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¿El campo en llamas y al borde del colapso? Existen alternativas

Fuentes: Viento sur

El anterior Plural titulado “¿Quo vadis Europa?” se cerraba con un artículo de Morgan Ody, Coordinadora General de la Vía Campesina, cuyo testigo retomamos en éste. Desde hace meses el profundo malestar de las y los agricultores y ganaderos europeos y españoles se ha manifestado en carreteras y ciudades, a la vez que la extrema derecha ha logrado capitalizar políticamente –con un discurso demagógico– buena parte del voto rural, tal y como se ha mostrado tanto en las recientes elecciones para el Parlamento europeo como en las de carácter estatal celebradas en varios países. Tema este que deberá seguir siendo analizado por la izquierda para encontrar las claves que reviertan este estado de cosas.

Y de la mano de los problemas del campo, la Política Agraria Común (PAC) de la Unión Europea –que supone el 40% de los presupuestos comunitarios– camina hacia el fracaso, lo que significa un problema de primer orden para el proyecto neoliberal de la UE, a la vez que es una fuente de nuevos malestares del sector y de posible consolidación de actitudes nacionalistas. Actitudes que ya hoy, con la excusa de las medidas sobre pesticidas, etc., van contra los productos de terceros países no pertenecientes a la UE, pero que también resucitarán el enfrentamiento entre campesinos de diferentes países comunitarios. Mientras tanto, en este escenario sigue habiendo claros ganadores: la agroindustria capitalista y las grandes cadenas de comercialización.

Pero el asunto es más grave para el conjunto de la humanidad. No es preciso volver a destacar que la cuestión de la producción de alimentos es una de las claves de la crisis multidimensional del capitalismo del siglo XXI a escala mundial y se entrelaza con cuestiones como la del cambio climático, que lleva aparejada la desertificación y sus efectos sobre la producción de alimentos, y la disponibilidad de agua dulce tanto para consumo humano como para la agricultura y la ganadería. Y, por tanto, junto a la pervivencia de conflictos sangrientos y dictaduras en buena parte del planeta, está en el origen de grandes fenómenos migratorios que hoy están presentes en el debate político como drama humanitario y como excusa racista y xenófoba de la derecha y la ultraderecha en los países imperialistas y, en concreto, tanto en la UE como en el Estado español.

En el siguiente Gráfico 1, la FAO refleja la subida de los precios de los alimentos a nivel mundial

Gráfico 1. Precios por las nubes

Tras permanecer estables por varios años, los precios internacionales de los alimentos se dispararon debido a las perturbaciones por condiciones meteorológicas extremas y por la pandemia, y siguieron subiendo hasta alcanzar máximos en marzo de 2022 tras la invasión rusa de Ucrania. (índice de precios reales de los alimentos; 2014–16 = 100)

Grafico 1
Fuente: Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Este incremento se entrelaza con la escasez de alimentos para gran parte de la población, agravada por la pervivencia de conflictos bélicos, y que quedó patente como una de las secuelas más dañinas de la guerra de Ucrania, tal y cómo se puede apreciar en el Grafico 2, en el que el programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas refleja el aumento de personas infraalimentadas.

Gráfico 2. Retroceso de dos décadas

El número de personas con consumo insuficiente de alimentos ha vuelto a niveles observados a comienzos de la década de 2000. (desnutrición, millones de personas)

Grafico 2
Fuentes: Fuentes: FAOSTAT y Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas.

Nota: 2000–2020 corresponde a datos anuales de FAOSTAT. El punto que denota el 9 de mayo de 2022 es una estimación de HungerMapLIVE del Programa Mundial de Alimentos.

Esta situación de desigual reparto de los bienes básicos para la vida humana no es ajena a la existencia de una relación entre el Norte (global) y el Sur (global), o sea, entre las metrópolis imperialistas y los países dependientes y sumamente empobrecidos por el expolio y la división internacional del trabajo reforzada por la orientación de los denominados Tratado de Libre Comercio. 

Situación ante la que es conveniente poner en valor el enfoque de José Manuel Naredo y Alberto Fraguas en “¿Por qué hay que ir más allá del crecimiento y de la noción usual de sistema económico?” que bien pueden aplicarse a la cuestión del modelo agrario 1. Sin esa perspectiva que pone en cuestión el modelo productivo sucio y depredador (contra la naturaleza) y el modo de producción capitalista (contra los seres humanos) que lo impulsa, es imposible dar respuesta a los problemas del sector agrario tanto en Europa como a escala mundial.

