En las últimas décadas, la contradicción entre la Naturaleza y el modo de producción capitalista, se ha exacerbado hasta el límite. Ello se debe, fundamentalmente, al desarrollo que han experimentado las fuerzas productivas desde comienzos de la década de los cincuenta del pasado siglo, que sólo ha sido interrumpido por la crisis de 1975-85. De […]
En las últimas décadas, la contradicción entre la Naturaleza y el modo de producción capitalista, se ha exacerbado hasta el límite. Ello se debe, fundamentalmente, al desarrollo que han experimentado las fuerzas productivas desde comienzos de la década de los cincuenta del pasado siglo, que sólo ha sido interrumpido por la crisis de 1975-85. De esta manera, el sistema capitalista mundial ha venido profundizando y agudizado las propias contradicciones que genera, creando las condiciones objetivas que permitirán su eliminación, cavando así su propia tumba.
El medio ambiente en Euskal Herria.
En Euskal Herria existe una gran sensibilización sobre todo lo relacionado con el medio ambiente. Ello ha dado lugar a la creación de numerosos grupos, colectivos y plataformas ecologistas, unos a nivel nacional (Eguzki, Ekologistak Martxan, AHT Gelditu! Elkarlana, etc., otros a nivel territorial, como Ecologistas de la Ribera, y muchos otros a nivel local.
También ha habido frecuentes e importantes movilizaciones populares, con objeto de frenar una serie de grandes obras, de macroproyectos, que están impulsando tanto el gobierno de la CAV como el de la CFN, sin haber sido sometidos previamente a debate, para discutir y contrastar opiniones, sobre sus ventajas o inconvenientes, a pesar de las grandes repercusiones sociales y medio ambientales que pueden tener dichos megaproyectos.
Algunos de estos grandes proyectos tienen un carácter nacional ya que afectan, simultáneamente, a varios de los territorios vascos (Tren de Alta Velocidad, autopista Eibar-Gasteiz, autovía transpirenaica, eje Beasain-Durango, etc.); otros son de incidencia territorial, ya que afectan a uno u otro de los herrialdes. Así, por ejemplo, en Araba, la central de ciclo combinado de Lantaron, los proyectos urbanísticos de Lagran y de Artziniega, los parques eólicos de las sierras y montes de Arkamo, Iturrieta y Cruz de Alda-Arlaba, etc.; en Bizkaia, la incineradora de Zabalgarbi, la refinería de Petronor y el proyecto de planta de coke en Muskiz, las plantas de regasificación y de ciclo combinado Bahía de Bizkaia en Zierbena, la Variante Sur Metropolitana (Supersur), la central eólica de Ganekogorta, los campos de golf de Artxanda y de la Arboleda, así como la central térmica de Boroa; en Gipuzkoa, las plantas incineradoras de Zubieta y Txingudi,
el vertedero de San Marcos, la central térmica de Pasaia, la ampliación del aeropuerto de Hondarribia, el corredor intermodal y el superpuerto de Pasaia, la acería GSB de Azkoitia, etc.; en Nafarroa, el embalse de Itoitz y el canal de Navarra, los parques eólicos de Gerinda, Erreniaga e Izko, la incineración de residuos en Cementos Porland, el Polígono de Tiro de las Bardenas, etc. (1). Unos proyectos ya se han realizado y están en funcionamiento, aunque otros todavía se encuentran en fase de construcción.
Indudablemente, la mayoría de ellos responde a la concepción desarrollista-productivista, propia de las burguesía vasca y española, que únicamente piensan en la obtención de beneficios rápidos, al menor coste económico posible, sin tener en cuenta nada más. Una actitud, por cierto, muy asumida por el PNV y sus socios de gobierno. En general, los mayores beneficiarios de esos macroproyectos son las grandes empresas constructoras, o fabricantes de equipos, que son las que firman los suculentos contratos y reciben las concesiones para la construcción y/o explotación. Sin embargo, los perjudicados suelen ser los vecinos y vecinas de las poblaciones afectadas por las obras, con la consiguiente destrucción del entorno natural, el riesgo de explosión o incendio, las emisiones contaminantes, etc., etc.
Pero el Pueblo Trabajador Vasco tiene una amplia experiencia de lucha contra las agresiones al medio ambiente. En Euskal Herria todavía se recuerda las grandes movilizaciones que se llevaron a cabo contra la construcción de la Central Nuclear de Lemoiz y que después de doce años de lucha acabaron logrando su paralización (1984); o el movimiento contra la Autovía de Leizaran (hoy A-15), que acabó logrando la modificación de varios tramos de su trazado, los más perjudiciales contra el entorno natural.
Las grandes infraestructuras.
Alguno de esos proyectos, como es el caso del Tren de Alta Velocidad o la Variante Sur Metropolitana, responden a intereses más estratégicos, de mayor alcance. Este es un tema sobre el que conviene que nos detengamos un poco a reflexionar. Cuando los colectivos ecologistas vascos se oponen al TAV o a la «Supersur», generalmente lo hacen en base a criterios ecológicos, de defensa del territorio contra el gigantesco impacto ambiental que va a suponer su construcción; de crítica del «desarrollismo»; de su ineficacia para solucionar el problema de transporte en Euskal Herria; de denuncia del despilfarro económico que representa su puesta en marcha y del enorme negocio que supondrá para las empresas constructoras, generalmente vinculadas de una u otra forma, a quienes detentan el gobierno autonómico y/o central. En todo ello, estamos completamente de acuerdo.
