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Entrevista a Tomás Ibáñez sobre "Anarquismo es movimiento" (I)

«El anarquismo resurge en un nuevo contexto que le va a imprimir algunas características diferenciadoras respecto del tradicional»

Fuentes: El Viejo Topo

Escritor, activista, filósofo, pensador anarquista,…. Lo mejor para acercarse a la figura de Tomás Ibáñez es consultar: http://www.eldiario.es/interferencias/anarquismo-Tomas_Ibanez_6_258334176.html En esta conversación, nos centramos en su último libro publicado por Virus editorial, Barcelona, 2014. *** ¿Qué tipo de movimiento es el anarquismo? ¿Qué le singulariza? ¿Eres capaz de darnos alguna definición para aproximarnos un poco? Aunque […]

Escritor, activista, filósofo, pensador anarquista,…. Lo mejor para acercarse a la figura de Tomás Ibáñez es consultar: http://www.eldiario.es/interferencias/anarquismo-Tomas_Ibanez_6_258334176.html

En esta conversación, nos centramos en su último libro publicado por Virus editorial, Barcelona, 2014.

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¿Qué tipo de movimiento es el anarquismo? ¿Qué le singulariza? ¿Eres capaz de darnos alguna definición para aproximarnos un poco?

Aunque se pueden rastrear elementos precursores a lo largo de la historia, el anarquismo es, fundamentalmente, un movimiento social que se origina en la segunda mitad del siglo 19 al calor de las luchas suscitadas en Europa por la llamada revolución industrial. Le singulariza su negativa a disociar, en el seno del proceso emancipatorio, la dimensión política y la dimensión económica de la dominación. Ambas deben ser combatidas simultáneamente y por lo tanto la emancipación en la esfera económica requiere necesariamente la emancipación en la esfera política. En consecuencia el anarquismo se niega a aceptar cualquier modalidad de la forma Estado, ni siquiera transitoriamente, y manifiesta una sensibilidad exacerbada hacia cualquier forma de dominación.

Con independencia de que no me gusta encerrar en el corsé de una definición lo que requiere más bien una explicitación matizada según cada contexto discursivo, resulta bastante difícil definir brevemente el anarquismo. Me arriesgaré a decir lo siguiente: el anarquismo es aquello que contradice en la práctica la lógica de la dominación, sea cual sea la forma que esta adopte. Se le puede considerar, por lo tanto, como el pensamiento político de la crítica del poder y como la práctica política de la lucha contra el poder. Añadiré que, en tanto que el anarquismo procura no separar las opciones políticas y las opciones de vida (es decir, con palabras tomadas de su tradición «las ideas» y las practicas), este representa un dispositivo donde se fusionan lo existencial y lo político.

¿Dónde observas un mayor crecimiento del movimiento anarquista? ¿Por qué, de dónde ese impetuoso resurgir del anarquismo en el comienzo del siglo XXI al que haces referencia?

El movimiento anarquista está creciendo de forma espectacular en varios países latinoamericanos, en Grecia, en Turquía, en algunos países de centro Europa, en Canadá y Estados Unidos, en Inglaterra y aparece hasta en Indonesia, por mencionar tan solo algunos ejemplos. Obviamente, cuando hablo de crecimiento espectacular es en relación a un punto de partida que reflejaba una presencia casi insignificante. Creo que este resurgir responde, entre otros factores, a la coincidencia entre algunas de las posibilidades creadas por el actual desarrollo tecnológico (las famosas NTIC) y ciertos aspectos del anarquismo. Pero también responde, en un plano más directamente político, al hecho que las luchas contra los nuevos dispositivos de dominación parecen requerir formas organizativas y contenidos ideológicos afines al anarquismo.  

¿Qué aspectos innovadores incorpora este resurgir anarquista? El neoanarquismo, el nuevo anarquismo, ¿en qué se diferencia del anarquismo más clásico? ¿Arraiga también entre las clases trabajadoras? ¿Qué tipo de activista es el militante de este neoanarquismo?

