En nuestra amada y nunca bien ponderada España de nuestros desvelos, actualmente, por mor de consolidar mayorías de gobernanza que permitan llevar a buen puerto las políticas del cambio, estamos asistiendo al espectáculo -en el sentido literal del término-, de las más exóticas y variopintas coyundas ideológicas (todo por el poder pragmático o por el […]
En nuestra amada y nunca bien ponderada España de nuestros desvelos, actualmente, por mor de consolidar mayorías de gobernanza que permitan llevar a buen puerto las políticas del cambio, estamos asistiendo al espectáculo -en el sentido literal del término-, de las más exóticas y variopintas coyundas ideológicas (todo por el poder pragmático o por el pragmatismo poderoso, podría ser su lema), a veces en versión ménage à trois, y con resultados que apuntan a preocupantes, según podremos ver.
No se advierte, o al menos se minusvalora, el riesgo de que ese cambio, cuando es fruto de transacciones, pactos, intercambios de cesiones, y cambalaches múltiples, pueda dar, como brebaje resultante del cóctel ideológico y, sobre todo, de respectivas praxis poco o nada compatibles pero mezcladas, algo que pueda consistir en un cambio… a peor.
No se advierte, al parecer, tampoco, que quizás la forma más certera de esterilizar todo ese impulso vigoroso que parecía emanar de la salida a la palestra política de los nuevos protagonistas emergentes, era dopándolos con el aditamento de unos pegajosos lazos con «los de siempre», cuando éstos no hacen el más mínimo gesto, siquiera cosmético, de abandono de aquellas prácticas que han llevado a la imperiosa necesidad social de que esos nuevos protagonistas, en los que se personalizan las ansias de cambio de toda una nación, tuvieran ocasión, oportunidad y «nicho ecológico» del que surgir a la relevancia política.
Como es muy socorrido andarse con generalidades, y no concretar, con el dedo acusador, qué procesos, o qué resultados, avalarían toda esa fraseología negativa nuestra, lo que llevamos dicho lo vamos a intentar respaldar, aduciendo un ejemplo concreto, que seguidamente pasamos a exponer.
En Toledo, desde hace ya bastantes años, se arrastra el problema de que el medio ambiente, la atmósfera, en definitiva, han estado en situación de grave contaminación, por haberse arrojado, de forma totalmente ilegal, unos residuos procedentes de la fabricación de productos de amianto-cemento, que habían sido arrojados en los terrenos de unas fincas, de propiedad privada, próximas a la hoy clausurada fábrica de la extinguida empresa Ibertubo.
Se trata, por tanto, de un problema heredado del pasado, cuando los responsables políticos de las administraciones concernidas por el problema eran otros, que nada o poco tienen que ver con sus actuales detentadores. Ni los propietarios, ni las autoridades, éstas por vía coercitiva o por sí mismas, han procedido a poner remedio a la situación, hasta conducirla a parámetros compatibles con la legislación vigente.
Hay ciertos elementos a considerar, que condicionan totalmente el criterio que pueda merecernos todo lo sucedido, hasta la situación presente. En una exposición no ocupacional al asbesto, en exteriores no confinados, el nivel de concentración de fibras suspendidas en la atmósfera, se corresponde con un riesgo de generar alguna de las patologías asbesto-relacionadas, que en la práctica se circunscribe solamente a lo que es el cáncer llamado mesotelioma, y a lo sumo también a unas placas pleurales, afección «benigna». Es decir, que ante una situación como la contemplada, no es previsible que nadie pueda quedar afectado por, por ejemplo, una asbestosis.
Esa vinculación, prácticamente exclusiva, de la exposición no ocupacional al asbesto, con el mesotelioma, viene dada por el hecho de que para desencadenarlo bastan con dosis débiles, concentraciones mínimas, o exposiciones esporádicas e incluso puntuales o únicas.
La exposición no ocupacional, habitualmente es muy inferior a la laboral, y sin embargo, los mesoteliomas se producen también con ella.
No existe dosis alguna, que constituya un umbral, por debajo del cual esté científicamente demostrado que no hay riesgo de que se desencadene un mesotelioma. Por lo tanto, la cuestión, siempre, no es de si se cumplen o se rebasan unos límites legales (cuando existen), que siempre son arbitrarios, como lo demuestra el hecho de que, simultáneamente, y según la legislación del país considerado, éstos puedan tener valores que pueden diferir entre sí, hasta en un factor cien.
Los estudios experimentales evidencian que, en condiciones de laboratorio, una única inhalación de aire polucionado por fibras de amianto, puede bastar para originar un mesotelioma.
