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Digerir la historia

Fuentes: Rebelión

El pasado existe, es una afirmación axiomática, una certeza científica, incuestionable. El nuestro, como antes el de tantos otros Pueblos, contiene episodios de horror, épocas de ilustración, pasajes de ignominia, momentos de gloria, lapsos de luz y períodos de oscuridad… la Historia es como es: una correlación de hechos, cada uno de los cuales fue […]

El pasado existe, es una afirmación axiomática, una certeza científica, incuestionable. El nuestro, como antes el de tantos otros Pueblos, contiene episodios de horror, épocas de ilustración, pasajes de ignominia, momentos de gloria, lapsos de luz y períodos de oscuridad… la Historia es como es: una correlación de hechos, cada uno de los cuales fue vivido desde tantos puntos de vista como personas intervinieron en él.

El presente no surge de la nada. Nos hallamos inmersos en un flujo de hechos, continuo y unidireccional, en el que cada efímero presente enlaza con un pasado que conduce al futuro, y a veces lo condiciona.

Este razonamiento puede parecer demasiado obvio -casi de Perogrullo-, pero a tenor de las posiciones mantenidas por la actual oligarquía de partidos, por más innecesario que pudiera parecer, los acontecimientos mueven a la reflexión. Es preciso pensar, o muy pronto las cosas irán a peor.

Negar la mayor

Hay partidos que se han instalado en la situación de negar la parte del pasado que no les conviene recordar, lo que supone un mayúsculo ejercicio de irresponsabilidad política, moral, ética, lógica y -en muchos países- legal. Emitir opiniones libres -acaso críticas- con el devenir de los acontecimientos y las decisiones tomadas por los sucesivos gobiernos durante el período de la Segunda República es una cosa, pero negar la legitimidad institucional y su carácter democrático al propio sistema republicano, es algo muy distinto -y grave- llamado negacionismo.

¿Qué hacemos con el negacionismo?

Hay varios enfoques, diversos análisis a realizar y más de una disciplina que podría resultarnos de utilidad en aras de encontrar una respuesta a esta pregunta.

Desde un punto de vista historiográfico, se trataría de seguir procedimientos exclusivamente científicos, en interés de separar el grano de la paja, lo cierto de lo falso, lo oculto de entre los silencios… amparándonos exclusivamente en pruebas y documentos verificables, así como entrevistas y diversos trabajos de campo. Recuperar, proteger y divulgar la Memoria Histórica es una ineludible responsabilidad de las instituciones públicas.

La Memoria Histórica no debe entenderse como un simple fetiche destinado a ser contemplado en los fríos museos y permanecer en archivos accesibles solo para eruditos e investigadores. Los resultados de todo conocimiento asimilable al concepto de Memoria Histórica deberían servirnos para resarcir política y moral, pero también económicamente a quienes corresponda en Derecho; amén de incoar cuantos procedimientos penales se considere oportuno, a la luz de los crímenes cometidos desde el 17 de julio de 1936 hasta hoy. Recordemos que los delitos de lesa Humanidad jamás prescriben, y que su persecución tiene alcance universal.

Pero además deberían estimular la reflexión, despertar la semilla del pensamiento crítico, para analizar sin límites el nivel de madurez democrática de nuestro propio sistema. Observar debería llevarnos a comprender la necesidad de introducir cambios.

De optar por los caminos que discurren por estudio de la psique, habría que intentar analizar el por qué del negacionismo (Vg.: por qué tantos individuos del entorno del partido continuador del franquismo niegan que Juan Carlos -el actual jefe de Estado- presidiera reiteradamente los Consejos de Ministros en los años de la dictadura). Sin duda sería interesante indagar de qué se avergüenzan esos miembros del partido conservador para verse obligados a mentir -acaso mentirse- sobre hechos que por otra parte, cualquiera puede verificar acercándose a las hemerotecas de los periódicos y boletines oficiales. ¿Qué interesantes conclusiones revelaría un informe así? ¿Acusa la derecha española dificultades para asimilar su propio pasado? ¿Problemas de identidad? ¿Falta de autoestima?

