Traducción: Gustavo Recalde
En noviembre de 2004, a pesar de la presencia de civiles, las fuerzas armadas de EE.UU. bombardearon Fallujah (Irak) con fósforo blanco. Ya habían utilizado uranio empobrecido en las guerras del Golfo, Afgfanistán, Serbia y Kosovo. Métodos susceptibles de causar daños a largo plazo, tal el caso de Vietnam, víctima hace más de treinta años del agente naranja.
Entre 1961 y 1971, el ejército estadounidense esparció en forma masiva defoliantes sobre Vietnam. Se trataba de eliminar la cobertura vegetal para impedir que el enemigo se camuflara en ella, y destruir las cosechas para privar de alimento a las poblaciones y a los combatientes. Este segundo objetivo era explícito: mientras que «las operaciones de guerrilla dependen estrechamente de las cosechas locales para su aprovisionamiento», «los agentes antiplantas poseen un alto potencial ofensivo para destruir o limitar la producción de alimentos…» (1).
Estos defoliantes incluían esencialmente el agente naranja, que contenía dioxina, un producto químico particularmente tóxico. En 2003, un equipo de investigadores estadounidenses estimó la cantidad de defoliantes esparcidos en 77 millones de litros, y la de dioxina en alrededor de 400 kilos, una cantidad considerable (2). La superficie afectada alcanza las 2,6 millones de hectáreas (estas extensiones fueron «tratadas» un promedio de 5 veces, y algunas zonas recibieron hasta 10 aplicaciones seguidas). Esto representa el 10% de la superficie de Vietnam del Sur y el 50% de los bosques de manglar. En total, entre 2,1 y 4,8 millones de habitantes de 20.000 aldeas resultaron directamente afectados. A modo de comparación, en el accidente de Seveso (3), se esparcieron unos cientos de gramos de dioxina (probablemente menos de 2 kg.), durante 20 minutos, sobre 1.800 hectáreas donde vivían 37.000 personas.
En aquella época, esto constituyó para Vietnam una catástrofe sanitaria y ambiental, que continúa actualmente porque la dioxina, un producto químico muy estable, sólo se degrada lentamente, y se integra en la cadena alimentaria. Sus efectos persisten pues en el medio ambiente y afectan a los habitantes de las zonas siniestradas (4). Desde hace algunos años, los dirigentes vietnamitas, las autoridades locales, las asociaciones humanitarias y organizaciones no gubernamentales (ONG) que intervienen en el terreno -como la Cruz Roja vietnamita- tomaron conciencia de este grave problema de desarrollo que posee múltiples facetas (5): humanitaria y sanitaria, socioeconómica, medioambiental, política y jurídica (6).
Treinta años después de esparcido, el agente naranja sigue provocando muertes, patologías de extrema gravedad, malformaciones congénitas (discapacidades físicas y mentales, miembros u órganos de más o de menos, lesiones nerviosas irreversibles, etc.). La Cruz Roja vietnamita estima el número de víctimas en aproximadamente 1 millón. Desde luego, la relación de causalidad entre la dioxina y ciertas patologías no siempre se demuestra científicamente. Pero investigaciones realizadas en Estados Unidos sobre los veteranos estadounidenses de la guerra de Vietnam indicaron que la dioxina era la causante de diversas patologías agudas o crónicas, especialmente de diferentes tipos de cáncer (7). En Vietnam, los estudios genealógicos confirman que las familias uno de cuyos ascendientes fue víctima del agente naranja sufren particularmente abortos espontáneos y malformaciones congénitas.
Trauma colectivo
Actualmente, toda la población, tanto en el norte como el sur, se encuentra afectada como consecuencia de las mezclas vinculadas a las migraciones. Numerosas familias tienen al menos un integrante discapacitado, adulto o niño, que debe recibir atención médica y quirúrgica, una rehabilitación apropiada, prótesis, sillas de rueda y otros elementos adaptados.
