La operación que ha levantado, que sigue levantando todas las alarmas con toda razón -y con honda preocupación en todo el mundo- es el traslado que se efectuará dentro de unas dos semanas, bajo la dirección y coordinación de TEPCO, la empresa propietaria, de los barras radiactivas de combustible desde la piscina del techo del […]
La operación que ha levantado, que sigue levantando todas las alarmas con toda razón -y con honda preocupación en todo el mundo- es el traslado que se efectuará dentro de unas dos semanas, bajo la dirección y coordinación de TEPCO, la empresa propietaria, de los barras radiactivas de combustible desde la piscina del techo del muy dañado reactor 4 de la central de Fukushima. Nunca, hasta el momento, se ha realizado una intervención tecnológica de estas características. Las dimensiones y los nuevos e inesperados avatares de la hecatombe de marzo de 2011 siguen siendo inconmensurables. El más que Chernóbil a cámara lenta del que nos habló poco después del desastre Eduard Rodríguez Farré.
Hay dos aproximaciones recientes de interés, otras caras del mismo dantesco poliedro.
La primera es panorámica. «Carta a los jóvenes atletas que sueñan con venir a Tokyo en 2020: algunos datos que deberían conocer sobre Fukushima» es un artículo de Takashi Hirose [TH] traducido recientemente por sin permiso [1].
El 7 de septiembre de 2013, recuerda TH, el primer ministro japonés Shinzo Abe declaró ante el COI, el Comité Olímpico Internacional: «Puede que algunos sean suspicaces en lo que concierne a Fukushima. Déjenme asegurarles que la situación está bajo control. Nunca ha hecho ni jamás hará ningún daño a Tokyo». Palabra para la ocasión. No es el caso, la situación no está bajo control.
Los portavoces del gobierno japonés defienden la afirmación de Abe diciendo que los niveles de radiación en el Pacífico todavía no han sobrepasado los límites de las normas de seguridad, señala el autor de The Fukushima Meltdown: The World’s First Earthquake-Tsunami-Nuclear Disaster pero «estamos hablando… del océano Pacífico -el mayor depósito de agua en la Tierra y, hasta donde sabemos, del universo». TEPCO ha estado vertiendo al océano agua de sus reactores de Fukushima «durante dos años y medio y, hasta ahora, el océano Pacífico ha sido capaz de diluirla sin superar los límites de seguridad». Hasta ahora.
Pero, por supuesto comenta el autor, «no hay ninguna perspectiva a la vista de que vaya a cerrarse el grifo». TH señala ocho nudos que deberíamos conocer de la situación. Recordemos algunos de ellos:
1. En una zona verde residencial de Tokio (unos 230 km de Fukushima), «se encontró que la tierra tenía un nivel de radiación de 92.335 becquerelios por m2. Ese es un nivel peligroso, comparable al que se encontró alrededor de Chernóbil…. Una razón por la que en la capital se encuentra tal nivel de contaminación es que «entre Tokio y Fukushima no hay montañas lo suficientemente altas como para bloquear las nubes radioactivas».
2. En el interior de los reactores 1 y 3, como se recuerda, «las tuberías (por las que circulaba el agua fría) se rompieron, lo que causó una fusión». Durante dos años y medio, los trabajadores han estado «vertiendo agua en el reactor». TH destaca que no sabemos con seguridad si el agua está alcanzando el combustible derretido.
3. Se considera que el mayor problema es el agua fría que se ha vertido en el reactor. De hecho, «los periódicos y las cadenas de televisión que antes se habían esforzado en esconder los peligros de la energía nuclear, ahora informan sobre ellos todos los días, y critican a Shinzo Abe por la mentira que contó al COI». El agua altamente irradiada se está filtrando y mezclando con el agua del subsuelo, «un goteo que no puede pararse». Corolario: se está colando agua contaminada océano adentro. Para conseguir los juegos olímpicos del 2020, «se ha dejado de lado un hecho crucial en los informes para el exterior. Solo se informa del hecho de que el agua irradiada sigue rezumando por la superficie del suelo alrededor del reactor». Pero el agua del subsuelo también está siendo irradiada. Esa agua fluye «y se mezcla con el agua marina a través de las corrientes subterráneas».
4. Otro punto que ya denunció Eduard Rodríguez Farré en su momento: «las verduras y el pescado que provienen de la zona de Tokio, incluso si han sido irradiadas, no se tiran». ¿Por qué? Porque «el nivel de tolerancia a la radiación en la comida establecido por el gobierno japonés… es el mismo que el nivel de radiación tolerado en los deshechos con baja radiación». TH lo apunta con claridad: «Es lo mismo que decir que en Japón, hoy día, al haberse contaminado todo el país en su totalidad, la única opción que queda es servir en la mesa basura irradiada». Añade: «La distribución de la comida irradiada también resulta un problema. La comida proveniente de la zona de Fukushima se envía a otra prefectura y, entonces, se vuelve a enviar reetiquetada como si hubiera sido producida en la segunda prefectura». De hecho, «la comida distribuida por las mayores empresas alimentarias, así como la comida servida en los restaurantes caros, no ha pasado casi nunca por ningún test de radiación».
