Según se mire, la economía se nutre constantemente de vocablos nuevos para explicar sus avances, ya sea en su versión solidaria o en su vertiente más devoradora (por desgracia sigue ganando esta última, pero no se vayan todavía). Así, ya es lugar común en diversos ámbitos referirse a «ecosistema productivo», «modelos sostenibles» o también es […]
Según se mire, la economía se nutre constantemente de vocablos nuevos para explicar sus avances, ya sea en su versión solidaria o en su vertiente más devoradora (por desgracia sigue ganando esta última, pero no se vayan todavía). Así, ya es lugar común en diversos ámbitos referirse a «ecosistema productivo», «modelos sostenibles» o también es un concepto extendido el «capital semilla», por citar algunos ejemplos. Pero el post de hoy no va de explicar esos vocablos, ni profundizar teóricamente en alternativas a la visión economicista de la vida, que tanto nos influye (para lo que recomendamos la entrada de Economía del bien común o de Economía ecológica en Wikipedia). Lo que queremos es destacar algunas experiencias recientes que muestran cómo cierta visión ecológica (esto es, dando prioridad a los ecosistemas y a las especies sobre los individuos, sean humanos o de otro tipo) se puede complementar con una manera de entender la producción y el consumo en que impera el respeto por el entorno y no el beneficio per sé. En que la suma de las partes puede ser mayor que el conjunto, donde se busca afianzar modelos sostenibles y a la vez integrados en una relación con la tierra que no sea de explotación sino de convivencia inteligente. Valores asociados estrechamente con lo ecológico, propuestas activistas pero realistas a la vez, que sumadas pueden ofrecer luz en estas encrucijadas socioproductivas que vivimos, donde tanto cuesta ver a menudo a qué gran poder o suma de intereses se está favoreciendo por el simple hecho de vivir (y por tanto comprar, producir, alimentarse, relacionarse, etc).
Como avanzamos en nuestro último post, un ejemplo destacado de proyecto ecológico que creemos merece la pena conocer es Open Source Ecology, que promueve principalmente la regeneración ambiental y la justicia social. Se trata de una comunidad de agricultores, ingenieros y otros voluntarios trabajando en una forja de maquinaria pesada de diseño abierto (y por tanto replicable por cualquier interesado), que se encuentra desde hace algún tiempo en plena producción de una serie de prototipos que permitan la creación o desarrollo de asentamientos humanos autónomos, bajo el concepto de Global Village Construction Set («set global de construcción de aldeas»). Ese set o conjunto de maquinaria consta de diseños para fabricar desde molinos de viento hasta hornos de pan, pasando por excavadoras, paneles solares, prensas de ladrillos de tierra comprimida, motores hidráulicos o sembradoras (se puede ver la lista completa y estado de desarrollo en su wiki). Tiene como características principales, a parte de ser de código abierto (y por tanto toda su socumentación), la modularidad de sus elementos, que estos sean bajo coste, que se puedan reparar fácilmente por el usuario, un ciclo cerrado de manufactura (reciclando el metal con una de las máquinas) y finalmente que promuevan la economía distribuida (alentando la replicación de empresas que deriven de la plataforma, como una ruta a la empresa verdaderamente libre). En el vídeo a continuación (o este otro que usaron para una de sus campañas de crowdfunding) podéis ver que todo esto son más que declaraciones de principios, pues ya están en ello a pleno rendimiento:
Otra iniciativa relevante a la hora de entender por dónde se están moviendo aplicaciones prácticas de lo económico sumado a lo ecológico, en este caso con el componente de Internet como pieza fundamental, sería LandShare. Se trata de un portal que fomenta compartir trabajo y cosechas entre propietarios de tierras en desuso en el Reino Unido y gente que las quiera trabajar. Para ello basta con darse de alta en el sistema, cuya oferta de terrenos disponibles y demanda de espacios para cultivar encuentra en las lógicas geolocalizadas de la red la mejor herramienta posible, donde hasta la fecha más de 70.000 usuarios registrados le pueden dar uso e ir generando así lógicas de comunidad, de recursos compartidos y, en definitiva, acción directa sobre el tejido productivo a cargo de la sociedad. En España contamos con el ejemplo equivalente en Huertos Compartidos (cuyo vídeo de presentación fue cofinanciado mediante una campaña en Goteo), una red social inspirada en la anterior mediante la cual quienes ofrecen terrenos y buscan huertos para trabajarlos pueden conocerse y llegar igualmente a acuerdos para compartir lo sembrado.
Para acabar con un tercer ejemplo, nuevamente desde una óptica distribuida e integradora de lo sostenible y necesario para convivir con y en la tierra (y así llevarnos socialmente a buen puerto), destacamos la iniciativa y filosofía de red de los Transition Towns o comunidades de transición. Más que una comunidad, se trata ya un movimiento internacional para fomentar la resilencia a nivel local en poblaciones concretas ante el desafío por partida doble del cambio climático y el pico de petróleo, y que lejos de resignarse o delegar en terceros propone pasar a la acción, e incluso disfrutar, fomentando el consumo de proximidad (en vez de el coste energético fruto de la deslocalización productiva), el reciclado y reparación de bienes de consumo (para combatir la obsolescencia programada) o el fomento de monedas locales alternativas (tema del que ya habló fantásticamente y con detalle Pau Llop en un post anterior en el Colaboratorio). En España se han activado ya iniciativas de transición en lugares como Cádiz, Barcelona, Mallorca o A Coruña. Aquí se puede consultar el mapa de iniciativas de «transición» a nivel mundial, y en este enlace acceder al PDF de un detallado artículo de Antonio Scotti para la revista ECO Habitar.
Si conocéis más ejemplos de propuestas similares (o bien os apetece hablar sobre sus detalles) os invitamos a dejar vuestros comentarios en el post y seguir ampliando ejemplos. Desde Goteo creemos que es muy importante profundizar en este ámbito donde se mezclan lo ecológico y lo económico, en el que estamos particularmente interesados al ir constatando cómo es posible cofinanciar y compartir resultados de diferentes tipos de proyectos bajo esa óptica. Y así seguir identificando y ayudando a hacer posible prácticas que nos ayuden a todos a progresar colectivamente y de modos coherentes con nuestro entorno.
Fuente: http://www.eldiario.es/colaboratorio/ecologia-economia-experiencias_6_66203395.html