Cuando el sida se fue dando a conocer, se creyó que era una enfermedad que afectaba a los hombres y primordialmente a los varones homosexuales. Sin embargo, el porcentaje de mujeres infectadas por el virus es mayor año tras año. Esta circunstancia responde a una desigualdad estructural de la que ningún país queda exento. En […]
Cuando el sida se fue dando a conocer, se creyó que era una enfermedad que afectaba a los hombres y primordialmente a los varones homosexuales. Sin embargo, el porcentaje de mujeres infectadas por el virus es mayor año tras año. Esta circunstancia responde a una desigualdad estructural de la que ningún país queda exento.
En muchas ocasiones, y para referirse a cuestiones de distinta índole, se utiliza el dicho de que esto o lo otro «no entiende de sexos ni de razas». Lo cierto es que, si bien afecta a mujeres y hombres, el sida sí entiende de sexos. Los datos indican que año tras año las mujeres suponen un porcentaje mayor entre personas infectadas por el VIH. «Todavía hoy son mayoritariamente los hombres los que se contagian de esta enfermedad, pero los números no engañan y cada vez es más alto el porcentaje de mujeres. Aunque estos datos no sean actuales son reflejo de esta tendencia: en 2001 por ejemplo, se infectaron del sida 4,2 millones de personas y casi la mitad eran mujeres, si bien años antes el porcentaje de hombres infectados era muy superior», explica la sicóloga y técnica de Igualdad Eider Goiburu. Los datos del África Subsahariana son esclarecedores a este respecto, ya que por cada cinco hombres contagiados hay seis mujeres que contraen la enfermedad. Las cifras referentes a Euskal Herria caminan en la misma dirección; el número de contagiados es menor, pero el porcentaje de mujeres, mayor.
Para entender esta tendencia al alza, Goiburu cree imprescindible explicar que en los últimos años el mayor número de contagios se produce por transmisión sexual y, sobre todo, a consecuencia de relaciones heterosexuales. En este contexto, la sicóloga alude a la «vulnerabilidad biológica» de las mujeres frente al sida.
Se refiere a los diversos estudios que se han llevado a cabo acerca del tema y apunta que la mujer tiene entre dos y cuatro veces más probabilidades de contraer el sida mediante el coito vaginal, entre otras cosas, porque el semen porta un número mayor de virus que el flujo femenino. «Además, el semen suele estar en contacto con el cuerpo de la mujer durante un espacio de tiempo más prolongado que el flujo de la mujer con el cuerpo del hombre». A todo ello, puntualiza la experta, hay que añadirle que «en muchos lugares, con el objeto de preservar la virginidad o evitar un embarazo no deseado, se practica el sexo anal, lo que aumenta la probabilidad de contagio, pues en el coito anal se produce más roce y el riesgo de hacerse cortes y heridas es mayor, aumentándose así el riesgo al contagio».
Razones más profundas
Pero, más aún que «las causas biológicas», detrás del progresivo aumento del número de mujeres afectadas por el sida se encuentran las razones sociales, culturales y económicas subyacentes que hacen que el porcentaje de mujeres sobre el total de personas contagiadas sea cada vez mayor.
Explica Goiburu que la desigualdad en el reparto de recursos hace que «las mujeres estén sometidas a los hombres, lo que les lleva a practicar sexo en muchos casos sin ningún tipo de precaución, aunque disponga de información». «Muchas mujeres -comenta Goiburu- temen que sus parejas les abandonen, puesto que en numerosas ocasiones su subsistencia y la de su familia está condicionada a él; por ello, si éste se niega a practicar sexo con preservativo, las mujeres acceden». En el fondo se encuentra, según subraya, la desigualdad entre hombres y mujeres, tanto a nivel educativo como formativo, laboral y económico.
La educación desigual recibida por hombres y mujeres tiene una gran importancia y resulta clave a la hora de explicar la incidencia que tiene el sida en la mujeres. «A las mujeres se nos educa para ser cuidadoras, es decir, para preocuparnos por la salud de los demás descuidando la nuestra propia; ésa es una realidad tanto aquí como en otros países». Según Goiburu, fruto de la educación recibida, el sentimiento de responsabilidad de las mujeres respecto a los demás es mayor: «Si ésta tiene fiebre, seguramente irá a trabajar o atenderá a la familia como lo hace todo los días; si, en cambio, algún familiar cae enfermo, es muy posible que deje de ir a trabajar o trastoque las rutinas diarias».
En los denominados países en vías de desarrollo un problema añadido que tiene gran magnitud es la prostitución. «Las mujeres que se ven obligadas a ejercer la prostitución no pueden en todos los casos exigir a sus clientes la utilización de preservativos; en muchos casos lo hacen, pero en otros, cuando se ven más forzadas, acceden a tener relaciones sin protección».
¿Cómo se entiende el sexo?
Eider Goiburu también analiza el modo en el que entienden la sexualidad hombres y mujeres. «Las mujeres, debido a la educación que reciben, tienden a entender el sexo unido al amor romántico; experimentan el placer unido a un significado afectivo, muchas veces irracional y eso es un obstáculo para la prevención», explica. Incluso, señala que en relaciones de parejas estables «el uso del preservativo se percibe como signo de falta de confianza». «Por ello, muchas parejas, una vez han afianzado su relación, optan por tomar medidas tan sólo para evitar el embarazo y, fruto de ello, se dan casos muy dramáticos, como que un miembro de la pareja no sea consciente de que el otro le es infiel hasta que se le informa que ha contraído una enfermedad de transmisión sexual».
La sicóloga ha estudiado también las consecuencias que el sida provoca en la vida de las mujeres. En este aspecto, asegura que, además de las consecuencias económicas habituales, en el caso de las mujeres «el sida hace que no puedan ejercer su rol de cuidadoras, lo que acentúa aún más el declive económico, y la desestructuración familiar es mayor». Considera que «la estigmatización, la marginación y la soledad que sufren las mujeres que se infectan de esta enfermedad es más acentuada que el que sufren los hombres».
Para Goiburu es fundamental que se trabaje para informar a la sociedad en general de los riesgos del sida y hacer hincapié en las prácticas de riesgo. En el caso de las mujeres, considera vital que «se impulsen los servicios sanitarios adecuados y, sobre todo, que se trabaje para que obtengan una independencia económica total, al tiempo que se acentúe su capacidad de decisión».
En definitiva, según concluye esta experta, de poco sirven las campañas sobre el sida que se dirigen a las mujeres y que inciden en la importancia de tener relaciones sexuales con protección e infomar de los métodos que tienen a su alcance, si no gozan de una igualdad en todos los ámbitos que les permita elegir cómo, cuándo y de qué manera desean desarrollar su sexualidad. «La información es importante, pero hace falta algo más».