5. La única radiación que se mide de los reactores es el cesio. No obstante, apunta el autor, «grandes cantidades de estroncio 90 y de tritio se están esparciendo por todo Japón». Ambos son extremadamente peligrosos: «el estroncio puede causar leucemia y el tritio puede producir desórdenes cromosómicos.»
6. Un escenario casi desconocido: «para librarse de la contaminación que ha invadido la vasta zona del este de Japón, están raspando la capa superior de la tierra y que la están poniendo en bolsas de plástico como si fuera basura». Estas bolsas de plástico, a merced de las inclemencias climáticas, «se amontonan en campos del este de Japón, expuestas al ataque de lluvias torrenciales y de tifones. El plástico puede rasgarse y su contenido esparcirse».
Hasta aquí esta primera aproximación al infierno nuclear. Hay más caras. Esta segunda por ejemplo.
«Trabajar en Fukushima: sueldo bajo, riesgo alto, y la mafia japonesa» es un artículo de Antoni Slodkowski y Mari Saito [ASMS] para REUTERS Iwaki (Japón).
Tetsuya Hayashi, de 41 años, señalan los autores, «fue a Fukushima a trabajar a la zona cero del peor desastre nuclear del mundo desde Chernóbil. Duró menos de dos semanas». Hayashi fue contratado para vigilar la exposición a la radiación de los trabajadores que dejaron la central en el verano de 2012. Cayó en una maraña de contratas: «para su sorpresa fue asignado a una de las zonas más «calientes» radiactivas en Fukushima». Se le informó que tendría que llevar un tanque de oxígeno y un traje protector de doble capa. «Incluso con eso la radiación sería tan elevada que en poco menos de una hora podría superar su límite anual de exposición». Cuando se quejó ante la empresa que estaba en el inmediato escalón en la lista de contratas, fue despedido. Ha presentado una demanda. No ha recibido hasta el momento ninguna respuesta. Las ocho compañías implicadas, entre ellas TEPCO, «rechazaron hacer declaraciones o no pudieron ser contactadas para que comentaran su caso».
Hayashi encontró un segundo empleo. También en Fukushima. Se trataba de construir una base de cemento para los tanques que iban a contener las barras de combustible ya usado. Se le recortó «casi una tercera parte del salario, alrededor de 1.500 dólares al mes (unos 1.087 euros)» [3]. Una queja habitual de los trabajadores: «la dependencia del proyecto en una red de subcontratas extensa y poco vigilada, muchas de ellas con poca experiencia en cuestiones nucleares y algunas de ellas, según la policía, con vínculos con el crimen organizado». Tepco se encuentra en lo alto de una pirámide con al menos siete capas que incluye a gigantes de la construcción. «En el exterior de la central, las cuatro grandes constructoras del país (Kajima, Obayashi, Shimizu y Taisei) supervisan a centenares de empresas pequeñas contratadas con fondos del Gobierno para quitar los restos y la tierra radiactiva de los pueblos y granjas cercanos y que así las personas que fueron evacuadas puedan volver a casa».
Tepco afirma que no ha podido vigilar completamente a las subcontratas. Pero que «ha tomado medidas para limitar los abusos laborales y reducir la implicación del crimen organizado». No parece que haya tenido éxito en estos objetivos. De hecho, ¿quién puede creerse alguna afirmación de la corporación nipona?
La operación de limpieza, sin precedentes, afronta una escasez creciente de trabajadores. Existen alrededor de un 25% más de ofertas que de demandantes de trabajo en Fukushima. Un salario elevado podría atraer a más trabajadores. No ha sido, no es el caso. En estas circunstancias, «Tepco está bajo presión para tener beneficios en el año… bajo un plan que los principales bancos japoneses financiaron recientemente con 5.900 millones de dólares en nuevos créditos y refinanciación». Recuérdese: en 2011, poco después de la hecatombe, la empresa recortó el salario de sus trabajadores en un 20%.