Pero, como marxistas, debemos procurar ir al fondo de las cosas y tratar de sacar a la luz sus verdaderas causas. Por ello, hay que decir que la construcción del TAV y de la «Supersur» forman parte de un conjunto de macroproyectos que en el terreno de las infraestructuras de transporte, también incluyen la construcción de superpuertos y grandes aeropuertos, a escala de Europa, así como la creación de enormes gaseoductos, oleoductos y redes eléctricas, al igual que de sistemas de telecomunicaciones (autopistas de la información).
Todas estas infraestructuras, resultan imprescindibles para garantizar la creciente movilidad de capitales y mercancías que se deriva del actual modelo de acumulación, basado en la globalización de los mercados, de acuerdo con los intereses, las necesidades y los criterios del capital financiero, en concreto del gran capital europeo representado por la ERT (European Round Table of Industrialists, que es una especie de superpatronal europea de la que forman parte grandes multinacionales como Shell, Fiat, Daimler Benz, etc.). Lo cierto es que todos esos macroproyectos, en sus líneas generales, ya habían sido previstos en el Libro Blanco de Delors (2).
Hay que decir también que la enorme ampliación de los mercados que está teniendo lugar como consecuencia de la «globalización» y del considerable incremento de la movilidad de mercancías que esto conlleva, está aumentando hasta límites insospechados la irracionalidad del sistema productivo capitalista. Tal es el caso, por citar sólo algún ejemplo, del envío de productos textiles desde Suiza a Portugal, con el único objeto de que allí les coloquen los botones, para aprovechar el bajo coste de la mano de obra portuguesa y que luego son vueltos a llevar a su país de origen para ser ultimados y vendidos. O el caso de productos agrícolas, como las patatas, que se envían desde Alemania al sur de Italia, para ser peladas allí y luego ser llevadas a Bélgica para ser distribuidas como patatas «chips». Así es el sistema socioeconómico al que responden los megaproyectos que pretenden imponernos en Euskal Herria, y que nos venden como el
mejor de los sistemas posibles.
Tampoco debemos considerar estas agresiones contra nuestro entorno natural como unos hechos aislados, limitados al marco de Euskal Herria, sino que en realidad forman parte de un proceso global de degradación del medio ambiente, de «terricidio», que está llevando a todo el planeta al borde de la aniquilación.
La crisis ecológica.
Desde comienzos de la década de los ochenta del pasado siglo, ya se venían observando diversas manifestaciones de la abierta destrucción de la Naturaleza, de un auténtico «terricidio» en los países capitalistas más desarrollados. En dicha época, el fenómeno de la «lluvia ácida» (originado por la contaminación atmosférica con gases de azufre y nitrógeno, procedentes de las emisiones de la gran industria) ya era el causante de la destrucción del 5% de las cosechas, de la destrucción de numerosos bosques, praderas y lagos, así como del fallecimiento anual de 50.000 personas en EEUU y Canadá.
En EEUU ya había, en aquella época, unos 14.000 lugares que habían sido declarados como altamente contaminados y peligrosos para la vida humana. De ellos 28 lo estaban por dioxina (producto altamente tóxico, causante de la catástrofe de Seveso, en Italia, en Julio de 1976). En esta misma época, en España, hasta un 36% de los agricultores que utilizaban fungicidas sufría intoxicaciones, de las que un 3% eran mortales y un 13% tenía un carácter muy grave.
En la Península Ibérica, la deforestación y la desertización ya constituían un tremendo problema, con un 25% del territorio en situación de grave erosión, y cerca del 30% en situación intermedia. Esta situación ya comenzaba a producir alteraciones climáticas, dando origen a periodos de grande sequías combinados con otros de fuertes lluvias e inundaciones, que provocaban la consiguiente destrucción de cultivos, así como de la fauna y la flora de algunas de las regiones.
Tampoco se libraban de esta situación los antiguos países socialistas, que para entonces ya habían degenerado en unos sistemas de capitalismo burocrático de Estado. En 1981, se tuvo que cerrar toda la costa polaca del Báltico, impidiendo el baño en ella, debido a que se hallaba altamente contaminada. En la URSS, el lago Baikal, que constituye la mayor concentración de agua dulce del planeta, ya se encontraba a punto de ser devastado por los continuos vertidos de las empresas ribereñas, fabricantes de pasta de papel, material de guerra, etc. Así mismo, en Siberia, una de las pocas regiones vírgenes del planeta que aún quedaba, estaba siendo sometida a una fortísima degradación. Todo ello, como es lógico pensar, como consecuencia de la concepción desarrollista-productivista que ya mantenía la nueva burguesía burocrática de los países del «socialismo real».
