Estimad@ ciudadan@: Yo soy un ciudadano corriente como tú, un simple trabajador que sólo habla en su nombre. Este próximo 25 de septiembre puede ser un día histórico en el Estado español pues podría iniciarse un proceso de transición hacia otro sistema. De nosotros depende. Permíteme exponerte mis argumentos para ir a rodear el Congreso […]
Estimad@ ciudadan@:
Yo soy un ciudadano corriente como tú, un simple trabajador que sólo habla en su nombre. Este próximo 25 de septiembre puede ser un día histórico en el Estado español pues podría iniciarse un proceso de transición hacia otro sistema. De nosotros depende. Permíteme exponerte mis argumentos para ir a rodear el Congreso de los diputados, no a ocuparlo. Se trata de una «ocupación» simbólica con objetivos muy claros y concretos. Se pretende forzar la dimisión del gobierno, del jefe de Estado y el inicio de un proceso constituyente. Todo ello pacíficamente, sin impedir el paso de los diputados. No se pretende coaccionar a las personas.
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El actual gobierno es ilegítimo
Un gobierno que es elegido por el pueblo para, una vez alcanzado el poder, hacer lo contrario de lo prometido, es ilegítimo. El hecho de haber ganado unas elecciones no le da derecho a hacer lo que le da la gana, no le da derecho a darle la espalda al electorado que le eligió. El pueblo, en estas condiciones, tiene perfecto derecho a exigir su dimisión. El pueblo tiene derecho a que sus gobiernos gobiernen de acuerdo con el mandato popular. Ésta es la esencia de la democracia, de la soberanía popular. Esta traición no ha ocurrido por simple casualidad. Ni es la primera vez que ocurre. El problema es del sistema que permite que pase estas cosas. Por tanto, si queremos evitarlas habrá, inevitablemente, que cambiar el propio sistema.
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No tenemos una democracia real
La democracia no consiste sólo en elegir a nuestros gobiernos. De nada sirve elegirlos si luego no cumplen sus programas o sus promesas. Un gobierno democrático debe gobernar de acuerdo con el interés general, debe responder ante el pueblo. No se trata de elegir a nuestros dictadores cada cuatro años. Actualmente, a la hora de votar, no tenemos mucho donde elegir, casi no podemos escuchar a otras formaciones políticas, pues las mayoritarias acaparan los medios de comunicación, apenas nos explican los programas electorales, nuestros votos no valen igual dependiendo de a qué partido se vote y desde qué lugar se haga. Por si todo lo anterior fuera poco, nuestros votos son simplemente cheques en blanco. El pueblo no tiene realmente el poder. Por esto los ciudadanos de a pie nos sentimos impotentes viendo cómo nos quitan los derechos más elementales, cómo los partidos a los que votamos con la esperanza de salir de esta crisis nos hunden cada vez más en el fango. Mientras los ricos se enriquecen cada vez más, la mayoría se empobrece cada vez más. Mientras los culpables de la crisis siguen impunes y hacen negocio con ella, los trabajadores somos cada vez más explotados. La crisis la están aprovechando las clases poderosas para afianzar su poder, con la complicidad de gobiernos que no gobiernan para la mayoría, sino que para ciertas minorías. No nos representan. Nosotros les votamos pero ellos actúan contra nosotros. La democracia es el gobierno de la mayoría respetando a las minorías, los derechos humanos de todos los individuos. ¿Dónde está el gobierno de la mayoría? Lo llaman democracia y no lo es. Esta «democracia» es una estafa. Debemos dejar de colaborar con ella, debemos dejar de realimentar esta farsa. Como mínimo, dejando de votar a los partidos que nos han engañado. No debemos olvidar. Pero también debemos presionar al sistema para cambiarlo. Debemos concienciarnos y concienciar a nuestro alrededor.
