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Dilemas estratégicos de Unidos Podemos

Fuentes: Cuarto Poder

Nos cuesta trabajo tomar decisiones. Cuando se toman, se tarda en implementarlas y, a menudo, se las deja a un lado. Tengo la impresión de que no nos tomamos demasiado en serio los cambios políticos que se están produciendo en el país. Quedan claras, al menos, varias cosas. Primera, que el bipartidismo ha terminado. En […]

Nos cuesta trabajo tomar decisiones. Cuando se toman, se tarda en implementarlas y, a menudo, se las deja a un lado. Tengo la impresión de que no nos tomamos demasiado en serio los cambios políticos que se están produciendo en el país. Quedan claras, al menos, varias cosas. Primera, que el bipartidismo ha terminado. En segundo lugar, que se consolidan cuatro espacios políticos en permanente lucha y recomposición. Y en tercer lugar, que a pesar de los pesares, Unidos Podemos sigue teniendo un suelo electoral que oscila entre el 16 y el 18% del voto. Para decirlo pronto y claro: España sigue siendo una excepción en la Unión Europea, es decir, la izquierda se consolida como un proyecto políticamente viable, arraigado socialmente y capaz de seguir generando, no sin dificultades, esperanza en una parte de la población.

En UE, literalmente, la izquierda está desapareciendo, tanto en su versión socialdemócrata como en las demás tradiciones de las izquierdas. Entendamos bien lo que quiero decir: izquierda siempre habrá, de una u otra forma; lo que está desapareciendo es como referente de gobierno y de poder, como alternativa posible a las derechas dominantes. Lo que cada vez más se da en nuestro continente es tener que elegir entre dos derechas, entre derechas extremas y extremas derechas. Esto se está intentado también en España. Para los poderes dominantes, para la trama, lo óptimo sería tener que elegir entre el PP y Ciudadanos, entre dos variantes de las mismas políticas y con capacidad de polarizar el país consiguiendo que la suma de los dos tenga mayoría absoluta en ambas cámaras. De hecho, las encuestas ya dan estas mayorías y la única elección real sería qué fuerza es la que encabezaría el gobierno.

Un dato a tener en cuenta es la desaparición del PSOE como actor político fundamental en el país. De facto, no ejerce como fuerza de oposición; apenas si es capaz de tener un discurso diferenciado y su presencia en la sociedad es muy débil. En la práctica, el PSOE hace la política de Susana Díaz y el discurso supuestamente alternativo de Pedro Sánchez ha quedado en nada por ahora. Todo apuntaría a que el PSOE se contenta, en este momento, con perder los menos votos posibles por su derecha y acumular el máximo de votos provenientes de Unidos Podemos.

Estamos en una disyuntiva que exige análisis certeros, tomar decisiones firmes y claras y definir una estrategia a la altura de los desafíos del presente. Unidos Podemos debe resolver algunos dilemas que, de una u otra forma, oscurecen su futuro y que lo condenan a indefiniciones que no pueden durar demasiado. El primero está en el origen de la propia formación: ¿se han cerrado las posibilidades de cambiar el país? A mi juicio, no. Lo que sí parece claro es que el régimen ha reaccionado con presteza, ha limitado la expansión de Unidos Podemos consiguiendo demonizarla para una parte significativa de la población. Sin embargo, hay un dato nuevo que no estamos valorando suficientemente; me refiero a la emergencia del nacionalismo español. Ciudadanos es el que ha sabido liderar esta reacción y convertirla en un proyecto político que he denominado otras veces como «nacional constitucionalista». Otro elemento está pasando desapercibido: la recomposición conservadora de los aparatos e instituciones del Estado. Lo más característico se está dando en el Poder Judicial; se está autonomizando cada vez más del gobierno, va por delante de él imponiendo procedimientos y directrices que están liquidando, de hecho, lo que queda del Estado social y democrático de Derecho.