Pero esta situación general ha empeorado alarmantemente desde comienzos del presente siglo. Para hacernos una idea de ello, voy a hacer referencia a sus manifestaciones más importantes y a citar algunos datos:
* Calentamiento global. Afecta al conjunto del planeta. Se debe a la emisión de diversos gases a la atmósfera, tales como el dióxido de carbono CO2 , el óxido nitroso N2O , el metano CH4, los CFCs y otros. Anualmente se emiten cerca de 6.000 millones de toneladas de monóxido y de dióxido de carbono a la atmósfera, a causa de la quema de combustibles fósiles y otras actividades industriales, y otros 2.000 millones más, aproximadamente, como consecuencia de la deforestación que tiene lugar en los bosques tropicales. Todos estos gases contribuyen a acentuar el «efecto invernadero» y con ello a provocar el calentamiento global que, a su vez, provocará el cambio climático, con el deshielo de las masas polares y la subida del nivel de las aguas en todo el planeta.
El 11 de Diciembre de 1997, los países más industrializados firmaron el Protocolo de Kyoto, mediante el que se comprometían a reducir en un 5%, para el 2012, la emisión de los gases que provocaban el calentamiento global. Pero ese objetivo era de conjunto ya que cada país cuenta con su propio porcentaje (cuota) de emisión, que debe ir reduciendo. Sin embargo, la irracionalidad del capitalismo llega a tal extremo que ha descubierto otra «oportunidad» de negocio con el comercio de compraventa de «derechos de emisión», mediante el cual, los países capitalistas más industrializados y las empresas multinacionales compran (como siempre) a los países dependientes del Tercer Mundo, por tanto menos industrializados, su correspondiente cota de emisión de gases contaminantes, para seguir manteniendo ellos unos márgenes de maniobra y poder seguir envenenando la atmósfera libremente, sin necesidad de verse obligados a reducir su producción o a
efectuar unos gastos correctores que les resultan poco rentables.
* Contaminación de las aguas continentales. Miles de ríos y lagos se encuentran muertos (sin posibilidades de desarrollo en ellos de forma de vida alguna) a causa de los vertidos contaminantes realizados por numerosas empresas, principalmente en los países más industrializados.
* Contaminación de las aguas marinas. La mitad de la población del planeta vive en zonas costeras, insulares o continentales. Sin embargo, la mayor parte de las aguas marinas se hallan contaminadas por drenajes de buques, vertidos de sustancias químicas, pesticidas, combustibles, etc. Así como por residuos sólidos (maderas y plásticos) o radiactivos (bidones hundidos en el fondo de los océanos).
* Deforestación. En bosques templados y tropicales. Entre 1981-85, la tasa de deforestación se cifraba en 11,3 millones de hectáreas anuales. Hoy día es aún mayor. Sólo en Europa hay unos 50 millones de hectáreas de bosque afectadas por la contaminación aérea y la lluvia ácida.
* Desertización. Cerca de 6 millones de hectáreas se desertizan (parcial o totalmente) cada año, como consecuencia de la erosión de la tierra producida por los vientos o las aguas (lluvias torrenciales o riadas), salinización de los suelos, pastoreo intensivo, la deforestación o el agotamiento de los recursos hídricos subterráneos.
* Destrucción de la capa de ozono. Anualmente se vierten a la atmósfera un millón de toneladas de clorofluorocarbonos (CFCs) que están destruyendo progresivamente la capa de ozono (gas que nos protege de la radiación solar ultravioleta y cuya desaparición es causa de un número cada vez mayor de cánceres de piel). Los CFCs son compuestos ampliamente utilizados en la industria, como refrigerantes, gases propelentes, etc. Una sola molécula de CFC puede disolver hasta 100.000 moléculas de ozono.
* Pérdida de la diversidad biológica. Aunque resulta difícil cuantificar la desaparición de especies vivas (animales o vegetales), como consecuencia de la alteración y destrucción de los ecosistemas, de la contaminación atmosférica y acuática, del uso de pesticidas en la agricultura (para obtener así mayores rendimientos), de la introducción de nuevas especies, etc., algunos autores estiman que de aquí al 2025 pueden desaparecer entre un 25 y un 50% de las especies vivas del planeta.
El caso más alarmante de pérdida de la biodiversidad es el que está teniendo lugar en la Amazonia. Esta región que tiene más de 8 millones de Km2, es compartida por varios países (Colombia, Surinam, Venezuela, Guyana, Guayana Francesa, Ecuador, Bolivia, Perú, Brasil). Se la considera como el pulmón del planeta, pues libera a la atmósfera el 50% del oxígeno que necesitamos el conjunto de los seres vivos. Además, genera unas corrientes de calor que contribuyen a templar el clima de todo el planeta. El río Amazonas, con 7000 Km de longitud, y el conjunto de sus afluentes, constituye el mayor sistema hidrográfico de la Tierra (25.000 Km), pues contiene el 20% del agua dulce disponible y en él viven más de 3.000 especies de peces.
Pero, en esta vastísima región también viven seres humanos. Aunque su censo resulta muy difícil, se estima que sólo en la Amazonia peruana, habitan alrededor de 1800 comunidades indígenas, muchas de las cuales han optado por vivir en una situación de «aislamiento voluntario». Cualquier enfermedad que lleve consigo un trabajador petrolero, un maderero, un misionero o un agricultor-ganadero (colono), puede resultar mortal para toda la comunidad con la que cualquiera de ellos llegue a establecer contacto, pues los cuerpos de los indigenas , carecen de defensas, no están preparados para resistir a las enfermedades occidentales.