Los estudios epidemiológicos evidencian tasas de mesotelioma, netamente superiores a la de fondo correspondiente al país o zona geográfica considerada, en un radio de varios kilómetros, a partir del foco industrial o natural (taller mecánico de reparación de vehículos a motor, muelle, zona portuaria, astillero, fábrica de amianto-cemento, mina, cantera, etc.), y en concordancia con la dirección de vientos predominantes, lo cual constituye un elemento más de convicción, respecto a la etiología del incremento mórbido advertido. Se registra en algunos casos, incluso, la afectación de animales domésticos residentes en el entorno, y que, por supuesto, nada tienen que ver con una presunta exposición laboral, que en el caso de los seres humanos podría ser aducida como posible o probable.
El mesotelioma es un cáncer incurable, sin perspectiva realista de que pueda llegar a dejar de serlo en un plazo más o menos corto, que además determina una muerte que no ha de demorarse más allá de unos cuantos meses a partir del primer síntoma, y que es acompañada de horribles y espantosos dolores, imposibles de mitigar.
En el caso que nos ocupa, varios factores deben ser debidamente considerados. Se trata de un vertido «salvaje», con una importante carga de residuos, de no pocas toneladas de peso. Su antigüedad, a la intemperie, presupone un estado de degradación, que podemos caracterizar como de friabilidad sobrevenida, por obsolescencia. Se han generado lodos, que han vertido por cauces de escorrentía.
Basta con echar una simple mirada a las fotografías tomadas del vertido, para que, sin necesidad de mediciones, se pueda advertir que ese entorno medioambiental no es precisamente el que nosotros desearíamos para nuestros propios hijos. No obstante, permítasenos algún comentario acerca de las condiciones idóneas en las que unas mediciones de tales características deben ser acometidas. Dicho con toda claridad: si tales condiciones no han sido tomadas en cuenta, tales mediciones no valen.
Al tratarse de unas mediciones efectuadas en exteriores, en un espacio no confinado, la medición debe basarse en microscopía electrónica, y no en la óptica, que es la que suele emplearse para las mediciones en el ámbito laboral. Por cada fibra detectada con microscopía óptica, se detectan uno o dos centenares de fibras visibles sólo al microscopio electrónico. En términos generales, todas son cancerígenas, y todas forman parte de la llamada «fracción respirable», invisibles al ojo desnudo, sin el auxilio de instrumentos de microscopía.
Otra condición indispensable para que una medición de esas características sea válida, es que la toma de muestras de aire haya sido realizada mediante el uso de una sonda isodinámica, que neutralice el previsible efecto distorsionador del viento reinante en el momento de efectuar la medición.
Aun así, resulta imprescindible también, abstenerse de efectuar medición alguna, en aquellos días en los que las condiciones meteorológicas no son favorables. Esto, en la práctica, presupone que tales mediciones, en determinadas épocas del año, no se deben de acometer.
Es a esta situación, según todo lo narrado aquí, a la que se enfrentan las actuales autoridades, concernidas por el problema.
Nuestra fuente, es la información publicada en «Diagonal» el pasado día 25, y firmada por María José Esteso Poves (https://www.diagonalperiodico.net/global/29729-300-metros-toneladas-amianto.html#comment-19562).
Como párrafos relevantes, cabe destacar los siguientes:
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«No existe problema ambiental» y «no alarmar», responde la Consejería de Agricultura, Medio Ambiente y Desarrollo Rural de Castilla-La Mancha a la denuncia de la Asociación de Vecinos El Tajo, en Toledo. Mientras, toneladas de amianto continúan al aire libre, a 300 metros de sus viviendas, en el barrio del Polígono de Santa María de la Benquerencia, donde residen más de 22.000 personas.
Recomendamos al amigo lector, atender a lo expresado en nuestro artículo:
Francisco Báez Baquet Una alcahueta, llamada «alarma social» «Rebelión», 17-09-2015 http://www.rebelion.org/noticia.php?id=203376
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Estos días, los habitantes del Polígono asisten atónitos a las declaraciones de la Junta de Castilla-La Mancha (PSOE-Podemos) y a las del portavoz socialista del Ayuntamiento de Toledo, Juan Pablo Sabrido, que han manifestado que no existen niveles de riesgo por los vertidos de amianto.
Y hasta aquí hemos llegado, señores, a que los políticos de nueva hornada, en conjunción con los de antaño, recurriendo, una vez más, al espantajo de la socorrida «alarma social», vengan a decirnos, como acompañante de su inactividad, que «no existen niveles de riesgo». Tomémosles la palabra, y ofrezcámosles el trueque de su vivienda, por otra situada a no más de trescientos metros de este «inocuo» vertido de amianto, y digámosles, al propio tiempo, que no es para que nos salgan con declaraciones como esa, para lo que les han votado, quienes han confiado en que lo hacían por el cambio en un país, del que ya se dijo que español era… todo aquel que no podía ser otra cosa.
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