No tiene mucho interés político-cultural especular sobre las razones monárquicas que han llevado a la aceptación del premio ni, desde luego, sobre su misma consistencia constitucional ni siquiera sobre la sabiduría, el tacto y la prudencia políticas de los consejeros reales. Tampoco, obviamente, con las últimas intencionalidades (de servidumbre agradecida, de orientación y presión, de […]
No tiene mucho interés político-cultural especular sobre las razones monárquicas que han llevado a la aceptación del premio ni, desde luego, sobre su misma consistencia constitucional ni siquiera sobre la sabiduría, el tacto y la prudencia políticas de los consejeros reales. Tampoco, obviamente, con las últimas intencionalidades (de servidumbre agradecida, de orientación y presión, de mayor aproximación a los centros neurálgicos del poder) de la fundación derechista que lo ha otorgado. Temáticas, digámoslo generosamente, de sesudos tertulianos.
Juan Carlos I de Borbón ha recibido el premio FAES, la fundación que preside el ex presidente del Gobierno, José María Aznar, de la «Libertad» [1] por su compromiso, se señala, firme y eficaz en la reconciliación de los españoles, su destacado papel en la transición española y por difundir los valores de democráticos y de libertad en todo el mundo.
Modelo perfecto, referencia inigualable. Ilustraciones de todo ello: su reciente actuación ante el golpe militar contra el presidente hondureño, cuyas voces críticas de protesta son de todos conocidas; la exigencia borbónica de silencio al presidente Chávez; su clara proximidad a la cúpula del Ejército franquista que tuteló hacia la máxima continuidad la transacción española o, por no cansar al lector, sus firmes relaciones, entre sus colaboradores más próximos, con elementos destacados del nacional catolicismo español, netos representantes del franquismo y su legado, y de las finanzas españolas.
El jefe borbónico del estado destacó en su intervención del pasado miércoles 2 de diciembre los logros que se han conseguido en estos últimos 30 años de vigencia de la Constitución, una norma, señaló, producto del «más amplio consenso logrado entre españoles» y «respetuosa de la rica pluralidad y diversidad consustanciales al ser de España» [2]. El consenso, innecesario es señalarlo a estas alturas, es la forma retórica de referirse a la tutela ejercida por el miedo y el espadón, que llegó a dictar directamente artículos constitucionales. El respeto a la pluralidad nacional de España lo podemos comprobar diariamente en las detenciones y persecuciones sin piedad contra la izquierda abertzale y sus alrededores y en la grandiosa y dilatada actuación del Tribunal Constitucional en el caso del Estatuto catalán.
Por lo demás, de esa Constitución a la que tanto y tantas veces se hace referencia parece colegirse una figura del Jefe del Estado situada por encima de los partidos y las luchas políticas. No parece que siempre sea esa la norma de actuación; más bien lo contrario se aproxima a la verdad. En este caso, no es ya sólo que el premio esté asociado a un partido político, al PP, sino como señala Ignacio Escolar [3], está directamente relacionado con el aznarismo político, del que lo más bonito y dulce que puede decirse es que representa (sin inconsistencias, casi a la perfección) a los sectores más reaccionarios y ultramontanos de la incivilizada derecha política y social española.
El ex presidente, por su parte, pidió en ese mismo acto, «actualizar plenamente las bases de nuestro éxito colectivo», es decir, la Constitución y a la transición-transacción política. Él, precisamente él, que, como es sabido, criticó en artículos periodísticos esos avances democráticos demediados por excesivos, postulando la abstención en el referéndum de 1978, intervención política de la que, se sepa, nunca hasta ahora ha formulado autocrítica alguna, y que ha defendido una lectura «constitucionalista» y exclusivista de la Constitución de 1978 que tiene la inalterabilidad de la misma como principio guía.
En este marco, en opinión del amigo de Bush II, se ha conseguido una España moderna, democrática y capaz de integrar a «todos» y que debe servir para «seguir avanzando» y «superar retos y dificultades siempre en este marco de libertad y concordia». El visitante de las Azores defendió también la necesidad de «revitalizar la arquitectura constitucional y asegurar condiciones de estabilidad y eficacia del modelo organización del Estado».
¿Integración de todos y todas en un España «moderna» con casi el 20% de personas condenadas al paro y con un aumento galopante de la pobreza y las desigualdades sociales? ¿Una España democrática herida de corrupción en casi todos los puntos de su geografía? ¿Seguir avanzando es seguir transitando la senda de la supeditación a los grandes intereses económicos que dictan e imponen su agenda a instituciones supuestamente democráticas? ¿Asegurar condiciones de estabilidad del modelo organizativo significa torpedear hasta la perversión instituciones como el Tribunal Constitucional? Lenguaje de la derecha en estado puro.
En síntesis: nada nuevo bajo el sol de Sefarad. Dios los crió o con Dios se criaron, y ellos y sus familias, las familias del cortijo en que quieren transformar a España, se juntaron afablemente y, desde luego, con la mano atenta y firme en su abultada cartera.
PS: No es imposible que desde instancias gubernamentales -piénsese en el estatua dedicada a la señora terrateniente duquesa de Alba-, e incluso del mismo partido del «socialismo» entregado, se generen maniobras para estar también «a la altura de esas (monárquicas y serviles) circunstancias» o incluso, podrá decirse, para lavar, balancear o equilibrar la imagen de la Casa Real. Otro episodio más, si así fuera, de la misma triste historia de siempre, la más triste de las historias de la historia como escribiera el poeta.
Notas:
[1] Que alguien que ha promovido directa y abiertamente golpes de Estado desde la misma presidencia del gobierno español, sea la máxima representación de una fundación que otorga un premio con el nombre «Libertad», dice mucho, casi todo, del uso interesado, publicístico, insustantivo, tragicómico y cada vez más abyecto de esta noble e ilustrada aspiración política, y explica las malas reacciones, erradas en mi opinión, que a veces genera su uso entre sectores de las izquierdas rebeldes.
[2] Tomo la información de http://www.elpais.com/
[3] Ignacio Escolar, «El aznarismo premia al rey», Público, 3 de diciembre de 2009.
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