En la Amazonia han entrado a saco las empresas multinacionales (petroleras, madereras, agroalimentarias, etc.). Entre Agosto de 2003 y de 2004, se perdieron, por deforestación, 27.200 Km2 de selva amazónica, una superficie mayor que la de Bélgica. Además de la explotación maderera (para la obtención de celulosa) y las prospecciones petrolíferas (Pluspetrol Norte, Daewoo Internacional, Repsol, Petrobrás, etc.), en la Amazonia se están plantando ingentes extensiones de terreno con soja, destinada a las industrias alimentarias (de comida rápida) como Kentucky Fried Chicken, Mc Donald´s, etc. (3).
Todo esto no hace sino confirmarnos que el capitalismo, lanzado a una carrera desenfrenada en pos de la obtención de cada vez mayores beneficios, está destruyendo el planeta a una velocidad de vértigo. Estamos viviendo una auténtica crisis ecológica, de la que no podremos salir con soluciones individuales o locales, con «parches», como propugnan algunos grupos y colectivos ecologistas (reduciendo el consumo, empleando envases biodegradables, reciclando en mayor medida los residuos, logrando la aprobación de alguna ley «proteccionista», etc.) que se han convertido en verdaderos cómplices de los depredadores. Sin estar en contra de las pequeñas medidas que podemos poner en práctica cada día, sin rechazar las soluciones parciales, debemos ir al fondo de la cuestión, no podemos «andarnos por las ramas», sino que debemos abordar la raíz del problema. No podremos frenar el proceso de destrucción sistemática de nuestro planeta, si no
acabamos con el sistema social y económico que lo está provocando.
Un ejemplo significativo, el caso de China.
En la época de la Revolución Cultural (1966-75) tuvo lugar en China una importante experiencia de desarrollo sostenible, de aplicación de la racionalidad ecológica, bajo criterios ideológicos y políticos. Una experiencia que, por razones evidentes, ha sido deliberadamente ocultada. Trataré de exponerla con la mayor brevedad posible (4).
Pues bien, durante este periodo (por cierto, bastante complejo y convulso), se rechazó la utilización de centrales nucleares y se recurrió a tratar los residuos de manera sistemática. A cada fábrica que se consideró contaminante, se la dotó de una instalación auxiliar encargada de llevar a cabo la descontaminación. A menudo, esta labor se realizó con pérdidas económicas, pero otras veces se obtenían productos aprovechables del proceso de tratamiento de residuos. Cuando la descontaminación provocaba pérdidas, se argumentaba que el objetivo de la economía socialista no era el obtener ganancias, sino el servir al pueblo.
Un terreno en el que también se manifestó esta actitud fue en el modo de tratar la contradicción entre el campo y la ciudad, que como sabemos, continúa existiendo durante el periodo de transición. Para ello, se empleó una doble táctica. Por una parte, se procedió a una desconcentración de la población urbana (se redujo el número de habitantes de las ciudades, de forma voluntaria) y se estimuló la marcha de muchos jóvenes a las zonas rurales. Por otra parte, en estas últimas, se llevó a cabo un importante trabajo en el ámbito de la sanidad, educación, vivienda, transporte, cultura, educación, etc. Paralelamente, se desarrolló un proceso de «ruralización» de las ciudades y de industrialización del campo.
Las comunas populares vinieron a constituir una especie de síntesis de ese enorme esfuerzo por integrar la agricultura con la industria, por descentralizar el poder político y ponerlo en manos del pueblo, y por avanzar en la superación de la división del trabajo y de la contradicción entre el campo y la ciudad.
Las ciudades se «ruralizaron», plantando en ellas millones de árboles frutales y poniendo en cultivo la mayor parte del suelo no edificable. Se generalizó el uso de la bicicleta y se estableció el principio de vivir lo más próximo posible a los lugares de trabajo, a fin de evitar largos desplazamientos hasta los mismos, con todo lo que conllevan.
Se llevó a cabo un gigantesco plan contra la desertización que supuso una gran repoblación forestal (árboles y arbustos). Se construyeron numerosas presas, de tamaño pequeño y mediano, muchas de las cuales se emplearon para la obtención de electricidad (minicentrales hidráulicas). Así mismo se crearon muchas piscifactorías y granjas avícolas.
Se aplicaron métodos biológicos, mediante la utilización de feromonas (hormonas sexuales) para combatir las plagas de insectos, recurriendo lo menos posible a plaguicidas, cuyo empleo se redujo en un 80% . También se utilizaron bacterias, como el «bacillus turingiensis», mortales para las plagas pero inofensivas para las personas y animales. Así mismo, se generalizó el uso de abonos orgánicos, reduciendo al mínimo los fertilizantes químicos.
Sin embargo, los cambios ideológicos, políticos, sociales y económicos que se produjeron en China después de la muerte de Mao, también supusieron un cambio en la actitud hacia los problemas medioambientales, como consecuencia de la adopción de los criterios productivistas y desarrollistas a ultranza, que conlleva la economía de mercado. Con ello, la racionalidad ecológica dió paso a la completa irracionalidad propia del capitalismo más salvaje.
