Recomiendo:
0

¿Dónde están los economistas?

Fuentes: A mano y sin permiso (blog)

Si para algo sirven los tropiezos es para aprender. Y uno de los principales aprendizajes de estos tiempos es que no basta tener un plan de transformaciones bien concebido, haberlo consensuado con la ciudadanía o tener los recursos materiales para ello, si no se tiene en cuenta con quienes llevarlo a cabo. En el caso […]

Si para algo sirven los tropiezos es para aprender. Y uno de los principales aprendizajes de estos tiempos es que no basta tener un plan de transformaciones bien concebido, haberlo consensuado con la ciudadanía o tener los recursos materiales para ello, si no se tiene en cuenta con quienes llevarlo a cabo.

En el caso de las transformaciones en curso, un profesional resulta clave: el economista. Se necesitan economistas en las empresas, en las instituciones de gobierno, en las universidades, en los centros de investigación, en los medios de comunicación (explicando y polemizando) y en los cargos con una responsabilidad muy técnica. Pero, ¿dónde están los economistas?

Habría que empezar por aclarar que no todos los economistas tienen igual utilidad en este momento. Durante algunos períodos de nuestra historia revolucionaria las ciencias económicas fueron descuidadas, a la vez que la enseñanza estuvo alejada de prácticas internacionales en materias relevantes como la gestión empresarial, la macroeconomía y las estadísticas económicas.

En esta coyuntura, son aquellos que se mantuvieron muy cercanos a la investigación o los jóvenes graduados (en cuyos programas de estudio hay un recuperación de estas materias) quienes pueden brindar un mayor aporte a los retos de la economía cubana de hoy.

Entonces la pregunta se hace aún más crítica ¿dónde están los economistas jóvenes? La respuesta es obvia: una gran parte de ellos no está. Algunos han ido a parar al sector privado (en muchos casos sin ningún vínculo con su profesión), pero muchos, muchísimos, están fuera de Cuba.

Las principales causas son conocidas y comunes a otras profesiones: bajos salarios, desmotivación laboral (recién graduados se emplean en actividades muy por debajo de las capacidades para las que fueron formados), insuficiente seguimiento a la trayectoria de los jóvenes, recelo hacia visiones nuevas de cómo enfocar el trabajo, entre otras.

A ello habría que sumar el problema de la propia formación. La salida de profesionales también se siente con fuerza en la universidad, lo que objetivamente impacta sobre la calidad de la enseñanza. Aún hay un claustro que hace «maravillas» por la formación académica, pero cada vez toca a menos, lo que contribuye a que el desangre continúe.

Y si bien los planes de estudio son más integrales hoy, todavía carecen de la suficiente articulación y profundización en la economía política marxista y otras corrientes de pensamiento heterodoxas, algo clave si queremos que nuestro proyecto siga teniendo un perfil alternativo a la lógica del capital.

Si algo pervive con prestigio es la labor investigativa, tanto en las universidades como en los centros de investigación y la participación de los economistas en el debate público (aunque con poco espacio en los medios oficiales). No obstante, los problemas ya mencionados y el insuficiente diálogo con los decisores, hace que en estos casos también se sienta la ausencia de los economistas. Tenemos profesionales muy valiosos investigando y publicando, pero pudieran ser muchos más.

Y el dilema va más allá. La complejidad de los problemas sociales de hoy advierte de que no hay «ciencias puras» y que las mejores soluciones provienen de análisis multidisciplinarios. Los economistas son un núcleo importante, pero no el único dentro del amplio mundo de ciencias sociales y aplicadas cuyos enfoques son necesarios para hacer acercamientos objetivos a la realidad.

La toma de decisiones es un proceso esencialmente político, pero ¿quién propone el set de decisiones sobre el qué decidir? No hay nueva economía sin un serio apego a la ciencia.

Somos muy dados a hacer las cosas con «los que estén» o los «mejores compañeros» (cuando «mejores» muchas veces significa los más obedientes y no los más capacitados). Pero los cambios revolucionarios que necesitamos no son compatibles con esas tendencias.

La calidad de los economistas que formamos y cómo los retemos y utilizamos es una pieza clave para afianzar el rumbo de nuestra economía y, con ello, de nuestro sistema político y social.

Fuente: http://amanoysinpermio.blogspot.com/2017/02/donde-estan-los-economistas.html