Varias agencias de noticias internacionales se hacían eco, el martes pasado, del informe presentado ante el Consejo de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas por su ponente especial sobre la extrema pobreza en el mundo, Philip Alston. Según sus previsiones, el mundo va camino de un » apartheid climático», en el que los […]
Varias agencias de noticias internacionales se hacían eco, el martes pasado, del informe presentado ante el Consejo de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas por su ponente especial sobre la extrema pobreza en el mundo, Philip Alston.
Según sus previsiones, el mundo va camino de un » apartheid climático», en el que los ricos comprarán su vía de escape de los peores efectos del calentamiento global, mientras los pobres segurián siendo los más perjudicados.
El jurista australiano citó como ejemplo de ello a los neoyorquinos vulnerables que quedaron atrapados sin electricidad ni atención sanitaria cuando el huracán Sandy azotó la ciudad en 2012, al tiempo que la sede de Goldman Sachs estaba protegida por decenas de miles de sacos de arena y contaba con electricidad de su generador.
En este sentido, cuestionó la confianza exclusiva en el sector privado para protegerse de las condiciones meteorológicas extremas y de la subida del nivel del mar, pues en su opinión, ello traería inevitables violaciones masivas de los derechos humanos, con los ricos atendidos y los más pobres abandonados.
Para el experto, cualquier solución pasa porque la economía mundial dé un giro fundamental y se distancie de los combustibles fósiles, a los que responsabiliza de gran parte de las emisiones de efecto invernadero provocados por el «hombre».
Al respecto, su informe critica a los gobiernos por hacer poco más que enviar funcionarios a conferencias para hacer discursos, a pesar de que los científicos y los activistas del clima han estado dando la voz de alarma desde la década de 1970
Para hacer más dramático el informe, si cabe, su difusión se produce cuando Europa , especialmente en el oeste del continente, sufre una fuerte ola de calor con temperaturas inéditas para un mes de junio que podrían intensificarse en los próximos días.
Según refieren varios organismos de previsión meteorológica europeos, como Météo France , esta «racha de calor» no tiene precedente, para un mes de junio, desde 1947 por su intensidad.
En este mismo sentido, se pronuncio, Stefan Rahmstorf, investigador del Potsdam Institute for Climate Impact Research , quien señaló que este aumento extremo de calor se está produciendo tal y como la ciencia lo había previsto, por efecto directo de un calentamiento inducido por los gases de efecto invernadero
No obstante, más allá de la importancia de tales revelaciones que más que contribuir a la solución del problema en términos de conciencia social, confunden a la opinión pública pues terminan reforzando la percepción -ya bastante generalizada- de que el mundo se ha comprometido en la lucha contra el cambio climático. Todo transcurre en el nivel discursivo, con mucha propaganda y profusa estrategia de comunicación sobre energía verde y renovable, pero nada de enfoques de fondo que den lugar a acciones substanciales.
Lo que sucede, por una parte, es que no se cuestiona el modelo de producción, distribución y consumo capitalista regido por lógicas ajenas a las leyes de la física, de la dinámica de los seres vivos y que termina colisionando frontalmente contra los límites biofísicos de la vida en el planeta. ¿Por qué seguir intentando la lucha contra el síntoma (cambio climático) interviniendo sobre el consumo y dejando intacta la voraz cultura productivista que encierra el capitalismo?
Pensemos por un momento en el modelo de vida en el que nos desenvolvemos los españoles, por ejemplo, y tomemos la herramienta de la huella ecológica como indicador del impacto ambiental. Lo que nos encontramos es que estamos consumiendo recursos que no existen. Con nuestro ritmo de consumo, en España necesitaríamos tener los recursos de 3 planetas Tierra solo para nosotros.
Más o menos todos comprendemos perfectamente lo que está pasando con el clima pero no sabemos que hacer ante tantas soluciones «buenistas» del tipo «economía verde». Por que el problema es mucho más grave todavía cuando el obstáculo está también en todos y cada uno de los que hemos nacido en este sistema no solo productor de mercancías sino de subjetividades afines, adecuadas a sus necesidades.
Para entender la magnitud del cambio a realizar -objetiva y sobre todo subjetivamente – tomemos el ejemplo del reino de España y su parque móvil de unos 15 millones de coches. El reto es -según los cálculos realizados por investigadores canadienses- que el número de ellos que resultarían necesarios para respetar los límites biofísicos de la Tierra serían 180.000 vehículos con motor de combustión. ¿Podemos imaginarnos tamaño cambio si sacamos de nuestras vidas al 98,8 % de los coches que hoy circulan en nuestro país para frenar de verdad el efecto nocivos de los gases de efecto invernadero producido por los motores de tantos coches?
Esta disyuntiva nos recuerda el tema del amianto en Alemania abordado desde el punto de vista de la subjetividad de los trabajadores afectados abordado por el militante comunista y filósofo Manuel Sacristán Luzón en el coloquio de una conferencia suya en 1983 sobre «Tradición marxista y nuevos problemas», en el año del centenario de Marx.
«Hará unos cinco o seis años – reflexionaba Sacristán entonces- el anterior gobierno alemán reconoció finalmente, ante la presión del movimiento ecologista, que el amianto es una de las industrias más cancerígenas que existen (la silicosis de amianto es más frecuente y más cancerígena que la de un minero del carbón). Prepararon entonces un proyecto de ley por el que esa industria sería abolida en cuatro años, durante los cuales darían un subsidio, equivalente aproximadamente al salario mínimo, a los obreros de la industria y se dotaba de un premio para inventores, para ingenieros, que desarrollaran sucedáneos del amianto como aislante término» .
Sin embargo, el obstáculo a la ley que por lógica elemental se orientaba en el sentido correcto de solución del problema, surgió de donde menos se esperaría en términos de intereses. Recordaba Sacristán que hubo un movimiento en contra que derribó la ley en el que se encontraban, además de la patronal – por su puesto- el sindicato y «un sector de clase obrera cogido entre la espada y la pared, entre la espada de los nuevos problemas y la pared de la conservación del puesto de trabajo tradicional».
«[…] ese grupo -concluía su breve reflexión Manuel Sacristán- ese sector de la clase obrera es claro que prefirió su alto salario, su coche y su nevera a su salud, fenómeno que en otras épocas no se producía así» .
No se trata de la clásica alienación, esa parte proscrita de nosotros mismo. El advenimiento de las sociedades de consumo trajo consigo el acceso masivo de bienes que antes eran inimaginables. Por lo tanto, la satisfacción de las necesidades no solo se realiza por la vía de la mercancía misma, sino a través de la modelación que ese consumo genera en la manera en la que soñamos una sociedad mejor.
Fuente: http://canarias-semanal.org/art/25519/el-capitalismo-crea-un-apartheid-climatico