El crecimiento económico acelerado y la falta de planificación y control del desarrollo de la industria china, están provocando un creciente deterioro de las condiciones medioambientales. La emisión de gases (dióxido de azufre y dióxido de carbono) producidos por la combustión del carbón empleado masivamente en la industria, crece a tal ritmo que, según se estima, para dentro de veinticinco años superará a la del conjunto de los países industrializados del mundo, sobrepasando en cinco veces la reducción propuesta por el Protocolo de Kyoto (5).
El dióxido de azufre, supone una amenaza inmediata para la salud de la población china, y contribuye a unas 400.000 muertes al año. También causa lluvia ácida, que contamina los ríos, lagos, los bosques y las cosechas. Según los climatólogos, el dióxido de carbono, cuyos efectos durarán varias décadas, provocará un calentamiento acumulativo que contribuirá al calentamiento global del planeta. En estos momentos, China ya consume más carbón que los EEUU, la UE y Japón juntos.
Para reducir estos niveles alarmantes de contaminación, el gobierno chino tendría que instalar en las empresas el equipamiento más moderno, que ahora tendría que importar. Sin embargo, prefiere comprar equipos baratos y más anticuados, a los proveedores nacionales, en lugar de importarlos del extranjero.
Grandes extensiones del centro y del norte de China han sido devastadas por el espectacular crecimiento del sector carbonífero. Una grave contaminación afecta a la provincia de Shaanxi y a su vecina Shanxi, que aún produce más carbón. Las condiciones ambientales de la histórica ciudad de Datong son desesperadas. El pasado invierno, los controles atmosféricos dieron alerta roja. El polvo del desierto y las partículas de la ciudad habían disparado la contaminación a un nivel peligroso, por encima de 300, lo que los habitantes no pudieron salir de sus casas. El pasado 28 de Diciembre, el índice llegó a 350 (6).
El viento transporta el azufre y las cenizas hasta Corea del Sur, Japón y aún más allá. Este país, preocupado por los efectos de la lluvia ácida en su suelo, ha llegado a prestar 100 millones de euros a la ciudad de Shanxi para que adopte medidas correctoras. Pero, el gobierno chino, emplea estas ayudas y subvenciones para abaratar los costos de producción de su sector energético.
Con ocasión de la celebración de las Olimpiadas de 2008 en Pekín, estamos comprobando las enormes dificultadas con que tropieza el gobierno chino para hacer más respirable la atmósfera de la capital. Cabe pensar que es lo que ocurrirá en el resto del país, donde no tienen lugar competiciones deportivas que atraigan a millones de visitantes.
Ecología y clases sociales.
En el fondo de las distintas actitudes hacia los problemas medioambientales, subyacen diferentes intereses económicos y por tanto distintas posiciones de clase. Por ejemplo, en el caso de Euskal Herria, no tiene la misma percepción de esos problemas el pueblo trabajador que la burguesía vasca o la gran burguesía española. De lo cual se derivan también diferentes posicionamientos, de oposición o de defensa y apoyo, sobre todos aquellos proyectos que pueden llegar a tener graves repercusiones sobre nuestro entorno, en definitiva sobre nuestro hábitat.
La lucha en defensa de la tierra, del medio ambiente, contra su degradación, contra la depredación de la Naturaleza, contra el cambio climático, etc., en definitiva, son manifestaciones de la lucha de clases, de la lucha contra el capitalismo, aunque en muchas ocasiones no se tenga aún clara conciencia de ello.
La lucha por la defensa de la tierra, de la Naturaleza, en Euskal Herria, forma parte de la lucha global contra la depredación y la destrucción sistemática provocada por el desarrollismo y el productivismo, en definitiva, por el comportamiento descabellado del sistema capitalista, cuya única obsesión es la de obtener más y más beneficios, sin reparar en los medios empleados para ello, ni en sus consecuencias ecológicas, sociales y económicas. La lucha por la defensa del medio ambiente en Euskal Herria, es parte de la lucha general contra la irracionalidad ecológica del capitalismo que está provocando el cambio climático a nivel planetario y que amenaza con destruir la vida sobre la Tierra.
El movimiento ecologista.
A nivel internacional, el movimiento ecologista aparece a finales de la década de los sesenta del pasado siglo (en Euskal Herria es más reciente), en unos momentos de auge de las luchas revolucionarias y de liberación nacional (movimiento de mayo del 68, revolución cultural en China, guerra de Vietnam, etc.) al mismo tiempo que los otros nuevos movimientos sociales. El movimiento ecologista surge como movimiento sociopolítico en defensa de la naturaleza. Aunque, desde el principio, aparece como un movimiento heterogéneo y complejo, con numerosas corrientes y tendencias. Voy a tratar de resumir las más importantes.
* El ecologismo reaccionario(ecofascismo). Su base ideológica es el naturalismo integrista, desarrollado por el biólogo y filósofo alemán Ernst Haeckel (1834-1919), que acuñó el término «ecología» y al que se considera como el fundador de la Ecología como disciplina académica. Fué defensor de las teorías evolucionistas de Darwin, a partir de las cuales desarrolló un enfoque organicista y biologicista del mundo, que anteponía el ser vivo (en general) al ser humano y que priorizaba el biocentrismo sobre el antropocentrismo. Haeckel elaboró una teoría «social-darwinista» que preconizaba el «regreso a la naturaleza» y la construcción de un «orden social natural», basado en las eternas leyes naturales, para lograr el cual defendía la eugenesia y la pena de muerte como medios de selección natural. Las teorías de Haeckel encontraron adeptos en los ideólogos del nazismo, como el racista George Vacher de Lapouge (1854-1936).
