Milton escribió El paraíso perdido después de visitar a Galileo en Italia y tuvo una gran ocurrencia: poner a dialogar a Adán con el ángel en el Paraíso sobre las consecuencias morales de la nueva teoría heliocéntrica. La respuesta del ángel es sabida: eso no cambia lo esencial para nuestra forma de actuar aquí abajo, […]
Francisco Fernández Buey (2006)
Hay artículos que son un polémicos. Éste no pretende serlo. Lleno de dudas, argumentos no conclusivos, ideas imprecisas (y no suficientemente trabajadas) pretende aportar un granito de arena, seguramente errado y poco sustantivo, a ese deber al que se refería el maestro de muchos de nosotros, el autor de Leyendo a Gramsci. El asunto, de nuevo es el de la unidad popular y el de organizar nuestra capacidad de resistencia.
No oculto ninguna carta. En las elecciones del 20 D hubiera votado a IU-UP. No pude, no se presentaron en Cataluña. Voté a En Comú Podem, en la que figuraba EUA que, como es sabido, es cosa distinta de IU-UP. Voté con alguna dificultad. Un ejemplo: Podemos defiende una consulta en Cataluña, no sé si también en Galicia y Euskadi, y al mismo tiempo, como debería haber sido norma básica en la izquierda, una España federal. En Cataluña, En Comú Podem defiende lo primero pero no hay claridad sobre el segundo punto. En la candidatura no eran pocos los que defendían y defienden un proceso constituyente estrictamente catalán y una República catalana de la que ignoramos si tendría estructura federal y si estaría asociada o no con el resto de pueblos españoles.
Vayamos a nuestro asunto.
En unas coordenadas de crisis permanente ubicó Manuel Sacristán, hace más de 30 años, la situación que debería ser usual en un pensamiento que aspirase a la decencia. Añadió: en cuanto a la crisis del marxismo, por lo que a mí respecta, que dure años y años. ¿Y si en lugar de pensar en tradiciones emancipatorias pensamos en colectivos u organizaciones políticas? Crítica, autocrítica, discusión abierta, elogio de la disidencia, control de las burocracias, consistencia entre el decir y el hacer, pobres y desnudos luchando junto a gente pobre y desnuda, teoría y praxis, compromiso, ciencia y saber con conciencia. ¿Y también disolución sin restos? ¿No cabe otra? ¿Debe IU, no me refiero a las siglas, abonar su propia destrucción? ¿No cabe una refundación, esta vez en serio, que sea útil a la unidad de la izquierda? ¿Proseguir es ir en contra de los nuevos vientos de la historia y del éxito de Podemos? ¿Han sido horribles legislativamente hablando estos últimos cuatro años de Izquierda Plural? ¿Cerramos las sedes, pagamos deudas, nos dedicamos a la nueva cocina francesa, leemos a Gramsci con ojos posmodernos y pedimos de uno en uno, y con la mochila vacía, el ingreso en Podemos? ¿Desaparecemos sin dejar huella? En mi opinión no, en absoluto, no debemos obrar así y no debemos tratarnos de este modo. Por multitud de razones. Las tres primeras:
La primera: como a maestros míos en otra época y en otras circunstancias, esto de disolverse me recuerda a órdenes de cuerpos con poder y mando. Cualquier mirada sobre los 30 años de historia de Izquierda Unida, por crítica o muy crítica que ésta sea, no puede colegir un escenario semejante a un erial de despropósitos y desaciertos. Por ejemplo, algunas de las críticas a los años de la transición-transacción irrumpieron desde una Izquierda Unida que aspiraba a ondear con toda la consistencia posible lo mejor- que fue mucho- de la lucha y la cultura antifranquistas. Lo mismo puede decirse de los años en que Anguita y muchos de sus compañeros, atacados e insultados por babor y estribor, nos enseñaron a mirar la Europa neoliberal que se estaba construyendo ante nuestros ojos y que muchos contemplábamos con un papanatismo pueril cuyo recuerdo nos produce sonrojo y vergüenza. Hay más ejemplos que por supuesto no pretenden ocultar errores, dogmatismos, inconsistencias y alguna barbaridad. Po consiguiente, toda transformación en positivo es más que bienvenida.
El segundo motivo tiene que ver con un destello, un hallazgo filosófico, del gran lógico, ingeniero y filósofo Víctor Sánchez de Zavala, alguien que fue capaz de decir no cuando pocos, muy pocos lo decían. El texto que copio a continuación es de 1991 y la fuente es Kepa Korta y Fernando García Murga (compiladores). Palabras. Víctor Sánchez de Zavala in memoriam. Universidad del País Vasco servicio editorial, Bilbao, 2000, pp. 401-402:
«¿Estoy loco? No, en absoluto. Simplemente, cada vez estoy más decidido a no vivir en la realidad tal como aparece (tal como es, si nos atenemos a lo criterios usuales), sino en otra más jugosa y elástica, como más bella, de vuelo más alzado, atractiva mil codos sobre ella (¡abajo la ciencia, por mucho que haya una infinitud de instantes en que la curiosidad nos sofoca y hayamos de ceder a sus seducciones!). Dirás que esa traslocación sólo puede efectuarla la creación libre humana, el arte. Sí, desde luego (y por eso quisiera con todas mis fuerzas ser capaz de crear obras musicales – para eso justamente me puse a estudiar música- literarias, fotográficas..- y hasta voy a intentarlo osadamente); pero también la relación entre seres humanos dispuestos a ser libres es (en realidad, tiene que ser, no puede por menos de serlo) una obra de arte: un juego en que ambos se vayan transformando, haciéndose cada vez más distintos de lo que «la prosa de la vida» exige tan acremente, y su carne (pese a los ravages del tiempo) día a día más carnal y transparente a un mismo tiempo, como más tierna y aromática, más querible de cuerpo y corazón.»
Pues de eso también se trata, de un intento, de una vocación que ayude a crear relaciones entre seres humanos dispuestos a ser libres en un juego en que todos nos vayamos transformando. Una organización de izquierdas tiene ese nudo como atributo básico, como el pan nuestro de cada día, flor de aliso y la eterna ternura desgranada que según el poeta asesinado debíamos pedir a la tierra que da sus frutos para todos.
La tercera razón remite a un programa de fin de año de la Cadena Ser en el que intervino un representante de Podemos hablando sobre la vieja política, la del siglo XX, y la nueva política que él parecía atribuir a su propia organización, pero no sigo, me quedo aquí. Como dice un amigo mío, Enrique Ruiz-Capillas, si escribo poco las meteduras de pata no se notan tanto.
Así, pues hasta la próxima.
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