La crisis del agro español y europeo tiene múltiples dimensiones endógenas y exógenas. En opinión de Carlos Bueno Suarez, que contribuye a este Plural con el artículo “Subordinación, crisis y transformación del sector agropecuario para la acumulación capitalista”, el sector primario, heterogéneo y muy atomizado, se encuentra siempre en el eslabón más débil de su cadena de valor global. Por un lado, las grandes cadenas de distribución comercial constituyen oligopolios de oferta; por otro, las grandes firmas industriales ejercen un fuerte dominio y control de las materias primas para el procesamiento y abastecimiento a otras industrias de transformación, lo que plantea un inquietante interrogante democrático: quién decide qué, cómo y para quién se produce.

Marta Soler Montiel, que ya escribió sobre la PAC –auténtico ojo del huracán del agro durante 2023 como hemos planteado más arriba– en el número 94 de nuestra revista (diciembre de 2007) en el trabajo que tituló “OMC, PAC y globalización agroalimentaria”, en el que sentó el marco fundamental de comprensión de la cuestión, vuelve al lugar del crimen para descubrir el verdadero rostro de, como titula su trabajo, “La nueva reforma de la Política Agraria Común al servicio de capitalismo verde”. Su tesis es clara: una transición agroecológica justa tiene que ser protagonizada por la agricultura familiar y cooperativa a pequeña escala. Pero no se le puede pedir al sector agrario más precario que protagonice en solitario este cambio de modelo en finca que solo puede ser viable si es acompañado por un cambio en el conjunto de la cadena agroalimentaria.

La cuestión de Mercosur y su relación con la Unión Europea fue tratada hace años por el economista argentino Eduardo Lucita en nuestra web 2. Mucho ha llovido desde entonces, por lo que de nuevo revisitamos la cuestión, esta vez de la mano de otro economista argentino. En “Los dilemas regionales del progresismo”, Claudio Katz expone una vertiente menos conocida en el Estado español, la de la indefensión institucional de la agricultura y, en general, de la economía latinoamericana frente a las potencias imperialistas occidentales en la que incluye a la Unión Europea, pero particularmente a Estados Unidos de América. Instituciones como Mercosur no remontan, y, en opinión del autor, la diversidad de posturas en juego en torno a ese convenio ilustra la plasticidad entrecruzada de intereses del agronegocio y la industria de Europa, Francia, Brasil y Argentina. Esas fuerzas disgregantes afectan tanto al Mercosur como a la Celac. El gran problema radica en que las grandes iniciativas de soberanía regional –en el plano alimenticio, energético o financiero–exigen una firmeza frente al imperialismo estadounidense que el nuevo progresismo no exhibe.

La perspectiva de clase es fundamental para analizar las relaciones comerciales entre diferentes economías nacionales tal como se analiza en algunos de los artículos anteriormente expuestos. Pero a su vez esas reglas del juego del comercio mundial tienen repercusiones inmediatas en las condiciones salariales y laborales de la clase trabajadora en cada uno de los países afectados. Esa faceta la abordó Adoración Guamán en nuestras páginas en varias ocasiones, por ejemplo, en “Las consecuencias laborales del TTIP y del CETA” 3, hace 8 años y que nuevamente será tratada por la autora en próximos números de la revista y en la web.

Pero hay otro aspecto fundamental en la cuestión agropecuaria que es el conflicto capital/trabajo en torno a la producción de alimentos. Asunto especialmente relevante en el caso del Estado español y muy particularmente en territorios como Andalucía. En la agricultura española, pocas veces, por no decir nunca, se habla de quienes con sus manos y en tierras ajenas plantan, riegan y recolectan frutales, aceitunas y cereales: las y los asalariados autóctonos o provenientes de una emigración denigrada, explotada y degradada. Mari García, jornalera, aporta la dimensión de clase del conflicto agrario en su trabajo, significativamente titulado, “Los invisibles en las movilizaciones del campo”. Su conclusión plantea una dura realidad: cuando un sector del campo se echa a la calle reclamando mejores condiciones para el campo, “nosotras seguimos diciendo: mejoras para quién y para qué”. Y afirma que la mayoría de quienes se movilizaron en el campo no abaratan costes con menos fertilizantes, lo abaratan con las y los trabajadores y sus condiciones laborales y de vida, siendo un cultivo social y medioambientalmente insostenible.

