En Navidad, na de na. El doctor Romerales, prestigioso globalizólogo, detalla en una viñeta de Forges la dieta prodigiosa para despedir con éxito el año que se nos va. «Nada de apagar la tele, nada de leer, nada de hablar en familia, nada de pensar, nada de disentir, nada de opinar y, sobre todo, nada […]
En Navidad, na de na. El doctor Romerales, prestigioso globalizólogo, detalla en una viñeta de Forges la dieta prodigiosa para despedir con éxito el año que se nos va. «Nada de apagar la tele, nada de leer, nada de hablar en familia, nada de pensar, nada de disentir, nada de opinar y, sobre todo, nada de criticar. Eso sí, no se queje, no se preocupe: puede Usted comprar». Es lo que toca en Navidad. Gastar.
Pascuas prematuras. Sietemesinas. A este paso, terminarán colgando las lucecitas y los adornos en pleno verano. «Cada vez hay más prisa por animar las ciudades y los comercios con el generoso y dilapidador espíritu navideño», observa perplejo el poeta Luís García Montero. «Las tarjetas de crédito empiezan a cantar villancicos a mediados de otoño». Cantan villancicos y tiran humo. Por estas fechas, finales de noviembre, no hay ya tarjeta que no queme en la mano.
Compran y compran… y vuelven a comprar. Y las facturas no paran de aumentar. La consultora Deloitte acaba de presentar un estudio sobre los gastos navideños en la Unión Europea. Los alemanes, los más ahorradores, fundirán sólo 435 euros. Los irlandeses, puro derroche, dilapidarán 1.330 (824 destinados a regalos, 19 por cabeza). La media europea se sitúa en 662 euros.
El hipermercado de Belén. En el Estado español, el gasto navideño por persona alcanzará este año los 904 euros, un 6% más que en 2005. Los regalos (diez de media) suponen 520 euros, los gastos adicionales en comida suman 218 y salir de fiesta cuesta 167. Eso sí, todos los euros terminan en el mismo pesebre. Los centros comerciales y los grandes almacenes atraparán en sus mostradores al 81% de los compradores.
Cosas de mayores. El Olentzero, Papa Noel, los Reyes Magos… son los padres, los abuelos, los adultos. De eso, no hay ninguna duda. Basta con mirar las estadísticas. El 31% de los regalos se hacen a los padres, el 26% a los cónyuges y las parejas, el 24 a los niños, el 12% a los amigos y el 7% a obras de caridad. Según los expertos, los críos no son los primeros destinatarios de presentes navideños debido al descenso de la natalidad. No es del todo cierto. La verdadera razón es otra, mucho más sencilla, humana: el que reparte siempre se lleva la mayor parte.
¡Con uno basta! «¿Para cuándo soñar y que no sea con comprar?», se preguntan Los Electroduendes. Ese día puede estar más cerca. Un nuevo héroe, anónimo, popular, anticonsumo, radical, ha irrumpido con fuerza en nuestra sociedad. Su mensaje es revolucionario: «Los regalos no te regalan la felicidad». Poco a poco, boca a boca, gana adeptos y va camino de convertirse en una amenaza para la economía nacional. El Gobierno prepara un decreto urgente que regulará, hay quien dice que incluso prohibirá, su actividad. La Industria ha puesto precio a su cabeza. El Fiscal General estudia declararlo ilegal. El Amigo Invisible, el espíritu rebelde de la Navidad.
El regalo perfecto . Un buen relato. Invisible. Historias que inviten a soñar, imaginar, volar. «Yo leía el periódico y el niño rebullía./ Decidí adormecerlo con el cuento de un caballo./ Se lo repetí dos veces./ Otra vez, dijo el niño. Sólo otra vez/ el cuento del caballo./ Y lo miré marchar,/ sin poder hacer nada,/ en su caballo,/ por los llanos inmensos». Un poema de Manuel Rivas. Un cuento. Cualquier cuento. El mejor presente. Un milagro.