Denunciar una violación en España se ha convertido en una de las maniobras más temerarias que pueda emprender una mujer. Otra más. Una vez cometida la imprudencia, la víctima será sometida a juicio con mayor severidad que los acusados. Su vida, sus costumbres, su salidas, su recuperación, sus gustos, su trauma, su forma de vestir. […]
Denunciar una violación en España se ha convertido en una de las maniobras más temerarias que pueda emprender una mujer. Otra más. Una vez cometida la imprudencia, la víctima será sometida a juicio con mayor severidad que los acusados. Su vida, sus costumbres, su salidas, su recuperación, sus gustos, su trauma, su forma de vestir. Este implacable proceso acontecerá salvo que la mujer violada se arrastre como alma en pena después del suceso, se vista de riguroso luto y se enclaustre en casa para demostrar que no quiso. Que de verdad no quiso.
En este perverso proceso, todo será susceptible de convertirla en la ‘golfa que en el fondo quería ser’, porque no hay en España, para una gran cantidad de hombres [y sorprendentemente de mujeres], fémina que no sea una pelandusca, que no desee fervientemente ser penetrada y sodomizada por cuantos hombres lo deseen. Siempre que sea a la fuerza, claro, que es como más las excita. En el fondo, para nuestra ‘Negra España’ no hay mujer que no sienta el extremo placer de ser dominada y si después denuncia al o a los hombres que con tanto placer la obsequiaron es porque se quedó con ganas de más. Porque no la penetraron lo suficiente, ni con la suficiente virilidad, ni con la suficiente violencia. Porque se sintió despechada. Porque dejó de ser el centro de atención. Porque realmente las mujeres siempre lo desean, desean que las dominen, que las sometan. Dicen ‘no’, pero realmente quieren decir ‘disfruto cuando me fuerzas’: ‘¡fuérzame!’. Y las que son lesbianas, ya saben, son viciosas o enfermas que caminan por este mundo a la deriva en espera de un hombre que les cure su enfermedad. Que las viole y las haga partícipes del gozo de la sumisión al varón.
Esta es precisamente la mentalidad del magistrado que ejerce el voto particular, es el pensamiento dominante en nuestra tétrica España , es el sentir de los magistrados que no entendieron que se produjo una violación, que ni tan siquiera consideraron la posibilidad del acoso. Y que sentenciaron abuso porque algo había que hacer, porque había que contentar a la plebe. Especialmente a las ‘feminazis’, que nacieron torcidas y protestan por todo, que no asumen que el hombre tiene derecho a todo: a considerar el ‘sí’ como ‘sí’, el ‘no’ como ‘viólame’ y a abrir de piernas a toda mujer con la que se crucen si les place ese día demostrarle lo que de verdad es un hombre.
El museo de los horrores militares
Pero si indignante le parece a una parte de la ciudadanía, que desgraciadamente no a toda, la condena a nueve años a ‘La Manada’, pasen y vean los horrores militares: un capitán condenado por 28 agresiones sexuales, un teniente por agresión sexual a una marinera, un teniente coronel por acoso sexual a una capitán, un teniente coronel por acoso sexual a dos militares y una civil… Todos ellos condenados a menos de tres años y todos ellos a día de hoy en activo . En sus puestos de trabajo. Como si no hubiera pasado nada. O, mejor dicho, con el orgullo de haber demostrado que son hombres de verdad. A ellos ya no se les supone el valor, tanto que ni la Sala V del Tribunal Supremo puso reparos a su continuidad como militares.
No solo eso. Estos delincuentes uniformados forman parte del 12% de los militares condenados por denuncias de acoso, agresión o violación dentro de las Fuerzas Armadas. El otro 88% se libró hasta del paseo triunfal penitenciario en el que se lamentaban haber caído en el engaño y las malas artes de una mujer.
Protesta frente al Ministerio de Justicia tras la sentencia a los acusados de la violación grupal de Sanfermines. Madrid, 26 de abril de 2018. / Jon Nazca / Reuters
Por ello, que un militar y un guardia civil fueran denunciados, imputados y procesados por violación en el caso de ‘La Manada’ no generó que los ministerios de Defensa e Interior les suspendieran de empleo y sueldo. Y hasta hoy han seguido cobrando el 75% del mismo.
Las consecuencias de la renuncia de la Izquierda
La Izquierda ha abandonado demasiados espacios en las últimas décadas, no sin razón después de tantos abusos, torturas, violaciones y asesinatos, pues no olvidemos que hasta hace poco cuerpos policiales españoles se afanaban con profesionalidad en este ‘arte’. Pero esta política se evidencia errónea cada día con mayor claridad. Y es que la Izquierda no supone una parte significativa de los órganos de poder: Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, Fuerzas Armadas, grandes medios de comunicación, el sector empresarial o el mundo jurídico.
El abandono de este último, el convertir las facultades de derecho en espacios copados por las élites, ha generado que no exista un núcleo progresista lo suficientemente importante como para conseguir que el poder judicial se encuentre más al servicio de la ciudadanía de lo que lo está al servicio de los distintos grupos de poder.
Es más, muchas de las personas que se pueden considerar progresistas en ámbitos jurídicos solo pasarían por moderados en cualquier otra parcela de la sociedad. Este abandono, esta derrota, esta carencia de jueces y fiscales profundamente progresistas, es lo que subyace tras esta sentencia , tras la condena de un chaval por poner su cara en un montaje con una estampa religiosa, tras los procesamientos de los titiriteros o las condenas de tuiteros y raperos, tras las persecuciones judiciales emprendidas contra los independentistas.
También, obviamente, la minoría progresista en el poder legislativo, donde la derecha mantiene una abrumadora mayoría, supone un lastre a la hora de desarrollar las leyes. En las anteriores elecciones hubo varios millones de personas que decidieron no votar y abandonaron con su acción un espacio clave para evitar más sentencias como la acontecida en estos días.
Es cierto, por otra parte, que nuestro sistema jurídico carece de las necesarias independencia e imparcialidad por la intrusión de los poderes legislativo (nombrando magistrados) y ejecutivo (controlando la Fiscalía), pero no lo es menos que si hubiera los suficientes magistrados y fiscales progresistas se habría conseguido reparar estas carencias , aunque fuera en parte, y jamás se habrían producido muchas de las prisiones preventivas, exoneraciones, prescripciones, imputaciones y condenas de los últimos tiempos.
Abandonar espacios tiene una consecuencia muy grave: estos son ocupados. Más allá de la lamentable sentencia y del infinito dolor que sentirá la víctima, debemos pensar en la inmediata solución de este problema: volver a luchar por los espacios abandonados. La consternación no será suficiente para evitar la siguiente infamia.
Luis Gonzalo Segura, ex Teniente del Ejército, miembro del colectivo de militares demócratas ANEMOI, presidente de la Asociación Civil Milicia y República (ACMYR).
Publicado en actualidad.rt.com
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