Desde el punto de vista psicológico, las consecuencias del agente naranja se traducen en un «trauma colectivo» que afecta al conjunto del tejido cultural y social. La discapacidad puede ser percibida por el entorno como una manifestación de mala suerte o la consecuencia de una «culpa», de ahí las expresiones de rechazo a los enfermos por parte de las comunidades de aldeanos. Las víctimas tienen entonces un estatuto social menor, que se extiende a los demás miembros de la familia: también rechazados, los hermanos y hermanas que gozan de buena salud no pueden casarse, etc. Además, en las altas mesetas del centro de Vietnam, región particularmente afectada por el agente naranja, viven «minorías étnicas» cuya cultura asigna un lugar importante a la naturaleza (el bosque, el agua, etc.): con la degradación o la destrucción de los ecosistemas a raíz de la defoliación, se desmoronó su universo de referencia.
Las repercusiones económicas son enormes y la fuerza laboral resulta afectada. Los adultos de una familia que gozan de buena salud deben dedicar una parte más o menos importante de su tiempo a ocuparse de sus familiares discapacitados. Los niños enfermos tienen dificultades en su escolarización. Los ingresos de las familias se reducen y el costo de la atención médica agrava su situación. Una investigación realizada en 2001 en la provincia de Quang Tri (cercana al paralelo 17º, zona particularmente defoliada) demostró que el ingreso per capita de las familias que poseen al menos un miembro discapacitado es un 50% más bajo que el de las familias no afectadas, y que sus gastos médicos per capita las superan en un 30% (8).
Es necesario entonces implementar dispositivos de ayuda para favorecer la inserción de las víctimas en la vida económica y social, y proveerles los medios para satisfacer sus necesidades básicas. Por ejemplo, puede brindarse formación para determinados oficios, que exija la adaptación de los puestos de trabajo, o una ayuda que permita el incremento de los ingresos en las familias, a través de la provisión de animales de cría (cerdos, vacas, búfalos).
Frente a estos problemas, las autoridades vietnamitas no permanecen inactivas. El gobierno provee así a algunas víctimas subsidios que van de 5 a 10 euros por mes (independientemente de la eventual ayuda suministrada por las provincias y los distritos). Lo cual es poco, aun teniendo en cuenta el nivel de vida promedio (530 euros anuales por habitante). Y sin embargo, esto representa un presupuesto considerable (unos 50 millones de euros, es decir 0,5% del gasto público).
En materia de medio ambiente, y aunque los niveles de dioxina en el suelo sean afortunadamente bajos, regiones enteras continúan siendo incultivables para los agricultores. Una vegetación muy escasa llamada en Vietnam «hierba americana» sigue cubriendo las zonas fumigadas. Hay que rehabilitar los suelos perdidos como consecuencia de las actividades humanas, hacerlos nuevamente aptos para el cultivo, y reforestar los bosques y manglares.
Además, aun existen zonas contaminadas, los hot spot, donde se detecta dioxina en niveles elevados en el suelo o los sedimentos, y en algunos lagos. Son las regiones donde se esparció más masivamente el agente (valle de A Lua al oeste de Hue, cerca de la frontera laosiana, por ejemplo), o incluso los lugares de almacenamiento, como algunos aeródromos y sus alrededores, donde los aviones terminaban de arrojar su carga antes de aterrizar cuando regresaban de su misión (Bien Hoa, Da Nang, Ciudad Ho Chi Minh, etc.). En estas zonas la dioxina tiene consecuencias sobre la salud de los animales y puede encontrarse en algunos alimentos (pescados, camarones, pollos, patos, cerdos). Puede también detectarse en la leche materna, debido a su reciclaje en la cadena alimentaria. Hay que tomar medidas con el fin de proteger a las poblaciones y sus actividades económicas: se impone una descontaminación; es preciso mantener informadas a las poblaciones y eventualmente trasladarlas.
