Hace varios años escribimos una nota con un título parecido para denunciar la destrucción de un ambiente natural Venezolano. Entonces comendamos la extraordinaria labor de la Universidad de los Andes al preservar un pequeño parche boscoso de 8.000 hectáreas de las 174.370 que ocupara, a principios del siglo XX, el bosque sobre los llanos Venezolanos […]
Hace varios años escribimos una nota con un título parecido para denunciar la destrucción de un ambiente natural Venezolano. Entonces comendamos la extraordinaria labor de la Universidad de los Andes al preservar un pequeño parche boscoso de 8.000 hectáreas de las 174.370 que ocupara, a principios del siglo XX, el bosque sobre los llanos Venezolanos que dió origen a la Reserva Forestal de Caparo. Ha sido la ULA, motivada por el cultivo del conocimiento, la única organización pública nacional que ha defendido sistemáticamente ese bosque para que pueda ser conocido por las futuras generaciones de estudiantes. El resto del país, en su momento, sólo quiso convertirlo en madera para la venta y terreno para el pastoreo del rentable ganado.
Hoy debemos hacer un ejercicio similar, no para comendar a la ULA, sino a otra institución pública nacional: PDVSA, quienes se han propuesto instalarse en el sensible espacio natural del Valle del Rio Mucujún, en Mérida.
El Rio Mucujún es el proveedor de agua potable para el área metropolitana de la Ciudad de Mérida. Es un rio menor que se origina en la Sierra de la Culata, cerca del pico Pan de Azucar y es un afluente del Rio Chama que a su vez desemboca en el Lago de Maracaibo. El Valle del Mucujún (que se extiende desde la salida norte de la ciudad de Mérida, pasando por el sector el Playón, luego Valle Grande y hasta llegar a la entrada al Parque Nacional Sierra de la Culata), es uno de los espacios naturales más hermosos de Venezuela.
Muchas personas, potentados entre ellos, quieren vivir en el Valle. Muchos quieren trabajar allí también. La industria turística está bien establecida, precisamente por lo atractivo del lugar. Pero también hay cultivos y ganaderia en la Zona, con el consecuente impacto sobre el ambiente y sobre la cuenca que provee, como dijimos, el agua que se bebe en la ciudad de Mérida.
Durante años se ha discutido esta problemática.
Pero, cada año, la población crece y nuevos desarrollos se realizan. Se supone que todos bajo la vigilancia de un Estado que debe cuidar que no se altere el equilibrio natural y, desde luego, que no se contamine el agua de Mérida.
Cómo hacen esa vigilancia, no lo sé.
Lo cierto es que, en ese contexto problemático, PDVSA se ha planteado la creación de un Distrito tecnológico Social, DTS. El DTS se perfila como un centro de investigación pensado para atender necesidades de generación de conocimiento de la industria petrolera, pero concentrado en las áreas de tecnologías de la información y gestión social ambiental.
El DTS ya funciona. Prestando las instalaciones de la Hostelería San Javier del Valle, junto al Colegio Fé y Alegría, ha comenzado a funcionar con un plantel que involucra a personal de la Universidad de Los Andes, a varios egresados de la ULA en las áreas del DTS y a algunos vecinos del lugar.
PDVSA+MERIDA debe ser la opción de trabajo más interesante que se le puede presentar a un profesional del área en Venezuela, por no ir más lejos. Un trabajo con visión social, estable, bien remunerado, no contaminante y en el lugar más lindo del país. Esta, me parece obvio, es una de las mejores jugadas que se han hecho para contrarrestar la fuga de cerebros en este país.
Considerando que varios de nuestros buenos estudiantes han conseguido trabajo directa o indirectamente en proyectos del DTS, a mí esa me parece una excelente razón para darles la bienvenida. Pero no es la única.
Lamentablemente, otras personas, algunos profesores de la ULA, algunos con experiencia en ciencias ambientales, han lanzado toda una campaña para rechazar el DTS y la instalación de PDVSA en el Valle de Mérida.
