En tiempos de Trump, Bolsonaro y otros representantes del neofascismo, puede que algunos lectores recuerden la frase atribuida a Fredric Jameson según la cual parece más fácil imaginar el fin del mundo que el final del capitalismo; una sentencia que, a la vista de lo que muestra el escenario ecológico actual, parece tomar forma de […]
En tiempos de Trump, Bolsonaro y otros representantes del neofascismo, puede que algunos lectores recuerden la frase atribuida a Fredric Jameson según la cual parece más fácil imaginar el fin del mundo que el final del capitalismo; una sentencia que, a la vista de lo que muestra el escenario ecológico actual, parece tomar forma de amenaza cierta. En tiempos de avance de una derecha (extrema) neoliberal y autoritaria en Asia, Europa y América y en los que la izquierda se encuentra sumida en una profunda crisis de identidad y proyecto, absorta en pequeñas e inocuas maniobras institucionales con escaso resultado práctico para combatir la desigualdad y la crisis climática, se hace más necesario que nunca dar por enterradas las viejas respuestas e iniciar la elaboración de horizontes estratégicos que logren la síntesis del binomio sociedad justa y biosfera intacta.
En efecto, el capitalismo se encuentra en una dinámica destructiva y parece evidente que no dejará de explotar cualquier recurso en la huida hacia delante que emprendió, en su última fase, a partir de la crisis de 2008. Evidentemente, no se trata sólo de una cuestión temporal que responde a la crisis, sino de la propia naturaleza del capitalismo, que responde exclusivamente a la generación de beneficios, y por lo tanto necesita apropiarse tanto del trabajo como de la naturaleza con tanta intensidad como sea necesaria para su supervivencia. Por eso, no es de extrañar que los diversos movimientos de ultraderecha ataquen tanto las condiciones de trabajo como las luchas ecológicas, o que las Cumbres de Cambio Climático sean cada vez más inoperantes.
Detrás de los desastres hay causas
Pero… ¿Por qué hemos llegado a semejante situación? ¿Cómo es posible que la supervivencia del sistema socio económico esté amenazando la vida de las personas que lo alimentan y de su entorno? Hay muchas líneas de explicación, y tanto la sociología como la economía o la historia pueden aportar enfoques de interés, pero en tanto que buscamos un marco global de interpretación, necesitamos una explicación política, esto es, una explicación que dé cuenta de las fuerzas e idearios sociales que han acabado llevándonos a este punto. Políticamente, esto sólo se puede entender desde una derrota histórica, la que sufren los proyectos alternativos ante un capitalismo que se reconfigura desde los años 80 del pasado siglo y muta para adoptar el neoliberalismo como forma actualizada. Con el neoliberalismo, el capital se desvincula casi totalmente de los límites materiales, avanza en la extensión de su modelo social (individualismo, consumismo, descrédito de lo público y lo colectivo, mercantilización del conjunto de la sociedad) y desplaza a los imaginarios colectivos políticos alternativos. La famosa expresión de Margaret Tatcher, «no hay alternativa», podría ser el mejor ejemplo de las profecías autocumplidas: no hay alternativas porque el neoliberalismo alcanzó el poder en todos los ámbitos y eliminó la posibilidad de una alternativa. Por eso, hoy, todavía puede parecer que es más fácil que se acabe el mundo a que se acabe el capitalismo.
Sin embargo, es evidente que existen alternativas. El dictum tatcheriano sólo es cierto en la medida en la que se impone contra la voluntad de las clases populares y de los movimientos sociales que, estos sí, son conscientes de la deriva suicida del capitalismo. El ecologismo ha tenido muchas versiones y, al menos en la orientación de ecologismo social ha sabido ir mostrando una serie de posibilidades al margen del neoliberalismo. La izquierda política, sin embargo, ha tardado en ver esto, pero hoy empieza a asumir que una transformación radical necesita de la cuestión ecológica, y no como un añadido externo, sino como un eje central de su propuesta política. Hoy no sólo está claro que el ecosocialismo es capaz de plantear una propuesta ecológica que incluya lo laboral, lo productivo y lo reproductivo, sino que hacerlo desde otros lugares llevará forzosamente a un proyecto fallido.
Desde las últimas décadas, y especialmente desde principios de siglo, la crisis ecológica empieza a mostrarse con una evidencia fuerte. Los niveles de contaminación ambiental, el cambio climático, la frecuencia creciente de disturbios y catástrofes ambientales o la inhumana y dañina forma de producir carne son elementos especialmente visibles que ya no pasan desapercibidos a un conjunto social cada vez más amplio. Es momento de que la izquierda asuma definitivamente el análisis ecologista y le dé dimensión política para construir un proyecto que vaya más allá de unas elecciones y más allá de un programa; hay bases para construir un horizonte alternativo con base organizativa fuerte, y eso implica un proyecto de las clases populares porque sólo ellas configuran la mayoría. Recuperar esta idea de clase ha podido parecer difícil en los años de éxito del neoliberalismo, pero es una necesidad, un punto sin el cual no articularemos un proyecto de todas y para todas.
Existen alternativas. El ecosocialismo forma parte de la solución
Este trabajo de recuperación de elementos de la izquierda revolucionaria que aspiraba a la sociedad de mujeres y hombres libres e iguales sin explotación humana y de aquellos que vienen de la tradición ecologista forjada en centenares de luchas en defensa de la biosfera y que ha sido capaz de dar explicaciones y alternativas tiene su mejor apuesta en el ecosocialismo. Y para ello los espacios de trabajo como el que tuvo lugar el pasado mes en Lisboa son fundamentales ( http://alterecosoc.org/ ). La IV edición de los Encuentros Ecosocialistas fue organizada con participación de muchas organizaciones y activistas portuguesas, dando así continuidad a una serie de encuentros que son referencia para un trabajo ambicioso de articulación político social. Si es tiempo de construir imaginarios colectivos distintos, espacios como este son el lugar donde pueden surgir.
En estos momentos en los que se perpetúa la crisis constante del neoliberalismo como sistema socioeconómico, la necesidad de un proyecto alternativo es tan alta como su posibilidad. Pero esto no debería hacernos pensar que la crisis del capitalismo llevará a su destrucción y a una transición a un modelo sostenible. Por el contrario, tratará de mantenerse a costa de lo que haga falta. Merece la pena recordar aquí a Rosa Luxemburgo, autora de aquella expresión histórica, «socialismo o barbarie», de la que nos reivindicamos muchos ecosocialistas. No se trataba de un lema de agitación, sino que se dirigía a una discusión importante en vida de Luxemburgo, entre aquellos que creían en un marxismo mecanicista según el cual la revolución vendría por el colapso del propio capital, y los que defendían que mediaría una lucha social y que el resultado de esa lucha podría tanto ser el socialismo como una forma de fascismo. Esa es la lucha que el ecosocialismo está en condiciones de abrir y que tiene que abrir, como vía para sacar a la izquierda de su derrota histórica y, lo que es más importante, para salir del fracaso ecológico global, creando un horizonte compartido.
Manuel Garí, economista y militante de Anticapitalistas
Paca Blanco, activista social y militante de Anticapitalistas
Fuente: https://blogs.publico.es/otrasmiradas/17466/ecosocialismo-un-horizonte-para-un-cambio-de-epoca/