Recomiendo:
0

Descarada y arrogante apología del fascismo

Fuentes: Rebelión

«En el fondo lo que hace el Partido Popular es puro negacionismo. Es negar los hechos históricos objetivos, es distorsionar de forma interesada e ilegítima el registro histórico de tal manera que los acontecimientos aparezcan de la forma más favorable a las posiciones políticas sectarias. Es negar la realidad para no enfrentarse a una verdad […]

«En el fondo lo que hace el Partido Popular es puro negacionismo. Es negar los hechos históricos objetivos, es distorsionar de forma interesada e ilegítima el registro histórico de tal manera que los acontecimientos aparezcan de la forma más favorable a las posiciones políticas sectarias. Es negar la realidad para no enfrentarse a una verdad incómoda. Habría que recordar que, por ejemplo, el negacionismo del Holocausto es delito penal en varios países. ¿Se imaginan este debate en Alemania o Italia? ¿La derecha de estos países sería capaz de decir que cambiar el nombre de una avenida Hermann Goering o Benito Mussolini por Konrad Adenauer o Antonio Gramsci es sustituir a los de un bando por los de otro? La teoría de los dos bandos pretende igualar la República con la dictadura y niega el concepto de memoria histórica«
(Agustín Moreno)

Durante los últimos días hemos vivido de nuevo, con más intensidad si cabe, una tremenda demostración del carácter fascista del partido que nos gobierna, así como de algunos sectores de nuestra sociedad. Así que, para las personas que aún se preguntan cómo es posible que el PP continúe elección tras elección siendo la primera fuerza política, aquí tienen otro argumento explicativo más, y es la gran cantidad de fascistas que tenemos en nuestro país, no sólo, digamos, como vestigio de cierto «franquismo sociológico» (que también), sino como la existencia de personas declaradas, convencidas y proclamadas abiertamente fascistas y practicantes. Personas para las cuales Millán-Astray o Franco son auténticos ídolos. Todo ha ocurrido (aunque como decimos la cosa viene de antaño) a raíz de que el Comisionado de la Memoria Histórica (Ley que el PP desprecia absolutamente, y que durante la pasada legislatura ha ninguneado y despojado de toda financiación pública) ha propuesto cambiar en Madrid el nombre de la calle dedicada al General Millán-Astray, a la sazón fundador de la Legión, por el de «Avenida de la Inteligencia», en clara dedicación a la réplica que le dedicó Miguel de Unamuno al general fascista, cuando éste le interrumpió en su discurso ante el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, en 1936.

Para los que no conozcan la anécdota (recogida por el hispanista Hugh Thomas en su libro «La Guerra Civil Española») , el General profirió gritos de «¡Viva la muerte! ¡Muera la inteligencia!«, a los que Unamuno respondió con el famoso «¡Venceréis, pero no convenceréis!«, aún a riesgo de costarle la vida, cosa que estuvo a punto de suceder. Pues bien, ante el intento de cambiar el nombre de la referida calle, la Hermandad Nacional de los Antiguos Caballeros Legionarios se ha sentido muy herida en su honor, y han acusado al Ayuntamiento de Madrid, dirigido por Manuela Carmena, de hacer una «aplicación revanchista» de la Ley de Memoria Histórica ( miren quiénes vienen ahora a hablar de revanchismo, los admiradores de aquéllos que estuvieron instalando un régimen genocida durante casi cuarenta años), incluso interrumpieron el pleno del Ayuntamiento argumentando que Millán-Astray no fue un terrorista, que los terroristas son los de Podemos, por simpatizar con ETA. Han convocado manifestaciones en contra del cambio de nombre a la calle, e incluso han asegurado que si tal cambio se materializa, ellos se encargarán de volver a colocar la placa dedicada al general franquista. Y por supuesto, en apoyo de tal colectivo, el PP ha solicitado en el pleno del distrito de Latina que la vía pública mantenga el nombre del ex general. Incluso que quede completado de la forma: «Calle del Fundador de la Legión Española, Millán Astray«. Este personaje (José Millán Astray y Terreros, La Coruña, 1879-Madrid, 1954) fue uno de los militares más sanguinarios de nuestra Guerra Civil y de la posterior dictadura.