Con salarios planos y escasez de trabajadores, aparecieron los «intermediarios laborales». Reclutan «a personas cuyas vidas están en un callejón sin salida o que tienen problemas para encontrar otros empleos». Consecuencia: «proliferación de pequeñas empresas, muchas de ellas sin estar registradas. Unas 800 empresas trabajan en de la central de Fukushima y centenares más en la descontaminación exterior» Hayashi es uno de los 50.000 trabajadores que han sido contratados para cerrar la central y descontaminar los pueblos y ciudades de la zona. «Algunos tendrán que mantener el sistema que enfría las barras dañadas de combustible en los reactores con miles de toneladas de agua diarias. El material contaminado es trasladado luego a más de 1.000 tanques, que llenarían más de 130 piscinas olímpicas».
Desmantelar Fukushima «obligará a mantener unos 12.000 trabajadores hasta 2015». Actualmente hay poco más de 8.000 obreros y, en los últimos meses, unos 6.000 han trabajado dentro de la central. «Esta estimación no incluye la fuerza laboral necesaria para el nuevo plan gubernamental de 330 millones de dólares para construir un enorme muro de hielo alrededor de la central que impida que el agua radiactiva se filtre al mar». ¿Qué salud tendrán dentro de 10, 15 años? ¿Quién hablará de ellos dos décadas más tarde?
La industria nuclear, recuerda los investigadores de Reuters, «siempre dependió del trabajo barato, ya desde la construcción de las primeras centrales en los años 70». Son conocidos con la racista denominación de «gitanos nucleares». Muchos de ellos «provenían de zonas como el barrio Sanya de Tokio o el de Kamagasaki en Osaka, conocidos por tener muchos habitantes masculinos sin hogar». Saburo Murata, subdirector del hospital Hannan Chuo de Osaka, ha señalado: «Las condiciones laborales en la industria nuclear siempre han sido malas. Problemas con el dinero, reclutamiento subcontratado, falta de seguros médicos adecuados, han existido desde hace décadas».
Fukushima ha agrandado estos problemas. Pero no solo eso. «Cualquier empresa ha podido ser contratada, y muchas han acudido a intermediarios que, en casos extremos, han «comprado» a trabajadores pagándoles sus deudas y luego obligándoles a trabajar hasta que les devuelven el dinero con condiciones abusivas». La información proviene de sindicalistas y empleados de Fukushima.
Los trabajadores de la central solo pueden recibir una dosis de 100 milisievert en el plazo de cinco años. Superar esa cifra, se afirma de manera altamente confiada para los que reciben 90 0 97 milisievert, aumenta notablemente el riesgo de padecer cáncer. Habría que ver las cifras reales que se están alcanzando.
La situación ha jugado a favor de la yakuza, el crimen organizado de Japón. «Casi 50 bandas con más de 1.050 miembros actúan en la prefectura de Fukushima, dominada por tres grupos: Yamaguchi-gumi, Sumiyoshi-kai e Inagawa-kai». Un alto cargo de esa mafia, Yoshinori Arai, jefe de una banda afiliada al grupo Sumiyoshi-kai, «fue condenado por violar la legislación laboral. Arai admitió haberse quedado con unos 60.000 dólares en dos años recortando un tercio de los salarios pagados a los trabajadores en la zona del desastre».
En marzo, un juez lo condenó a 8 meses de prisión. Menos de uno año. La condena fue suspendida finalmente. «Arai dijo haber dejado la banda y lamentar sus acciones». Ryo Goshima, 23 años, despedido en diciembre de 2012 tras denunciar la práctica de recortar los salarios, afirma haber trabajado para Yamaguchi-gumi desde que tenía 14 años, «practicando la extorsión y cobrando deudas. Lo dejó con 20 años tras pasar un tiempo en prisión». Tuvo que pedir dinero a un prestamista para pagar. Le exigieron 2.000 dólares mensuales durante varios meses para dejarlo ir. Fue a Fukushima buscando un trabajo bien pagado para saldar su deuda. Allí «se encontró trabajando para un miembro de la yakuza de su barrio».
Más caras oscuras, muchas más, de una hecatombe atómica de dimensiones desconocidas.
Más que un Chernóbil a cámara lenta como ya advirtiera Eduard Rodríguez Farré [4].
Notas:
[1] 1] http://www.counterpunch.org/2013/09/26/a-letter-to-all-young-athletes-who-dream-of-coming-totokyo-in-2020/ Traducción para www.sinpermiso.info: Betsabé García Álvarez
[2] http://es.reuters.com/article/idESMAE99P00J20131026
[3] Los problemas de Hayashi no son atípicos en la tarea de desmantelar los reactores y limpiar las zonas vecinas. Los investigadores de Reuters calculan un coste total aproximado de unos 150.000 millones de dólares (unos 108.000 millones de euros), la décima parte del PIB español.
[4] ERF y SLA, Ciencia en el ágora, El Viejo Topo, Barcelona, 2012 (Capítulo VI).
Salvador López Arnal es miembro del Front Cívic Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra, director Jordi Mir Garcia)
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