De igual modo, un enfoque de naturaleza netamente criminológica, revelaría la existencia de un buen número de móviles para pretender semejante discontinuidad con el pasado: persistencia en el poder de elementos presuntamente estarían relacionados el asesinato de personas, todo tipo de abusos de poder y tráfico de influencias destinados al enriquecimiento ilícito de individuos del entorno familiar y empresarial de quienes acaparaban los altos cargos durante los períodos que tratan de esconder… por no hablar de las implicaciones que podría tener, por poner un ejemplo, procesar por genocidio al responsable bajo cuyo mando se ordenó el asesinato de Julián Grimau… ¿En qué situación quedaría el partido del que es presidente honorario el presunto inductor del crimen?

No se trata de venganza, sino de justicia. Por eso, es posible que, en favor de la paz y en atención a la avanzada edad de los presuntos delincuentes franquistas, hubiera de renunciarse a encarcelarles… pero al menos, de hallarles culpables se les podría inhabilitar para el desempeño de cargos públicos, contribuyendo así a mejorar la higiene de algunas de nuestras instituciones. ¿Sabía Usted quien ensucia hoy con su incomprensible presencia el mismo despacho que un día ocupara Largo Caballero en el Senado de España?

Impedir la impunidad del negacionismo es una forma de prevenir el revisionismo

No podemos permanecer impasibles ante el negacionismo, ni desde nuestra esfera personal, ni en el ámbito político y profesional en el que cada uno de nosotros intervengamos. Debemos trasladar esta noción a los poderes públicos, para que habiliten medios concretos que nos permitan recuperar la Memoria Histórica, deshacer entuertos, reconocer la dignidad de las víctimas y la legitimidad de todo un sistema constitucional, justo, libre, igual, fraterno y electo, que fue destruido por el odio y la codicia de unos pocos.

Hay que actuar con decisión contra el negacionismo, ampliando los supuestos que ya se encuentran tipificados en nuestro ordenamiento legal (CP, Art. 607.2), dotando de recursos materiales suficientes a la policía judicial, y asegurando el necesario impulso desde la Fiscalía General del Estado, para superar la etapa de impunidad de que hasta ahora venían beneficiándose los pseudo-historiadores a sueldo de inconfesables intereses. Todo esto no sería revanchismo ni crispación, sino simple, pura y mera Justicia. Justicia que desde hace tiempo se viene aplicando en múltiples países desarrollados, de nuestro propio entorno de influencia cultural, política y socio-económica. La ‘veda está abierta’, y si no actuamos, se mantendrá el actual marasmo culpable de la ignorancia masiva que hoy atenaza a la sociedad, reduciéndonos a extraños en nuestra propia casa, plantados en un presente sin pasado, se diría que Franco fue ayer, y Alfonso XIII justo anteayer.

De no hacer nada, y permitir el ‘libre’ progreso de la desmesura, llegaremos a ver como el negacionismo evoluciona al revisionismo. Y no parece correcto que nadie sepa en qué país vive, ni cuáles son sus raíces más inmediatas.

Si el segundo periódico más vendido en Austria, publicara una columna en su espacio editorial, falseando gravemente las fechas, nombres, causas y desenlace de la Segunda Guerra Mundial, en menos de una semana, su director debería corregir o ingresar en prisión. Aquí en cambio, hay sujetos que afirman tranquilamente que fue el PSOE quien provocó la Guerra Civil en 1934… y no ocurre nada. ¿Por qué?

A muchos les cuesta digerir la historia

Si uno defiende la veracidad sobre los hechos que provocaron el asesinato de tu padre o abuelo, habrá quien afirme que estás anclado en el pasado, que eres un ‘miserable guerracivilista’, un artífice de la crispación… claro, como hablamos del pasado, «mejor olvidémoslo», o al menos, eso dicen. Ahora bien, esas mismas personas no dudan en exprimir todo el provecho posible de sucesos igualmente terribles y alejados en el tiempo, como el asesinato de clérigos o el condenabilísimo crimen de guerra de Paracuellos de Jarama. ¿Por qué es lícito tener tan buena memoria en algunos casos, y sufrir una amnesia tan severa en otros?

