Recomiendo:
0

Deterioro ambiental ataca a la niñez

Fuentes: IPS

La Asociación Argentina de Médicos por el Medio Ambiente (AAMMA), el Instituto Canadiense en Salud Infantil, los ministerios de Salud de ambos países y otras asociaciones no gubernamentales desarrollan el proyecto Perfil Sana, que apunta a identificar los problemas ambientales a los que está expuesta la niñez para reducir los riesgos de contraer enfermedades. «Tratar […]

La Asociación Argentina de Médicos por el Medio Ambiente (AAMMA), el Instituto Canadiense en Salud Infantil, los ministerios de Salud de ambos países y otras asociaciones no gubernamentales desarrollan el proyecto Perfil Sana, que apunta a identificar los problemas ambientales a los que está expuesta la niñez para reducir los riesgos de contraer enfermedades.

«Tratar los síntomas de una diarrea o de un ataque de asma es muy sencillo, pero lo que casi siempre queda pendiente es la indagación sobre las causas que provocan esas enfermedades, y muchas veces esas causas están relacionadas con alteraciones ambientales», explicó a IPS la pediatra Lilian Corra, presidenta de AAMMA.

Diarreas o parásitos por contaminación del agua, alergias y asma por la polución del aire, enfermedades transmitidas por mosquitos (más extendidas a medida que aumenta la temperatura global), enfermedades neurológicas provocadas por exposición a metales pesados y el cáncer son sólo algunas de ellas.

Un estudio de la OMS (Organización Mundial de la Salud) indica que 33 por ciento de las enfermedades que padecen los niños y niñas menores de cinco años responde a alteraciones ambientales. Sin embargo esos factores rara vez son atendidos por los médicos o por los padres en la consulta pediátrica.

El proyecto Perfil Sana se desarrolla en Argentina con la cooperación de la Agencia Canadiense para el Desarrollo,

La idea de elaborar un perfil similar está siendo analizada por sociedades pediátricas de Brasil, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay. «Argentina está trabajando con mucho compromiso en este tema y quiere que el mismo proyecto se pueda replicar en todo el Cono Sur» de América, anticipó la doctora Corra.

La tarea consta de tres partes. Por un lado, a través de la Sociedad Argentina de Pediatría, se distribuyó una encuesta entre más de 13.000 médicos de niños, que terminó de recogerse este mes.

Corra explicó que la consulta busca conocer cuánta información tienen los pediatras sobre los temas de salud ambiental infantil.

La encuesta es para saber si los factores ambientales que pueden incidir en el desarrollo de algunas enfermedades típicas de los niños, como las respiratorias (bronquitis, asma, broncoespasmo), son recogidos en la historia clínica del paciente, o no son tomados en cuenta por el pediatra.

También indaga si los padres transmiten al médico sus dudas sobre la calidad del agua que consumen sus hijos, la eventual toxicidad de algunos alimentos, los riesgos de exposición a plaguicidas o a la radiación solar. Además, pregunta a los médicos cuáles conjuntos de síntomas cree que están asociados a causas ambientales.

En la lista distribuida se enumeran problemas de salud en vías respiratorias, nacimiento prematuro, déficit intelectual, trastornos neurológicos -relacionados con la contaminación con plomo o mercurio–, problemas dermatológicos, cáncer, intoxicaciones, alteraciones endocrinológicas, malformaciones congénitas, trastornos nutricionales y lesiones.

Otra parte del proyecto consiste en desarrollar dos investigaciones de campo, una en el ámbito rural y otra en zona urbana. La primera se lleva adelante desde abril en la nororiental provincia de Misiones, para analizar los efectos de la exposición de los niños al uso de plaguicidas en los cultivos.

La otra es en Zarate, una localidad del norte de la oriental provincia de Buenos Aires, donde las autoridades se manifestaron muy interesadas en conocer el impacto en niños de su exposición al plomo, un metal pesado utilizado en la industria establecida muy cerca de la ciudad.

Corra explicó que para un pediatra es fácil reconocer una intoxicación aguda con plomo, pero no ocurre lo mismo cuando la exposición es permanente y en dosis bajas. En este segundo caso, los síntomas son menos evidentes aunque los efectos resultan deletéreos e irreversibles en el largo plazo.

El mercurio y el plomo son considerados «robadores intelectuales», advirtió la experta, porque afectan el desarrollo del cerebro alterando funciones como la memoria y la capacidad de concentración. Por lo tanto es un tipo de contaminación que condiciona el rendimiento intelectual y la capacidad de aprendizaje de los niños.

La médica explicó además que hay 12 contaminantes orgánicos persistentes que tienen efectos negativos en el desarrollo del cerebro, el sistema inmunológico y el endócrino. Deben ser eliminados o reducidos, según un convenio internacional firmado en Estocolmo en 2001, pero en Argentina existen varios de ellos.

Finalmente, el proyecto Perfil Sana prevé recolectar toda la información existente dentro y fuera del país sobre incidencia de factores ambientales en la salud de los niños a fin de reunirla y ponerla a disposición de los pediatras.

Los coordinadores del proyecto creen que para 2007 podrán tener un panorama completo de lo que ocurre en el campo de la salud ambiental infantil en Argentina, y una orientación sobre las medidas que deben adoptarse para reducir los riesgos de exposición a contraer determinadas enfermedades.

En el trayecto, se habrán formado grupos de trabajo y se logrará una mayor conciencia de los vínculos entre las enfermedades y su entorno, tanto entre los funcionarios del área de salud como entre los pediatras y las familias.

En la Sociedad Argentina de Pediatría ya hay una unidad de expertos en salud ambiental, en tanto el Ministerio de Salud y Ambiente se comprometió a crear unidades pediátricas ambientales para trabajar en hospitales y centros de salud. Para ese fin se está capacitando a los médicos en las distintas provincias.

Las unidades, similares a las que ya funcionan en Canadá, Estados Unidos y México, trabajarán en red, de manera de intercambiar información y proponer medidas concretas en los focos de conflicto.

«Necesitamos tener una formación profesional que nos dé una visión menos fragmentada y más holística de los problemas», recomendó la experta, aludiendo a la carrera de grado de los médicos, centrada en la atención de los síntomas.

Explicó que prácticamente todas las enfermedades tienen múltiples causas y que hay que procurar analizar qué peso tiene cada una en el desarrollo de una enfermedad. «Para eso tenemos que cambiar nuestra educación y generar un proceso de toma de conciencia sobre la relación que hay entre estos temas», sostuvo.