Recomiendo:
0

Del pucherazo al «trumpazo» o la modernización de la democracia

Fuentes: Rebelión

Lo que se ofrece hoy como modelo de democracia por quienes disponen del poder político se conoce con el nombre de democracia representativa, es decir, una imagen distorsionada de la verdadera democracia . Pero si no hay otra cosa para expresar la voluntad ciudadana -aunque sea convenientemente manipulada-, habrá que seguir el juego. La cuestión […]

Lo que se ofrece hoy como modelo de democracia por quienes disponen del poder político se conoce con el nombre de democracia representativa, es decir, una imagen distorsionada de la verdadera democracia . Pero si no hay otra cosa para expresar la voluntad ciudadana -aunque sea convenientemente manipulada-, habrá que seguir el juego. La cuestión es votar, o sea, introducir de vez en cuando un papel en el aparato colocado a tal fin, y todo listo. Puede decirse que sin este trámite formal no hay democracia representativa. En ella, la mayoría de la sociedad debe votar para que luego la gobierne una minoría. Y esto responde a un razonamiento elemental, ya que si gobernaran todos sería un auténtico follón. Así es como se fabrican los sabios de la política, es decir, los que llegan a gobernar; mientras que los otros profesionales del ramo, si no logran plaza, quedan en situación de expectativa. De esta manera, los primeros, tienen la vía libre para gobernar temporalmente a las masas, pero pensando como pueden conservarse en esa posición; por contra, los aspirantes al poder que no alcanzaron el grado de sabiduría exigido por las urnas deben perfeccionar sus métodos de persuasión para ganarse al electorado en otra ocasión. De ahí que haya que afinar las estrategias para sumar votos a cualquier precio, aunque sea dejando de operar limpiamente.

La antigua práctica de falsear el proceso electoral haciendo uso del pucherazo o manejo para desviar el sentido de los votos utilizando diversos ingenios fraudulentos, ya fuera cambiando las papeletas electorales, obligando a introducir en la urna las prefabricadas o empleando cualquier otra artimaña dirigida a falsear el sentido del voto ciudadano, ha sido superada y no es preciso recurrir a ella. Puede ser que queden residuos de esta práctica en las democracias miméticas resultantes de la globalización, en las que subsiste el caciquismo , un modelo de poder oculto pero generalizado en el mundo, que a tenor de los lugares en los que se instala ofrece ligeras variantes, pero identidad de fondo. Ahora, con eso del progreso, los caciques, aunque no han perdido su baluarte económico para el dominio de sus gentes, precisan de la manipulación política para modernizarlo y asegurarlo. A tal fin, inevitablemente tienen que declararse demócratas convencidos, lo que supone airear que su clientela les han votado libremente. Lo del pucherazo clásico ha pasado a acusar obsolescencia, como cualquier producto de la era capitalista, por lo que hay que darlo por erradicado, al menos en las democracias de primera categoría.

Pese a la liquidación del viejo pucherazo, no por ello se ha extinguido el espíritu fraudulento que le animaba. Su lugar ha venido a ocuparse por otras técnicas en las que la manipulación o abiertamente la coacción han sido el patrón común. Incluso el simple mercadeo de papeletas, acudiendo a la compra en metálico o fundamentalmente al pago en especie, no puede darse por extinguido. Pero es el gobernante quien juega con cierta ventaja utilizando la propaganda como técnica de persuasión más efectiva que la de sus oponentes, sin echar en olvido la promoción a su amparo de prebendas para sectores favorecidos, porque arrastran muchos votos, o bien prometiendo cosas que habían quedado en el olvido. También el dominio de la legalidad permite situaciones de privilegio, excluyendo cualquier actividad fuera de las previsiones oficiales o de los intereses dominantes convirtiéndolas en delito. Sin echar en olvido que la libertad siempre puede ser limitada por la censura encubierta o abiertamente a través de la represión.

A medida que la disciplina del sufragio se perfecciona y se despierta la sensibilidad ciudadana, parece que ya no se pueden hacer trampas a ojos vista. Algunas técnicas están en crisis. Así resulta que se van limitando las derivadas de la manipulación e incluso se cuestionan otras más sutiles amparadas en la persuasión. En todo caso, la minoría que aspira a ejercer el poder no se resigna a renunciar a cualquier método que permita añadir ventaja sobre sus contrincantes electorales, tratando de respetar siempre la buena imagen.

Sin duda la pretensión de tomar el poder por la vía electoral, agudiza el ingenio de los aspirantes y esto es lo que ha sucedido, según se dice, en las últimas elecciones presidenciales USA. El establishment , acostumbrado a controlar las claves del sistema, se ha visto sorprendido porque le han adelantado por la derecha en la carrera hacia la presidencia. Ha jugado un papel importante el uso de la utensilios innovadores en la tecnificación, tanto a nivel de captación personal del electorado como en el diseño de la política, apareciendo en escena un nuevo método para ganar votos, con apariencia aséptica, que pudiera llamarse «trumpazo» , en cuanto parece ser que se ha desarrollado en beneficio del candidato, luego presidente. El uso de recurso técnicos ha dejado atrás las prácticas tradicionales tanto para hacer política desde la propia política, como para llevar la creencia de una ideología a los individuos, sin que estos pierdan su condición de integrantes de las masas. Con ello se da lustre aparente a la individualidad, como que ese otro más cercano atendiera a las reivindicaciones personales del yo . Se han utilizado mis datos, tratando tecnológicamente mis preferencias incardinándolas en la masa y, junto a otros millones de individuos, me han hecho creer que un personaje de esa minoría dirigente lo haría como lo haría yo. El trumpazo, en lo que se refiere a este punto que afecta a los votantes -la estrategia política es otro tema-, ha supuesto usar de la tecnología para conectar de manera efectiva con la individualidad y así suplir las deficiencias de la representación tradicional y sus corruptelas electorales. Votar, conforme a la nueva técnica del trumpazo es algo así como crear la ilusión de votarse a mi mismo. Pero realmente no soy yo, porque sigo siendo un votante para que me gobierne otro. En todo caso, resulta claro que el pucherazo y sus sucedáneos han sido superados, empujados por la modernización del asunto electoral.

Queda pendiente una reflexión final, y es que la nueva técnica electoral no permite avanzar en el fondo de la cuestión, porque queda intacta la vieja fórmula de la representación . En todo caso, siguiendo la senda marcada por la democracia representativa, no se hace sino confirmar la permanente incapacidad de los ciudadanos para gobernarse políticamente en el plano de la voluntad general.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.