Las teorías de Haeckel han influído en toda una serie de ecólogos en el mundo académico, que se prolonga desde finales del siglo XIX hasta hoy día. Sus planteamientos también han tenido influencia en la formación de algunas corrientes filosóficas, como el vitalismo, que alcanzó cierta importancia hacia mediados del siglo XX, desarrollado por Henri Bergson (1859-1941). En el campo de la geografía, las posiciones de Haeckel encontraron una prolongación en la llamada biogeografía de su alumno Friedrich Ratzel (1844-1904) creador del concepto de «espacio vital» (Lebensraum), que posteriormente serviría de argumento a los ideólogos del nazismo. En el III Reich, el fascismo y el antisemitismo, se compaginaron con la mística naturalista. En el movimiento ecologista de nuestros días, también se pueden encontrar algunos elementos ideológicos del naturalismo integrista.
* El ecologismo burgués(capitalismo verde). En este sector se incluyen aquellos grupos, muy numerosos, que defienden la compatibilidad del medio ambiente con el modo de producción capitalista, y que éste se puede regular para no destruir la naturaleza. Algunos proponen (holoeconomistas) que se cuantifique el valor de los daños ocasionados por las empresas a la naturaleza, así como el coste económico de las medidas que se podrían implantar para evitarlo. Son partidarios de imponer tasas a las empresas contaminantes, según el criterio de que «quien contamina paga», con objeto de presionarlas para que adopten medidas correctoras anticontaminantes. En este sector, también se incluyen:
El ecologismo liberal. Considera que el medio ambiente es un elemento más del mercado y que, por tanto, puede ser objeto de compra-venta, como ocurre con los «derechos de emisión» a los que ya nos hemos referido más arriba.
El conservacionismo. Es partidario de crear espacios naturales protegidos, que por sus características ecológicas (biodiversidad) es preciso conservar. De esta forma, pretenden delimitar zonas en las que no se permita la actividad humana. Serían como auténticos «paraísos», como «islas verdes» rodeadas por un océano en el que la producción capitalista se desarrollaría sin freno alguno. Los conservacionistas no tienen en cuenta que los ecosistemas no están aislados unos de otros y también respecto al medio circundante, sino que entre todos ellos, así como entre ellos y el sistema en el que se desarrollan, existe una interacción, una relación dialéctica de mutua interdependencia. En la Naturaleza, nada permanece aislado. Todo influye sobre todo. Por tanto, no caben soluciones parciales. El problema es global.
* Ecologismo reformista(ambientalistas). También sostienen que la defensa del medio ambiente no es incompatible con el capitalismo, aunque son partidarios de adoptar medidas de mayor calado, de llevar a cabo acciones más profundas. En este sector se agrupan muchas ONGs y también los partidos verdes. Muchos de sus miembros proceden de la pequeña y media burguesía, así como de profesiones liberales.
Algunas de las ONGs (Greenpeace, WWF, Amigos de la Tierra, etc.) están organizadas a nivel internacional y cuentan con decenas de millares de miembros, aunque su activismo se ha ido haciendo cada vez más elitista y sus campañas de denuncias más costosas. Debido a esto, la inmensa mayoría de sus miembros ha pasado a una posición de apoyo pasivo (pagar una cuota, recibir alguna publicación y como mucho, participar ocasionalmente en algún acto). Con objeto de recabar fondos para sus campañas, algunas ONGs no han tenido reparos en recibir ayudas de grandes empresas o de los propios Estados capitalistas.
Es significativo el caso de WWF (Fondo Internacional de la Vida Salvaje), creado el 23 de Noviembre de 1961, que contó como Presidente de su primer Comité Nacional en el Reino Unido, nada menos que con el Duque de Edimburgo, y entre cuyos socios protectores se encuentran el Maharajá de Boroda y el Aga Kan. En 1970, WWF lanzó una campaña para recabar fondos (The 1001), con la que obtuvo un fondo de 10 millones de dólares, mediante aportaciones de 1001 socios, que contribuyeron con 10.000 dólares cada uno (7). ¡Un movimiento auténticamente popular!
* Ecologismo libertario(ético-místico). En este sector se puede agrupar un heterogéneo conglomerado de corrientes. En general, no tienen en cuenta la relación del modo de producción capitalista con la destrucción del medio ambiente y tampoco consideran necesario acabar con el capitalismo para defender la naturaleza. Las corrientes más importantes son:
Los animalistas. En vez de adoptar una postura global, defienden a los animales de forma particular. Pertenecen a esta corriente los colectivos antitaurinos, antipeleteros, los contrarios al empleo de animales para la experimentación en laboratorios, etc.
Los veganistas. Muchas veces relacionados con el animalismo. Se oponen al consumo de alimentos de origen animal (carne, pescado, etc) y en algunos casos también se oponen a la utilización de cualquier producto de origen animal (lana, cuero, etc). Algunos veganistas son partidarios de la teoría de la «eficiencia alimentaria» que defiende comer sólo productos primarios, ya que los animales comen vegetales u otros animales (que, a su vez se alimentan de vegetales) y en toda esa cadena trófica se está dando un proceso de degradación de la energía.