Los antecedentes más inmediatos del resurgir del anarquismo se deben a la reinvención de algunos de sus principios y de sus prácticas en el seno y en el transcurso de los grandes movimientos de protesta que se iniciaron a finales de los años 1990 contra las cumbres del capitalismo internacional y que proliferaron en la primera década del presente siglo, dando paso ulteriormente a fenómenos como los del 15M, o Okupy Wall Street. Sin embargo, más remotamente, es en Mayo del 68 donde empiezan a fraguarse nuevas formas de hacer y de pensar la política que van a propiciar unos escenarios de lucha que constituirán un caldo de cultivo para la revitalización del anarquismo. El anarquismo resurge por lo tanto en un nuevo contexto que le va a imprimir algunas características diferenciadoras respecto del anarquismo tradicional, y que permiten hablar efectivamente de un neo-anarquismo. Sin embargo, antes de mencionar algunas de esas características novedosas conviene insistir, como lo explico en el libro, en el hecho de que no existe movimiento alguno que se reivindique del neo-anarquismo, ni que se autodefina como tal, sino que se trata tan solo de una denominación que me resulta útil para referirme tanto al «anarquismo extramuros» que se está desarrollando fuera de los lindes del movimiento anarquista propiamente dicho, como a las características de ciertos sectores del movimiento anarquista, sobre todo en sus componentes más jóvenes.

Volviendo a los aspectos novedosos y a las diferencias con el anarquismo clásico, creo que la expansión del anarquismo fuera de los límites de los movimientos que se autodefinen como propiamente anarquistas, favorece el alejamiento de definiciones puramente identitarias y constituye una suerte de crisol donde se combinan varias tradiciones. Podríamos añadir muchas otras características, como por ejemplo el fuerte presentismo que impregna sus planteamientos, o el abandono de cualquier perspectiva escatológica, lo que conlleva, entre otras cosas, un importante trabajo de resignificacion de la revolución y del imaginario revolucionario. Sin embargo repasar esas innovaciones me llevaría a reescribir aquí buena parte del libro puesto que versa precisamente sobre ellas.

De acuerdo, de acuerdo, no es razonable una cosa así.

Para seguir con tu pregunta, me ceñiré a puntualizar finalmente que el neo anarquismo no tiene un arraigo especialmente relevante en las clases trabajadoras, se limita quizás a influir en la forma en que algunos de los trabajadores (que, por cierto, no son legión) que se definen como anarquistas conciben hoy esta definición.

A veces se ha criticado al anarquismo, en alguna o en muchas de sus variantes, por ser una utopía, interesante, muy liberadora, pero utopía al fin y al cabo; una quimera para seres humanos no muy numerosos se añade. ¿Es o no es una utopía el anarquismo en tu opinión? ¿Es malo que lo sea si es el caso?

Es cierto que, como se ha recalcado a menudo desde la perspectiva del socialismo «científico», el anarquismo tiene un fuerte componente utópico. Lo que ocurre es que ese componente utópico se ha interpretado de formas muy distintas. Por ejemplo, se ha dicho que el anarquismos no pasaba de ser una imposible utopía porque presuponía una naturaleza humana idílica (a lo Rousseau) cuando la naturaleza humana era más bien del estilo que presuponía Hobbes, con lo cual siempre se necesitaran estructuras coercitivas para posibilitar la convivencia. Las tres cosas que acabo de mencionar son obviamente falsas, ni el anarquismo peca de optimismo respecto de la supuesta naturaleza humana, ni esta responde a las características que le atribuye Hobbes (entre otras cosas porque se puede considerar que no hay tal cosa como una naturaleza humana), ni la coerción es condición necesaria para la convivencia. De hecho el anarquismo tiene un componente utópico porque nunca puede dar por alcanzado y establecido el objetivo que persigue, la libertad es un proceso, no un producto, no un resultado, y por lo tanto la lucha contra la dominación no tiene fin, y la igualdad debe ser constantemente reconquistada. La convicción de que siempre habrá que mirar más allá de «lo que ya hay», alimenta la necesidad de una utopía que sabe perfectamente que solo es una utopía y no un proyecto.

¿Anarquismo o anarquismos? ¿No es una tradición con numerosas tendencias no siempre bien avenidas?

Sin duda, así es, y se puede aplicar al anarquismo aquella frase que usaba Deleuze cuando caracterizaba la anarquía como: «…esa extraña unidad que solo se dice de lo múltiple». El anarquismo es, consustancialmente, diverso, sin embargo existe un «aire de familia» entre sus múltiples tendencias que permite definir un común denominador o un trasfondo de claves compartidas. Por ejemplo, el rechazo de la lógica de la dominación, bajo cualquiera de sus formas, y la defensa a ultranza de la libertad entre iguales.