Muy sencillo: no estamos ante un caso de amnesia selectiva, sino simplemente, ante una operación de embuste, cuya causa debemos buscarla a partes iguales en la vergüenza y el miedo. Vergüenza por los crímenes propios y de los ascendentes -familiares e ideológicos-, y miedo a muchas cosas: miedo a la acción de la Justicia, miedo al impacto electoral, miedo a que tras un hipotético período de inestabilidad, la privilegiada situación presente pueda correr algún riesgo… ya se sabe que la comodidad es muy adictiva.

Eso explicaría porqué el Senado de España, nuestra Cámara Alta, mantenga en activo a personas claramente imposibilitadas para el desempeño de sus funciones parlamentarias… la razón más probable sería tratar de garantizar un ‘blindaje vitalicio’ que proteja a los casos más estridentes de ignominia antidemocrática. Algo así como lo de Augusto Pinochet, pero a la española.

Es tiempo de justicia

Hay quien pretende servirse del tiempo para alterar la percepción de la Justicia, pero lo cierto es que Tiempo y Justicia no interfieren de tal modo sobre la raíz de los hechos, solo sobre su trascendencia pública -si se manipula adecuadamente la información-.

Esto se ve muy claro con algunos ejemplos: ¿Es adecuado ‘perdonar’ las ‘travesuras’ de los soldados que se encontraban a las órdenes de los generales Yagüe, Millán Astray, Moscardo, Mola y tantos otros? ¿Sí? ¿Por qué? ¿Por qué de eso hace mucho tiempo y ha habido una ‘Transición’ que nos impregnó de concordia y consenso ‘constitucional’?

¿Acaso un genocidio es menos grave con el paso del tiempo? No, un hecho de máxima gravedad, seguirá teniendo la misma consideración cualquiera que sea el tiempo transcurrido desde los sucesos tuvieran lugar. Vg.: el espantoso suceso del 13 de julio de 1997 en Lasarte… ¿Acaso es hoy menos grave de lo que fue el día siguiente al que ocurrió? ¿Son hoy menos graves los acontecimientos del 11 de septiembre de 1973 en Santiago de Chile, o los hechos del 26 de julio al 2 de agosto de 1909 en Barcelona, o el asesinato del 22 de noviembre de 1963 en Dallas?

Habitamos el presente -lo sabemos bien-, pero esta séptima planta tiene a su vez una planta baja -seguro-, sino no se tendría en pie. Los efectos del presente responden a una serie de causas, y es precisamente porque estamos sufriendo los efectos de estas causas, por lo que defendemos la necesidad de conocer, reflexionar y actuar en consecuencia.

Es tiempo de justicia. Nunca antes fue tan urgente -una vez fallezcan los últimos y más longevos testigos directos, la calidad de la información obtenida será muy inferior a la actual-. Además de intentar resarcir con honor, justicia y por supuesto dinero a quienes tanto lo necesitan y sin duda lo merecen, es preciso emerger de esta amnesia calculada, para que podamos pensar y empezar a cambiar las cosas.

La Historia no debería ser tabú

No debemos tener vergüenza de nuestras miserias, antes digerimos cosas como el período de ‘conquistas’, la ‘evangelización’ de ‘Las Indias’, el ‘tribunal’ de la Santa Inquisición, la limpieza étnica de los árabes, la limpieza étnica de la comunidad hebrea, la década ominosa, el bipartidismo ‘democrático’ del S. XIX, el irresponsable e internacionalmente ilegal abandono del pueblo saharaui a su suerte… tranquilos, este estercolero en el que habitamos ha salido airoso de más de un trance similar. La Historia no es tabú, solo es tabú aquello que nosotros consintamos que nos impongan que lo sea.

Dejemos el pasado a un lado… ¿Cómo es nuestro presente?

