Hace dos meses, veíamos las movilizaciones contra la guerra de Irak y el gobierno de Aznar, que aportaba tropas en esa masacre imperialista y a quien acusaban de manipular la información sobre los atentados terroristas de Madrid. A ese presidente, que luego perdió las elecciones en manos del candidato del PSOE, los manifestantes le gritaban: […]
Hace dos meses, veíamos las movilizaciones contra la guerra de Irak y el gobierno de Aznar, que aportaba tropas en esa masacre imperialista y a quien acusaban de manipular la información sobre los atentados terroristas de Madrid. A ese presidente, que luego perdió las elecciones en manos del candidato del PSOE, los manifestantes le gritaban: «¡Que no te has marchao, que te hemos echao!». Era la misma consigna que coreaba el pueblo madrileño en 1931, cuando se proclamaba la República y el rey Alfonso XIII, bisabuelo del recién casado Felipe, huía del país.
Cenicienta versión 2004
Hoy, España vuelve a ser noticia: el bisnieto de Alfonso XIII se casó con una plebeya. El cuento de Cenicienta se hizo realidad y a las mujeres se les vendió, por unos instantes, el sueño del príncipe azul. Pero, de las mujeres españolas asesinadas – de las cuales el 80% es víctima de su propio «príncipe azul»- no se habla en los medios de comunicación. Mientras no hay protección para estas mujeres que son asesinadas a puñaladas, a tiros, quemadas vivas, a golpes o estranguladas por novios, maridos o amantes, 18.000 agentes protegieron a los invitados de la boda de Felipe y Letizia.
Muchos madrileños expresaron su bronca saliendo de la ciudad, apagando los televisores, desplegando la bandera tricolor de la República. ¡No es para menos! Mientras aumentan la desocupación y la pobreza, la boda costó más de 24 millones de euros. Flores, vestidos, banquete fueron pagados con parte del presupuesto del Estado, es decir, por el pueblo español.
Mientras en la televisión se organizaban debates sobre la frialdad del beso entre los novios, muchos españoles se negaban a prestar atención a una institución como la monarquía a la que consideran que «está de adorno». Sin embargo, la banalidad de esta boda, no puede ocultar el verdadero papel, nada «banal», que ha tenido la monarquía en la vida política de España.
El sucesor de Franco
En 1969, el entonces príncipe Juan Carlos de Borbón juraba fidelidad a Franco, el dictador fascista que derrotó la revolución española y acabó con la República. A la muerte del generalísimo, en noviembre de 1975, fue proclamado rey, asumiendo la conducción del Estado bajo las leyes impuestas por la dictadura. «Fascismo o monarquía» fue la extorsiva formulación con que el régimen se fue imponiendo sobre la sangre de miles de obreros y campesinos encarcelados, perseguidos y asesinados.
En 1981, ante el golpe de un sector derechista encabezada por el teniente coronel Antonio Tejero, Juan Carlos se plantó como garante del régimen revalidando su imagen de «rey democrático», reforzando de esta manera la unidad reaccionaria de los distintos pueblos -como el vasco, catalán, etc.- bajo su trono. Una vez más, «fascismo o monarquía» fue el falso dilema que hizo que el rey volviera a cumplir el rol de sostén de la «democracia» burguesa. Sin embargo, muchos sostienen que se trató de «un montaje simulado para reforzar la democracia organizado por los servicios secretos españoles».(1) Para quienes sostienen esta hipótesis, la finalidad del golpe era la de propiciar un gobierno concentrado, con la aceptación de la casa real, mostrando al rey como quien verdaderamente frustró la intentona de manera rápida y vehemente.
Luego, con el apoyo del Departamento de Estado norteamericano, Felipe González -el candidato por el PSOE, el mismo partido de Zapatero, recientemente electo presidente- ejerció la presidencia de España persiguiendo a la izquierda, alineándose con la OTAN e introduciendo los planes neoliberales que fueron continuados por el derechista Aznar.
Un programa claro y definido
Hoy, el casamiento de Felipe y Letizia le reditúa a la corona millonarias partidas presupuestarias. «Sólo con la mitad de la asignación regia, correspondiente al tesoro público, podían tener una pensión digna todos los jubilados que hoy cobran irrisorias nóminas de hambre. (…). Pero no, el falaz Estado social y de Derecho sólo trabaja para sí mismo; es decir, para los que apoyaron y apuntalaron la monarquía borbónica que impuso el dictador, con la que obtuvieron los privilegios que ahora les garantizan los coronados borbones.»(2) Pero, además, constituye una operación política de envergadura, ya que se produce cuando, en las movilizaciones que sacudieron a España a raíz de los atentados y que hicieron perder las elecciones a Aznar, se volvieron a ver las banderas republicanas y se oyó, nuevamente, el repudio contra la monarquía.
Los borbones, esta vez con diademas y torta de bodas, vuelven a cumplir con su función de defender el régimen que los sostiene. Como señalaba Trotsky en 1939:
«Por insignificante que sea Franco, por miserable que sea su pandilla de aventureros, de gente sin honor, sin conciencia y sin talento militar, la gran superioridad de Franco consiste en que posee un programa claro y definido: salvaguardar y estabilizar la propiedad capitalista, el poder de los explotadores y la dominación de la Iglesia, restaurar la monarquía.»(3)
El rey Juan Carlos, el príncipe heredero Felipe, la sonriente Letizia y los políticos burgueses -ya sea con el tono derechista del PP o el discurso «centroizquierdista» del PSOE- se encargan de continuar con esa misma tarea.
Notas
1. Palacios, Jesús: 23- F: El golpe del CESID
2. La legitimidad de la República frente a la ilegalidad de la monarquía del dictador franquista, Editorial El Otro País Nº 20, enero 2004
3. Trotsky: La tragedia de España, 1939