Alegan que PDVSA va a arruinar el ambiente. Alegan que PDVSA va a instalarse en un área que debería ser un bosque. Alegan que el personal que allí se instale para trabajar en PDVSA va a aumentar la presión por mas urbanismo en el sector, pues muchos querrán vivir allí mismo y tendrán como costearlo. Hablan de que PDVSA devastará un área de 18 hectáreas de bosque pristino. Hablan de que PDVSA traerá a miles de personas. Hablan de que PDVSA construirá estructuras monumentales para construir submarinos que nunca llegarían al mar, desde luego. Hablan de que PDVSA causará un impacto ambiental tremendo y un efecto maligno sobre la calidad del agua de Mérida. Hablan de que PDVSA no ha consultado a los vecinos o ha tratado de «comprarlos» con la chequera petrolera.
Lo que a mi me ha parecido más curioso es que algunos de los que alegan todo eso viven en el lugar. Repito, quienes reclaman por el posible impacto ambiental son vecinos del lugar.
Me parece curioso por la que, yo creo, es la razón que ha hecho de esta un disputa de años. ¿Cómo puede alguien que vive en el lugar reclamar porque otro quiera mudarse allí?. ¿Qué le otorga la preferencia?. ¿El haber llegado o nacido primero?. ¿Cómo es que los nuevos habitantes causan impacto ambiental, pero los viejos (y sus familias) no?. ¿Cómo es que los nuevos contaminarán el agua, pero los viejos no?. Esos vecinos tienen familias que siguen creciendo. Y, hasta donde sé, todos mantienen la opción de vender sus terrenos a quienes quieran (incluso a grupos más numerosos que los actuales).
Los terrenos en la cuenta del Mucujún no son exactamente terrenos públicos. Los propietarios mayoritarios de los terrenos aledaños al río son individuos e instituciones privadas. Ellos ya están allí. Ellos no se van a mudar. Ellos van a seguir procurando provecho (estético o económico) del lugar.
¿Por qué entonces no podemos permitir que una institución pública nacional, con recursos y con personal altamente calificado y disciplinado se instale en el área?.
Si a Ud, ciudadano de Mérida, le pidieran escoger ¿a quién le confiaría el cuidado del agua que bebe su familia?.
Yo prefiero a esa institución pública. Esa es mi segunda razón (y no es la última) para apoyar al DTS.
Cambiaría las respuestas a estas preguntas, por las siguientes respuestas a los alegatos anteriores:
PDVSA no va a arruinar el ambiente. Al menos no lo va a arruinar más de lo que lo arruinarían quienes ya viven allí o quienes visitamos el lugar regularmente por cualquier razón.
PDVSA planea instalarse en un espacio ya intervenido y, de hecho, con urbanismo parcial que fue abandonado hace años (y no precisamente para ayudar a que se restaurara el bosque).
PDVSA no va a atraer más personas que la que ya son atraídas por los resorts y la serie de hoteles, restaurantes y otras atracciones del lugar.
PDVSA no va a construir pozos petroleros en el Valle. Ni tampoco habrá mechurrios quemando gas. No hay hidrocarburos en el subsuelo de ese paraje, por todo lo que sabemos. El recurso que ellos planean explotar, si se tiene que llamar así, es el talento de los locales para ciencias como la teleinformación y las del ambiente, en las que sin duda destacamos a fuerza de mucho trabajo que apenas ahora comienza a ser reconocido. ¿Que hacen con un submarino en el Valle?. Han explicado que es un prototipo que requiere un sofisticado sistema de control y comunicaciones en el cual se espera puedan ayudar los expertos del área que viven en Mérida. Es un dispositivo que cabe en una piscina (como las que tienen algunas casas del Valle) y, según explican, podría ser una herramienta esencial para preservar las estructuras petroleras en el lago de Maracaibo y prevenir el deterioro de aquel ambiente ya bastante golpeado.
Desde luego que PDVSA debe presentar sus proyectos del DTS a todos los vecinos del área e involucrarles. Pero no creo que le corresponda actuar como una institución que simplemente pide permiso para construir.
PDVSA, se supone, se está recuperando de una traumática experiencia producto de su alienación respecto al país. Así que ahora se presenta, no como otra empresa, sino como un legítimo representante de todos. Quien se muda al Valle de Mérida no es otra agrupación, sino un representante de cada Venezolano en la lucha por preservar el bien público. La razón fundamental para apoyarles es ese interés por dedicar sus espacios para la investigación y el desarrollo científico para el servicio público. Es, ojalá así se materialice, un esfuerzo por crear otro Bosque de los Estudiantes.
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