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Hay que mirar la realidad cara a cara

Despidos en SEAT, crisis en la izquierda transformadora…

Fuentes: corriente [a]lterna

Si alguien quisiera saber por qué toda una serie de compañeros y compañeras del POR – en algún caso, después de más de treinta años de militancia continuada en sus filas – hemos ido entrando en conflicto y, finalmente, hemos acabado por romper con el grupo dirigente de esta organización, tan sólo necesitaría leer su […]

Si alguien quisiera saber por qué toda una serie de compañeros y compañeras del POR – en algún caso, después de más de treinta años de militancia continuada en sus filas – hemos ido entrando en conflicto y, finalmente, hemos acabado por romper con el grupo dirigente de esta organización, tan sólo necesitaría leer su declaración acerca de los 660 despidos en SEAT, publicada la semana pasada en EUiA-Opinions (boletín electrónico de Esquerra Unida i Alternativa). Cuando, en su día, fundamos el POR con la voluntad de contribuir a transformar la caída de la dictadura franquista en el inicio de una revolución proletaria, nos animaba el espíritu combativo que inscribió este lema en el ideario del trotskismo: «Mirar la realidad cara a cara. Decir la verdad a las masas, por amarga que ésta sea.» Algunas y algunos seguimos creyendo en la vigencia de esa tradición de la IV Internacional y de su programa. Desgraciadamente, no parece ser ya el caso del POR, y la declaración sobre la actual crisis en el ramo del automóvil a que nos referimos constituye un ejemplo gravísimo de ello.

En efecto. Esa toma de posición del POR, lejos de representar un llamamiento a la solidaridad efectiva con los trabajadores y trabajadoras de SEAT, parece ante todo destinada a enmascarar y encubrir la responsabilidad del gobierno tripartito de Catalunya en esa acometida contra la clase trabajadora. Y pretende, al mismo tiempo, ocultar otro problema, vinculado al primero pero quizás aún más grave, y ante el cual resultaría inadmisible pasar de puntillas y «sin armar bulla», como se ha puesto últimamente de moda decir entre nosotros: la responsabilidad particular de Esquerra Unida i Alternativa en este asunto. Y es que, dentro de nuestra organización, tenemos compañeros de SEAT que han sido despedidos… y compañeros que han firmado el acuerdo de despido y que han negociado incluso con la empresa la lista de la gente que, finalmente, se ha visto en la calle. Pero hay más: el comunicado oficial de EUiA del 23 de Diciembre constituye un ejemplo de actitud jesuítica que debería sonrojar a toda la afiliación. Leedlo atentamente y veréis que dicho comunicado no se solidariza de hecho tampoco con la gente de SEAT, sino que «la acompaña en el sentimiento» y le aconseja resignación; como mucho, exige una aplicación «correcta», sin «abusos», del plan de reducción de la plantilla. ¡Cómo si un plan de casi 700 despidos – sin mencionar siquiera el trato canallesco hacia mujeres embarazadas o disminuidos físicos – no representase en sí mismo un abuso intolerable! Dicho de otro modo: EUiA, contrariamente a los trabajadores y trabajadoras de SEAT que pararon la producción, indignados ante el acuerdo de la vergüenza, lo acepta y lo apoya – como «mal menor», como «buen acuerdo» o como «sacrificio que permite la continuidad de la marca», lo mismo da. «¡Houston, tenemos un problema!»