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Hay alternativas
Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad decía el ministro de propaganda de la Alemania nazi. A base de repetirnos machaconamente en los grandes medios de comunicación (controlados por personas con mucho dinero o por políticos a su servicio) que no hay alternativas, mucha gente se cree esta mentira. El pensamiento único es un claro síntoma de que vivimos en un sistema alejado de la auténtica democracia. Como comprobamos cualquiera de nosotros en nuestras experiencias vitales cotidianas, siempre hay alguna alternativa. Basta con acceder a otra prensa, disponible en Internet, para descubrir que existen alternativas, no sólo para salir de la crisis, sino que también para construir una sociedad distinta, más justa, más libre, más racional. Sin embargo, mientras no tengamos un sistema realmente democrático, en el cual exista una verdadera libertad de prensa, en el cual toda la prensa sea independiente, informe y no manipule, dichas alternativas no podrán ser conocidas por la mayoría de la población. Por ahora, sólo quienes tienen acceso a Internet y conocen ciertas páginas, quienes con su iniciativa se atreven a investigar, pueden liberarse del pensamiento único. Debemos cambiar el sistema político para que los gobiernos gobiernen de manera diferente, para que estén obligados a gobernar de acuerdo con el interés general, para que realmente respondan ante el pueblo. De un sistema podrido es muy difícil que surjan gobiernos que no lo estén. La democracia puede mejorar mucho si, entre otras cosas, tenemos una ley electoral donde todos los votos valgan igual, si los programas electorales son de obligado cumplimiento (mandato imperativo), si los gobiernos pueden ser expulsados inmediatamente del poder si el pueblo así lo desea (revocabilidad), si hay referendos frecuentes y vinculantes, si los poderes son independientes entre sí (sobre todo respecto del poder económico). No podemos esperar que un partido político financiado por la gran banca o por el gran capital gobierne para favorecer al pueblo, gobernará siempre para quienes le financian. Nuestra actual democracia puede y debe ser regenerada. Y esto se hace a través de un proceso constituyente en el que el pueblo toma la iniciativa para construir una nueva Constitución. El pueblo tiene derecho a elegir su régimen, si desea una Monarquía o una República. Esta nueva transición debe hacerse con la máxima participación popular posible, siguiendo el ejemplo de Islandia.
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El pueblo debe luchar
No podemos esperar ingenuamente que los mismos que nos están hundiendo nos salven. La democracia real no vendrá desde arriba. Las élites que nos gobiernan necesitan evitarla. Quienes se enriquecen a nuestra costa no quieren la democracia, no desean la igualdad. Necesitan que nos creamos que tenemos una democracia para que su dictadura camuflada continúe. Nos usan como marionetas para hacer con nosotros lo que quieren. Sólo les interesa que votemos para legitimar su dictadura disfrazada de democracia. Los hechos nos están demostrando con contundencia que no tenemos una democracia y que seremos nosotros, los ciudadanos corrientes, el pueblo, quienes deberemos luchar por ella. Ningún derecho ha sido nunca regalado. La libertad nunca es concedida, es conquistada. No sólo debemos luchar para no perder los derechos que tanto costaron lograr en el pasado, debemos luchar también, sobre todo, para que nunca puedan arrebatárnoslos, para no vivir bajo la amenaza permanente de la involución. No sólo debemos luchar para no retroceder sino que también para seguir avanzando. Aunque el actual gobierno cediera y convocara un referéndum para que el pueblo opine acerca de su política de recortes, esto no sería suficiente. No debemos conformarnos con migajas, por muy necesarias que sean. Recordemos que los referendos en nuestra actual «democracia» no son vinculantes, no obligan a los gobiernos a acatar sus resultados. Recordemos que un referéndum, para que sea realmente democrático, debe estar precedido de amplios y plurales debates públicos, donde todas las opciones puedan ser conocidas en igualdad de condiciones. No olvidemos tampoco que la soberanía nacional sirve de bien poco si no se ve acompañada de la soberanía popular. No dejemos que nos distraigan con cortinas de humo. No perdamos de vista lo esencial. Debemos luchar por la democracia real, por el poder del pueblo. La solución es la democracia. El pueblo debe asumir el protagonismo de su destino.
Por todo ello, yo creo que es imprescindible que el próximo 25 de septiembre acudamos todos a los alrededores del parlamento, lo más cerca que nos dejen, para mostrar nuestra disconformidad con esta falsa democracia, para llamar la atención de la ciudadanía, nacional e internacional, para forzar los acontecimientos y lograr, por fin, cambios reales, que son los que se necesitan. Si somos muchos y actuamos pacíficamente, si nos mantenemos unidos y firmes, si no caemos en las provocaciones, el Estado, que ante la opinión pública debe mostrarse como democrático, lo tendrá más difícil para reprimirnos, para ignorarnos. Cuantos más seamos y más ejemplarmente nos comportemos, mejor. Si no vives en Madrid puedes también acercarte al parlamento autonómico o al ayuntamiento de tu ciudad. Esta lucha nos atañe a todos los ciudadanos, todos debemos poner nuestro grano de arena. Entre todos podremos. Es hora de actuar. No sirve de nada mirar para otro lado. No basta con quejarse. Tampoco basta con salir de vez en cuando a las calles a protestar, ni con hacer una huelga de Pascuas a Ramos. Nos jugamos mucho. La peor lucha es la que no se hace. El mayor riesgo es no arriesgarse.
¡Por nosotros, por nuestros hijos! ¡Por nuestro presente, por nuestro futuro!
Sólo te pido que te lo pienses bien. Si lo dicho en esta carta te parece convincente, te ruego que la difundas.
Gracias por tu atención.
Blog del autor: http://joselopezsanchez.wordpress.com/
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