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Del peligro del economicismo en la transición socialista

Fuentes: Ogunguerrero

Las condiciones del Periodo Especial en Cuba, a partir de la década del 90, establecieron, además de un atraso económico de un 35% en su Producto Interno Bruto, un nivel de singularidad sin precedentes en la historia universal, sobre todo en cuanto a la decisión de continuar con una concepción socialista sin rendirse ante la […]

Las condiciones del Periodo Especial en Cuba, a partir de la década del 90, establecieron, además de un atraso económico de un 35% en su Producto Interno Bruto, un nivel de singularidad sin precedentes en la historia universal, sobre todo en cuanto a la decisión de continuar con una concepción socialista sin rendirse ante la repentina desaparición de las necesarias relaciones económicas que sustentarían su desarrollo. Ello no sólo desmarca como absolutamente singular el caso cubano, sino que advierte con claridad una lección: el hecho de que el socialismo como proyecto para la sociedad permaneciera indica, entre otras cosas, hasta qué punto un enfoque economicista condiciona el propio paso al derrumbe del sistema.

La decisión de no renunciar a la esencia socializadora del sistema de relaciones sociales, aunque fuese a costa de agarrarse de la brocha, tan criticada por gurúes y exégetas del racionalismo capitalista, concedió la clave para su permanencia en Cuba. Con la economía nacional en caos impensable y el equilibrio familiar enfrascado en una desesperada, absurda, indescriptible lucha por la sobrevivencia, la cultura política nacional siguió reconociendo al socialismo como sistema legítimo de desarrollo.

La proclamación del fin del tránsito en la URSS, tras el acelerado primer plan quinquenal, en 1936, se sustentó sobre un tipo de argumentación economicista que quedaba disfrazada por una declamatoria socializadora, lo cual sí constituía, en cambio, un adelanto en ese mismo modelo soviético. El atraso en que vivía la sociedad rusa fue en efecto superado, lo que no sólo generó mejoras en la población en general, sino también cambió la actitud del sujeto social ante la búsqueda de la satisfacción de sus necesidades, ante la garantía de sus derechos de vida respecto a sus elementales condiciones, ante la adquisición de un alto grado de dignidad social, más que todo expresado en las reales y crecientes posibilidades de profesionalizarse.

La transición al socialismo es, aún con variables internas, regionales y nacionales de excepción, un periodo tan largo como larga pueda ser la existencia del imperialismo monopolista. La esencia de la globalización es, en primer orden, imperialista, sometida por la expansión del poder de los monopolios sobre el poder político, jurídico y militar. Conjuntamente, la esencia de la globalización se sostiene sobre una ideología neoliberal que a través de los monopolios de la información se empodera del juicio natural universal. Por tanto, y por si no fuese suficiente, hay que tener en cuenta además que las soluciones en casos aislados, como los que perduran o por la urnas surgen en el contexto latinoamericano, son sistemas que necesitan desarrollarse bajo las condiciones de asedio imperial y que, por tanto, han de solucionar en específico el carácter de sus variables.

Si bien Cuba está directamente bloqueada, el resto de las naciones que, o bien proclaman el avance al socialismo o bien se desvían un tanto de la ruta neoliberal de sometimiento hegemónico imperial, son asediadas por la subversión económica, cultural y, en no pocas ocasiones, terrorista, hasta alcanzar, si se precisa, el golpe de Estado. La intención de llevar el papel del Estado a grados de nulidad funcional, aunque es un objetivo parcialmente logrado por esa globalización neoliberal, sobre todo respecto a su capacidad de decisión en el área de inversiones y la obtención de beneficios que se reviertan en el bienestar común, choca sin embargo con la necesidad de mantener, para cualquier tipo de control social, el concepto operativo de nación, lo cual retroalimenta al estado-nación en esa constante invasión depredatoria del mercado.

Así pues, la heterogeneidad de los modelos de transición socialista debe atender, antes que a la esencia del mecanismo económico, y sin descuidar la producción eficiente y su desarrollo autónomo, a la esencia sistémica de la distribución social de la producción. Lo que se tiene por ineficiencia en los sistemas socialistas, como el de Cuba, en muchas ocasiones no es más que consecuencia de repartir con un grado importante de equilibrio el resultado de una producción que aun no cubre las demandas concretas de la población y que, paradójicamente, es víctima de redistribuciones indebidas y espurias. Es una relación causa-efecto que, por su dinámica dialéctica, deberá transformarse de acuerdo con el advenimiento de escalas más desarrolladas en las propias relaciones sociales. Los pequeños productores que se apresuran a formar parte de la heterogeneidad de nuestra economía, aun cuando se reproduzcan por toda la geografía nacional, no terminarán por resolver el problema del desarrollo social socialista. En principio, incluso, están regenerando un crecimiento del costo de los alimentos, y otros productos básicos, bajo el pretexto apenas declarado de que sus ganancias deben ser suntuosas. Así descargan sobre el Estado la culpa de la difícil variabilidad de precios en una sociedad acostumbrada por años al asistencialismo.

No se trata, desde una perspectiva socialista, de satanizar esa producción mercantil simple, sino de establecer, tanto acorde con la experiencia histórica como con los elementos de imprescindible relación respecto a la globalización neoliberal, las variables estrictamente sistémicas que puedan contrarrestar el carácter economicista-liberal de soluciones forzosas, circunstanciales y expuestas a atrofiar en la percepción popular la necesaria existencia de la redistribución social. Si los usufructuarios campesinos y los cooperativistas mixtos tienen la posibilidad de variar sus esferas y objetivos productivos de acuerdo con el monto de sus propias ganancias, el caos no demorará mucho y las relaciones nacionales que en esas producciones descansan se verán ante la necesidad de nuevas reformas, algunas de ellas drásticas en cuanto a la intervención ante la concentración solapada de la propiedad. Paralelamente, las desigualdades sociales crecerían. La demanda, por otra parte, oscila, como ha ocurrido con el precio del azúcar y el tabaco, por ejemplo, pero no por ello es estratégico abandonar de plano sus rubros, al menos si se piensa antes en la sociedad que en la ganancia empresarial.

La heterogeneidad del sistema necesita, requisitoriamente, una condición socializadora que regule y desarrolle su flujo productivo. Precisa, en fin, de un sistema de planificación dinámico, interdisciplinario (no economicista por esencia), fuertemente estructurado en su carácter sistémico, capaz de asimilar desde su perspectiva rectora la transversalidad inevitable de sus decisiones y apto para asumir las inmediatas, y con frecuencia transitorias, flexibilizaciones en la práctica constante. Y es un absurdo insostenible pretender, no sólo que los clásicos del marxismo hubiesen establecido las recetas, sino que puedan decretarse nuevos recetarios estables. Ello sólo llevaría a la propia estandarización del sistema y, por consiguiente, al debilitamiento ante la permanente confrontación con la expansión imperialista y el incentivado concurso de la Ciberguerra Fría y su terrorismo mediático. Es un síntoma, por supuesto, de la tendencia sedentaria, inmovilista, de ciertos cuadros y profesionales con poder de decisión y reglamentación cuyas conductas fueron criticadas por el Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, Raúl Castro, en su Informe Central al VI Congreso del PCC. Y es, al mismo tiempo, un reto que el socialismo cubano no evade en las actuales circunstancias de actualización de su modelo económico.

Fuente: http://ogunguerrero.wordpress.com/2011/05/14/del-peligro-del-economicismo-en-la-transicion-socialista/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.