Fuegos artificiales

En tales condiciones, la declaración del POR constituye todo un ejercicio de impostura. ¿Cómo se puede tener el valor de decir que los despidos han sido «un golpe inaceptable de la patronal contra la clase trabajadora… y el tripartito»? ¿A quién se pretende engañar? La verdad es que, en esta crisis, el gobierno «catalanista y de izquierdas» ha respaldado en todo momento a la multinacional y se ha plegado dócilmente a sus exigencias. No hubo ningún heroico combate entre la Plaça de Sant Jaume y Wolfsburg. La realidad es que, hoy por hoy, en el gobierno más a la izquierda que hemos conseguido llevar al poder en Catalunya después de veintitrés años de dominio de la derecha nacionalista… manda mucho más el Consejo de Administración de Volkswagen que el Consell Nacional de EUiA – por mucho que a algunos les guste presumir de que somos una «fuerza de gobierno». ¡Pero si hasta CCOO y UGT de SEAT – aunque sea para justificar su propia capitulación – han estado explicando que el tripartito presionó a los sindicatos para que se avinieran a un acuerdo con la empresa! No hemos oído en ningún momento al conseller Rañé alzar la voz contra la multinacional; sin embargo, le hemos visto blandir amenazadoramente la perspectiva de una resolución administrativa del conflicto «que no gustaría a nadie». ¡A buen entendedor!Las centrales sindicales mayoritarias han propiciado una traición sin paliativos para evitar al tripartito el mal trago de tener que dictar él mismo el expediente de regulación de empleo. Cuando quiere hablar con la Generalitat, al presidente de SEAT le basta con decir a su secretaria que le ponga con Maragall. La clase obrera de SEAT, por el contrario, si quiere hacerse oír por «su» gobierno, tendrá que parar la fábrica y salir a la calle. Y si, además, pretende que ese gobierno le haga caso, probablemente tendrá que hacer eso en más de una ocasión e incluso tumbar algún conseller descaradamente servil. Tampoco sería sorprendente que, antes de llegar a entrevistarse con el Honorable, los trabajadores y trabajadoras de SEAT tuviesen algún «intercambio de opiniones»con las compañías antidisturbios de los Mossos d’Esquadra. Esa es la amarga realidad que hay que mirar de frente. Nadie puede creer – empezando por los mismos compañeros que han escrito semejante majadería – que «el gobierno tripartito de la Generalitat ha actuado con una neutralidad que favorece la presión y la estrategia de la empresa». Un gobierno, órgano ejecutivo por definición, es la institución menos proclive a la neutralidad. Y, en este caso, el gobierno ha actuado a favor de la patronal.

Cuando quiere hablar con la Generalitat, al presidente de SEAT le basta con decir a su secretaria que le ponga con Maragall. La clase obrera de SEAT, por el contrario, si quiere hacerse oír por «su» gobierno, tendrá que parar la fábrica y salir a la calle. Y si, además, pretende que ese gobierno le haga caso, probablemente tendrá que hacer eso en más de una ocasión e incluso tumbar algún descaradamente servil. Tampoco sería sorprendente que, antes de llegar a entrevistarse con el Honorable, los trabajadores y trabajadoras de SEAT tuviesen algún con las compañías antidisturbios de los . Esa es la amarga realidad que hay que mirar de frente. Nadie puede creer – empezando por los mismos compañeros que han escrito semejante majadería – que la Un gobierno, órgano ejecutivo por definición, es la institución menos proclive a la neutralidad. Y, en este caso, Ese tipo de declaraciones pueden complacer a algunos fariseos del tripartito. Es muy dudoso, no obstante, que lleguen a suscitar un movimiento de entusiasmo entre la plantilla de SEAT. No creo que el POR se atreva a montar un piquete para difundir su declaración en Martorell, donde estos compañeros escucharían sin duda – acerca del papel del tripartito y de sus inoportunos abogados procedentes de una vieja extrema izquierda reconvertida en tendencia «respetable» – comentarios muy alejados de las buenas maneras que imperan en los círculos de la izquierda gubernamental. Tampoco cosecharían aplausos cuando explicasen que «UGT y CCOO – ¡pobres incautos! – han caído en la trampa que les tendió la empresa». El 23 de Diciembre, cuando se repartían las cartas de despido, los locales de estos sindicatos tuvieron que ser protegidos por los agentes de seguridad de la empresa y sus delegados ni se atrevieron a asomarse por los talleres. La gente exigía la dimisión de los dirigentes que habían firmado el acuerdo. Finalmente, parece asimismo dudoso que el personal se avenga a calificar de «grave error» el comportamiento de los jefes de los sindicatos mayoritarios. Los epítetos que se manejan en fábrica son de mayor calibre. Allí todo el mundo sabe que los firmantes del «buen acuerdo» no se presentarían por nada del mundo como voluntarios en las listas de despedidos en lugar de algún compañero o compañera en situación particularmente dramática. Nadie ignora que las burocracias sindicales tienen mejor resuelta su propia «cuestión social» que el resto de sus afiliados y afiliadas.

La verdad es revolucionaria

Esa es la realidad de la lucha de clases, donde hay resistencia a la explotación y solidaridad; pero donde existen también traiciones y corrupción. Y, muchas veces, complicidades con la burguesía y cobardía por parte de las direcciones de izquierdas. Esta desagradable realidad hay que atreverse a nombrarla, hay que enfrentarse a ella… y no tratar de maquillarla para quedar bien en las cenas de sociedad de la pequeña burguesía «progresista», dispuesta a vivir de las migajas del capitalismo y a administrar «con criterio social» el incuestionable dominio de los dogmas liberales. En la época de la globalización, algunos llamamos a este fenómeno «social-liberalismo». He aquí una expresión que no triunfó demasiado en la IV Asamblea de EUiA del último verano. Sobre todo cuando quisimos aplicar ese diagnóstico a los vínculos y políticas características del núcleo duro del tripartito. «Ya iremos diciendo sobre la marcha lo que nos gusta y también lo que no nos convence de este gobierno, y basta», se nos respondió – con mucha desenvoltura – en aquella ocasión. Muy bien, ¿y ahora qué? Seguro que a EUiA no le ha gustado el trato dispensado por el gobierno a los trabajadores y trabajadoras de SEAT. Pero nuestra organización se lo traga, protege al tripartito – no contra la derecha, que se frota las manos, sino contra la cólera legítima de nuestra gente – y contribuye a esa auténtica puñalada por la espalda en que ha consistido el acuerdo sobre los despidos.