El segundo dilema es decidir si Unidos Podemos quiere seguir siendo una fuerza con voluntad de mayoría y de gobierno. La metáfora de la bicicleta es pertinente, si dejas de pedalear te caes. Una fuerza que tiene en torno a un 20% de apoyo electoral está obligada a plantearse en serio la cuestión del gobierno para la alternativa. No es cierto, como se suele decir, que el peligro que corre Unidos Podemos es convertirse en una Izquierda Unida más grande. Si UP no es percibida como una fuerza con capacidad de gobierno, puede terminar teniendo una resultados muy parecidos a los de IU en sus momentos más grises. Con frecuencia se olvida que la sensación de un cierto fracaso de las elecciones de junio del 2015 no fue tanto porque una parte de IU o de Podemos no votara a la coalición sino porque mucha gente sintió miedo a que UP pudiera ganar, es decir, buena como fuerza de oposición, como catalizador social y hasta como referente moral pero con muchas dudas para poder dirigir un país en crisis y con un futuro problemático.

La clave sigue siendo la solvencia, UP debe de ser percibida como una fuerza con capacidad para dirigir el país, con equipos preparados y con habilidad para el manejo de unas instituciones que se han hecho extremadamente complejas. Hablar de programa de gobierno no significa rebajar éste, adaptarse sin más a lo existente sino aceptar los riesgos que supone gobernar desde una lógica democrática y alternativa al neoliberalismo. Programa posible, socialmente viable y técnicamente coherente. El 10% da mucha más felicidad, permite tener estructuras, convivir apaciblemente con los principios y no tener dilemas morales ni políticos. Es cierto que uno no elige la correlación de fuerzas, pero podemos cambiarla y también ser cambiada por ella. UP está obligada a disputar el gobierno y el poder.

El tercer dilema es ¿coalición electoral o nuevo sujeto político? En UP corremos siempre el peligro de que los árboles no nos dejen ver el bosque y tomemos lo accesorio por lo fundamental. Lo primero que debemos de hacer es recuperar la veracidad. Unidos Podemos, la suma de todo lo organizado, lo que pone de manifiesto es una enorme debilidad orgánica y débiles vínculos con la sociedad. La militancia, los cuadros, los activistas han ido disminuyendo progresivamente en los últimos años. No se crece sino que se decrece. Hay mucho voto, pero poca organización y poca presencia activa en la sociedad. Si esta contradicción se acentúa, al final se puede acabar perdiendo hasta el voto.

Unidos Podemos, actualmente, no es mucho más que un grupo parlamentario. Por abajo hay poca cosa organizada. No hay comités conjuntos en las provincias, en las ciudades, en los barrios. No se está generando asambleas de base conjuntas para debatir y actuar ante los problemas de la ciudadanía. Será muy difícil conseguir un buen resultado electoral así, conseguir alianzas sociales y políticas desde la base sin incorporar a miles de hombres y mujeres que en su momento se movilizaron y que hoy han perdido entusiasmo y compromiso político.

La unidad nunca ha sido fácil. Requiere mucha paciencia, tenacidad y convicciones. Entre una coalición entre partidos y la unidad orgánica entre ellos hay muchas fórmulas intermedias. Lo que parece evidente es que la actual forma de relación no se puede mantener si queremos ser una alternativa de gobierno. Construir eso que hemos venido llamando desde hace años la unidad popular como estrategia política de cambio.

El cuarto dilema tiene que ver con la esperanza, con la creación de una esperanza concreta que genere ilusión, compromiso. La propuesta sería ir a unos «estados generales para la alternativa» con tres ideas centrales: construir un programa participado, elaborado colectivamente con vocación de mayoría; producir discurso capaz de iluminar una propuesta alternativa de país que identifique claramente nuestro proyecto y que sea capaz de conseguir adhesiones sociales muy amplias; por último, generar dirección, un grupo de mujeres y hombres capaces encabezar un proyecto, darle solvencia y convertirse en referentes de un proyecto alternativo.

Sé que todo esto es fácil de decir y muy complejo de hacer pero hacer política significa hacer posible aquello se considera imposible o, al menos, muy difícil de realizar. Hacer política a lo grande es algo más que programa o equipos, es crear imaginarios sociales, es potenciar sentimientos y crear identidad. El «sí se puede» es una permanente lucha contra la resignación frente a un día a día que nos come, que nos burocratiza y que nos convierte en esclavos de las fracciones de turno. El «sí se puede» es organizar proyecto, programa y vínculos sociales amplios.

Artículo publicado originalmente en Cuarto Poder

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.