Señalas en el primer capítulo que has guerreado durante cierto tiempo con los «guardianes del templo». ¿Qué templo es ese y quiénes son esos guardianes? ¿Ortodoxias anarquistas? ¿No es casi una contradicción en los términos?

Sí, tienes razón, debería constituir un auténtico oxímoron pero ese no es el caso. El anarquismo es un movimiento social y político protagonizado, afortunadamente, por seres de carne y hueso, con lo cual las contradicciones son inevitables, y las razones o formas de identificarse con esa ideología son variopintas. En algunos casos esa adhesión convoca sobre todo componentes afectivos y eso puede alimentar la voluntad de preservar contra cualquier eventual alteración «aquello a lo cual uno ha adherido». El uso que hago de la palabra «templo» es decir de un término que remite a la esfera de lo religioso, sugiere que establezco algún tipo de analogía entre ciertos efectos producidos por la fe religiosa y los que emanan de un determinado modo de identificarse con una ideología.

Los «guardianes del templo» son todos aquellos compañeros y compañeras que, animados sin duda de las mejores intenciones, se afanan en preservar las esencias, la pureza, la invariancia de «las ideas» sin darse cuenta que su actitud las petrifica.

¿Qué autores de la teoría anarquista actual, y del movimiento anarquista te parecen más relevantes? ¿Beben también de otras fuentes y tradiciones emancipatorias?

Algunos de los autores que enriquecen a mi entender, no tanto la «teoría anarquista» como el pensamiento anarquista, son, Saul Newman, Todd May, David Graeber, Daniel Colson, Uri Gordon, Salvo Vaccaro, Christian Ferrer, Colin Ward, Eduardo Colombo, Alfredo Bonnano, Giampietro Berti, entre otros. Algunos de estos autores beben también, aunque moderadamente, de textos provenientes de la onda post marxista o del marxismo crítico. Pero las aportaciones que nutren el pensamiento anarquista actual no provienen solo de pensadores anarquistas, las formulaciones de los Castoriadis, Foucault, Deleuze, Butler, Rancière, etc. también ejercen cierta influencia.

Haces referencia a la abundante presencia del anarquismo en el mundo universitario. ¿También en España? ¿Dónde por ejemplo?

No es en España donde más se manifiesta esa presencia sino, por ejemplo, en Inglaterra o Estados Unidos. Sin embargo, cuando se piensa en cuál era la presencia anarquista entre los docentes e investigadores universitarios al final del franquismo y primeros años de la transición la situación actual no deja de ser fuertemente llamativa. En aquellos tiempos, frente a una presencia muy notable de profesores que se reclamaban del marxismo, sobraban los dedos de una sola mano para contar los anarquistas que ocupaban puestos académicos. Hoy se cuentan por decenas. En mi propia universidad, la Autónoma de Barcelona, hay una presencia notable de profesores y profesoras que se declaran abiertamente anarquistas o que tienen una sensibilidad libertaria, y en la disciplina que mejor conozco, la psicología social, hay profesores anarquistas en varias universidades.

¿Qué pasó en nuestro país «tras la extraordinaria efervescencia libertaria que siguió a la muerte de Franco»? Una referencia histórica. Scala, el incendio. ¿Qué pasó? ¿Tuvo que ver o no tuvo el movimiento anarquista con aquel, digamos, accidente?

Esa efervescencia se agotó con la misma rapidez, o casi, con la que había crecido. Ciertamente el «caso Scala» agudizó y precipito ese agotamiento, sin embargo, entiendo que ese no fue el elemento determinante. Precisemos de paso que el movimiento anarquista, en tanto que tal, nada tuvo que ver con ese atentado. Fue, como se ha demostrado, una provocación urdida por los servicios policiales a través de Joaquín Gambin, uno de sus agentes infiltrado en el movimiento anarquista, quien consiguió instrumentalizar la voluntad de lucha de algunos jóvenes compañeros.

Uno de los elementos determinantes del derrumbe de la CNT arranca del mismo factor que propicio su sorprendente auge tras la muerte de Franco. En efecto, ese auge no se explica sino por la profunda huella que dejó la CNT de los años treinta en el imaginario colectivo. Pero fue también la fuerza de ese imaginario y el peso del legado histórico los que introdujeron unas extraordinarias tensiones internas en el seno de la militancia cenetista. En efecto, la violencia de los enfrentamientos internos que conducirían al estallido de la CNT no se explica sino por la tremenda carga afectiva que impregnaba unas siglas asociadas a mucho sufrimiento y enormes esperanzas. Otro elemento determinante fue la rápida ocupación del espacio sindical por organizaciones que renunciaban a la lucha anticapitalista y conseguían seducir parte de las clases trabajadoras ofreciéndoles una gestión «eficaz» de sus intereses más inmediatos.

