Burghfield es una pequeña localidad a unos 80 kilómetros al oeste de Londres. En una fábrica de esta población se producen las cabezas nucleares para los misiles del ejército británico. Es, junto a la de Aldermaston, la factoría de referencia. Los grandes medios de comunicación no se han hecho eco, pero el 2 de septiembre […]
Burghfield es una pequeña localidad a unos 80 kilómetros al oeste de Londres. En una fábrica de esta población se producen las cabezas nucleares para los misiles del ejército británico. Es, junto a la de Aldermaston, la factoría de referencia. Los grandes medios de comunicación no se han hecho eco, pero el 2 de septiembre tuvo lugar en Burghfield una acampada y acción de bloqueo de la factoría nuclear por parte de grupos pacifistas y antimilitaristas europeos. Entre ellos se hallaba Antonio Merino, miembro de Alternativa Antimilitarista-MOC, quien lleva cuatro años en el colectivo de Valencia y ha participado en varias acciones contra los ejércitos a escala internacional. De la experiencia de Burghfield, resalta el hecho de que gente de diferentes países europeos se juntara y pusiera en práctica la desobediencia civil no violenta contra la «obscenidad» que representan las armas nucleares.
¿Por qué se escogió Burghfield como escenario de la acción contra los ejércitos? ¿Cuál es el contexto de la protesta?
La fábrica ubicada en esta localidad es parte esencial del sistema de armas nucleares británicas. Las cabezas nucleares producidas en Burghfield se ensamblan en misiles y después se agregan a los submarinos nucleares (Tridents). Gran Bretaña dispone de 180 misiles, la mayoría estacionados en la base naval escocesa de Faslane. Además, actualmente Gran Bretaña debate la renovación de su sistema de armamento nuclear. En ese contexto, el movimiento de oposición en las islas (Trident Plougshares) pretende que el debate tenga relevancia internacional. Y organizó la acción de Burghfield.
¿Con qué argumentos?
Hay uno muy evidente. La renovación del sistema de armamento nuclear británico puede tener un coste de 120.000 millones de euros, mientras que los recortes en los presupuestos estatales de los últimos años ascienden a 80.000 millones de euros.
En Burghfield se organizó una acampada y acción de protesta en la que participaron grupos de toda Europa
Desde hace unos años se están coordinando los grupos pacifistas y antimilitaristas europeos. De hecho, existe una red que funciona como estructura informal. En la protesta contra la fábrica de Burghfield participó gente de Bélgica, Holanda, Finlandia, Francia, Inglaterra, Escocia y el estado español. Se organizó una acampada, declarada ilegal, en la que participaron unas 100 personas; y una acción de bloqueo con unas 40 personas.
¿En qué consistió cada una?
Entre el 26 de agosto y el 7 de septiembre se desarrolló la acampada. Consistió en tomar un espacio adyacente a la factoría de Burghfield. Era, en concreto, una zona verde propiedad del Ministerio de Defensa. Por supuesto, la acampada estaba prohibida. Quiero decir que se trataba de una acción de desobediencia civil no violenta. Por otra parte, el 2 de septiembre, desde las 5 de la mañana hasta las 7 de la tarde, se desarrolló la segunda iniciativa. Consistió en el bloqueo de las cuatro carreteras de acceso a la factoría nuclear, durante el mayor tiempo posible.
¿Cómo se organizaron las acciones?
Por grupos de afinidad y asambleas colectivas para la toma de decisiones. Precisamente esta estructura de grupos de afinidad resulta un buen antídoto frente a las infiltraciones policiales. En cuanto al método, nos encadenamos con «tubos de bloqueo», de hierro y plástico. Es una metodología que en el estado español se ha utilizado poco, pero que en Gran Bretaña es bastante habitual. Incluso existe un grupo de la policía británica especializada en «desarticular» los bloqueos con estos tubos.
¿Qué resaltarías, a modo de balance, de las movilizaciones?
Sobre todo, que gente de diferentes lugares de Europa actuaran juntos para denunciar la obscenidad que suponen las armas nucleares. Y también quiero destacar la organización en grupos de afinidad para desarrollar formas de desobediencia civil no violenta.
¿Cómo actuó la policía británica?
No actuó de modo contundente. Frente al bloqueo, primero acotaron la zona. Después avisaron a los equipos especializados de la policía y procedieron a «cortar» los tubos. Se produjo, finalmente, la detención de 22 activistas, que fueron trasladados a la comisaría de Reading (el mayor municipio del entorno). Allí permanecieron entre cinco y seis horas y, a la mayoría de ellos, se les amonestó. Por cierto, uno de los grupos de afinidad que participó en la acción de bloqueo lo formaban mujeres de edad avanzada (entre 70 y 80 años). Alguna de ellas incluso caminaba en silla de ruedas. Todas fueron detenidas.
Dices que no se produjeron cargas ni violencia policial…
Pero en la acampada estuvimos sometidos a estrecha vigilancia durante todo el día. Además, la policía inglesa tomó en comisaría a los detenidos las huellas digitales y muestras de saliva para identificar el ADN. Una muestra más de control social.
¿Y en cuanto a la respuesta del gobierno británico?