Responsabilidades
Frente a la magnitud del desastre, la cuestión de fondo sigue siendo la de las responsabilidades. El 10-1-04, se produjo un giro con la creación en Hanoi de la Asociación vietnamita de víctimas del agente naranja / dioxina (9). El 30 de enero esta asociación y las víctimas presentaron ante el Tribunal del Distrito Este de Nueva York una demanda contra las 36 empresas que fabricaron el agente naranja para el ejército estadounidense (10). Entre ellas, las conocidas Monsanto (11) y Dow Chemical. Los fundamentos jurídicos son múltiples: violación de leyes internacionales, crímenes de guerra, fabricación de productos peligrosos, daños tanto involuntarios como intencionales, enriquecimiento ilícito, etc. Los querellantes reclaman daños y perjuicios por las lesiones personales sufridas, las muertes injustas, el nacimiento de niños con malformaciones, así como por la necesaria descontaminación del medio ambiente y la restitución de los beneficios. Por el momento, esta demanda, analizada únicamente desde el punto vista de su admisibilidad, fue rechazada por el tribunal, en primera instancia, el 10 de marzo último.
Los querellantes apelaron inmediatamente: su objetivo no sólo es obtener la reparación de los daños sufridos, sino también lograr que la comunidad internacional, y especialmente Estados Unidos, reparen un escandaloso olvido de la historia «oficial». En este sentido, este proceso no puede ser sino un primer paso, porque más allá de las víctimas y las empresas químicas, la cuestión de las consecuencias del agente naranja atañe ante todo y sobre todo a dos Estados, Estados Unidos y Vietnam: al primero, por haber cometido un crimen de guerra; al segundo, por haber sido afectadas su población y su tierra. Plantea pues la cuestión de la eficacia del derecho humanitario y la imperiosa necesidad de reparar los daños de guerra.
1 Headquarters, Department of the Army, «Training circular N° 3-16. Employment of riot control agents flame, smoke, antiplant agents, and personnel detectors in counterguerilla operations», Washington D. C., abril de 1969.
2 Jeanne Mager Stellman et al., «The extent and patterns of usage of Agent Orange and other herbicides in Vietnam», Nature, 17-4-03.
3 Ciudad de Italia, cercana a Milán. En julio de 1976, un accidente en la fábrica Icmesa, en un reactor químico que producía clorofenol, desprendió una nube de vapores que contenía dioxina.
4 Schofield Coryell, «En Vietnam, el napalm sigue matando», Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, marzo de 2002.
5 En esta perspectiva, la AAFV organizó una Conferencia Internacional en París, en el Senado, celebrada el 11 y 12 de marzo de 2005, y publicó una obra, «L’agent orange au Vietnam. Crime d’hier, tragédie d’aujourd’hui» (Tirésias, 2005).
6 Monique Chemillier-Gendreau, «Los daños de guerra debe pagarlos el responsable», Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, octubre de 2003.
7 Sin embargo, el gobierno de Estados Unidos nunca reconoció su responsabilidad, no sólo respecto de sus veteranos (véase Howard Zinn, «La última de las traiciones», en Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, abril de 2004), sino tampoco de las víctimas vietnamitas.
8 Michael G. Palmer, «The legacy of agent orange: empirical evidence from central Vietnam», Social Science and Medicine, N° 60, 2005.
9 www.vava.org.vn
10 El texto de esta demanda se encuentra disponible en el sitio: www.nnn.se/vietnam/environ.htm, sección «Open Forum».
11 Es también la empresa Monsanto la que fabrica el «Round Up Ultra», el defoliante utilizado en Colombia en el marco del plan Colombia cuyo objetivo oficial es erradicar la producción de coca y el tráfico de drogas en ese país.
Francis Gendreau es presidente de la Asociación de Amistad Franco-vietnamita (AAFV); www.aafv.org.
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