Se habla en la tradición de anarquismo y anarcosindicalismo. ¿Es uno y lo mismo?

Ni lo uno, ni lo mismo, claro. El anarcosindicalismo constituye una de las variadas corrientes dentro del anarquismo, y muchos anarquistas no solo no se identifican con esa corriente, sino que incluso se muestran críticos con ella. Por otra parte, en el ámbito del anarcosindicalismo, no es infrecuente encontrar militantes que rechazan la etiqueta «anarquista», me refiero por supuesto a militantes que asumen el anarcosindicalismo como una base ideológica clara, y no solamente como una opción estratégica circunstancial y oportunista… que también los hay, y que se sitúan a veces en las antípodas tanto del anarquismo como del anarcosindicalismo.

¿Cuáles son entonces las diferencias entre uno y otro?

El anarquismo, cuya definición ya he esbozado anteriormente es una opción (política, ideológica, existencial etc.)que cualquier ser humano puede adoptar con independencia de su condición social, o de su posición en la estructura social. Sin embargo, el anarcosindicalismo es un instrumento de lucha de las clases trabajadoras para defender sus intereses y para transformar radicalmente la sociedad. También es cierto que en determinadas circunstancias históricas el anarcosindicalismo ha trascendido su condición simplemente instrumental y se ha configurado como un modelo de organización social, y casi como una opción ideológica global. De hecho lo que resultaría más interesante sería establecer las diferencias entre el anarcosindicalismo y otras concepciones del sindicalismo, especialmente el sindicalismo revolucionario, pero nos saldríamos del tema.

Hemos hablado antes, pero déjame insistir un poco. ¿Mayo del 68 fue un movimiento anarquista? ¿No hubo también, si fue el caso, muchos grupos y grupúsculos, en el decir de algunos, de extrema izquierda comunista, no anarquista?

Mayo del 68 no fue, ni mucho menos, un movimiento anarquista. En los años sesenta los colectivos y compañeros explícitamente anarquistas eran extremadamente minoritarios en Francia, y más concretamente en Paris. Eran los diversos (y a veces violentamente enfrentados) colectivos trotskistas, maoístas, así como marxistas de la ultra izquierda, los que dominaban las universidades parisinas y los sectores obreros más radicales. La única universidad donde había cierta presencia anarquista era la Universidad de Nanterre y fue allí precisamente donde la confluencia de trotskistas de la JCR y de estudiantes anarquistas daría lugar a aquel Movimiento del 22 de Marzo que protagonizaría los inicios de Mayo del 68. Pese al papel nada desdeñable que desempeñaron los «grupúsculos» izquierdistas en los acontecimientos de Mayo, esos acontecimientos adquirieron tonalidades libertarias y dejaron un innegable poso anarquista que permiten considerar, in fine, Mayo del 68 como un fenómeno de índole libertaria.

¿Qué habría que reivindicar de la tradición anarquista español, del anarquismo realmente existente durante, por ejemplo, la II República y su enfrentamiento con el fascismo español y europeo?

Mucho. La inmensa tarea de educación popular, la constante radicalización de las luchas obreras y campesinas, la preparación revolucionaria para resistir a las embestidas de la reacción, la formación de militantes capaces de organizar a partir de sus propias iniciativas la resistencia al fascismo y emprender la transformación de la economía…. Etc.etc.

Citas a Michel Foucault entre los autores próximos a la tradición anarquista. Pero Foucault, en algunos momentos, mantuvo posiciones políticas muy alejadas de la tradición. ¿No es el caso?

Foucault nunca se definió como anarquista, sino que manifestó incluso, en algunas ocasiones, su distancia respecto de esa opción política, pero sin recurrir nunca a descalificaciones. Su proximidad al anarquismo se manifiesta en términos de contenidos específicos, y de una constante preocupación por desmantelar todos los dispositivos de dominación, y no en términos de una adscripción identitaria.

¿Crees que el 15M, sin ser un movimiento anarquista, es un movimiento que presenta un indudable aire de familia con él? ¿Por qué? ¿Y el 22M? ¿También en este caso?