Los primitivistas. Al igual que hicieran los «ludistas» en los comienzos del movimiento obrero, atribuyen la destrucción del medio ambiente a la civilización y al progreso técnico (en abstracto) y propugnan la utilización de «medios no tecnológicos» para la explotación racional de la naturaleza.
Las contradicciones internas.
Desde mediados de la década de los ochenta, del pasado siglo, el movimiento ecologista se ha convertido en una especie de refugio para muchos ex militantes de partidos y organizaciones de izquierda, incluso de los sectores más «radicales», muchos de los cuales han aportado al movimiento su ideología democrático-burguesa, imprimiéndole un carácter reformista; lo que ha llevado a muchos colectivos y ONGs a caer en posturas seguidistas del partido en el gobierno (PSOE, PP o PNV), y a depender de las subvenciones de la «administración», cuando no de las ayudas económicas de las mismas multinacionales que están provocando la destrucción de la naturaleza.
Todo en nombre de la «utilidad» de sus planteamientos, de los «éxitos» y de los «resultados», a corto plazo. Sin ver nada más allá de sus narices. Producto de una concepción filosófica burguesa neopositivista (basada únicamente en «los hechos», pero que renuncia a indagar en sus causas, que renuncia a descubrir sus conexiones y relaciones mutuas, su interdependencia).
Otras veces nos dicen que como el problema de la destrucción medioambiental, del cambio climático, etc., es «de todos», debemos unirnos «todos los seres humanos», sin establecer distinción alguna entre explotados y explotadores. En otros casos, han caído en el individualismo más descarado, propugnando soluciones y salidas personales, a una situación de crisis global. O nos hablan del retorno a una sociedad idílica, sin tecnología, a una nueva Arcadia, a un paraíso de felicidad. Pero, en el movimiento ecologista también hay grupos y colectivos, hombres y mujeres, que tratan de profundizar en las verdaderas causas de la destrucción de la naturaleza. Esto ocurre porque en el movimiento ecologista también se reflejan las contradicciones de clase que se dan en la sociedad.
Por un ecologismo revolucionario.
Hoy día, a nivel general, pero especialmente en Euskal Herria, se están creando unas condiciones favorables para la renovación del ecologismo, para el surgimiento de un potente movimiento ecologista revolucionario, porque se está demostrando, en la práctica, que la lucha ecologista está estrecha e indisolublemente unida a la lucha nacional y a la lucha de clases. Para entenderlo, debemos de tener en cuenta dos cosas:
1ª.- La nación no es un ente abstracto, ideal, eterno e inmutable, situado al margen y por encima de las personas y de las clases. La nación es un conjunto de condiciones de producción. Es el ámbito en el que se producen y se reproducen, tanto las fuerzas productivas como las relaciones de producción, tanto la burguesía como la clase obrera. En ese ámbito se producen y reproducen, tanto las clases como la lucha de clases.
La nación es, por tanto, un marco específico de desarrollo de la lucha de clases y cada clase tiene un proyecto nacional propio, un proyecto para crear o modificar las condiciones de producción, que también podemos llamar «condiciones económicas de existencia nacional». Por ello, es evidente que el proyecto de construcción nacional de la burguesía vasca y el del pueblo trabajador nunca podrán ser los mismos, aunque en determinados aspectos pueda haber alguna coincidencia parcial entre ellos.
2ª.- Por otra parte, Engels, en una carta a W. Borgius ( d) incluía entre las relaciones económicas, que forman parte de las condiciones de producción, a «la base geográfica», (territorio) y tambiénal «medio ambiente» (entorno natural), con lo que también resulta evidente que la lucha por defender la naturaleza y el medio ambiente frente a las agresiones que sufre como consecuencia de la irracionalidad del modelo de acumulación capitalista, va íntimamente unida a la lucha por la conquista de unas nuevas condiciones de producción.
Pero, además, también hay otros factores que inciden en la misma dirección, es decir que favorecen la aparición de un ecologismo revolucionario:
a) La constatación empírica de que es el capitalismo (y no el ser humano, en abstracto) quien está destruyendo la naturaleza, como hemos expuesto más arriba.
b) La experiencia histórica de cómo en el socialismo será posible desarrollar una nueva racionalidad ecológica, tal como ocurrió en China durante la revolución cultural (1966-75), aunque posteriormente esa experiencia fracasase.
c) El desarrollo de las bases teóricas para una concepción dialéctica de la naturaleza y de los seres vivos. En este sentido, debemos destacar la notable aportación de los antropólogos y biólogos norteamericanos Stephen Jay Gould (1941-2002) y Niles Eldredge (1943- ), con su «Teoría de los desarrollos puntuales» (1972), también llamada «Teoría del desarrollo por equilibrios intermitentes», que superó la concepción evolucionista de Darwin, al introducir la idea del desarrollo dialéctico (por saltos). En el mismo sentido, inciden las críticas de Richard Levins, Richard Lewontin y Stephen Jay Gould contra el determinismo biológico (genético).
d) La refutación teórica de algunos tópicos del ecologismo burgués y reformista sobre el pretendido carácter «desarrollista» y «productivista» del marxismo. En este campo, hay que destacar la importante aportación del profesor de la universidad de Oregón, John Bellamy Foster, autor de un exhaustivo trabajo de investigación que ha sacado a la luz algunas de las posiciones de Marx sobre cuestiones ecológicas, que estaban dispersas a lo largo de su ingente obra.