Tenemos a un carísimo y fecundo militar no electo, vitalicio y hereditario, de permanente okupa en la jefatura de Estado. Tenemos instituciones medievales como un registro civil especial para los miembros de la ‘Grandeza de España’. Tenemos las cuantiosas subvenciones y privilegios otorgados a la jerarquía de una secta destructiva que por fortuna está declive. Tenemos a una maquinaria asesina desperdigada por medio mundo, que suele hacer gala de sus instrumentos terroristas coincidiendo con la celebración de la fiesta nacional -de origen religioso, conmemora asimismo el inicio del genocidio de buena parte de América a manos de nuestros antepasados-. Tenemos una banca privada que nos cobra hasta cuatro viviendas por cada hogar financiado. Tenemos enclaves militares extranjeros en el interior de nuestro territorio nacional. Tenemos una prensa que es peor de lo que sería que no tenerla, porque siempre es preferible no saber, que ser maravillosa y calculadamente engañado. Tenemos tribunales especiales. Tenemos listas cerradas. Tenemos una inusitada opacidad y desmesura en el gasto público. Tenemos una fiscalía designada por el Gobierno. Tenemos a un par de magistrados para ‘controlar’ a todos los servicios secretos del país. Tenemos buenas relaciones con dictadores, a los que recibimos en visita de Estado. Tenemos centros de internamiento para inmigrantes en situación irregular, en el interior de zonas controladas por el Ejército. Tenemos una oligarquía de partidos que posee una extensa lista de asuntos pre-acordados soto voce. Tenemos millones de parados. Tenemos millones de jóvenes y no tan jóvenes que no pueden acceder a una vivienda digna a un precio razonable. Tenemos una situación masiva de especulación urbanística. Tenemos un Parlamento en el que no hay dos diputados que hayan sido elegidos con el mismo número de votos. Tenemos un Poder Ejecutivo elegido de entre el Legislativo. Tenemos un Poder Judicial designado por el Ejecutivo y el Legislativo. Tenemos unos de los índices más altos de fracaso escolar. Tenemos una fuga masiva de cerebros debido a la falta de inversión en proyecto de investigación y desarrollo. Tenemos un brutal aumento de los gastos militares. Tenemos una nula independencia efectiva del Tribunal de Cuentas. Tenemos ‘leyes’ para prohibir ciertos partidos. Tenemos el cierre de periódicos, sitios web y todo tipo de emisoras. Tenemos conocimiento exacto de la adscripción política de todos y cada uno de los miembros del Consejo General del Poder Judicial. Tenemos por Carta Magna un texto inverosímil, que algún viejo militar dictaría por teléfono a los calienta-sillones trajeados que todavía comen de nuestro pan. Tenemos a una clase obrera que no se siente representada, desmotivada y embrutecida por los medios de comunicación -incluso los de titularidad pública-. Tenemos una policía que disfruta de su impunidad y corporativismo intraestatal, golpeando sistemáticamente a los escasos y valerosos obreros que se atreven a reclamar derechos para todos. Tenemos a un conglomerado burgués que ha privatizado o piensa privatizar hasta el aire, flexibilizar, desintervenir y desregular todos sectores-clave de la economía, condenándonos a todos a sobrevivir en el ‘mercado salvaje’. Tenemos una deliberada utilización partidista del terrible y muy condenable fenómeno de la violencia terrorista, la parte más reaccionaria del conglomerado de poder se ha mostrado capaz de cualquier cosa con tal de boicotear cualquier solución pacífica, democrática y dialogada de este conflicto político. Tenemos una Europa incomprensible, belicista, anti-internacionalista, sobre-burocratizada, en permanente redefinición y que, como sucede con el Consejo de Estado o la propia Cámara Alta, hace también las veces de osario de lujo para vacas sagradas de avanzada edad, o políticos que han caído en desgracia. Tenemos una división administrativa pensada para esconder y fracturar a los Pueblos históricamente sometidos por la fuerza de las armas, Pueblos a los que además, no se les reconoce el derecho de autodeterminación. Tenemos unas televisiones públicas que producen pérdidas y vergüenza a ajena, a partes iguales. Tenemos una Universidad elitista, cara y endogámica, que amenaza con empeorar y paraprivatizarse. Tenemos una agricultura ineficaz, injusta, latifundista, dañina, opaca y negrera. Tenemos una pésima gestión de los recursos hídricos. Tenemos corrupción sistémica en la administración local. Tenemos unas pésimas políticas de integración de las personas trabajadoras de procedencia internacional. Tenemos una deliberada inseguridad pública. Tenemos un enorme sector-parásito (compañías privadas que realizan funciones legalmente encomendadas al sector público).

