La productividad agrícola mundial disminuyó 20,8 por ciento entre 1961 y 2020 como consecuencia del cambio climático provocado por actividades humanas, lo que equivale a la pérdida de siete años de producción. El efecto fue más marcado en las regiones cálidas como África (30 por ciento) y América Latina y el Caribe (25,9 por ciento).
Así lo establece un nuevo estudio realizado por un grupo de científicos de las universidades estadounidenses de Cornell, Maryland y Stanford publicado en Nature Climate Change que también advierte que la agricultura global se está volviendo más vulnerable al cambio climático.
“Estos números no significan que estemos produciendo menos que en 1961, de hecho hemos producido más año tras año. Lo que nuestro estudio dice es que la productividad agrícola global es casi un 21 por ciento más baja de lo que podría haber sido en un mundo sin cambio climático”, explicó a SciDev.Net Ariel Ortiz-Bobea, profesor de economía aplicada en la Universidad de Cornell y autor principal del estudio.
“Estos números no significan que estemos produciendo menos que en 1961, de hecho hemos producido más año tras año. Lo que nuestro estudio dice es que la productividad agrícola global es casi un 21 por ciento más baja de lo que podría haber sido en un mundo sin cambio climático”: Ariel Ortiz-Bobea.
Para arribar a estas conclusiones, los investigadores analizaron los registros oficiales anuales de la productividad agrícola de 172 países y los datos de parámetros climáticos.
De esa manera establecieron “cuánto aumentó o disminuyó la productividad agrícola en un país determinado, si un año específico fue más cálido, más frío, más húmedo o más seco de lo normal”, entre otras variables, precisó Ortiz-Bobea.
Encontrada esta relación estadística (también conocida como modelo econométrico), la hicieron funcionar en dos dimensiones: el mundo real en el que hemos vivido y un mundo paralelo, donde el cambio climático antropogénico no existe.
Para evitar sesgos, los autores del estudio mantuvieron el mundo alternativo muy similar al real, considerando las últimas seis décadas para ambos, con el mismo tipo de economía, el mismo uso de combustibles fósiles e incluso las mismas emisiones de gases invernadero.
Según Ortiz-Bobea “la única diferencia fue que en el mundo ficticio las emisiones no tenían la capacidad de alterar el clima”.
Al comparar los dos mundos, los científicos también descubrieron que el cambio climático ha significado siete años de estancamiento en la productividad agrícola. Es decir, el nivel alcanzado en 2020 es equivalente a la productividad que se podría haber alcanzado desde 2013 en un mundo sin cambio climático, aclaró un comunicado de prensa de la Universidad de Cornell.
Los investigadores están preocupados porque, a pesar de las mejoras en la agricultura, la ralentización de la productividad se ha agravado a nivel mundial en las últimas décadas, lo que sugiere que el trabajo científico y el desarrollo tecnológico en el sector agrícola no se están reflejando en una mayor resiliencia al cambio climático.
Ello quizás sea porque la inversión es insuficiente o no se ajusta al escenario que vivimos. O porque el apoyo no se ha destinado a los lugares que más lo necesitan, como África o América Latina, reflexionó Ortiz-Bobea.
Carolina Ureta-Sánchez, del Centro de Ciencias Atmosféricas de la Universidad Nacional Autónoma de México, que no participó en el estudio, cree que aquellas regiones cuya productividad agrícola parece sufrir más debido al cambio climático en realidad podrían ser la fuente de la resiliencia que Ortiz-Bobea y sus colegas no vislumbran.
“Esta investigación no considera la agricultura de pequeña escala que persiste en diferentes partes del mundo, como África y América Latina, probablemente porque este tipo de producción no suele estar incluido en los registros oficiales”, dijo a SciDev.Net vía Zoom la experta en cambio climático y agrobiodiversidad.
“Por eso es importante que las futuras investigaciones tengan en cuenta a los pequeños agricultores, ya que son los guardianes de una enorme diversidad de semillas, técnicas y cultivos que podrían ayudarnos a afrontar mejor la crisis climática”, subrayó.
Sin embargo, Ureta-Sánchez destaca que la reciente investigación “nos enseña a abordar el cambio climático mirando hacia atrás y eso definitivamente nos ayuda a gestionar nuestro futuro”.