La Sociedad Española de Ornitología (SEO)/BirdLife ha abierto la posibilidad, hasta el 13 de enero, de una votación ciudadana digital para la designación de “Ave del Año” en 2022.
La ONG presenta, para la presente edición, tres candidaturas de aves en declive poblacional o amenaza de conservación en España: el Aguilucho cenizo, el Alcaudón común y el Alzacola rojizo. Las votaciones pueden realizarse en https://seo.org/eleccion-ave-2022/.
SEO/BirdLife desarrolla la iniciativa de conservación y comunicación “Ave del Año” desde 1998. Las tres especies citadas están vinculadas a medios agrícolas, y la mengua de sus poblaciones obedece –principalmente- “a la pérdida de elementos naturales en el paisaje agrario, el uso generalizado de plaguicidas y las cosechas más tempranas”.
En diciembre, la organización ambiental presentó el Libro Rojo de las Aves de España 2021, que actualiza la edición de 2004 y se publica con el apoyo de la Fundación Biodiversidad. Entre otros resultados, el estudio destaca que de los 359 taxones que figuran en la Lista roja, 90 (25,1%) especies o poblaciones se hallan ante una situación de “amenaza” (“peligro crítico”; “en peligro” o “vulnerable”); 12 (3,3%) presentan diferentes categorías de “extinción”; 51 (14,2%) están “casi amenazadas”; 157 (43,7%) parecen fuera de peligro (“preocupación menor”); y en 49 (13,6%), la información es insuficiente o no han podido ser analizadas.
Así, “el 56% de las aves evaluadas presenta –en mayor o menor medida- problemas de conservación”, concluye el estudio de SEO/BirdLife. En el análisis de detalle, “solo un 42% de las especies reproductoras se encuentran en una situación de conservación favorable, mientras que este porcentaje asciende hasta el 56% en el caso de las aves invernantes o migratorias”.
¿En qué territorios habitan las especies de ave amenazadas? La mayoría (34%) tienen como hábitat preferente el de carácter seminatural (por ejemplo agrosistemas o dehesas); seguido por la avifauna presente en humedales de agua dulce (24,7%); marina y costera (18,5%); el 12,3% corresponde a zonas montañosas y el 10,3% se halla en áreas forestales; los porcentajes coinciden con los hábitats sometidos a mayores amenazas en el estado español: los sistemas agroesteparios y las zonas húmedas.
Entre otras notas destacadas, el documento revela que la mitad de las aves nocturnas están afectadas por las “tendencias negativas” y el “declive poblacional”, por lo que figuran en las categorías de “amenazadas” o “casi amenazadas”.
SEO/BirdLife dedica un capítulo a las especies en “peligro crítico”. Una de las mencionadas es la Aguja colinegra, con una población reproductora inferior al medio centenar de individuos maduros (la misma tendencia se constata en Europa); el descenso de las poblaciones invernantes de Aguja colinegra estaría produciéndose también en territorios importantes de invernada, como los arrozales de Extremadura; las marismas del Odiel (Huelva); la Bahía de Cádiz o el Delta del Ebro.
El “fuerte declive”, que se traduce en un “número muy bajo” de parejas, afecta a las poblaciones reproductoras de la Cerceta pardilla; esta especie, apunta el estudio, se observa en cada vez menos humedales del estado español. Diferentes factores explican la merma poblacional, por ejemplo la degradación de los hábitats; la caza accidental o furtiva; la contaminación a causa del plomo; la epizootia (enfermedades que afectan a los animales) o la invasión de especies exóticas.
Otro caso citado en el Libro rojo es el de la Focha moruna, de población “muy reducida” en el estado español; los investigadores constatan oscilaciones en función de la “calidad del hábitat”; la pluviometría (datos de las precipitaciones) o las liberaciones de ejemplares nacidos en cautividad. Entre las causas de la disminución, el reporte señala la destrucción de hábitats, a la que se añaden la presión cinegética; la presencia de especies exóticas invasoras y el sobrepastoreo.