Los puntos de coincidencia son efectivamente múltiples. Por ejemplo, la apuesta por la acción directa, sin intermediaciones, la crítica de ciertas modalidades de la representación, la horizontalidad y la democracia directa, la suspicacia ante las diversas formas de la dominación (incluidas las que anidan en las filas subversivas). En definitiva, son efectivamente muchos los aspectos que justifican ese «aire de familia», aunque también hay que decir que se sitúan básicamente en el plano formal (tipo de organización, procedimientos de toma de decisión, etc.) más que en el de los contenidos políticos substantivos.

El anarquismo, comentas tomando pie en Ward y en otros autores, no es sólo un movimiento crítico, de negación, sino que también es construcción «aquí y ahora de alternativas que obedecen a otros principios que los de dominación». ¿No puede afirmarse algo así de muchos otros movimientos críticos? ¿Puedes citar aspectos constructivos del actual anarquismo?

Sin duda, el aspecto constructivo no es exclusivo del anarquismo pero este lo está desarrollando de forma más intensa en los últimos tiempos. Los anarquista participan de forma cada vez más decidida en redes de intercambios económicos, de economía solidaria, en cooperativas de producción o de consumo, o de servicios, en redes de «care», cuidados mutuos, crean algunas escuelas libertarias, sin mencionar el mantenimiento auto gestionado de espacios okupas, etc.,

Por cierto, cuando hablas de dominación, de poder, ¿de qué hablas exactamente? ¿El comunismo libertario del siglo XXI es contrario también a topo tipo de poder? Citas en algún momento a Foucault y señalas que sus investigaciones han contradicho la «creencia anarquista en la posibilidad de eliminar radicalmente el poder, obligando a una reconsideración bastante profunda de esta problemática». ¿Y cuánto de profunda es esta reconsideración?

No te sorprenderás si te digo que participo de una concepción del poder muy influenciada por Foucault. Entiendo el poder como el conjunto de las relaciones de fuerzas móviles y cambiantes que recorren el tejido social y las acciones que cada cual ejerce para incidir sobre las conductas de los demás. En este sentido el poder es consustancial con la vida social y el anarquismo debe evitar la trampa de lenguaje que conduce a pensar que el poder se puede erradicar por completo. La dominación es la cristalización de esas relaciones de fuerzas en estructuras estables y permanentes y es la unidireccionalidad de las determinaciones de las conductas. El anarquismo dejaría de ser anarquismo si renunciase a luchar contra la dominación.

Es cierto que la confusión entre relaciones de poder y fenómenos, dispositivos, estructuras o relaciones de dominación, sigue induciendo a que buena parte del anarquismo siga hablando de una sociedad desprovista de relaciones de poder en lugar de pensar en mecanismos que impidan la cristalización de relaciones de dominación, y es cierto por lo tanto que la reconsideración de la problemática del poder aún tiene mucho camino por recorrer. Quiero precisar no obstante que esta reconsideración no pasa en absoluto por legitimar en el ámbito del anarquismo, algunos conceptos curiosos tales como el concepto de poder popular.

Que sería una contradicción o algo así desde tu punto de vista y, por tanto, un concepto nunca vindicable, en ninguna circunstancia.

El concepto de «poder popular» no constituye ninguna contradicción en términos, lo que resulta contradictorio es que determinados sectores del anarquismo reivindiquen ese concepto. Una cosa es trabajar para que los sectores explotados, discriminados, dominados adquieran tanta fuerza como sea posible para bloquear, neutralizar, desbaratar los poderes dominantes, e incluso conseguir eliminarlos, y otra, muy distinta es trabajar para constituir un poder popular en paralelo o sustitutivo del poder instituido. Construirlo, como está de moda decir actualmente, en «los intersticios» del poder establecido.

El anarquismo siempre ha recelado de las tentativas de construir cualquier modalidad de poder, llámese «popular» u de otra forma, y resulta que las experiencias históricas nunca han desmentido esos recelos. En términos facticos, el poder popular no es el poder ejercido «por el pueblo» (sea lo que sea lo que se pone bajo el término «pueblo»), es el poder ejercido «en nombre del pueblo» por quienes tienen la capacidad de hacerlo.

Te pregunto ahora por el anarquismo como estilo de vida

De acuerdo, cuando quieras.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.