Aunque no directamente, participó en la rebelión militar de 1936 contra la Segunda República (que ellos llamaron «Alzamiento Nacional«, con el intento de legitimar y glorificar su penosa hazaña). Antes había fundado la Legión Española en 1920, y según el historiador Paul Preston, fue «la persona que más influencia ejerció en la formación moral e ideológica de Francisco Franco, contribuyendo al ideario violento de la extrema derecha española«. Según Preston, Millán Astray «institucionalizó y evangelizó los valores brutales y embrutecedores con que Franco libró y ganó la Guerra Civil española» (citado en su libro «Las tres Españas del 36», y que recoge eldiario.es). Durante la posterior dictadura, Millán Astray fue un alto cargo del franquismo, fundador de Radio Nacional de España (la radio oficial del bando sublevado, y quizá el mayor medio de comunicación del régimen hasta la aparición de TVE en 1956), y Jefe de Prensa y Propaganda, así como Procurador en las Cortes franquistas entre 1943 y 1952. En declaraciones a la Agencia EFE, recogidas entre otros medios por Yahoo! Noticias, Guillermo Rocafort, Secretario de la Hermandad de Legionarios, ha declarado: «No entendemos cómo este Ayuntamiento intenta aplicar ese rodillo del odio, que es la Memoria Histórica, para arrebatar a los héroes de nuestras calles y poner nombres totalmente improcedentes«. Estas indecentes declaraciones son una prueba evidente de lo que tantas veces hemos reclamado, y que piden entre otros el colectivo ANEMOI de militares republicanos, que es una profunda renovación de nuestras Fuerzas Armadas, tanto en su organización como en su ideología, para que se conviertan en unos auténticos Ejércitos democráticos al servicio del pueblo.

Durante la referida manifestación de la Hermandad de Legionarios, se escucharon por parte del público asistente vítores a José Antonio Primo de Rivera y a Francisco Franco, así como frases contrarias a las Comunidades Autónomas. Bien, y la siguiente pregunta que toca hacerse es: ¿Y quién está detrás de todo esto en el escenario político? ¿Quién mantiene viva la llama del franquismo en nuestro país, continúa sin condenar expresamente la dictadura franquista, y desprecia continuamente la Ley de Memoria Histórica? Pues si los lectores han pensado en el Partido Popular, han acertado. De hecho, Esperanza Aguirre (la más aguerrida pepera sin complejos) ha salido en defensa del general golpista, declarando, entre otras lindezas, que «participó en asuntos sociales muy importantes». Por supuesto, Aguirre defiende que el callejero de Madrid continúe honrando al fundador de la Legión, y alto cargo del franquismo. Esta defensa de Aguirre se ha sumado a la que ya realizó el PP en el pleno del pasado día 15 del distrito de La Latina (Madrid) junto a la Hermandad de Legionarios y otros simpatizantes de la extrema derecha. Ellos, que tanto alardean de ser un partido democrático, están defendiendo a uno de los personajes más crueles del franquismo, un militar abyecto y genocida que inspiró la denominación de Franco como «Caudillo». Un perverso personaje del cual se cuenta que dirigía la Oficina de Prensa del régimen como si fuera un cuartel, donde los periodistas tenían que cuadrarse y alinearse al toque de silbato. Estos son los ídolos del PP y de sus simpatizantes. Ellos son los que manipulan (y lo llevan haciendo desde la Transición, mediante la intolerable Ley de Amnistía de 1977) la historia, presentando a personajes de esta calaña como si fueran héroes, benefactores capaces de salvar vidas, cuando lo único que hicieron fue instalar el terror y la venganza en la población.

El llamado Partido Popular, definido como organización criminal por los jueces, es un instrumento al servicio de las grandes empresas, del Ejército, de la Iglesia y de todos los fascistas que aún quedan en este país, que son muchos. El PP es la vía mediante la que se canaliza la perpetuidad del poder de las grandes estructuras franquistas, la garantía de que todo aquéllo no cambie, dando un barniz de apariencia democrática. Y en todo ello ha sido ayudado por el PSOE, que ha sido capaz no sólo de ofrecer una Ley de Memoria Histórica insuficiente, sino de abandonar su cumplimiento, pues aún tenemos pendientes, a más de cuarenta años de la muerte del dictador, la anulación de todos los juicios y sentencias franquistas, la búsqueda y exhumación de todos los cadáveres enterrados en las cunetas, la condena absoluta de la dictadura por parte de todas las fuerzas políticas y agentes económicos y sociales, y las garantías de verdad, justicia y reparación para todas las víctimas del franquismo. Vergüenza como país nos debería dar, el hecho de que tenga que ser un juzgado y una jueza argentina, María Servini de Cubría, la encargada de investigar los crímenes del franquismo, atendiendo a las demandas de las víctimas españolas, porque se ven desamparadas en su propio país. Cuando todos los demás países del mundo que han sufrido sangrientas dictaduras han pasado página asegurando dichas garantías a su población, nosotros tenemos todavía partidos políticos y colectivos sociales que no sólo no condenan, sino que adoran y glorifican a los jerifaltes de la dictadura.

