Al abrir el correo electrónico Miguel encontró de nuevo otro mensaje que le alertaba que un compañero suyo estaba siendo procesado judicialmente. Cuando hace dos años recibió el primer mensaje de estas características, no quiso darle importancia. Se refería a un conocido suyo, pero con el que tenía poco trato. Pero ahora, el caso de […]
Al abrir el correo electrónico Miguel encontró de nuevo otro mensaje que le alertaba que un compañero suyo estaba siendo procesado judicialmente. Cuando hace dos años recibió el primer mensaje de estas características, no quiso darle importancia. Se refería a un conocido suyo, pero con el que tenía poco trato. Pero ahora, el caso de Paul, suma el quinto en dos años, y jolín, a Paul lo conocía muy bien. Mientras rebotaba el correo recibido a su grupo de amistades solicitando un gesto de solidaridad, Miguel pensaba ¿quién será el próximo? ¿Somos una pandilla de criminales?… y yo ¿vivo en una nube?
La «pandilla» de Miguel, es un colectivo que agrupa a más de 200 millones de personas distribuidas por los pueblos, los caseríos, las aldeas del Planeta. Son las familias campesinas que se han agrupado para defenderse de un sistema capitalista que los excluye. Para este modelo económico la producción de vegetales, la cría de ganado o la pesca se entiende exclusivamente como un negocio (muy lucrativo en muchos casos) omitiendo el Derecho a la Alimentación consagrado en la carta magna de las Naciones Unidas e impidiendo que los pequeños agricultores, ganaderos o pescadores puedan vivir dignamente de su trabajo, el de alimentar al mundo.
Paul es representante del sindicato EHNE que junto con otros sindicatos y organizaciones campesinas del planeta conforman la Vía Campesina y está siendo procesado, junto a otros dirigentes, a petición de una orden internacional, por una protesta realizada junto a unas 2.000 mujeres campesinas en la ciudad brasileña de Porto Alegre, en la que destruyeron brotes de eucaliptos de una multinacional de la celulosa. El juicio de Paul en Euskadi (ya ha declarado ante la policía brasileña y ahora en el Juzgado de Gernika), el de Juana en Santo Domingo o el de Henry en Indonesia por este acto, como pensaba Miguel, no son casos puntuales, sino que responden al enfrentamiento, entre quienes defienden la vida y quienes defienden los dividendos.
El eucalipto en Brasil o la palma aceitera en Asia, la soja en Paraguay son ejemplos de los «nuevos monocultivos» diseñados sólo para producir beneficios económicos y satisfacer necesidades de los países ricos (papel, combustible o pienso) en detrimento de las necesidades de los países del Sur y del mundo rural, de producir alimentos para la población local, a la vez que se dinamiza el tejido rural. Los eucaliptos son hambre. La palma africana es hambre. La soja es hambre. La avidez por estos cultivos expulsa de las tierras agrarias a millones de familias campesinas, convierten el suelo en desiertos verdes para la industria arruinando para siempre la fertilidad de los campos. Todo ello fomentado por las instituciones neoliberales, la complicidad de gobiernos y de dirigentes políticos que en algunos casos son al mismo tiempo propietarios de estas empresas. Son los «señores del hambre» que impunemente arrebatan vida del planeta. Sus balas son la corrupción, el libre comercio, la propiedad privada sobre la vida y sus ejércitos son los monocultivos, los agrotoxicos y los transgénicos.
Con actos como por los que son procesados, las 2.000 mujeres campesinas, Paul y los otros compañeros iluminan con un potente foco a los señores del hambre, que se esconden.
* Gustavo Duch Guillot es director de Veterinarios sin Fronteras