El Gobierno de España (PSOE y Sumar) aprobó en el Consejo de Ministros del 25 de noviembre un contrato por valor de 4.516.363.636 euros, hasta noviembre de 2034, para el suministro del Sistema de Artillería Autopropulsada de Cadenas; el mismo día dio el visto bueno a la Orden de Ejecución para modernizar las fragatas F-100 (3.200.000.000 euros); además, entre otras autorizaciones en el sector de Defensa, a un contrato para el suministro de un Sistema de Artillería de Ruedas (2.219.834.710 euros).
En un contexto de rearme global y en el estado español, Ediciones Akal ha publicado en noviembre el libro de 184 páginas Esto no es una guerra. Feminismo insumiso frente al rearme y al genocidio, de Isabel Serra e Irene Zugasti; el texto cuenta con un prólogo de la periodista Olga Rodríguez y el epílogo de la comunicadora Laura Arroyo.
“En Europa vale más la guerra que la vida”, introducen las autoras, lo que niega uno de los grandes principios del feminismo: “Poner la vida en el centro”; una muestra de la escalada belicista de la UE se produjo en marzo, cuando la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, del Partido Popular Europeo (PPE), anunció la movilización de cerca de 800.000 millones de euros para el rearme; el discurso oficial subrayaba una “amenaza real” para la seguridad de la UE.
Pero la historia da ejemplos de resistencia frente a la guerra; el 23 de febrero de 1917 en Rusia, entre las colas, el desabastecimiento y en el contexto de la Primera Guerra Mundial, se desencadenaron movilizaciones populares con el protagonismo de las mujeres; las obreras de las fábricas, presentes en las protestas, percibían salarios muy escasos en medio de la hambruna.
El texto de Akal recuerda las palabras que expresó la comunista feminista rusa Aleksandra Kolontái (1872-1952), ante amenazas como las planteadas, en 2025, por Von der Leyen: “Instrumentalizan el fantasma de la guerra para ponerlo entre ellos y el fantasma rojo. Llaman a la guerra para liberarse del fantasma de la revolución social”.
Isabel Serra ha ejercido como diputada en la Asamblea de Madrid, como eurodiputada y ha desempeñado diversas responsabilidades en la dirección de Podemos; asimismo ha participado en diferentes movimientos sociales; en cuanto a Irene Zugasti, trabaja como redactora y analista en Canal Red; es autora del libro #Se acabó. La doble victoria de las campeonas del mundo de fútbol (2023) y editora de Enemigos íntimos. Cómo entender la derechización de España a través de sus personajes clave (2025).
En abril de 2024, el Estado de Ucrania aprobó un Proyecto de Ley que reducía de 27 años a 25 la edad mínima de reclutamiento (el conflicto entre Rusia y Ucrania se había iniciado en febrero de 2022); a ello se agregaron los incentivos para que personas entre 18 y 24 años realizaran el servicio militar (27.000 dólares anuales o educación gratuita); en este contexto, decenas de miles de personas han desertado del ejército ucraniano desde el inicio de la guerra.
“¿Cómo atraer la carne de cañón masculina a la batalla? Pues activando todas las narrativas de género: ‘Ser un hombre’, ser un patriota, que era no ser un traidor, ni un cobarde”, escriben Irene Zugasti e Isabel Serra.
La imagen de la mujer se utiliza para el fomento de la guerra; por ejemplo, la propaganda del Estado de Israel hace uso de las mujeres militares para blanquear el genocidio de Gaza (366 gazatíes asesinados desde la entrada en vigor del alto el fuego, el pasado 10 de octubre).
Así, sobre una determinada unidad de combate israelí, el periódico colombiano El País tituló en octubre de 2023: “Unas verdaderas ‘Leonas’: las 13 de mujeres que integran el ejército de Israel en la lucha contra Hamás”; y por las mismas fechas, en el diario español La Vanguardia: “El ejército israelí más feminista”.
Los medios informativos se hicieron eco del caso de la modelo e influencer israelí -en la plataforma de contenidos para adultos OnlyFans-, Natalia Fadeev, que decidió enrolarse en el ejército sionista al comienzo de la masacre contra la Franja.
El libro de Akal dedica un apartado al Feminismo de misil de crucero; fue el modo en que -en 2024, en una entrevista en El Salto- la entonces eurodiputada irlandesa de izquierdas, Clare Daly, definió a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen; la política conservadora alemana ha calificado al Estado de Israel como una “democracia vibrante”, que ha hecho “florecer el desierto”; es también partidaria de la escalada armamentista y el reforzamiento de la OTAN.
Irene Zugasti e Isabel Serra mencionan además a Hillary Clinton, secretaria de Estado de los Estados Unidos entre 2009 y 2013, durante la presidencia de Obama; es “la eterna esperanza demócrata, comenzó militando como republicana, y fue pionera en la instrumentalización de un feminismo hegemónico, pop, para hacer política internacional”.
Abanderada de la guerra de Afganistán, se ha denunciado el respaldo de Hillary Clinton al golpe de Estado en Honduras de 2009, que derrocó al presidente Manuel Zelaya; entre 2009 y 2013, Estados Unidos fue el principal exportador de grandes armas del mundo (29% del total mundial).
Otro ejemplo de manipulación se produjo en mayo de 2011, cuando Estados Unidos liquidó al dirigente de Al Qaeda, Osama Bin Laden, en Pakistán; la abogada y periodista pakistaní, Rafia Zakaria, explica en su libro Contra el feminismo blanco (2021) cómo se otorgó al asesinato de Bin Laden un matiz feminista; entre otras razones, por la participación de una agente de la CIA, llamada Maya, en la captura del jeque saudí; los hechos dieron lugar, incluso, a un filme norteamericano de 2012: La noche más oscura.
¿Existen alternativas? Isabel Serra e Irene Zugasti apuntan antecedentes en el estado español como la Asociación de Mujeres Antifascistas (AMA), constituida en 1933 por el PCE, que tuvo -durante la guerra española- un papel destacado como red de solidaridad y apoyo mutuo entre mujeres.
En la guerra de independencia de Argelia frente al imperialismo francés, iniciada en 1954, las mujeres no sólo tomaron parte en la lucha armada, sino que fortalecieron la vida comunitaria en la resistencia contra los ocupantes.
Las autoras señalan la oposición a la guerra de las mujeres negras en Estados Unidos, de las que da cuenta la académica y activista, Angela Davis, en Mujeres, raza y clase (1981); encarnó este combate la feminista negra Assata Shakur, exmiembro del Partido Pantera Negra y del Ejército Negro de Liberación, perseguida y encarcelada en Estados Unidos; la activista falleció el pasado 26 de septiembre, exiliada en La Habana.
Otro ejemplo significativo es el de las Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo, en Argentina; y el de las mujeres del campamento pacifista de Greenham Common, en Reino Unido, iniciado en 1981 y cerrado en 2000, para protestar contra el armamento nuclear en la base militar emplazada en Berkshire (Inglaterra).
“El belicismo es hoy la punta de lanza de la reacción antifeminista”; además, “nos sentimos interpeladas por el feminismo para llamar a las mayorías a la insumisión frente a la ‘sociedad de la guerra’. Nos encontramos ante una encrucijada histórica, ante una época en disputa, ante una crisis profunda que sólo se da en algunos momentos de la historia”, concluyen Irene Zugasti e Isabel Serra.
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