Como nos recuerda Rafael Almazán en este reciente artículo, «La Legión que creó el fascista Millán-Astray estaba llena de delincuentes (en la legión no se pedían antecedentes de ningún tipo) y de gente asocial que veían una posibilidad de trabajar, y sobre todo, de dar rienda suelta a sus deseos violentos. De hecho, lo demostraron con exageración en la guerra civil, aliándose con los golpistas, y antes en la revolución obrera de Asturias de 1934«. Y concluye: «La disolución de la Legión, una unidad militar de carácter violento, hubiera sido la mejor solución«. Pero en nuestro país se permite incluso la reivindicación de la figura de su fundador, un criminal de guerra y de la dictadura, sin que pase absolutamente nada. Y es que según Esteban Ibarra, Presidente del Movimiento Contra la Intolerancia: «El cógido penal alemán tipifica la apología del nazismo como un delito, algo que no sucede en el caso español«. Y así, nos encontramos con hechos patéticos como la reciente encarcelación de unos titiriteros acusados del delito de «enaltecimiento del terrorismo» por poner una pancarta con la expresión «Gora-Alka-ETA» durante una función de títeres de carácter satírico, pero se permite con total impunidad que cada cierto tiempo tengamos que soportar las manifestaciones fascistas de un grupo de energúmenos exaltados que añora la despreciable figura del dictador. Si hubiera voluntad política, debería incorporarse el ensalzamiento del franquismo como delito en el código penal. Es la opinión de Carlos Slepoy, que recoge María Altimira en este reciente artículo del medio Kaos en la Red, para quien esto no es posible «debido al hecho de que todavía hay jueces de la Audiencia Nacional y del Tribunal Supremo que simpatizan con esta ideología, y políticos herederos del franquismo«, que ponen trabas a la justicia internacional.

De esta forma, y mediante el amparo de la referida Ley de Amnistía de 1977, los gobiernos bipartidistas han conseguido hasta ahora evitar la reapertura de cualquier debate relativo al franquismo, aunque lo cierto es que dicha legislación vulnera todos los tratados internacionales en materia de derechos humanos suscritos por España. De hecho, en octubre de 2013, el PP rechazó incluir la apología del franquismo como delito, dentro de la Reforma del Código Penal impulsada por el entonces Ministro de Justicia Alberto Ruiz Gallardón, a la sazón yerno de otro alto cargo franquista. Evidentemente, no podía incluirse esta actitud como delito, porque es el propio PP, sus militantes, simpatizantes y dirigentes, los primeros que hacen abierta apología del franquismo, como lo demuestran cientos de proclamas, decisiones y actitudes que el medio Kaos en la Red recogió en este fantástico dossier: Mayor Oreja defendió la extraordinaria placidez del franquismo, Fraga declaró que «el franquismo ha sentado las bases para una España con más orden«, María San Gil declaró que «Con Franco vivíamos en paz«, Hernando ha declarado que «La República llevó a un millón de muertos«, Aznar condecoró al torturador Melitón Manzanas, el PP no condena la apología de sus alcaldes al régimen franquista, ni censura la exposición de símbolos fascistas en sus mercadillos, el Gobierno del PP declara que no detendrá a los ex ministros franquistas «porque las órdenes de Interpol no son vinculantes«, el PP rechaza extraditar o juzgar a los ex ministros franquistas reclamados por Argentina, el PP rechaza anular los juicios políticos del franquismo, el PP rechaza crear en el Congreso una «Comisión de la Verdad» sobre desaparecidos y víctimas de la Guerra Civil, el PP valenciano evitó definir el franquismo como dictadura, o senadores del PP que solicitan «que no se dé más la murga con la Ley de Memoria Histórica«.

Y como esas, mil acontecimientos más podríamos relatar de la amplia trayectoria de cargos del PP, que continuamente exaltan, dignifican, recuerdan o disculpan las tropelías del régimen franquista, o de sus altos cargos. Ellos son los que manipulan la Historia, ellos son los que desean la venganza, ellos son responsables e instigadores del abundante franquismo sociológico que desgraciadamente vivimos aún en nuestros días, son ellos los que abonan la semilla del odio, de la represión, de la dictadura. Son ellos los que añoran ese «pasado glorioso» del régimen franquista, que fue una oscura página de nuestro pasado, y que los verdaderos demócratas nos esforzamos en situar en su justo reconocimiento. La alargada sombra del régimen franquista llega hasta nuestros días, y mientras no tengamos valientes líderes y dirigentes políticos capaces de abordar esta asignatura pendiente, continuaremos sufriendo este denigrante panorama. Si viviéramos en un auténtico país democrático, manifestaciones del Cuerpo de la Legión reivindicando la figura de su fundador, un general golpista, no serían permitidas, así como también, por ejemplo, la Policía Nacional debería haber detenido «ipso facto» a Esperanza Aguirre cuando explicaba en un vídeo las razones por las que dicho general golpista debería conservar su calle, alabando el carácter «social» de sus actividades. Así que, en respuesta a ese engañoso mensaje que dice «Ni Rojos ni Azules«, debemos responder: ¡Rojos!, porque los Azules nos llevan gobernando cuarenta años de dictadura, más otros cuarenta de propina «democrática». Así que ¡muera la Calle del General Millán-Astray! ¡Viva la Avenida de la Inteligencia!

Blog del autor: http://rafaelsilva.over-blog.es

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.