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El cambio climático y la lucha contra la pobreza

Fuentes: Publico

Los dos elementos clave de la justicia global en nuestro tiempo, el cambio climático y la pobreza en el mundo, están íntimamente relacionados:Hoy en día, resulta imposible abordar de manera eficaz la lucha contra pobreza en el mundo sin tener en cuenta los efectos que el cambio climático tiene en la agricultura, la propagación de […]

Los dos elementos clave de la justicia global en nuestro tiempo, el cambio climático y la pobreza en el mundo, están íntimamente relacionados:
Hoy en día, resulta imposible abordar de manera eficaz la lucha contra pobreza en el mundo sin tener en cuenta los efectos que el cambio climático tiene en la agricultura, la propagación de las enfermedades o en los fenómenos meteorológicos violentos.

Pero tampoco podemos hacerle frente de manera efectiva a menos que lo tratemos también desde la perspectiva del desarrollo:

Por ejemplo, hoy en día más de 2.000 millones de personas en el mundo carecen de acceso a fuentes energéticas fiables. Sin embargo, para reducir la pobreza, ampliar la cobertura de los servicios sanitarios y promover un desarrollo sostenible y generador de empleo -en definitiva, para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM)-, los países en vías de desarrollo requieren de un mayor acceso a  recursos energéticos. Las fuentes de las que provenga esta energía -carbón, petróleo o fuentes renovables- tendrán sin duda un importante impacto en las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global.

Los científicos advierten que el total de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero alcanzará su máxima cota en torno al año 2015, y deberá decrecer de manera considerable justo después, si queremos evitar el pronóstico más catastrofista del cambio climático.

Además, si un tercio de la población del planeta continua viviendo en la pobreza y sin poder acceder a fuentes energéticas limpias, las consecuencias negativas se sentirán también en la erosión de la tierra, la desaparición de bosques, la escasez de agua y la amenaza de otros recursos naturales, que pueden agravar aún más la situación.

Permanecer en la pobreza no es una opción para estos países, y por ello el camino que elijan para su desarrollo, y alcanzar así los ODM, tendrá consecuencias directas en la sostenibilidad del planeta.

Sin embargo, la lucha contra la pobreza requiere hacer frente también al cambio climático. De hecho, sus efectos, como el aumento del nivel del mar, las inundaciones o las sequías amenazan muchos de los logros acometidos y los esfuerzos realizados hasta ahora para lograr el cumplimiento de los ODM.

Los países pobres carecen de las infraestructuras necesarias para responder a fenómenos meteorológicos severos. Y sufren más duramente sus consecuencias. El cambio en los regímenes de lluvia también puede tener efectos negativos en la agricultura de secano, de la que depende la supervivencia de gran parte de la población de los países en vías de desarrollo.
Así, son precisamente estos países y, dentro de ellos, sus habitantes más pobres los que más van a soportar la mayor carga del cambio climático en términos de pérdida de vidas y efectos en la inversión y el desarrollo económico. Son los más pobres de los pobres; los que han contribuido menos a la acumulación de gases de efecto invernadero y los que se van a ver más afectados por el calentamiento del planeta.

Es evidente que las negociaciones multilaterales posteriores al tratado de Kyoto deben dar sus frutos, esperemos que más bien pronto que tarde. Sin embargo, claramente, los países ricos deben asumir su responsabilidad, ya que son los mayores responsables del cambio climático.

Es hora de que los países ricos se tomen en serio la reducción de las emisiones de CO2.

Además deben también ayudar a los países en desarrollo a mejorar su capacidad de adaptación hacia un modelo de desarrollo sostenible a través de la transferencia de tecnología y apoyo financiero.

Pero para que estas medidas sean creíbles, estos esfuerzos no deben desviar los recursos destinados a la reducción de la pobreza, sino que deben ser adicionales a los compromisos establecidos en el Objetivo de Desarrollo del Milenio 8 y que todavía se deben aplicar. Principalmente, aumentar la ayuda al desarrollo destinando el 0,7% del PIB a Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), mejorar la eficacia de esta ayuda y velar por normas del comercio internacional que favorezcan el desarrollo de los países más pobres. Sin la aplicación de estas medidas los países en desarrollo no podrán asumir su responsabilidad para frenar el cambio climático.

El cambio es posible. Existe el compromiso de asumir estas responsabilidades al más alto nivel: en septiembre de 2000, 189 Jefes de Estado y de Gobierno firmaron la Declaración del Milenio, comprometiéndose a trabajar juntos para erradicar la pobreza en el mundo antes del 2015 y alcanzar los ODM. Entre ellos, el Objetivo 7, que se centra en el medio ambiente y el cambio climático, como parte de un objetivo más amplio, el del desarrollo sostenible. Los  Objetivos de Desarrollo del Milenio representan una hoja de ruta para hacer frente a las desigualdades y las injusticias en el mundo. Son viables y asequibles; y la adopción de las medidas necesarias para alcanzarlos es simplemente una cuestión de voluntad política.
Nuestras acciones de ahora definirán nuestra generación y, en última instancia, nuestro legado en el mundo.

Somos la primera generación que ha lanzado un mensaje de alarma sobre el calentamiento de nuestro planeta y sabemos qué debemos hacer para paliarlo. También somos la primera generación con los recursos y los conocimientos necesarios para poner fin a la pobreza extrema en el mundo. Sabemos que tenemos que actuar con decisión en ambos frentes.
No desperdiciemos la oportunidad de actuar ahora. Cuanto más tardemos en reaccionar más costosa será la respuesta a todos los niveles… Lo que está en juego es el destino de nuestro planeta y de sus habitantes.

Eveline Herfkens es Coordinadora Ejecutiva de la Campaña del Milenio de Naciones Unidas