Produce tristeza y desasosiego ver que tanta desgracia y tanta penuria no han servido para nada. Escuchar a politiquillos de tres en cuarto como el chico de los recados de la Junta de Andalucía, Juan Marín, decir que solo el turismo nos sacará de esta, produce esa tristeza y ese desasosiego.
La pandemia, además de originar pérdidas personales y sufrimientos, ha puesto de manifiesto la fragilidad de nuestro sistema público de salud. Creíamos que teníamos un robusto sistema sanitario, de los mejores del mundo como tantas veces así se nos hacía creer, y lo cierto es que no es así.
Las comunidades autónomas, en general, aprovechando sus competencias en materia sanitaria han ido progresivamente recortándola de tal manera que los treces sistemas de salud pública en modo alguno han mejorado el conjunto originario. Esta realidad y sus consecuencias no están sirviendo para repensar el sistema y mucho menos para dejar de perpetrar recortes y aumentar las inversiones para robustecer un sistema de salud pública que ya estaba dando inequívocas señales de ineficacia y que la pandemia no ha hecho más que acelerar su decadencia e ineficacia.
Así, los politiquillos de corta de miras que no ven más de allá de sus narices y que su preocupación es salvar su culo y su supervivencia política, nada dicen sobre inversiones en Sanidad, en recursos humanos y materiales, sobre todo en atención primaria. Esto produce desasosiego, porque nada hace pensar que lo que ha ocurrido no vuelva a ocurrir.
Otro aspecto que la pandemia ha puesto de manifiesto es la debilidad de nuestro sistema productivo. Estamos sufriendo y padeciendo como nadie la crisis económica originada por la pandemia. Un país cuyo sector de servicios suponga algo más del 12% de su PIB, está abocado a estar en una cuerda floja continua. El Turismo, además de estacional proporciona poco valor añadido y empleo en precario, es un sector que es muy sensible a cualquier eventualidad, ya sea social, natural o política. Antes de la pandemia, el turismo en España gozaba de un considerable auge, ocasionado fundamentalmente por la inestabilidad política y social de los países del Magreb y otras zonas del mundo. La pandemia ha dado al traste con este auge. Esto no quiere decir que debamos renunciar al turismo como industria, todo lo contrario. Hay que racionalizar el sector, darle valor añadido y procurar puestos de trabajo estables de calidad. Y paralelamente, realizar las inversiones en otros sectores productivos con mayor valor añadido y más calidad en el empleo para que la principal oportunidad de empleo de jóvenes y no tan jóvenes no sea tan solo en el sector de servicios.
A ninguno de los responsables del gobierno central o de las autonomías se les puede escuchar lo de diversificar el sistema productivo aumentando las inversiones en otros sectores productivos, lo que demuestra que no han entendido, por la razón que sea, los efectos de la pandemia.
Después de la pandemia, más de lo mismo y produce desasosiego saber que seguimos en manos de quienes no saben o no quieren ponerse a pensar cómo mejorar la sanidad pública y como diversificar el sistema productivo para que no dependa tanto del sector servicios y siguen apostando por lo fácil y conocido, sin importarle lo vivido y lo que puede volver a ocurrir con la misma crudeza.
Lo que dice el también conocido como el Torrijas o tonto útil de la Junta de Andalucía mencionado anteriormente, será cierto mientras que politiquillos cortoplacistas como él tengan alguna responsabilidad de gobierno.