Las temperaturas inusualmente altas en el centro de Rusia han causado ya enormes pérdidas económicas. Una quinta parte de la cosecha está destruida y los precios de los alimentos básicos podrían aumentar considerablemente este otoño. Moscú está atrapada en el humo de los incendios forestales. Las previsiones de los expertos están lejos de ser tranquilizadoras: sequías, […]
Las temperaturas inusualmente altas en el centro de Rusia han causado ya enormes pérdidas económicas. Una quinta parte de la cosecha está destruida y los precios de los alimentos básicos podrían aumentar considerablemente este otoño. Moscú está atrapada en el humo de los incendios forestales. Las previsiones de los expertos están lejos de ser tranquilizadoras: sequías, huracanes e inundaciones se repitirán con más frecuencia y cada vez con mayor violencia. Alexei Kokorin, Director del Programa de Clima y Energía de World Wide Found (WWF), explicó que «la tendencia actual (la sequía) no se detendrá, no es fruto del azar…»
Que un empleado de una influyente organización internacional que trabaja en diferentes regiones del mundo bajo la cobertura de programas ambientales esté tan bien informado es muy significativo. Esto no se reduce al famoso «calentamiento global», que es objeto de intenso debate científico y otros. La teoría del «calentamiento global» como ciclo natural requiere, al menos, pruebas de que la canícula actual, observada, por otra parte, exclusivamente en el territorio de Rusia y sus áreas vecinas, podría sobrentender más explicaciones que las científicas naturales.
El problema del control del clima, como forma de regulación social, se ha abordado desde la década de los 1970 por Zbigniew Brzezinski en su libro «Entre dos siglos«. Es evidente que el experto en geopolítica americana no podía plantearse la cuestión sobre la posibilidad de utilizar diversas formas de impacto sobre el clima en sistemas sociales tanto como geopolíticos. Otros autores serios también han escrito sobre esta cuestión aunque, por razones obvias, es poco probable que la información sobre los descubrimientos en el campo de la creación y ensayo de un arma de modificación del clima se revele añgún día.
En 2000, Michel Chossudovsky, profesor de economía en la Universidad de Ottawa, escribió sobre la posibilidad de un cambio parcial del clima como consecuencia de la utilización de una nueva generación de «armas no letales». Los estadounidenses trabajan sobre la capacidad para controlar el clima en varias regiones del mundo, esta tecnología se desarrolla bajo el marco del Programa de Investigación de Aurora Activa por Alta Frecuencia (HAARP – High Frequency Active Auroral Research Program), que puede causar fenómenos como sequías, huracanes, terremotos e inundaciones.
Desde un punto de vista militar HAARP es un arma de destrucción masiva, un instrumento de expansión que puede desestabilizar selectivamente los sistemas agrícolas y ecológicos de los países y regiones seleccionados. La base técnica conocida del programa es un sistema de transmisores diseñado para estudiar los procesos electromagnéticos en la ionosfera y se compone de 360 emisoras de radio y 180 antenas de 22 metros de altura. Emitiendo en la atmósfera 3.600 kilovatios la estación se ha convertido en la instalación más poderosa del mundo para actuar sobre la ionosfera. El programa, iniciado en 1990, está financiado por la Dirección de Investigaciones Marinas y el Laboratorio de Investigación de la Fuerza Aérea de EE.UU. con la participación de las principales universidades.
Esto da lugar a rumores y suposiciones. Siempre podríamos seguir riéndonos de Hugo Chávez, que dijo que el terremoto devastador de Haití (http://fondsk.ru/article.php?id=2755) se debió a la aplicación de HAARP, aunque hipótesis similares se formularon también tras el terremoto en la provincia de Sichuan de China en 2008.
Además, una serie de hechos demuestra que el programa de EE.UU. que apunta a cambiar el clima en países y regiones concretos, comporta un carácter sistemático que tiene por objetivo ahora el medio ambiente del espacio.
Por ejemplo, el 22 de abril de 2010, el X-37B no tripulado de EE.UU se ha lanzado a la órbita de la Tierra y podría, según algunas fuentes, llevar a bordo nuevos modelos de armas láser.
Según el New York Times, funcionarios del Pentágono niegan rotundamente cualquier conexión entre el dispositivo y armas ofensivas del tipo que sea, pero admiten que se destina a dar soporte a operaciones militares en tierra y que realiza diversas tareas auxiliares. El X-37B se construyó hace 11 años bajo un programa de la NASA, y en 2006 el programa se transfirió a la Fuerza Aérea de Estados Unidos bajo el sello de alto secreto en lo concerniente a su destino y presupuesto.
Exigencias para levantar el velo del alto secreto de los experimentos llevados a cabo en Alaska nunca han dejado de oirse en los Estados Unidos y en otros países. En Rusia las peticiones análogos nunca se han expresado con tanto ruido. Sin embargo, parece que los cambios climáticos al servicio de los intereses políticos están lejos de ser un mito, y pronto Rusia y el resto del mundo se enfrentarán a un nuevo tipo de amenaza.
Los avances en la esfera de las armas climáticas parecen llegar a la «capacidad de rendimiento esperado, dando lugar a sequías, destrucción de cultivos y causando al territorio «en el punto de mira» una serie de fenómenos anómalos.
Fuente: http://mondialisation.ca/index.php?context=va&aid=20464
rCR