Quien a buen dictador se arrima, buena corona le cobija

Ante todo esto, el asunto del rey casi parecería lo de menos, de no ser por el punto H del artículo 62 de la ‘Constitución’. Pero importa. Importa porque lo deja todo muy claro: 1. Los poderes del Estado están fusionados en un muñón institucional inextricable. 2. Sus estructuras actuales proceden punto-por-punto de las diseñadas en la primera etapa franquista. 3. En términos tangibles, manda mucho más el Capital que el propio Estado. 4. Los súbditos estamos solos. 5. Es preciso actuar -siempre por medios pacíficos-.

El rey es un símbolo -simboliza lo injusto, lo desigual, lo arbitrario-, como nuestra bandera es también un fiel reflejo de la primera etapa del régimen actual. El rey no es el problema, o no es al menos el problema más grave. No hay que sobredimensionar la cuestión de la monarquía -no vaya a ser que nos lo quiten, lo dejen todo igual, y algún incauto salga a la calle a festejarlo-.

El problema es todo lo demás: vivimos en dictadura, y más de uno no se ha dado cuenta, pendiente del ‘Salsa Rosa’, preocupado por pagar ese crédito personal al 23%, los 850 € del piso y encima lo del otro día frente a Dinamarca.

El problema es todo lo demás. Sufrimos los efectos de una indigestión de Historia. España ‘comió algo’ que le sentó muy mal -hace 70 años-; hace 30 ‘expulsó’ ese indigesto ‘algo’, y ahí lo tenemos todavía, con 8 millones de pobres, una burbuja a punto de explotar -cuando ocurra nos quedaremos como Argentina-, y la casa sin barrer.

La casa no es habitable

La casa no está completa, no es habitable, porque nadie ha pensado aún en comprarse una escoba para recoger ‘ese regalito’ que Franco nos dejó.

Qué duda cabe: la ‘casa’ es el país; la ‘escoba’ se llama Frente Popular; ‘barrer’ es iniciar un auténtico y participativo Proceso Constituyente; el ‘regalito’ es el que se ve en el gráfico adjunto, y sobre quien debe poner todo esto en marcha… no es ‘alguien’, sino tú, que estás leyendo esto ahora mismo.

71 años de un militar al frente del ‘pastel’ descrito más arriba, ya es suficiente. Ganaron la guerra, cierto, pero todo tiene un límite. Ya es momento de que recuperemos el espíritu de la libertad, el verdadero amor por la democracia, que deshagamos falsedades como ‘Monarquía Parlamentaria’. Ya va siendo hora de que frenemos el Capital, retomemos el protagonismo en nuestras instituciones de gobierno, establezcamos límites a la voracidad financiera y explotadora. Ya es hora de que cuidemos de nuestras culturas, de nuestras montañas, de nuestras libertades. Ya va siendo el momento de nacionalizar la banca y los sectores estratégicos, socializar la propiedad de los medios de producción y garantizar lo indispensable, para todo el mundo.

Y si alguien afirma que todo eso murió, responded que más vieja es la explotación del hombre por el hombre. No temamos, con la paz por delante, la honestidad en el corazón y el respeto democrático en la mano, llegaremos a buen puerto.

Tan sencillo y tan difícil como ponernos de acuerdo en lo esencial: Unámonos aún sin fusionarnos. Si todos queremos, es ya una realidad. Si es muy fácil, al final todo se reduce a respetar los Derechos Humanos y confiar en el poder de la palabra y en la opinión de las mayorías informadas, sin coacción ni trampas que menoscaben su representatividad. Al final todo se reduce a Libertad, Igualdad, Fraternidad, Laicismo, Democracia, Austeridad y Justicia Social.

¡Salud y urnas, me cago en Dios!