Santi Ramirez
Euskal Herria 18-08-2008.
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NOTAS:
1.- «100 manchas en la salud ambiental de Euskal Herria». GARA 30-4-2007.
2.- Jacques Delors. Miembro del PSF. En 1985 sustituyó al luxemburgués Gaston Thorn en la presidencia de la Comisión Europea, cargo en el que permaneció hasta 1994. A partir de 1989 supervisó la elaboración del informe de la CE, titulado «Crecimiento, competitividad y empleo, retos y pistas para entrar en el siglo XXI» que fue aprobado en 1992 en el Tratado de Maastrich por los 12 países que entonces componían la CEE.
3.- Hernán L. Giardini. «Arrasando la Amazonia en nombre del progreso (de las multinacionales). 17-06-2006. http://www.ecoportal.net/
4.- No voy a recurrir a las citas, que siempre resultan un tanto farragosas, pero voy a recomendar algunos libros interesantes sobre el tema (los de R. Dumont, M. Caldwell, C. Gavinelli y M. C. Gibelli, W. Burchett, J. V. Marqués, H. M. Enzesberger, etc. Ver Bibliografía) .
5.- Ver el artículo de Keith Bradsher y David Barboza: «Del carbón, beneficios y polución». El País (Selección de artículos del New York Times) del 22-06-2006.
6.- Idem.
7.- Oscar Asencio. «Breve historia del ecologismo». www.elmundoalreves.org 30-06-2008.
8.- Carta de Engels a Borgius (25-1-1894). «Correspondencia de K. Marx y F. Engels». www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/busavanz.htm
BIBLIOGRAFÍA.
* René Dumont. «La utopía o la muerte». Editorial Villalar. Madrid, 1977.
* Mario Gaviria. » El buen salvaje». Editorial El Viejo Topo. Barcelona, 2001.
* Malcom Caldwell. «Socialismo y medio ambiente». Editorial Gustavo Gili. Barcelona, 1976.
* André Gorz. «Ecología política». Editorial El Viejo Topo. Barcelona, 2001.
* Conrado Gavinelli y María Cristina Gibelli. «Ciudad y territorio en China». Editorial H. Blume. Madrid, 1979.
* Murray Bookchin. «Por una sociedad ecológica». Editorial Gustavo Gili. Barcelona, 1978.
* Wilfred Burchett. «China: Otra calidad de vida». Editorial Laia. Barcelona, 1977.
* Alfonso Pérez Agote. «Medio ambiente e ideología en el capitalismo avanzado». Editorial Encuentro. Madrid, 1979.
* Dario Paccino. «El embrollo ecológico (la ideología de la naturaleza)». Editorial Avance. Barcelona, 1975.
* Josep Vicent Marqués. «Ecología y lucha de clases». Editorial Zero ZYX. Bilbao, 1980.
* Hans Magnus Enzensberger. «Para una crítica de la ecología política». Editorial Anagrama. Barcelona, 1974.
* Varios autores. Traducción del inglés de Tomás Núñez de Morales. «Ciencia y pueblo en China. Reportaje de ciencia para el pueblo». Editorial Herman Blume. Madrid, 1979.
* Stephen Jay Gould. «El pulgar del panda». Editorial Crítica. Barcelona, 2005.
* Stephen Jay Gould. «La falsa medida del hombre». Editorial Crítica. Barcelona, 1997.
* Stephen Jay Gould. «Desde Darwin: reflexiones sobre historia natural» Editorial Herman Blume. Madrid, 1983.
* Niles Eldredge. «La vida en la cuerda floja: la humanidad y la crisis de la biodiversidad». Editorial Tusquets. Barcelona, 2001.
* Niles Eldredge. «Síntesis inacabada. Jerarquías biológicas y pensamiento evolutivo moderno». Editorial Fondo de Cultura Económica. México, 1997.
* John Bellamy Foster.»La ecología de Marx. Materialismo y naturaleza». El viejo topo. Barcelona, 2004.
OTROS MATERIALES CONSULTADOS.
* Red Autónoma de Comunicación UCAYALI (Amazonia peruana). «Alerta a la Humanidad: Destrucción de la Amazonia pone en grave riesgo de extinción a los indígenas en aislamiento voluntario». Biodiversidad en América Latina. 3 de Junio de 2008.
* «100 manchas en la salud ambiental de Euskal Herria». GARA 30-4-2007.
* Renán Vega Cántor. «Imperialismo ecológico. El interminable saqueo de la naturaleza y de los parias del sur del mundo». REBELIÓN 09-06-2006.
* Aldo Andrés Casas. «Terricidio o socialismo». HERRAMIENTA 24-09-2005.
* Cinco Días. «La tonelada de CO2, a 10 euros en la Bolsa de contaminación». Rebelión 17-04-2004.
* Pedro Medellín Millán. «La compra de derechos para contaminar». Universidad Autónoma de San Luis de Potosí. México, 2003.
* Oscar Asencio. «Breve historia del ecologismo». www.elmundoalreves.org
30-06-2008.