Mi impresión es que en Gran Bretaña no se criminaliza tanto la desobediencia civil no violenta como en el estado español. Pero hay algo importante. Los misiles y los submarinos nucleares se ubican en la base escocesa de Faslane. Y el gobierno escocés ha afirmado públicamente que si vence el «sí» en el referéndum por la independencia de Escocia, será éste un país libre de armas nucleares. Otra cuestión son las elecciones en Gran Bretaña que tendrán lugar en 2014. El objetivo de estas acciones antimilitaristas es presionar para que el problema de las armas nucleares esté presente en el debate público. En 2013 y 2014 se ha impulsado una campaña en ese sentido.
¿Qué repercusión tuvieron estas iniciativas de desobediencia cívica en los medios de comunicación?
Los medios británicos se hicieron eco de una manera muy limitada. Únicamente la prensa local y regional, que trató la cuestión de una manera muy aséptica. En cuanto al estado español, remitimos la información a los medios convencionales, pero nos ignoraron. Parece que no les incumbe el asunto de las armas nucleares. ¿Cómo se explica esto? Tenemos ya mucha experiencia acumulada y sabemos que si no hay detenciones, no informan de las protestas. Otra cosa son los medios alternativos. Han aparecido informaciones en Radio Klara, Radio Malva, La Haine, Kaos en la Red, Diagonal y Rebelión. También en las redes sociales.
El movimiento antimilitarista en el estado español. Formas parte del mismo. ¿Cuáles son las perspectivas?
El movimiento es hoy mucho más variado que en la década 1990-2002, cuando las fuerzas se concentraban en la lucha contra el servicio militar obligatorio y otras temáticas quedaban descuidadas. Actualmente hay, por el contrario, muchos frentes abiertos: gasto militar, cierre de bases; contra el reclutamiento profesional; contra el discurso humanitario de los ejércitos. Pero, en términos generales, contamos con menos fuerza que en la época de la insumisión, que atraía mucha gente y energías. Además, existen otras diferencias.
¿Por ejemplo?
La organización y redes de trabajo son también hoy más variadas. Entre los 90 y 2002, los colectivos se centraban en la oposición al servicio militar. Pienso en el Movimiento por la Objeción de Conciencia (MOC) o en Mili-KK. Actualmente, existen colectivos de estudio e investigación, como el Centro Delàs de Barcelona o el grupo «Utopía Contagiosa» de Madrid. Asimismo, sobre todo a partir de la irrupción del 15-M, también se promueven talleres de desobediencia civil, en los que tratamos de aportar nuestra experiencia en la lucha contra los ejércitos. Y, por supuesto, el activismo.
¿En qué campañas específicas trabaja actualmente el movimiento antimilitarista, en el estado español y a escala internacional?
En el estado español hay un eje capital. La lucha contra el gasto militar. De hecho, tenemos una campaña en marcha denominada «Recortar lo militar»; y la difusión de la objeción fiscal al gasto militar en la declaración de la renta. En el ámbito internacional, hay prevista una acción en diciembre de 2013 en Bruselas frente al lobby armamentista, es decir, frente a las oficinas de las principales empresas de armamento. La impulsa «Unión por la paz», una organización pacifista belga que practica la desobediencia civil no violenta. El lema es «Ctr Alt EU» y contará con grupos de afinidad a escala internacional.
Por otro lado, el conflicto de Siria, ¿Cuál es el rol de la denominada «comunidad internacional»?
Las potencias con intereses han violado los embargos a la venta de armamento (Estados Unidos, Reino Unido, Qatar, Arabia Saudí, Rusia e Irán. Según los cables de Wikileaks, una empresa italiana -Finmeccanica- vendió desde 2008 sistemas de comunicación al ejército y la policía siria. Por lo demás, tampoco hay pruebas concluyentes de que en Siria se hayan utilizado armas químicas. En cuanto al estado español, en lugar de apoyar una intervención militar, no estaría mal que se preocupara por los efectos de la guerra en las familias sirias.
¿De qué manera?
Según las informaciones del Ministerio de Defensa, el conjunto de las «operaciones» en el exterior del estado español (se entiende que bélicas) costaron, sólo en 2012, la cantidad de 767 millones de euros; más de la mitad de estos fondos (443 millones) se destinaron a la misión militar en Afganistán; solo esa última cantidad serviría para dar cobijo material a más de 880.000 familias sirias.
Por último, ¿Cómo se posiciona el movimiento antimilitarista ante el conflicto?
Hay que oponerse a cualquier intervención miliar, en este caso de Estados Unidos y sus aliados, porque no hace sino agravar los conflictos. Y esto es compatible con la crítica a la dictadura siria y sus brutales mecanismos de represión. La salida que planteamos pasa por apoyar y fortalecer a la oposición civil, democrática y no armada, que es muy numerosa, variada y se extiende por el conjunto del territorio sirio. Pienso en colectivos de mujeres, periodistas independientes, redes vecinales… Pero estos grupos quedan eclipsados por la guerra. En los medios de comunicación occidentales se les concede mucho más relieve a los grupos armados que a la oposición no violenta.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.