay un problema de distribución local. Ellos sacaron de circulación a los [WINDOWS-1252?]chinos….-Dreckman estaba otra vez molestando a Seymur.
-Podríamos alentar co-ops-agregó-, una palanca desde el ala progresista del Banco Mundial.
-Ellos harían un desastre-contradijo-¿Qué saben los burócratas gubernamentales sobre saltamontes? Probablemente morirían y apestarían antes de llegar a la gente.
-Bueno, hay importantes puntos que establecer-intervino Seymur con su modulada voz.
-¿por qué no organizamos un seminario aquí, en la Organización Agrícola y Alimenticia, con la Organización de la Salud y nuestra propia gente?
-Excelente idea-gritó Ariel.
-Aquí, en el mismo sitio para darle urgencia.
-En el Hotel Intercontinental-añadió Costello-, con platos de saltamontes fritos y papas fritas al estilo inglés. Y capullos de mariposa en salsa francesa.