Desde hace dos décadas, en esta aldea keniata no vive ningún hombre, excepto los que fueron criados aquí de niños. Es de y para mujeres que fueron abusadas, violadas y expulsadas de sus hogares. Umoja, ubicada en las praderas del norteño distrito de Samburu, significa «unidad» en swahili. Se trata de un santuario donde los […]
Desde hace dos décadas, en esta aldea keniata no vive ningún hombre, excepto los que fueron criados aquí de niños. Es de y para mujeres que fueron abusadas, violadas y expulsadas de sus hogares.
Umoja, ubicada en las praderas del norteño distrito de Samburu, significa «unidad» en swahili.
Se trata de un santuario donde los hombres -que les han causado tantos problemas a estas mujeres- simplemente no son bienvenidos.
En los 22 años transcurridos desde su fundación, la aldea ha tenido un impacto significativo no solo sobre las mujeres que eligen a Umoja como su hogar, sino dentro de las comunidades que la rodean.
El ejemplo que ha sentado Umoja, aparejado con los esfuerzos de sus residentes por llegar a sus pares, ha cambiado las vidas de las mujeres en la región.
«La existencia de Umoja ha permitido que grupos de mujeres de otras aldeas cercanas aprendan a partir del empoderamiento y el orgullo de las mujeres de Umoja», dijo a IPS la directora del programa africano de la organización Vital Voices, Celena Green, que trabaja con esa población femenina.
Las mujeres de comunidades cercanas asisten a talleres impartidos en la aldea, que buscan educarlas a ellas y a las niñas en materia de derechos humanos, igualdad de género y prevención de la violencia.
Cuando vuelven a sus casas, «empiezan a cambiar la cultura, reclamando una comunidad segura, libre de violencia, donde mujeres y niñas sean valoradas y protegidas», explicó Green.
«Lo ideal sería que ninguna mujer o niña hubiera tenido jamás que escapar de su hogar para venir a Umoja. Pero en definitiva, el objetivo de Umoja es brindar un refugio seguro de emergencia para aquellas que están en peligro, y -lo que es más importante- contribuir a la creación de comunidades donde todos sean valorados y puedan prosperar», agregó.
La historia de esta aldea empezó en 1990, cuando un colectivo de 15 mujeres de Samburu llamadas «Grupo de Mujeres Umoja Uaso» empezó a vender collares y otras mercaderías para ganar dinero para ellas y sus familias.
A medida que el grupo empezó a generar ganancias, estas mujeres fueron cada vez más acosadas por los hombres de sus comunidades, que sentían que el crecimiento económico no era adecuado para ellas.
En respuesta, las mujeres, lideradas por la matriarca Rebecca Lolosoli, decidieron irse y formar su propia aldea, a fin de garantizarse la seguridad y la cooperación fuera del alcance de quienes buscaban perjudicarlas.
Actualmente, en Umoja viven 48 mujeres procedentes de todo el país.
Sus historias varían: algunas son niñas pequeñas que huyeron de matrimonios forzados con hombres ancianos, otras fueron violadas o abusadas sexualmente, y varias son viudas rechazadas por sus comunidades.
Además, varias mujeres residentes en la aldea pertenecen a la etnia turkana y se refugian de la violencia tribal que azota la central región de Isiolo.
Las aldeanas viven de la venta de collares artesanales y de las ganancias que deja un centro cultural y un camping cercanos. Además de adquirir alimentos y otros productos básicos, el dinero se usa para cubrir gastos médicos y mantener operativa una escuela que cubre tanto a los niños de la aldea como a sus mujeres que desean aprender a leer y a escribir.
Aparte, «en una aldea tradicional, es posible que las mujeres no tengan la oportunidad de ejercer el liderazgo, de controlar su riqueza o sus recursos, y que tengan más probabilidades de experimentar violencia doméstica, mutilación genital femenina, matrimonios precoces y otras prácticas tradicionales que discriminan y dañan físicamente a mujeres y niños», explicó Green a IPS.
Además de prohibir que los hombres vivan en la aldea, las mujeres de Umoja se rigen por una serie de reglas autoimpuestas que, según Nagusi Lolemu, una de sus fundadoras, se basan en garantizar la igualdad y el respeto mutuo dentro de la comunidad.
A las habitantes del lugar se les requiere vestir las prendas tradicionales y los collares artesanales todo el tiempo, a fin de preservar y promover su patrimonio cultural.
Uno de los aspectos más impactantes de Umoja es la actitud de las mujeres hacia los hombres. En un lugar donde los hombres han sido la causa principal de tantas penurias y, en la mayoría de los casos, el motivo para que ellas huyeran de sus hogares, es fácil deducir que las víctimas no quieren tener vínculo alguno con el género masculino.
Pero esto no es en absoluto así. De hecho, la mayoría de las más jóvenes de la aldea planean casarse y tener hijos. La diferencia es que quieren hacerlo en sus propios términos.
Judy, una aldeana de 19 años que hace cinco huyó de un matrimonio arreglado con un hombre polígamo mucho mayor que ella, planea casarse algún día. Sale con hombres de fuera de la aldea, lo que no solo es permitido sino también alentado por las habitantes de más edad, y cría a un bebé de seis meses llamado Iván.
Cuando se case dejará Umoja para irse a vivir a la aldea de su esposo. Pero, hasta entonces, es feliz aquí.