Por su parte Patricia Grela en su artículo “La agricultura campesina en la transición ecosocialista” defiende que el modelo agrario campesino puede aportar aprendizajes valiosos para organizar una estrategia revolucionaria que permita desarmar al capitalismo y construir un sistema alternativo. El pasado febrero la web de viento sur publicó un trabajo suyo titulado “Una respuesta ecosocialista al fiasco agroindustrial” 4. En este caso, una vez más, incide en sus tesis alternativas y, particularmente, se centra en el caso gallego que conoce profundamente. En el texto trata de establecer un paralelismo entre el desarrollo rural y el proyecto de sociedad que desde el ecosocialismo de matriz anticapitalista se propone.

Francisco Alburquerque Llorens, viejo amigo y compañero de la lucha antifranquista de los esperanzadores años sesenta, en “Frente a la globalización neoliberal: la necesidad de políticas locales de desarrollo” aborda la siempre difícil cuestión de las alternativas frente al desorden neoliberal. Este artículo forma parte de un trabajo más extenso y analítico titulado “Una visión crítica de la globalización neoliberal y la necesidad de políticas locales de desarrollo” en el que trata de divulgar algunas ideas importantes sobre la necesaria localización de las actividades económicas fundamentales para la vida humana y el ecosistema medioambiental del que formamos parte. En el mismo se esboza una sistematización de reflexiones críticas realizadas sobre el tipo de globalización económica que se nos ha impuesto a partir del poder que poseen las empresas transnacionales y la gran banca internacional, y de los mecanismos que aseguran su asentamiento. El presente artículo centra su atención en el alcance de numerosas iniciativas locales de desarrollo que el autor viene proponiendo y que ya motivan a la acción y la cooperación de diversos movimientos y experiencias sociales.

Y, como siempre, lo más difícil es responder a la vieja pregunta ¿Qué hacer? ¿Cómo lograr el cambio de paradigma hegemónico? ¿Qué alianzas sociales y políticas pueden revertir la situación? ¿Cuál es el horizonte estratégico? Tal como plantea Martin Lallana en “Estrategia ecosocialista en tiempos turbulentos” publicado en la web de viento sur, “sabemos que en el futuro próximo van a desarrollarse situaciones como incendios masivos, sequías, crisis energéticas, crisis alimentarias, cierres y despidos masivos en centros de trabajo, millones de refugiadas climáticas. A partir de ello, debemos anticiparnos, planificar y aprovechar las coyunturas convulsas del futuro para sumar apoyos masivos a nuestras propuestas de transformación radical de la sociedad. Fortalecer la organización de los sindicatos agrarios de izquierdas en aquellos lugares que se vayan a ver más afectados por la sequía, tejer confianzas previas entre trabajadores y organizaciones políticas en base a propuestas de reconversión para industrias que sabemos que van a cerrar, preparar campañas y acciones que puedan desplegarse rápidamente ante los previsibles incendios del futuro y que orienten la rabia acumulada hacia empresas energéticas fósiles” 5.

Y finalmente, porque todo hay que decirlo, esta colección de excelentes aportaciones ha sido posible porque Daniel Albarracín, en medio de la vorágine profesional de un final de curso, ha sacado tiempo para comentar conmigo y darme sugerencias decisivas. 

Notas:

1. https://espacio-publico.com/por-un-nuevo-modelo-ecosocial-que-trascienda-la-ideologia-dominante-un-reto-desde-la-sociedad-civil  

3. https://vientosur.info/las-consecuencias-laborales-del-ttip-y-del-ceta/

4. https://vientosur.info/una-respuesta-ecosocialista-al-fiasco-agroindustrial/

5. https://vientosur.info/estrategia-ecosocialista-en-tiempos-turbulentos/

Fuente: https://vientosur.info/el-campo-en-llamas-y-al-borde-del-colapso-existen-alternativas/