Si, como decíamos antes, es pura fantasía la lucha épica que sugiere la declaración del POR entre la multinacional y «nuestro» gobierno de izquierdas, también resulta un ridículo invento esa pretendida «dura pugna por parte de la cúpula de la federación del metal y ciertos dirigentes de la CONC contra el llamado sector crítico». ¡Naturalmente que hubo presiones por ese lado también! Basta con escuchar las escandalosas declaraciones de Fidalgo presentando el acuerdo de SEAT – que «puede gustar o no» – como un modelo aplicable a otras empresas del ramo de la automoción… igualmente afectadas, según el líder de Comisiones, por un enojoso exceso de personal. Presiones, desde luego, las hubo. Pero ese «sector crítico» cedió prestamente ante ellas, promovió el pacto con la empresa, dio la espalda a compañeros y compañeras y se acomodó a la situación. Pues bien, ese «sector crítico» que pisoteó de tal modo las mejores tradiciones del sindicalismo de clase, está formado por gente de EUiA y, concretamente, de su mayoría dirigente. Como el POR vivotea confortablemente instalado en esa mayoría, para no incomodar a nadie ni poner en peligro su posición entre los cargos de confianza del gobierno, tiene que inventarse coartadas tardías y contar guerras que nunca tuvieron lugar.

Todo eso es muy diplomático, pero profundamente desmoralizador para un movimiento de izquierdas. En aquella época en que compartíamos principios, la militancia del POR repetía con frecuencia que «la verdad es siempre revolucionaria». No podemos construir nada sobre la mentira. ¿Qué vamos a decir, dentro de unos días, en las jornadas programáticas de la coalición ICV-EUiA, cuando hagamos balance de dos años de gobierno tripartito? ¿Nos llenaremos la boca hablando de su esperado «giro social»? Y, dentro de EUiA, ¿qué vamos a hacer? ¿Vamos a continuar como si nada con nuestra campaña a favor del «trabajo digno»?¿Cómo vamos a impulsar esa campaña? ¿Formaremos acaso una comisión entre nuestros compañeros despedidos de SEAT y los otros, los que han trapicheado un apaño con la empresa, para que nos preparen alguna performance?

Es necesario que nuestro próximo Consell Nacional tenga el valor de abordar el problema y que encuentre el modo de reconducir una situación manifiestamente insostenible. Tan sólo hay una manera digna de hacerlo: desde la autocrítica, y recomponiendo la unidad en torno a las víctimas de los despidos; desde la denuncia sin ambigüedades del acuerdo y el compromiso de luchar por revocarlo; desde la exigencia de la readmisión de todos y todas y desde la beligerancia contra cualquier actitud de complicidad hacia las multinacionales por parte del gobierno… Mira por dónde, el POR tiene una magnífica ocasión para «hablar con voz propia». ¡Ojalá nos diese la agradable sorpresa de defender consecuentemente «el derecho a la readmisión de todos los despedidos»… en lugar de aceptar tramposas resoluciones transaccionales que reduzcan tan buenos propósitos a una hipócrita palmadita en el hombro! ¡Ojalá! Todos y todas ganaríamos con eso. Sobre todo la propia EUiA. Un comportamiento como el que «oficialmente» hemos tenido ante el conflicto de SEAT es de aquellos que pueden desacreditar y hundir por muchos años a una organización de izquierdas.

La resistencia y la organización autónoma de los despedidos y despedidas ya ha comenzado. Tenemos compañeros firmemente implicados en la lucha. Ahora, lo que hay que dilucidar es si EUiA como tal sabrá rectificar y cumplir con su deber… o si preferirá mirar hacia otro lado. «¡No nos falles!» Hoy dirigimos este grito, no ya a un nuevo presidente de gobierno vagamente reformista, sino a toda una organización que se dice transformadora y alternativa.

* Lluís Rabell. Miembro del Consell Nacional de EUiA y miembro fundador del POR, actualmente adherido a «Revolta Global», organización de la IV Internacional en Catalunya.