Otras especies en “peligro crítico” son el Arao común (debido a la contaminación; la mortalidad accidental en las artes de pesca o la “inacción” por parte de las Administraciones públicas); el Avetoro común; las poblaciones reproductoras de la Cerceta carretona; el Escribano palustre; el Fumarel común (desde la década de los 80 del siglo XX); la Gaviota tridáctila; la Pardela balear; el Urogallo común; el Pinzón azul de Gran Canaria o el Zarapito real, entre otros.
La contaminación constituye el principal impacto (negativo) sobre las aves amenazadas en España, subraya el estudio; ésta tiene –entre otros orígenes- las prácticas agrícolas intensivas, así como el “uso masivo” de herbicidas, insecticidas y semillas recubiertas de pesticidas.
Los autores citan también la contaminación por hidrocarburos, principalmente en el mar, además de la lumínica y por los residuos plásticos. Considerada en términos generales, la polución afecta singularmente a especies como la Espátula común, el Alcaudón real, la Pardela balear o el Porrón pardo.
El segundo grupo de amenazas en importancia es la “alteración de los ecosistemas”; sobre todo de los humedales, donde la avifauna que los habita se ve perjudicada por las prácticas de desecación y drenaje, la eliminación de bosques de ribera y la sobreexplotación de los acuíferos.
Una tercera amenaza es la generada por la agroganadería y la silvicultura (bosques o montes) intensivas, incluida la transformación de cultivos de secano -principalmente los dedicados a cereales- en regadíos; otra afección significativa es la derivada del cambio climático, de modo que las condiciones meteorológicas extremas pueden ocasionar altas mortalidades a principios de primavera o finales del verano; y por el frío –en aves insectívoras por la escasez de alimento- durante la primavera.
El informe constata que, a la actividad cinegética y las especies exóticas invasoras se suman las “perturbaciones y molestias humanas”, como las derivadas de las pistas de esquí o las competiciones deportivas; las infraestructuras energéticas y de minería, que afectan por ejemplo al Sisón común, la Alondra común y varias rapaces; la electrocución, colisiones y atropellos (entre las especies más perjudicadas figuran el Águila perdicera, el Águila imperial ibérica y el Chotacabras cuellirrojo); y los desarrollos urbanísticos.
En otros casos Seo/BirdLife destaca la “inacción” o “ineficacia” de las Administraciones públicas en el cumplimiento de las “obligaciones normativas” respecto a la biodiversidad (falta de catálogos de protección o planes de recuperación); el documento incluye en este apartado a la Tórtola europea, el Urogallo común, la golondrina común y el Quebrantahuesos.
Respecto al grado de protección, actualmente “en torno a un 70% de las aves en categorías de amenaza no cuenta con la adecuada cobertura legal. Atendiendo a su estado de conservación, deberían incluirse en el Catálogo Español de Especies Amenazadas (…)”, señalan los autores del informe.
Por otra parte, un estudio sobre aves reproductoras en la Unión Europea (UE) de la Royal Society for Protections of Birds (RSPB), SEO/BirdLife International y la Sociedad Checa de Ornitología, presentado en noviembre, señala que en la UE se han perdido entre 560 millones y 620 millones de aves individuales entre 1980 y 2017, lo que supone un descenso global de la población entre el 17% y el 19%. Una parte muy importante de la disminución se produjo en los años 80 y 90 del siglo XX.
“Una gran proporción de estas pérdidas se debe a una disminución muy importante de un pequeño número de especies comunes”, resalta el documento. El ave que ha sufrido una mayor afección es el Gorrión común: pérdida de la mitad de la población en el periodo estudiado (247 millones).
Las mayores pérdidas se registran entre las aves de las tierras de cultivo y pastizales, debido a los cambios en las prácticas agrícolas. El informe centrado en Europa subraya que algunas aves migratorias de larga distancia (Curruca sauceda y Lavanda boyera) así como aves costeras, por ejemplo la Avefría, han experimentado –proporcionalmente- una mayor merma que otros grupos.
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